Este ciclo de contribuciones llega a su fin. En doce relatos y once conjuntos de impresiones, recorrí episodios de mi vida sexual que involucran a María, mi compañera de décadas de sexo y del resto de la vida, y también a otras personas con las que ella, yo o ambos compartimos cuerpos y almas en la búsqueda del placer, que no ha concluido aunque ya hayamos arrancado muchas hojas de los almanaques. En algunos relatos resulta evidente que los hechos sucedieron hace tiempo, cuando no había celulares ni computadoras al alcance de todo el mundo. En otros casos, no hay referencias que permitan deducir la época, justamente para destacar lo permanente de las actividades sexuales, influidas solo de manera parcial por las circunstancias. Además, hay asuntos que narré que son muy pero muy recientes, porque somos viejos pero ¡seguimos vivos!
Me despido así hasta que junte nuevas experiencias en cantidad y calidad suficiente (ya saben, lectoras, si quieren seguir leyendo, lo que tienen que hacer…) pero antes quiero compartir unas reflexiones más. Por ejemplo, ¿cumplí mis objetivos? Es una pregunta central cuando se cierra un proceso. Junté algunos puntos, tuve más que amables seguidores e interesantes comentarios pero voy primero el principal y egoísta motivo, el placer de escribir: plenamente cumplido. Por otra parte, ¿habré combatido el prejuicio sobre la sexualidad en la edad madura? Ojalá. Lo más importante, con todo, cuando se trata de comunicación, es lo que escribía en mi primer relato: “que alguien disfrute la lectura, que se caliente y continúe así la cadena de placer”. Según los comentarios y mensajes privados que recibí, creo que el mensaje llegó a algunas personas de este sitio, así como a algunas otras, protagonistas de las historias, que también los leyeron.
¿Compartí la imagen de María? Escribo a fines de marzo y aún no ha pasado pero no me rindo y ustedes, al leer esto, ya saben si sucedió o no (Nota del 24 de mayo: no en estas páginas, aunque sí en algunos mensajes privados). Logré, en cambio, revivir situaciones eróticas que pasamos juntos o separados y renovar calenturas, recuperando nuestras antiguas hormonas su juvenil fulgor en sudor, saliva y leche derramada. ¡Fiesta de las pieles, siempre igual, siempre diferente! Me complace refrescar aquellos deleites anteriores en la felicidad actual, ampliada y embellecida por deliciosos contactos nuevos que comencé a cultivar gracias a esta noble página.
Me había fijado el compromiso de usar una sola página de mi procesador de texto y lo cumplí absolutamente sin trasgredirlo una sola vez, a expensas de resumir lo que a veces era muy extenso. Espero que los lectores lo aprecien, aunque nunca sabremos si el texto largo era mejor.
Creo que ahora ya tienen los lectores elementos de juicio para saber cuánto cambió María a lo largo de su vida, porque, como les conté al principio, era bastante mojigata cuando la conocí. Hablé poco del sexo habitual de nuestra pareja, aunque algo de eso se coló en las sucesivas Impresiones. Para compensar esa omisión, voy a dejar de escribir ahora para retomar este documento el día mismo de su publicación, el sábado 23 de mayo de 2015, cuando les voy a contar en un par de párrafos hasta el final de esta hoja lo que haya pasado la noche anterior:
No pude retomarlo el sábado porque me dormí. Nos acostamos tarde y tenía que madrugar. Me sumergía en el sueño, pensando que contaría acá una sesión anterior, cuando la familiar mano de María recorrió mi espalda, mis peludas nalgas, hurgó entre mis piernas. Ronroneando, me di vuelta y la besé. Sentí cómo me crecían la voluntad de no dormirme tanto como el volumen de mi virilidad. Se desencadenó así el usual tumulto del cuerpo a cuerpo, desorden de lamidas, chupadas, caricias, pellizcos, agarrones, penetraciones, leves golpes, más lamidas, más chupadas, respiraciones entrecortadas, mordiscos, gemidos, palabras inconexas, falsas protestas, sucias blasfemias, eternos juramentos, rotundos orgasmos, risas, besitos, más caricias, más besitos y la beatitud de nuestro amor consumado en la acción física trayendo el sueño a nuestras conciencias… Milagrosas han sido todas las aventuras que narré en el ejercicio de la libertad sexual mutuamente concedida. Destaco ahora el simple goce del aventurero que vuelve del viaje a disfrutar la rutina de su hogar. Soy viajero y sedentario; me encantan los nuevos paisajes, me fascina volver a casa. Un deleite sostiene al otro, nutriendo la rueda del placer. Hasta siempre.
