Toda la historia de mi madre, de su adolescencia en la provincia norteña de nuestro país, con todas las vicisitudes que le tocó vivir dentro de aquella, su familia ancestral, creo que, como una carga genética se traspasó a la actualidad de la nuestra. Pero con modificaciones, como en todos los casos, con evoluciones, con continuidades y rupturas, pero en esencia similar.
Mi hermana, su hija, heredó mucha de aquella génesis, seguramente, de manera inconsciente y en otro contexto socio cultural, fueron adaptándola. Sin embargo, biológicamente eran parecidas, el primer rasgo inocultable de ello fue, que ambas eran, mujeres hermosas, que seducían a propios y extraños. Otra característica de ambas era el similar desparpajo, casi masculino a pesar de sus femineidades.
Mi padre, fue uno de los primeros en notarlo. Tampoco había que ser muy perspicaz para hacerlo, sólo tener la fortuna de encontrarse con ella en alguna situación embarazosa, de manera accidental, ella siempre fue muy observadora de las expresiones genuinas, sabía darse cuenta de lo que estaba preparado y lo que era algo auténtico. Y eso le sucedió a él, tuvo esa cuota de suerte necesaria para triunfar. Yo casi nunca la tuve con ella, siempre descubría mi sorpresa fingida, y no me creía.
Sin embargo él, actuó de manera sencilla, original, lo turbó y a ella, mi hermana, su hija, la fascinó.
Una tarde, llegó nuestro padre del trabajo un rato antes,, fue el azar, coincidieron tiempos, se combinaron horarios, viajó más rápido, nada fuera de lo normal, nada excepcional, pero, coincidió, en encontrarla a ella, su hija, mi hermana, recostada de manera descuidada en el sofá diván de la sala de estar. Y en la casualidad, se sumaba otra combinación de circunstancias imprevisibles e inevitables, había salido de darse una ducha, le sonó el celular, con el aviso de un mensaje y se apoltronó a leerlo y responderlo, sin haber terminado de cambiarse o mejor dicho vestirse.
Ella estaba sin bragas, él, mi padre ingresó al hogar y se encontró con aquél espectáculo. Se sonrojó y dijo ante la mirada de ella providencial y aún sin reparar en el imprevisto,
¡La cosa está peluda! Y más colorado de vergüenza se puso y se arrepintió al instante de proferir lo que exclamó. Ella, mi hermana, su hija, no se dio por aludida, ya que aún no caía y abstraída no se daba cuenta de la contingencia.
¡Hola papi! Respondió mientras él, se alejaba dándole la espalda hacia su cuarto, su dormitorio.
Al terminar de mensajearse, mi hermana tomó consciencia de lo sucedido, y se abochornó del suceso y la perspectiva azarosa entre ellos, y consideró la actitud fraternal y el modo de manejar lo acaecido, como un acto de amor de su padre para con ella. Esa circunstancia implicaba un riesgo, un peligro, o la suerte providencial de una aventura. Así que, al otro día, un fin de semana, sábado no laborable para él, nuestro padre, en el fondo de la casa, donde estaba el jardín, la observó inclinarse, esta vez de manera intencionada, deliberada, y le mostró otro enfoque de aquella visión, desde otro ángulo para la vista del espectador, su padre.
Él deliró ante aquella vista la cual generó expectativas entre ambos. A partir de esto, ella se abocó a vincularse de manera más explícita con él. Lo abordó, lo tomó por asalto y se hicieron más unidos y en esa aproximación se ensamblaron, en todo lo que ello significa. así que mi hermana su hija, no tenía reparos en consultarle que opinaba de sus calzas, o de la turgencia de sus nalgas, se quitaba las prendas delante de él
Hasta, por supuesto llegar a aparearse, la iniciativa la llevó a cabo ella, se sentó sobre el regazo de nuestro padre y sensualmente vestida, le proporcionó una mamada, en el preciso lugar, donde él la descubrió, la encontró, sin ropa interior aquella vez.
A partir de eso, él comenzó a soltarse, hasta aquí lo de nuestro padre era en todo caso un pasivo, se dejaba hacer, sin llevarle la contraria, ni oponerse a nada. Pero al contacto carnal, él asumió su rol, de hecho, el de más experimentado, y ella seguía sus consejos y lo consultaba. Así por ejemplo, le preguntaba por su desarrollo hormonal, corporal, y el agrandamiento de sus pechos, los cuales eran inspeccionados de manera rutinaria por nuestro progenitor.
