Después de un rato de tomar algo, recuperarnos de los orgasmos, relajarnos, ya empezamos a sentir ganas de seguir con la noche de juegos que mi mujer había planificado. Ya les había devuelto las bombacha a las chicas, solamente por el placer de ver como se las ponían, y de volver a sacárselas en un rato. “Bueno chicas”, dijo mi señora, “vayan de a una a hacer pis, que ahora vamos a seguir jugando. Con la puerta abierta, que me parece que a papi le gusta mirar. Vamos a hacer un jueguito más, y después nos vamos a ir a dormir y la seguimos mañana”. La primera en ir a hacer pis fue Erica. Desde yo estaba sentado tenía vista casi frontal al baño. Mientras hablaba con mi mujer y las chicas, veía como Erica se sentaba en el inodoro, se bajaba la bombachita, y se empezaba a escuchar el correspondiente ruidito. La vi como agarraba papel, se secaba la conchita, se iba con la bombacha por los tobillos hasta el bidet, se lavaba, se secaba, se levantaba la bombachita (en un gesto exagerado, metiéndosela bien en la cola, de espaldas a mí) y volvía. Se acercó a nosotros, se subió la pollerita, se agarró la conchita metiendo la mano adentro de la bombacha y dijo “como nueva!”. Las chicas se rieron. Después fue Delfi. Se bajó la bombachita, se sentó, apoyó los codos sobre las piernas y la cara sobre las manos. Tardó un rato. Supongo que le dio un poco de vergüenza ser mirada, al menos por mí (se que las chicas no tienen problemas en mear en público entre ellas). Finalmente hizo, se pasó al bidet, se lavó, se secó, y volvió. Fue Anto. Se bajó la bombacha, se sentó, hizo, y gritó “Paaaaá…”. “Que, hija”, le dije. “Ya hice. Me secás?” me preguntó, poniendo en tono de nena. El morbo me reventó nuevamente la cabeza. Mi mujer me miró, con cara de pícara. Me levanté, con la pija paradísima. Me acerqué, corté un trozo de papel, me arrodillé frente a ella, y se lo pasé con suavidad por la conchita. A través del papel sentí su calor y su humedad. “Me lavás?”. La levanté, la llevé al bidet, y despacito, la lavé con un poquito de jabón. “Pá”, me dijo, “me das un besito ahí?”. Con ella sentada en el bidet, la bombachita por los tobillos, acerqué mis labios y los pasé por su conchita. La sentí estremecerse. Sentía una mezcla abrumadora de morbo y ternura al besar la conchita de mi hija. La sequé con una toalla, la paré, le subí la bombachita, y le di un chirlito amistoso en la cola. Me miró con complicidad. Volvimos con las demás. Mi mujer estaba anunciando como seguía todo. Ibamos a hacer un juego de competencia, un juego para hacer feliz a mamá. Después a dormir, y mañana (anticipó) algo más fuerte. El primer juego consistía en lo siguiente: Ella se iba a acostar con las piernas abiertas, desnuda, en el sofá, con los ojos vendados. Nosotros íbamos a formar dos equipos, por sorteo, para chuparle la concha a dos lenguas, diez minutos cada uno. Al equipo ganador, ella le iba a devolver la gentileza. Fuimos al baño y sorteamos ahí, con unos papelitos. A mi me tocó hacer equipo con Anto, contra Delfi y Erica. Ellas iban a ir primero. Una locura, ver a la rubiecita y a Delfi haciendo eso. Las chicas nunca habían chupado una concha, además. Era su iniciación. Mi mujer esperaba con las piernas abiertas, completamente depilada, una conchita hermosa, que hacía años yo venía chupando con gusto. Desde donde estábamos sentados, se veía como las lengüitas de Erica y Delfi hacían contacto. Parecía que lo estaban haciendo bastante bien. Yo mientras le daba unas indicaciones a Anto, basadas en mi experiencia, de cómo le gustaba a Mami que se la chuparan. Erica y Delfi ya la estaban haciendo gemir. Con Anto ya nos estábamos calentando. “Nos hacemos la paja mientras?” le dije a Anto. “Dale”, me dijo. Yo saqué la pija y empecé. Ella metió la manito en la bombacha. “Me calienta mucho esto, pa” me dijo, y lanzó una risita tímida. Ya se estaban terminando los 10 minutos. Nos tocaba a nosotros. Nos acercamos. Pusimos en práctica la estrategia. Yo me iba a encargar del clítoris, Anto iba a chupar la entrada de la vagina. La concha de mi mujer brillaba de humedad propia y de la saliva de Eri y Delfi. Nos miramos, y arrancamos con todo, con gran resultado. No íbamos ni cinco minutos, que ya me di cuenta de que mi mujer estaba por acabar. Anto chupaba muy bien, movía su lenguita para todos lados. Faltando un minuto, puso el práctica mi último consejo: Le separó una nalga, y le metió en la cola la puntita del dedo índice. Mi mujer se empezó a retorcer de placer. Anto fue empujando despacito, metiendo la yema del dedo, de a poco, en la cola de su mamá, que se contorsionaba en un violento orgasmo. Cuando al fin se quedó quieta, se sacó la venda, y nos miró con una sonrisa exhausta, toda transpirada, con la conchita brillando mojada. “Equipo 2”, dijo, mientras Anto y yo festejábamos y Erica y Delfi beboteaban haciendo pucherito. “Hacen bien en festejar, por que se ganaron un premio”, nos dijo mi señora. “A ver, al sofá. Hija, sin bombachita. Vos sacate el bóxer. Abrazados los quiero, papá e hija”. Nos sentamos en el sofá, abrazados. Mi mujer se arrodilló, y con una destreza digna de una actriz porno empezó a intercalar paja/chupada, empezó chupándole la conchita a Anto, y pajeandome a mi, y así fue alternando. Anto me seguía abrazando, me apretaba cada vez más fuerte, íbamos como si estuviéramos viviendo una experiencia muy fuerte en una montaña rusa. Veía como su lengua se frotaba contra la conchita virgen de nuestra hija, mientras su mano subía y bajaba brutalmente por mi pija, después veía como le frotaba el clítoris a nuestra hija con el pulgar y le metía y sacaba el índice de la conchita, mientras se comía mi pija hasta la garganta. De pronto Anto empezó a largar grititos. Me di cuenta de que estaba acabando. Mi mujer se enfocó en chuparla, y la hizo acabar muy fuerte. Noté detrás de ella que Delfi y Erica se estaban pajeando la una a la otra, y también estaban acabando. Mi mujer las tenía bien entrenadas. Por último, mi pija ya estaba a punto de escupir semen, cuando mi mujer se la metió en la boca y lo atrapó todo. Se lo tragó, se paró, y nos dijo “ahí está el premio”. Anto, sin bombachita, temblaba todavía abrazada a mi cuerpo. “Y mañana se viene una más fuerte, la que no se anime, o el que no se anime, avise ahora. Una vez que se cierre la puerta mañana a la noche, hay que llegar hasta donde yo diga, putitas de mis amores” dijo mi mujer. Las chicas se rieron. Se notaba que estaban demasiado excitadas como para dejar pasar la siguiente noche de juegos.
5 comentarios - Hijas 6
Nos dejás el morbo a todo lo que da amigo!! mortal 🤤 🤤
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