Hace unos años, estando en pareja con una mujer que tenía un spa, decidí hacer algo como “colaboración”, y obviamente lo primero que se me ocurrió fue hacer un curso de masajes, lo que me daría la posibilidad de masajear (y tal vez coger) alguna mina, que era una gran fantasía mía desde hace mucho tiempo.
Después de varias pacientes que no me atrajeron demasiado, sólo sirvió para que yo gozara estimulándolas, o es lo que me imaginaba, pero nunca quise pasar a la acción con ellas. Un día llegó una mujer madura, se llamaba Susana, y se la veía muy bien.
Me preguntó en qué consistía el Shiatsu, que es lo que yo practico.
-Es una técnica Japonesa basada en la acupuntura o acupresión (pero no usa agujas). Ayuda a relajar los músculos y de acuerdo a la filosofía detrás de esta técnica también ayuda a abrir los canales de energía que el cuerpo tiene.
- Que interesante , pero eso se usa solo como técnicas de curación?
- No necesariamente, incluso me he hecho de clientes que lo utilizan para alejar el estrés , tensiones etc.
Le indiqué dónde estaba la camilla: ¿Me quito toda la ropa o solo la parte de abajo?, me dijo. Como te vayas a sentir más cómoda, le dije, agregando: Lo que quiero es que te sientas lo más tranquila y relajada posible. - Entonces solo lo de abajo,- comentó ella mientras empezaba a echar mano a sus zapatos. Empezó quitándose los zapatos. Los colocó debajo de la silla de forma ordenada. Después se desabrochó el jean y bajó la cremallera después. Se quitó el jean, lo dobló por la mitad y lo colocó cuidadosamente en la silla. Sin ninguna vacilación bajó rápidamente su bombacha, las sacó por sus pies, las dobló con un rápido movimiento de dedos y las dejó encima de la silla. Después, sin mirarme en ningún momento se subió a la cama y se colocó boca abajo con la cabeza apoyada en la almohada y las piernas separadas.
Le comencé a aplicar una crema en su espalda e hice el comentario de que estaba algo caluroso.
-Si quieres te puedes sacar tu polera, me dijo. Cuando le pregunté si no le molestaba, me respondió: - No, para nada .. así no soy yo la única que esta semidesnuda, se sonrió.
Y asi comenzó mi tarea, masajeando primero sus pies, relajándola, subiendo lentamente mis manos, deteniéndome mucho en la parte superior de sus rodillas, moviendo, calentando la piel, inundándola de crema, deslizando como sin querer mis manos hacia la parte superior de las piernas, rozando con mis dedos la entrepierna, tratando muy lentamente de ir llegando a su conchita, entreabriendo con sutileza las piernas, dejando que comience un inevitable proceso de excitación. Ella me preguntó si yo trabajaba con muchas mujeres, me fue sacando tena, hasta que me preguntó si yo me excitaba haciendo masajes: “Bastante indiscreta tu pregunta”, le dije, y ante su insistencia, le admití que a veces sí, me excitaba.
¿Y qué hacés?, me dijo. Nada, sólo imagino. ¿Y qué imaginás? Nada, por?
-Porque me estás excitando, me dijo. Yo le dije que también, me pidió que me ponga cómodo, que me arrime, y ahí mismo me bajó el pantalón, y comenzó a chuparme la verga….. Me encanta chupar una verga tan rica como esta, suspiró, y yo seguía metiendo mano, ya decididamente mis dedos hurgaban su conchita, y empezó a retorcerse, sin dejar de chupar.
La sesión de masajes se había distorsionado completamente, le pedí que se dé vuelta, coloqué mi mano derecha en su ingle derecha y la empecé a acariciar suavemente mientras le decía que se quede tranquila.
