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Viviendo con mi cuñada

Hola gente de P!, el día de hoy les traigo el inicio de otra serie de relatos de gente de la red. Espero lo difruten

Viviendo con mi cuñada


Está claro, no puedo estar más de acuerdo. La gente cree en general que siempre hay que hablar y explicarlo todo para poder vivir y claro, poder mantener una relación, pero no es verdad. Las palabras están sobrevaloradas.

Me llamo Antonio y soy informático. Empecé desde pequeño a explorar los ordenadores y abrirlos de arriba abajo para poder explotarlos lo mejor posible y llegar a poder usar juegos que siempre necesitaban más y más. Como además mi familia no tenía demasiados recursos tenía que ingeniármelas continuamente para piratear juegos y programas y fabricarme a base de deshechos todo el equipo que necesitaba.

Pronto metí la cabeza en el mundo de la programación y piratería y para cuando tenía 18 años ya ni me planteaba estudiar una carrera porque sabía mucho más de informática de lo que podía aprender de unos profesores limitados. Desde entonces me empezaron a contratar como autónomo y ahora ya sólo me contratan para temas muy específicos y difíciles. He conseguido tener libertad en mi trabajo y además me gano muy bien la vida para mi familia.

La semana pasada me llamó el director de una multinacional con sede en Ámsterdam para que les solucionara un problema que tienen con su sistema de seguridad que les podía salir muy caro. Como sé que en Europa somos muy pocos lo que podemos solucionar estos problemas, apenas tres personas, y también el nivel de gravedad le pedí una cantidad enorme de dinero por lo que pensaba inicialmente serían seis meses. Al principio, me dijeron que era desproporcionado y como sé negociar con estas empresas después de varios años además le dije que, ya que tendría que estar en Holanda una buena temporada metido con sus servidores, me pagarían casa en Ámsterdam, coche, chófer y avión para volver a España cuando quisiera. Al cabo de unos días en los que la situación se les fue de las manos como había previsto, sólo pudieron aceptar.

Cuando le dije a mi mujer, Silvia, que tendría que trabajar durante la semana en Holanda me contestó como siempre que le fastidiaba, pero que entendía que era mi trabajo y que era muy bueno en él. Conocí a mi mujer estudiaba mientras estudiaba derecho y trabajó varios años en banca. Al casamos y tener nuestro primer hijo, con el dinero ingente que entraba en casa por mis contratos, decidimos que dejara de trabajar y por lo menos ella pudiera preocuparse por los niños. Ella estaba feliz, tenía y hacía todo lo que quería, y nuestro matrimonio siempre ha marchado bien.

Cuando llevaba dos semanas en Ámsterdam recibí la llamada de mi mujer. Me contó que a su hermana le habían ofrecido trabajar en un hotel de Ámsterdam y que, como no conocía a nadie en Holanda y no tenía dónde quedarse, le había dicho que podía quedarse en la casa que me habían proporcionada. Ella sabía que la casa era enorme y siempre había tenido debilidad por su hermana.

—Así te hará compañía —razonó mi mujer intentando convencerme.

Mi mujer sabía que la idea no me gustaría. Silvia era un encanto pero mi cuñada siempre había sido una tremenda idiota. Desde que la conocí nunca había conseguido conectar con ella y prácticamente no habíamos hablado más allá de conversaciones triviales en reuniones de familia. Un par de años más joven que mi mujer, tenía un aire de superioridad constante con todos los que la rodeaban y demostraba ser una engreída en todos sus comentarios y actitudes.

Desde el principio supuse que era en parte lógico, y es que hay reconocerlo, es una mujer espectacular. Morena, dos o tres centímetros más baja que mi mujer, pero con una figura perfecta y cintura que destaca el contorno de sus tetas y un culo estrecho y respingón que es sencillamente enloquecedor. Su pelo liso o rizado según le diera en gana en cada momento, los ojos castaños y unos labios carnosos, le otorgaban una imagen de belleza en conjunto que llamaba la atención. Desde que la conozco, todos mis conocidos han hecho siempre el mismo comentario al verla:

—Vaya cuñada, amigo. Es increíble.