Y una cosa llevó a la otra, y esta a su vez terminó a que él, hurgara en la vagina de su hija, mi hermana, para observar aquella pequeñez y la ductilidad para cohabitar su glande sin lastimar ni lacerar aquella joya. Temía que al hacerlo la incapacidad del diámetro de ese perímetro nimio, casi un ápice, le impidiera amancebarse, para ello entonces, masajeaba la zona de placer de su hija para profanarla, pero primero para enviciarla enteramente de un sentimiento intenso que la embargara hasta el éxtasis.
Conforme pasaba el tiempo él, nuestro padre era más audaz, y se animaba a meterse en la ducha cuando ella estaba bañándose, sin temor de ser descubierto por mi, o su esposa, mi madre. Ahí dentro del cuarto de baño, acariciaba sus senos encendidos y la besaba intensamente en la boca, con besos húmedos de lenguas que se enroscan de forma lujuriosa.
Fue por más nuestro padre y reconsideró la posibilidad de no arruinarla, y hacerlo contra natura, algo que le daría cierta tranquilidad, de no embarazarla y que ella mantuviera su himen intacto, su doncellez, su virginidad, para ello utilizaba su pulgar, el dedo más gordo, para relajar y transformar de manera forzada la tensión del ano, de aflojar y ablandar la fuerza de contracción del mismo. Pero, de manera recurrente, volvía a examinar su vulva y detenidamente fiscalizaba el himen, su oscuro objeto de deseo.
Tanto hizo que logró el ensimismamiento de su carnal, su hija, mi hermana, se entregó aislándose del mundo que la rodeaba, se abstrajo de todo y se sumergió en casi un autismo, desinteresándose de todo lo exterior que no sea él, su padre. Y lo sorprendió como en trance, en un arrebato embelesado, dispuesta a realizar el acto sexual como entre un macho y una hembra, sin importar nada más, ni ninguna convención social o cultural, copuló con su papá.de forma voraz, devorándolo..
Fornicó con él de manera desquiciada, de todas las formas que a ella se le ocurrió, a pesar de su escasa experiencia, se sodomizó por y para él, se sometió a sus bajos instintos, gozó de placer al poseer su verga entre sus piernas, dentro de ella, se deleitó chupando y tragando el semen de su ascendiente y eso la llevó a pervertirse, se corrompió moralmente, se perturbó y se transformó en más que una provocadora, en una transgresora forzosa insaciable, algo se despertó en ella, que estaba en estado latente y nunca más pudo dominar.
Eso a mi, en lo particular, me benefició, ya que a partir de aquello no debía tomarme el trabajo de convencerla para que accediera a que me dejara verla desnuda, que me permitiera tocarla, que consintiera en manosearla, y que no impidiera penetrarla, y me abusé hasta el cansancio de aquello, hasta llegué a rechazarla, ya que se volvió una adicta al sexo, a tener múltiples orgasmos y acababa por todos sus orificios y de todas las maneras imaginables....
Mi hermana, su hija, heredó mucha de aquella génesis, seguramente, de manera inconsciente y en otro contexto socio cultural, fueron adaptándola. Sin embargo, biológicamente eran parecidas, el primer rasgo inocultable de ello fue, que ambas eran, mujeres hermosas, que seducían a propios y extraños. Otra característica de ambas era el similar desparpajo, casi masculino a pesar de sus femineidades.
Mi padre, fue uno de los primeros en notarlo. Tampoco había que ser muy perspicaz para hacerlo, sólo tener la fortuna de encontrarse con ella en alguna situación embarazosa, de manera accidental, ella siempre fue muy observadora de las expresiones genuinas, sabía darse cuenta de lo que estaba preparado y lo que era algo auténtico. Y eso le sucedió a él, tuvo esa cuota de suerte necesaria para triunfar. Yo casi nunca la tuve con ella, siempre descubría mi sorpresa fingida, y no me creía.
Sin embargo él, actuó de manera sencilla, original, lo turbó y a ella, mi hermana, su hija, la fascinó.
Una tarde, llegó nuestro padre del trabajo un rato antes,, fue el azar, coincidieron tiempos, se combinaron horarios, viajó más rápido, nada fuera de lo normal, nada excepcional, pero, coincidió, en encontrarla a ella, su hija, mi hermana, recostada de manera descuidada en el sofá diván de la sala de estar. Y en la casualidad, se sumaba otra combinación de circunstancias imprevisibles e inevitables, había salido de darse una ducha, le sonó el celular, con el aviso de un mensaje y se apoltronó a leerlo y responderlo, sin haber terminado de cambiarse o mejor dicho vestirse.
Ella estaba sin bragas, él, mi padre ingresó al hogar y se encontró con aquél espectáculo. Se sonrojó y dijo ante la mirada de ella providencial y aún sin reparar en el imprevisto,
¡La cosa está peluda! Y más colorado de vergüenza se puso y se arrepintió al instante de proferir lo que exclamó. Ella, mi hermana, su hija, no se dio por aludida, ya que aún no caía y abstraída no se daba cuenta de la contingencia.