Coloqué mi mano encima de sus labios vaginales y con mis dedos índice y medio empecé a hacer movimientos circulares moviendo sus labios. Posteriormente con mi dedo índice busqué su clítoris y empecé a masajearlo suavemente con movimientos circulares. Todo muy suave y despacito. Susana suspiró. - Cielo, que manos tienes. Creo que no me voy a arrepentir de haber venido. A continuación me tumbé boca abajo en la cama buscando la posición adecuada para colocarme entre sus piernas con mi cara muy cerca de su conchita. Con ayuda de los dedos dejé bien a la vista su clítoris y a continuación dirigí mi boca a él. Lo atrapé con mi boca. Luego comencé a lamérselo suave y despacito. Escuché un “ohhhhhhhhh” profundo salir de su boca cuando ella sintió el contacto de mi lengua en su parte más erógena. Con mi boca bien colocada en su entrepierna situé mis manos agarrando la parte exterior de sus muslos. De ese modo podría agarrar sus nalgas si debido al placer ella levantaba su pelvis de la cama. Empecé a aumentar poco a poco la velocidad de movimiento de mi lengua. De izquierda a derecha para producir un mayor frotamiento con el clítoris de Susana. Luego en movimientos circulares. Y más tarde a la mayor velocidad de movimiento le incluí una mayor presión aumentando el estado de dureza de mi lengua. Cuando apliqué esa presión adicional sobre su clítoris fue cuando ella soltó su primer gemido de placer. Separé mi boca de su concha y me quedé mirándola. Ella me miró como extrañada por haberme parado. - ¿Qué tal va la cosa?,- pregunté. - Muy bien cielo, sigue, me estás dando mucho placer. Volví a dejar a la vista su clítoris con ayuda de mis dedos y nuevamente se lo atrapé con mi boca. Regresando de nuevo mis manos a la parte exterior de sus muslos. Estuve varios minutos dando lengua en su clítoris con diferentes tipos de movimientos y presiones: movimientos suaves circulares, movimientos suaves de izquierda a derecha, succión con la boca, suaves caricias con la punta de la lengua, frotamiento fuerte con la lengua dura,… Sus suspiros y jadeos me iban indicando que cosas le gustaban más de todas las cosas que iba experimentando en su clítoris. En uno de esos momentos en los que mi lengua se lo lamía despacito nuestras miradas se cruzaron. Ella colocó su mano derecha sobre mi cabeza y mientras me acariciaba el pelo me dijo: - No sabes el placer que me estás dando cielo. Me tienes a punto de hacerme acabar. Yo separé mi boca de su concha y le dije: - Me alegro que lo estés pasando bien. En vez de ir de nuevo directo a su clítoris dirigí mi boca a una de sus ingles. Empecé a dejarla besitos en esa zona y lenguetazos. Lo mismo que hice en una de sus ingles lo hice en la otra. Luego me arrodillé entre sus piernas y coloqué mi mano derecha encima de su conchita. Se Humedecí la punta de esos dos dedos con sus jugos vaginales y después fueron a la búsqueda de su clítoris. Empecé a frotar su clítoris con mis dedos. Ella empezó a suspirar de placer. No estuve mucho tiempo frotando su clítoris con mis dedos porque considero que es más difícil dar placer a una mujer con los dedos que con la lengua. Cada mujer tiene su propia técnica de masturbación y es difícil encontrar la forma de frotamiento y la velocidad de movimiento con los cuales ella encuentra un placer parecido al que consigue ella misma cuando se lo hace con sus dedos. En cambio el placer que le das con la lengua es algo a lo que su clítoris no está acostumbrado y por ello resulta más fácil dar con el punto que a ella más le gusta. Así que después de un breve frotamiento de clítoris con mis dedos empecé a lamérselo despacito. Suavecito. Alternando movimientos circulares con otros de arriba-abajo, izquierda-derecha. También alguna suave succión. Después decidí comenzar a lamer y succionar con más presión. Ella poco a poco empezó a suspirar y gemir con más intensidad. Sus manos acariciaban mi pelo mientras de su boca salían algunos susurros “ay, que rico cielo, no pares ahora, sigue”. Ella estaba a puntito de caramelo y yo estaba decidido a llevarla a su acabada. Seguí lamiendo con fuerza. Su pelvis nuevamente se levantaba de la cama. Yo agarré su culo con mis manos para sujetar su cuerpo mientras ella se movía convulsamente arriba y abajo. Mi boca pegada a su coño mientras mi lengua no dejaba de moverse en ningún momento. Escuché su voz: “sigue cielo que acabo, sigue, sigue”. No dejé de lamer su clítoris a pesar de sus movimientos cada vez más enérgicos. De repente su cuerpo empezó a moverse en forma de sacudidas mientras de su boca salió un gemido intenso…”ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh”. Había acabado, brutalmente. Su cuerpo quedó relajado. Dejé que ella disfrutara de su placer mientras su respiración sonaba agitada. Yo permanecí sentado a su lado encima de la cama. Segundos después ella me miró y me sonrió: - Que buen rato me has hecho pasar. Tienes una lengua maravillosa,- me dijo. – Y pensar que una de mis fantasías era que me cogiera un masajista, y no me has cogido, me provocó. Cuando le dije que se quede, me indicó que ya debía irse: Mi marido me espera, pero la próxima vez que venga, me quedaré toda desnuda, y quiero que me cojas.