Viviendo con mi cuñada


Su capricho no se ha limitado a cosas materiales sino que en el plano sentimental ha tenido novios de todos los tipos y ha hecho con ellos lo que ha querido. Su único interés había sido ligarse a pijos ricachones para divertirse por todo lo alto y luego dejarlos cuando se aburría normalmente a los pocos meses. Estudió turismo y había hecho carrera en una cadena hotelera importante, yo creo que en parte debido a su físico y en parte porque toda la familia sabíamos que cuando se hacía la simpática de cara a los demás no tenía rival.

Alicia, mi cuñada, me llamó ese mismo día:

—¡Hola cuñado! —saludó efusiva— ¿Has hablado con mi hermana?.

—Sí, ya me ha dicho que necesitas un sitio para quedarte. Quédate en la casa sin problemas el tiempo que necesites —le dije lo más sinceramente intentando ocultar mi desprecio por ella—.

Llegó ese mismo domingo por la noche y fui a buscarla con el chófer al aeropuerto. Nos sentamos en la parte de atrás del coche una vez colocamos sus muchas maletas:

—Gracias cuñado, eres un cielo. En cuanto pueda busco un piso.

—No te preocupes que la casa es grande y yo casi no estoy entre el trabajo y los vuelos a España a ver a tu hermana y los niños.

—Ya, pero aun así no quiero molestarte demasiado.

La casa, a pesar de estar en el centro de Ámsterdam y allí las casas, aunque lujosas son bastantes estrechas, era bastante grande y acogedora. En la planta baja estaba el salón y una cocina tipo americana separada por una barra alta para comer. Arriba, tras subir por una estrecha y empinada escalera, de moqueta como el resto de la casa, un par de habitaciones inmensas con un baño en el medio. Nada más entrar, cuando llegamos a la casa, tras un breve recorrido le enseñé su habitación al lado de la mía y no pudo resistirse:

—¡Guau! Cuñado, pedazo de casa que tienes, ¡y además en el centro de Amsterdam! Muchas gracias, pero te va a costar sacarme de aquí —dijo bromeando mientras me abrazaba—.

Los primeros días apenas nos veíamos porque me pasaba el día trabajando y al llegar de noche ella estaba ya dormida o de marcha con alguien del hotel. Los fines de semana, bien yo volaba a España para estar con mi mujer y los niños, o ella hacía turnos extra en el hotel. A pesar de esto, el tiempo que pasábamos juntos en el desayuno o ratos esporadicos en los que coincidimos me hicieron reconocer poco a poco que me había equivocado respecto a ella.

Tras varios años trabajando en Madrid mi cuñada había cambiado. Salía desde hacía un par de años con chico del mismo hotel en el que trabajaba y había logrado mantener una relación más larga hasta entonces. Alicia era mucho más cercana y sus aires de grandeza se habían esfumado. Hablaba de cualquier tema con humildad y cada vez compartíamos más conversaciones. En una de ellas, mientras cenábamos juntos en un tailandés que había justo debajo de nuestra casa, me reconoció que sabía que cuando era más joven había sido insoportable y que se avergonzaba a veces cuando recordaba su actitud.

Con el paso de los días, llegamos a congeniar y ahora sí intentábamos vernos a la hora de la cena para hacernos compañía. No sé qué pensaba ella, pero por ese entonces yo no lo hacía con ningún interés sexual, para mí era simplemente familia y como me gustaba su compañía, la disfrutaba. Nunca le oculté nada a mi mujer, que además cuando nos veíamos estaba encantada de que los dos nos lleváramos tan bien allí y pudiéramos ayudarnos el uno al otro.

