Se acercan los exámenes, es momento de que las universitarias pasen calurosas tardes estudiando, o haciendo otras cosas más placenteras… En este relato erótico, dos compañeras de piso resuelven la tensión sexual que lleva meses entre ellas.
Erótica tarde de estudio
Con los exámenes a la vuelta de la esquina, a Angélica le esperaban tediosas tardes de estudio. Para la primera sesión se preparó un té verde, despejó su escritorio y cogió su fajo de apuntes. Leyó el párrafo inicial pero no conseguía concentrarse. Era sólo el principio y ya necesitaba distraerse un poco.
Se había quitado el sujetador para estar más cómoda por casa y, a través de la camiseta, sobresalían sus pezones. Los tocó de forma sutil y enseguida se endurecieron. Siguió acariciándolos y comenzó a sentirse húmeda. Volvió a los folios y continuó leyendo las frases mientras se los pellizcaba cada vez con más intensidad. Se bajó los tirantes de la camiseta y se sacó los pechos. Los manoseó sin apartar la vista del papel, aunque, verdaderamente, esa lectura no le estaba resultando nada productiva. A duras penas conseguía leer más de cuatro palabras seguidas. Estaba excitándose mucho.
Se metió la mano derecha en las braguitas y halló su clítoris muy abultado. Lo acarició lentamente, de arriba abajo, deleitándose, mientras con su otra mano seguía sobándose los pezones. Se encontraba a punto de entrar en otro mundo cuando oyó abrirse la puerta de su habitación
– Oye Angélica, ¿no tendrás por ahí…?- dijo repentinamente su compañera de piso, pillándola literalmente con las manos en la masa.
La cara de sorpresa de la chica le duró tan solo unos segundos, cambiándola por otra, mezcla de diversión y deseo. Angélica se puso roja cual tomate y trató, en balde, de taparse los pechos. No obstante, lo que nunca hubiera imaginado, ocurrió. Muy decidida, la compañera se dirigió hacia Angélica y se sentó sobre ella, de modo que estuvieran cara a cara.
– Sigue tocándote, no pares- le susurró a Angélica.
Desatada, le sacó los pechos, cogiéndolos ansiosamente. Le mordió un pezón y luego el otro hasta que, de nuevo, se pusieron duros. A continuación, pasó su lengua por los labios de una estupefacta Angélica. Se besaron locamente. Angélica deslizó su mano por la espalda de quien se revolvía sobre sus piernas y le desabrochó el sujetador. Le arrancó la camiseta y se comió sus pechos, como la compañera había hecho segundos antes con los suyos. Los tenía grandes y sedosos, una auténtica delicia. Tenía que reconocer que, en varias ocasiones, se había sorprendido a sí misma soñando con ese momento. Hacia un par de meses que la tensión sexual se notaba en el aire.
Su compañera empezó a moverse eróticamente sobre ella, restregando sus tetas con las de Angélica y poniéndola muy cachonda.
– Quiero que te sigas tocando, Angy- volvió a sugerirle.
– Tócame tú- contestó ella.
Entonces, la chica se levantó y se situó de rodillas en el suelo frente a Angélica, que estaba paralizada en la silla, expectante. Agarró el elástico de los pantalones y se los bajó de un tirón. Se colocó entre sus piernas y lamió su sexo. Angélica se echó en el respaldo de su asiento y se concentró en esa lengua que recorría su zona más erógena. La chica se lo comía con ansia. Estaba a punto de explosionar en su boca. Le sujetó la cabeza, la apretó aún más a su vagina y se corrió entre gritos.
Su compañera de piso se incorporó y se deshizo lentamente de su ropa, mirándola insinuante. Se quitó también las braguitas y se quedó totalmente desnuda. Era una auténtica diosa. Volvió a sentarse sobre Angélica, frotándose con ella y con su cuerpo recién complacido. Tomó su mano y la condujo hacia su sexo. Angélica lo acarició de forma suave, preparándolo para llevarla al orgasmo introduciéndole sus dedos. Verla disfrutar encima de ella, con sus enormes e irresistibles pechos, la excitó otra vez.