Después de varias pacientes que no me atrajeron demasiado, sólo sirvió para que yo gozara estimulándolas, o es lo que me imaginaba, pero nunca quise pasar a la acción con ellas. Un día llegó una mujer madura, se llamaba Susana, y se la veía muy bien.
Me preguntó en qué consistía el Shiatsu, que es lo que yo practico.
-Es una técnica Japonesa basada en la acupuntura o acupresión (pero no usa agujas). Ayuda a relajar los músculos y de acuerdo a la filosofía detrás de esta técnica también ayuda a abrir los canales de energía que el cuerpo tiene.
- Que interesante , pero eso se usa solo como técnicas de curación?
- No necesariamente, incluso me he hecho de clientes que lo utilizan para alejar el estrés , tensiones etc.
Le indiqué dónde estaba la camilla: ¿Me quito toda la ropa o solo la parte de abajo?, me dijo. Como te vayas a sentir más cómoda, le dije, agregando: Lo que quiero es que te sientas lo más tranquila y relajada posible. - Entonces solo lo de abajo,- comentó ella mientras empezaba a echar mano a sus zapatos. Empezó quitándose los zapatos. Los colocó debajo de la silla de forma ordenada. Después se desabrochó el jean y bajó la cremallera después. Se quitó el jean, lo dobló por la mitad y lo colocó cuidadosamente en la silla. Sin ninguna vacilación bajó rápidamente su bombacha, las sacó por sus pies, las dobló con un rápido movimiento de dedos y las dejó encima de la silla. Después, sin mirarme en ningún momento se subió a la cama y se colocó boca abajo con la cabeza apoyada en la almohada y las piernas separadas.
Le comencé a aplicar una crema en su espalda e hice el comentario de que estaba algo caluroso.
-Si quieres te puedes sacar tu polera, me dijo. Cuando le pregunté si no le molestaba, me respondió: - No, para nada .. así no soy yo la única que esta semidesnuda, se sonrió.
Y asi comenzó mi tarea, masajeando primero sus pies, relajándola, subiendo lentamente mis manos, deteniéndome mucho en la parte superior de sus rodillas, moviendo, calentando la piel, inundándola de crema, deslizando como sin querer mis manos hacia la parte superior de las piernas, rozando con mis dedos la entrepierna, tratando muy lentamente de ir llegando a su conchita, entreabriendo con sutileza las piernas, dejando que comience un inevitable proceso de excitación. Ella me preguntó si yo trabajaba con muchas mujeres, me fue sacando tena, hasta que me preguntó si yo me excitaba haciendo masajes: “Bastante indiscreta tu pregunta”, le dije, y ante su insistencia, le admití que a veces sí, me excitaba.
¿Y qué hacés?, me dijo. Nada, sólo imagino. ¿Y qué imaginás? Nada, por?
-Porque me estás excitando, me dijo. Yo le dije que también, me pidió que me ponga cómodo, que me arrime, y ahí mismo me bajó el pantalón, y comenzó a chuparme la verga….. Me encanta chupar una verga tan rica como esta, suspiró, y yo seguía metiendo mano, ya decididamente mis dedos hurgaban su conchita, y empezó a retorcerse, sin dejar de chupar.
La sesión de masajes se había distorsionado completamente, le pedí que se dé vuelta, coloqué mi mano derecha en su ingle derecha y la empecé a acariciar suavemente mientras le decía que se quede tranquila.
