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Drogada y mojada 1

Me mando este relato una amiga se los paso

Quiero dedicar este relato a mi amiga Isabel, ya que sin su colaboración no habría sido posible.
A mis 43 años, llevaba ya casi 20 ejerciendo como profesora de biología. Trabajo en un colegio
privado y desde que se hizo cargo Marcos, un joven empresario de veintipocos años, había
aumentado considerablemente el prestigio del centro educativo.
Yo había pasado de ser una simple profesora a tener una tarea adicional como jefa de estudios. Por
ello, Marcos me requería a veces, para que también le ayudase en tareas de dirección y marketing
para recabar nuevos alumnos. Así, mi labor se complementaba para visitar a padres de alumnos del
centro, o potenciales para cursos sucesivos. A veces, íbamos juntos, ya que yo era profesional de la
docencia,
Dentro de mis clases como profesora, tenía dos alumnos con los cuales, por su falta de disciplina
hacia mi y parte de sus compañeros, no tenía un buen trato con ellos, pero que, a sabiendas, de los
deseos de Marcos, había accedido a subir ligeramente sus notas, para que llevasen el curso sin
problemas. Kevin y Roberto que físicamente. eran totalmente distintos, El primero tenía una tez
dura, moreno, mientras que Roberto era todo lo contrario, de pelo entre rubio y castaño y piel
nórdica. Me constaba, que otros profesores, habían hecho lo mismo que yo. No estaban las cosas
como para enfadar al dueño del colegio. Todos sospechábamos que los negocios de las familias no
eran lícitos, pero nuestro director siempre respondía que no era problema nuestro mientras pagasen
por ser educados allí.
Estábamos a día 1 de mayo y aunque era fiesta, Marcos me pidió que hiciera una visita. Habría tres
días sin clase y dentro de mi trabajo, formaba parte el convencer, tanto a los que estaban estudiando
el curso en el colegio como a los que pretendíamos captar, para que lo hicieran en el próximo año.
Por ello, Marcos me dio una gratificación por trabajar ese día, sin que esa cantidad se reflejase en
ningún sitio, tan sólo en un papel que le firmé como que recibía el dinero, pero sin poner concepto
alguno.
El día anterior se habían marchado mi marido y mi hijo a la playa. Yo, que tampoco me apetecía
demasiado, me había quedado contenta en casa, que en principio, sólo me llevaría unas horas y me
dejaría tiempo para mi, estar sola en casa y gastarme esa gratificación en ir de compras.
Había quedado a las doce del mediodía con Alicia. Según me comentó Marcos, era una madre con
un hijo de catorce años y debería convencerla para que el año que viene fuera alumno nuestro. A la
hora prevista me presenté en su lujosa casa en las afueras de la ciudad. Iba bien vestida, como
correspondía a la situación de entrevistarme con el tutor de uno de los alumnos, y que intentábamos
evitar su marcha.
Me recibió una mujer más o menos de mi edad. La vi tensa, pero a la vez educada, y se esforzaba
por ser amable. Me ofreció tomar café o té, y elegí lo segundo. Al momento vino con las bebidas y
unas pastas para acompañarlas.
Comencé a explicarle las virtudes de nuestro colegio mientras intentaba sonsacarle sobre el chico,
aunque las ideas que me daba sobre él eran vagas y poco concisas. Algo que no parecía lógico en
una madre interesada en la mejor educación para su hijo.
Pasarían pocos minutos hasta que sentí un hormigueo en las manos que me costaba sostener los
papeles que le iba mostrando. Poco después ya no podía mantener la cabeza erguida y caí recostada
sobre el sofá. Miré a Alicia pidiendo ayuda, esperando que llamase a alguien, pero no se inmutó, y
cuando ya comprobó que sólo movía los ojos y respiraba, se dignó a hablarme.

– Lo siento mucho Isabel. Me han obligado a hacer esto. No he tenido elección. En unas horas
estarás bien físicamente. Yo ya pasé por esto hace unos años. Te he dado una droga que te
inmoviliza, pero no tendrá efectos secundrios. Sentirás, oirás y verás todo lo que va a
pasarte, pero sólo por unas horas. Luego te recuperarás y saldrás de aquí por tu propio pie.
En cualquier caso estaré contigo para cuando te despiertes. Lo siento.....

Se marchó a un ala de la casa y vino acompañada de Marcos, el director y dueño del colegio y de
los dos alumnos, Kevin y Roberto.
– Me marcho. Marcos, eres un hijo de puta. La peor persona que he conocido en mi vida.
Llamadme cuando tenga que volver.
– Qué te pasa, Alicia? Estás celosa? Ya tuviste tu momento de gloria, pero ahora le toca a ella.
Pásalo bien, luego te llamo.
Tan sólo oí un silencio y como se cerraba la puerta. Supe que era Alicia que se había marchado.
Pude ver como los tres se acercaban a mi, aunque aún no conocía sus pretensiones, pronto iba a salir
de dudas..
– No te preocupes, Isabel. En unas horas estarás perfectamente. Quiero que sepas que esta es
mi casa, vivo aquí, y evidentemente Alicia no tiene intención de traer a ningún chico a
nuestro colegio.  Es más, sólo tiene un hijo, y es de mi edad. Fuimos compañeros de colegio hace algunos años. – Explicó Marcos. – Sabes que soy generoso con quien me ayuda, y por eso he traído a dos de tus
alumnos preferidos.
No daba crédito a lo que me estaba sucediendo. No me gustaban nada esos dos alumnos, como
decía el director, ya que si no fuera por la diferencia de edad entre nosotros, pensaría que les
gustaba y que hablaban de mi a mis espaldas. Les observaba cuando me miraban y hacían
comentarios que aunque no los oía, parecían obscenos. Tampoco sabía muy bien lo que querían de
mi en esos momentos. Los dos chicos eran descarados y maleducados, mientras Marcos el director,
tenía aspecto de haber sido pudiente toda la vida.
– Dónde nos ponemos? – Preguntó Roberto.
– Donde queráis. Podemos comenzar aquí. Luego nos vamos moviendo de sitio. Estáis en
vuestra casa. Vamos a traer las cámaras que están en la habitación, también usad vuestros
móviles y las cámaras pequeñas. Mañana pasaremos una noche estupenda viendo las fotos y
el vídeo.
– Cámaras? Para qué coño querían cámaras? Qué pretendían? – Pensé.
Quería gritar, de hecho no podía abrir la boca ni emitir sonidos. También abría los ojos. En realidad
era prácticamente un mueble ante aquellos chicos. Pude observar las cámaras, que traían, que
parecían casi de una película.

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