Después de un par de meses, al llegar el calor sofocante que hace en Holanda en verano, el ambiente empezó a cambiar. No disponíamos de aire acondicionado, pocas casas disponen de él allí, y dentro empezó a hacer cada vez más calor hasta resultar incómoda cuando estábamos en casa. Poco a poco, sin darnos cuenta, tanto ella como yo empezamos a usar menos ropa cada vez y más corta. Yo empecé usando camisetas y pantalones cortos cuando estaba en casa, y ella pasó a usar camisetas de tirantes y unos pequeños pantalones que apenas le cubrían el muslo.

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Ninguno de los dos dijo ni una palabra, y nos pareció lo más normal del mundo dado el calor que hacía. Con la confianza que íbamos ganando y el calor que apretaba cuando llegábamos a casa los dos después del trabajo, fuimos ajustando nuestro vestuario. Yo ya ni me molestaba en ponerme los pantalones cortos cuando llegaba y directamente me quedaba en calzoncillos. Mantuve mi camiseta hasta que dejó de apetecerme y a los pocos días me paseaba por la casa sólo con mis calzoncillos puestos.

Alicia tampoco se quedó atrás. Pronto se deshizo del sujetador bajo la ropa y llegó un día en que ni se molestó en ponerse sus pantaloncitos, quedando cubierta con una camiseta larga únicamente con sus bragas debajo. Ver a mi cuñada así por casa empezó a calentarme cada vez más y casi sin poder disimularlo mostraba una erección tremenda bajo mis calzoncillos imposible de ocultar. Nos sentábamos a cenar en la barra de la cocina uno al lado del otro, sin darle ninguna importancia al hecho de estar prácticamente desnudos. Hablábamos sobre el día, el trabajo, sobre nuestras familias en Madrid, su novio, sobre cualquier tema, ahora ya como confidentes que se conocen desde hace mucho tiempo, pero casi desnudos.

Un jueves por la noche, antes de llegar el viernes en el que viajaría a Madrid para estar con mi familia, mientras cenábamos, Alicia sin decir ni una palabra más que un suspiro de calor debió pensar que ella no iba a ser la única con camiseta y se la quitó. Una vez con sus pechos descubiertos siguió la conversación sobre su jefe del trabajo y cenando como si tal cosa. Yo sí aluciné con las tetas que me enseñó mi cuñada, me deleité mirando aquellos pechos enormes en comparación con su estrecho cuerpo, muy firmes y coronados por unos pezones perfectamente redondos y rosados. Eran sin duda las mejores tetas que había visto en mi vida, si no fuera porque sabía que no, habría pensado que estaban operadas, pero claramente mi cuñada había estado agraciada por los dioses.

Ella se dio cuenta que no seguí la conversación por asombro y de cómo mi polla se endureció de tal manera que se marcaba dentro del calzoncillo y asomaba incluso la punta por encima de la cinta del bóxer. Ambos optamos por dejar la conversación por innecesaria y seguimos cenando sentados sobre sendos taburetes en la barra de la cocina. Cenábamos sin dejar de mirarnos continuamente, disfrutando de la visión de ambos cuerpos casi desnudos. Además, según pasaban los minutos incontroladamente nuestros cuerpos se iban juntando un poco más hasta quedar literalmente pegados, pierna contra pierna.

Volvimos a hablar cuando me levanté para el postre, y al sentarme, ella ya más distendida pasaba su mano ligeramente sobre mi pierna de vez en cuando. Yo tampoco podía reprimir acariciar su espalda o apoyar mi mano en su muslo de forma suave.