Todo presagiaba que la tarde de estudio iba a ser cualquier cosa menos tarde de estudio.
Erótica tarde de estudio
Se había quitado el sujetador para estar más cómoda por casa y, a través de la camiseta, sobresalían sus pezones. Los tocó de forma sutil y enseguida se endurecieron. Siguió acariciándolos y comenzó a sentirse húmeda. Volvió a los folios y continuó leyendo las frases mientras se los pellizcaba cada vez con más intensidad. Se bajó los tirantes de la camiseta y se sacó los pechos. Los manoseó sin apartar la vista del papel, aunque, verdaderamente, esa lectura no le estaba resultando nada productiva. A duras penas conseguía leer más de cuatro palabras seguidas. Estaba excitándose mucho.
Se metió la mano derecha en las braguitas y halló su clítoris muy abultado. Lo acarició lentamente, de arriba abajo, deleitándose, mientras con su otra mano seguía sobándose los pezones. Se encontraba a punto de entrar en otro mundo cuando oyó abrirse la puerta de su habitación
– Oye Angélica, ¿no tendrás por ahí…?- dijo repentinamente su compañera de piso, pillándola literalmente con las manos en la masa.
La cara de sorpresa de la chica le duró tan solo unos segundos, cambiándola por otra, mezcla de diversión y deseo. Angélica se puso roja cual tomate y trató, en balde, de taparse los pechos. No obstante, lo que nunca hubiera imaginado, ocurrió. Muy decidida, la compañera se dirigió hacia Angélica y se sentó sobre ella, de modo que estuvieran cara a cara.
– Sigue tocándote, no pares- le susurró a Angélica.
Desatada, le sacó los pechos, cogiéndolos ansiosamente. Le mordió un pezón y luego el otro hasta que, de nuevo, se pusieron duros. A continuación, pasó su lengua por los labios de una estupefacta Angélica. Se besaron locamente. Angélica deslizó su mano por la espalda de quien se revolvía sobre sus piernas y le desabrochó el sujetador. Le arrancó la camiseta y se comió sus pechos, como la compañera había hecho segundos antes con los suyos. Los tenía grandes y sedosos, una auténtica delicia. Tenía que reconocer que, en varias ocasiones, se había sorprendido a sí misma soñando con ese momento. Hacia un par de meses que la tensión sexual se notaba en el aire.
Su compañera empezó a moverse eróticamente sobre ella, restregando sus tetas con las de Angélica y poniéndola muy cachonda.
– Quiero que te sigas tocando, Angy- volvió a sugerirle.
– Tócame tú- contestó ella.
Entonces, la chica se levantó y se situó de rodillas en el suelo frente a Angélica, que estaba paralizada en la silla, expectante. Agarró el elástico de los pantalones y se los bajó de un tirón. Se colocó entre sus piernas y lamió su sexo. Angélica se echó en el respaldo de su asiento y se concentró en esa lengua que recorría su zona más erógena. La chica se lo comía con ansia. Estaba a punto de explosionar en su boca. Le sujetó la cabeza, la apretó aún más a su vagina y se corrió entre gritos.
Su compañera de piso se incorporó y se deshizo lentamente de su ropa, mirándola insinuante. Se quitó también las braguitas y se quedó totalmente desnuda. Era una auténtica diosa. Volvió a sentarse sobre Angélica, frotándose con ella y con su cuerpo recién complacido. Tomó su mano y la condujo hacia su sexo. Angélica lo acarició de forma suave, preparándolo para llevarla al orgasmo introduciéndole sus dedos. Verla disfrutar encima de ella, con sus enormes e irresistibles pechos, la excitó otra vez.
Todo presagiaba que la tarde de estudio iba a ser cualquier cosa menos tarde de estudio.
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