Me despido así hasta que junte nuevas experiencias en cantidad y calidad suficiente (ya saben, lectoras, si quieren seguir leyendo, lo que tienen que hacer…) pero antes quiero compartir unas reflexiones más. Por ejemplo, ¿cumplí mis objetivos? Es una pregunta central cuando se cierra un proceso. Junté algunos puntos, tuve más que amables seguidores e interesantes comentarios pero voy primero el principal y egoísta motivo, el placer de escribir: plenamente cumplido. Por otra parte, ¿habré combatido el prejuicio sobre la sexualidad en la edad madura? Ojalá. Lo más importante, con todo, cuando se trata de comunicación, es lo que escribía en mi primer relato: “que alguien disfrute la lectura, que se caliente y continúe así la cadena de placer”. Según los comentarios y mensajes privados que recibí, creo que el mensaje llegó a algunas personas de este sitio, así como a algunas otras, protagonistas de las historias, que también los leyeron.
¿Compartí la imagen de María? Escribo a fines de marzo y aún no ha pasado pero no me rindo y ustedes, al leer esto, ya saben si sucedió o no (Nota del 24 de mayo: no en estas páginas, aunque sí en algunos mensajes privados). Logré, en cambio, revivir situaciones eróticas que pasamos juntos o separados y renovar calenturas, recuperando nuestras antiguas hormonas su juvenil fulgor en sudor, saliva y leche derramada. ¡Fiesta de las pieles, siempre igual, siempre diferente! Me complace refrescar aquellos deleites anteriores en la felicidad actual, ampliada y embellecida por deliciosos contactos nuevos que comencé a cultivar gracias a esta noble página.
Me había fijado el compromiso de usar una sola página de mi procesador de texto y lo cumplí absolutamente sin trasgredirlo una sola vez, a expensas de resumir lo que a veces era muy extenso. Espero que los lectores lo aprecien, aunque nunca sabremos si el texto largo era mejor.
Creo que ahora ya tienen los lectores elementos de juicio para saber cuánto cambió María a lo largo de su vida, porque, como les conté al principio, era bastante mojigata cuando la conocí. Hablé poco del sexo habitual de nuestra pareja, aunque algo de eso se coló en las sucesivas Impresiones. Para compensar esa omisión, voy a dejar de escribir ahora para retomar este documento el día mismo de su publicación, el sábado 23 de mayo de 2015, cuando les voy a contar en un par de párrafos hasta el final de esta hoja lo que haya pasado la noche anterior:
No pude retomarlo el sábado porque me dormí. Nos acostamos tarde y tenía que madrugar. Me sumergía en el sueño, pensando que contaría acá una sesión anterior, cuando la familiar mano de María recorrió mi espalda, mis peludas nalgas, hurgó entre mis piernas. Ronroneando, me di vuelta y la besé. Sentí cómo me crecían la voluntad de no dormirme tanto como el volumen de mi virilidad. Se desencadenó así el usual tumulto del cuerpo a cuerpo, desorden de lamidas, chupadas, caricias, pellizcos, agarrones, penetraciones, leves golpes, más lamidas, más chupadas, respiraciones entrecortadas, mordiscos, gemidos, palabras inconexas, falsas protestas, sucias blasfemias, eternos juramentos, rotundos orgasmos, risas, besitos, más caricias, más besitos y la beatitud de nuestro amor consumado en la acción física trayendo el sueño a nuestras conciencias… Milagrosas han sido todas las aventuras que narré en el ejercicio de la libertad sexual mutuamente concedida. Destaco ahora el simple goce del aventurero que vuelve del viaje a disfrutar la rutina de su hogar. Soy viajero y sedentario; me encantan los nuevos paisajes, me fascina volver a casa. Un deleite sostiene al otro, nutriendo la rueda del placer. Hasta siempre.
8 comentarios - Décadas de sexo (24): Impresiones finales
Aplausos por todo y por lo que vendrá, saludos a María que sin ella, Ud. no sería Ud.
Un placer leerte... siempre!
como llegue tarde por acá tengo la continuación del "ciclo" a un click...
Terriblemente adictivos sus posts!