Desnuda


Al terminar, cuando nos fuimos a ver la televisión en el sofá, hasta entonces nos sentamos cada uno en sofás separados, pero ya no pudimos separarnos y nos sentamos lo más juntos que pudimos. Yo estaba totalmente empalmado al lado de mi cuñada, de vez en cuando compartiendo alguna caricia en el cuerpo del otro mientras veíamos una película. Comprobé que ella también estaba muy excitada porque sus finas bragas mostraban una humedad evidente y sus pezones lucían enhiestos y duros. Al terminar la película, sin hablar y cogidos de la mano subimos las escaleras hasta nuestras habitaciones. Una vez arriba, nos separamos a pesar de lo que pretendían nuestras manos y sólo escuché de sus labios:

—Que tengas buen viaje cuñado. Dale un beso a mi hermana y a los niños de mi parte.

Al entrar en mi habitación, excitado y feliz por la convivencia en casa, me tumbé sobre la cama y casi al rozarme la polla, exploté en un orgasmo increíble debido a la tensión acumulada. Mientras me dormía, me pareció escuchar unos gemidos provenientes de la habitación de Alicia, que sin duda tampoco había podido resistirse y buscaba saciar su excitación. Gritó sin pudor mientras intuí que se corría y por fin reinó el silencio en la casa.

Al día siguiente, tras levantarme pronto para seguir trabajando en el proyecto que tenía entre manos viajé a España y pasé el fin de semana con mi mujer. A pesar de que sacié mis ganas de follar con ella, pasé el fin de semana pensando en mi cuñada. Recordaba su piel desnuda, su delgado cuello, sus grandes tetas y cada centímetro de la mayoría de sus bragas que ya conocía. Seguía queriendo y deseando a mi mujer pero con Alicia la conexión que se había creado era en cierto modo distinta a la que tenía con mi mujer.

Mi mujer Silvia, al contrario que su hermana, siempre fue una mujer encantadora desde el principio. Sin tener la belleza natural de mi cuñada, Silvia era una morena también muy guapa y sexy. Cuando nos presentaron unos amigos mutuos, enseguida nos caímos bien y después de unos meses saliendo, y follando como locos, tras dejarla embarazada decidimos casarnos. No lo hice en absoluto obligado, la adoraba entonces y lo sigo haciendo ahora, y aquello nos hizo felices a los dos.

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Desde entonces, hace unos cinco años, nuestro matrimonio ha sido muy bueno. Y es que, a pesar de la imagen de niña buena y mujer decente que proyecta en el exterior, en casa mi mujer es una auténtica zorra. Nada más empezar a salir y desde la primera vez que follamos, Silvia se liberaba cuando follaba y era una auténtica salida. Era raro la noche que no follábamos, le gustaba de todas las maneras o posiciones. Le encantaba comerme la polla y le volvía loca que me comiera su coño cada vez que que pudiera. Era cariñosa con los niños y sencilla en todos los aspectos de nuestra vida. En resumen, era una gran mujer para cualquier hombre y para mí.

Sin embargo, aquel fin de semana en que no me quité a mi cuñada de la cabeza, comprendí que la conexión que había nacido entre ambos era muy fuerte y que eran nuestros cuerpos y mentes los que se buscaban compenetrarse de manera natural. Por alguna razón durante aquel fin de semana pensé que quizás al volver el lunes a Amsterdam las aguas se calmarían un poco y que no se volvería a repetir lo de nuestra última noche con los dos casi desnudos.


CONTINUARÁ...

15 comentarios - Viviendo con mi cuñada

BlueFeelHaze
Bien escrito, queremos saber mas!!! +3
kramalo
el relato sigue, no..? porque no me vas a decir que no te la garchastes....
juani427
Muy buen relato. Espero la continuacion.
wilson_2010
Excelente sigamos con la segunda parte
ralo2794
Geeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeenial!!!
entrajevas
Super espero la segunda parte
zymzon
Queremos mas van +4
pacovader
Quiero maaass 😀 van mis 5
pepeluchelopez
Muy buen relato me gusto la redaccion saludos
Hedegaar
Muuuuyyyy buenooooo!!!
KAUSYA
Excelente relato es una lastima q ya no se puedan ver las imágenes seria mas exitante