Coloqué mi mano encima de sus labios vaginales y con mis dedos índice y medio empecé a hacer movimientos circulares moviendo sus labios. Posteriormente con mi dedo índice busqué su clítoris y empecé a masajearlo suavemente con movimientos circulares. Todo muy suave y despacito. Susana suspiró. - Cielo, que manos tienes. Creo que no me voy a arrepentir de haber venido. A continuación me tumbé boca abajo en la cama buscando la posición adecuada para colocarme entre sus piernas con mi cara muy cerca de su conchita. Con ayuda de los dedos dejé bien a la vista su clítoris y a continuación dirigí mi boca a él. Lo atrapé con mi boca. Luego comencé a lamérselo suave y despacito. Escuché un “ohhhhhhhhh” profundo salir de su boca cuando ella sintió el contacto de mi lengua en su parte más erógena. Con mi boca bien colocada en su entrepierna situé mis manos agarrando la parte exterior de sus muslos. De ese modo podría agarrar sus nalgas si debido al placer ella levantaba su pelvis de la cama. Empecé a aumentar poco a poco la velocidad de movimiento de mi lengua. De izquierda a derecha para producir un mayor frotamiento con el clítoris de Susana. Luego en movimientos circulares. Y más tarde a la mayor velocidad de movimiento le incluí una mayor presión aumentando el estado de dureza de mi lengua. Cuando apliqué esa presión adicional sobre su clítoris fue cuando ella soltó su primer gemido de placer. Separé mi boca de su concha y me quedé mirándola. Ella me miró como extrañada por haberme parado. - ¿Qué tal va la cosa?,- pregunté. - Muy bien cielo, sigue, me estás dando mucho placer. Volví a dejar a la vista su clítoris con ayuda de mis dedos y nuevamente se lo atrapé con mi boca. Regresando de nuevo mis manos a la parte exterior de sus muslos. Estuve varios minutos dando lengua en su clítoris con diferentes tipos de movimientos y presiones: movimientos suaves circulares, movimientos suaves de izquierda a derecha, succión con la boca, suaves caricias con la punta de la lengua, frotamiento fuerte con la lengua dura,… Sus suspiros y jadeos me iban indicando que cosas le gustaban más de todas las cosas que iba experimentando en su clítoris. En uno de esos momentos en los que mi lengua se lo lamía despacito nuestras miradas se cruzaron. Ella colocó su mano derecha sobre mi cabeza y mientras me acariciaba el pelo me dijo: - No sabes el placer que me estás dando cielo. Me tienes a punto de hacerme acabar. Yo separé mi boca de su concha y le dije: - Me alegro que lo estés pasando bien. En vez de ir de nuevo directo a su clítoris dirigí mi boca a una de sus ingles. Empecé a dejarla besitos en esa zona y lenguetazos. Lo mismo que hice en una de sus ingles lo hice en la otra. Luego me arrodillé entre sus piernas y coloqué mi mano derecha encima de su conchita. Se Humedecí la punta de esos dos dedos con sus jugos vaginales y después fueron a la búsqueda de su clítoris. Empecé a frotar su clítoris con mis dedos. Ella empezó a suspirar de placer. No estuve mucho tiempo frotando su clítoris con mis dedos porque considero que es más difícil dar placer a una mujer con los dedos que con la lengua. Cada mujer tiene su propia técnica de masturbación y es difícil encontrar la forma de frotamiento y la velocidad de movimiento con los cuales ella encuentra un placer parecido al que consigue ella misma cuando se lo hace con sus dedos. En cambio el placer que le das con la lengua es algo a lo que su clítoris no está acostumbrado y por ello resulta más fácil dar con el punto que a ella más le gusta. Así que después de un breve frotamiento de clítoris con mis dedos empecé a lamérselo despacito. Suavecito. Alternando movimientos circulares con otros de arriba-abajo, izquierda-derecha. También alguna suave succión. Después decidí comenzar a lamer y succionar con más presión. Ella poco a poco empezó a suspirar y gemir con más intensidad. Sus manos acariciaban mi pelo mientras de su boca salían algunos susurros “ay, que rico cielo, no pares ahora, sigue”. Ella estaba a puntito de caramelo y yo estaba decidido a llevarla a su acabada. Seguí lamiendo con fuerza. Su pelvis nuevamente se levantaba de la cama. Yo agarré su culo con mis manos para sujetar su cuerpo mientras ella se movía convulsamente arriba y abajo. Mi boca pegada a su coño mientras mi lengua no dejaba de moverse en ningún momento. Escuché su voz: “sigue cielo que acabo, sigue, sigue”. No dejé de lamer su clítoris a pesar de sus movimientos cada vez más enérgicos. De repente su cuerpo empezó a moverse en forma de sacudidas mientras de su boca salió un gemido intenso…”ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh”. Había acabado, brutalmente. Su cuerpo quedó relajado. Dejé que ella disfrutara de su placer mientras su respiración sonaba agitada. Yo permanecí sentado a su lado encima de la cama. Segundos después ella me miró y me sonrió: - Que buen rato me has hecho pasar. Tienes una lengua maravillosa,- me dijo. – Y pensar que una de mis fantasías era que me cogiera un masajista, y no me has cogido, me provocó. Cuando le dije que se quede, me indicó que ya debía irse: Mi marido me espera, pero la próxima vez que venga, me quedaré toda desnuda, y quiero que me cojas.
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