¡Hola papi! Respondió mientras él, se alejaba dándole la espalda hacia su cuarto, su dormitorio.
Al terminar de mensajearse, mi hermana tomó consciencia de lo sucedido, y se abochornó del suceso y la perspectiva azarosa entre ellos, y consideró la actitud fraternal y el modo de manejar lo acaecido, como un acto de amor de su padre para con ella. Esa circunstancia implicaba un riesgo, un peligro, o la suerte providencial de una aventura. Así que, al otro día, un fin de semana, sábado no laborable para él, nuestro padre, en el fondo de la casa, donde estaba el jardín, la observó inclinarse, esta vez de manera intencionada, deliberada, y le mostró otro enfoque de aquella visión, desde otro ángulo para la vista del espectador, su padre.
Él deliró ante aquella vista la cual generó expectativas entre ambos. A partir de esto, ella se abocó a vincularse de manera más explícita con él. Lo abordó, lo tomó por asalto y se hicieron más unidos y en esa aproximación se ensamblaron, en todo lo que ello significa. así que mi hermana su hija, no tenía reparos en consultarle que opinaba de sus calzas, o de la turgencia de sus nalgas, se quitaba las prendas delante de él
Hasta, por supuesto llegar a aparearse, la iniciativa la llevó a cabo ella, se sentó sobre el regazo de nuestro padre y sensualmente vestida, le proporcionó una mamada, en el preciso lugar, donde él la descubrió, la encontró, sin ropa interior aquella vez.
A partir de eso, él comenzó a soltarse, hasta aquí lo de nuestro padre era en todo caso un pasivo, se dejaba hacer, sin llevarle la contraria, ni oponerse a nada. Pero al contacto carnal, él asumió su rol, de hecho, el de más experimentado, y ella seguía sus consejos y lo consultaba. Así por ejemplo, le preguntaba por su desarrollo hormonal, corporal, y el agrandamiento de sus pechos, los cuales eran inspeccionados de manera rutinaria por nuestro progenitor.
Y una cosa llevó a la otra, y esta a su vez terminó a que él, hurgara en la vagina de su hija, mi hermana, para observar aquella pequeñez y la ductilidad para cohabitar su glande sin lastimar ni lacerar aquella joya. Temía que al hacerlo la incapacidad del diámetro de ese perímetro nimio, casi un ápice, le impidiera amancebarse, para ello entonces, masajeaba la zona de placer de su hija para profanarla, pero primero para enviciarla enteramente de un sentimiento intenso que la embargara hasta el éxtasis.
Conforme pasaba el tiempo él, nuestro padre era más audaz, y se animaba a meterse en la ducha cuando ella estaba bañándose, sin temor de ser descubierto por mi, o su esposa, mi madre. Ahí dentro del cuarto de baño, acariciaba sus senos encendidos y la besaba intensamente en la boca, con besos húmedos de lenguas que se enroscan de forma lujuriosa.
Fue por más nuestro padre y reconsideró la posibilidad de no arruinarla, y hacerlo contra natura, algo que le daría cierta tranquilidad, de no embarazarla y que ella mantuviera su himen intacto, su doncellez, su virginidad, para ello utilizaba su pulgar, el dedo más gordo, para relajar y transformar de manera forzada la tensión del ano, de aflojar y ablandar la fuerza de contracción del mismo. Pero, de manera recurrente, volvía a examinar su vulva y detenidamente fiscalizaba el himen, su oscuro objeto de deseo.
Tanto hizo que logró el ensimismamiento de su carnal, su hija, mi hermana, se entregó aislándose del mundo que la rodeaba, se abstrajo de todo y se sumergió en casi un autismo, desinteresándose de todo lo exterior que no sea él, su padre. Y lo sorprendió como en trance, en un arrebato embelesado, dispuesta a realizar el acto sexual como entre un macho y una hembra, sin importar nada más, ni ninguna convención social o cultural, copuló con su papá.de forma voraz, devorándolo..
Fornicó con él de manera desquiciada, de todas las formas que a ella se le ocurrió, a pesar de su escasa experiencia, se sodomizó por y para él, se sometió a sus bajos instintos, gozó de placer al poseer su verga entre sus piernas, dentro de ella, se deleitó chupando y tragando el semen de su ascendiente y eso la llevó a pervertirse, se corrompió moralmente, se perturbó y se transformó en más que una provocadora, en una transgresora forzosa insaciable, algo se despertó en ella, que estaba en estado latente y nunca más pudo dominar.
Eso a mi, en lo particular, me benefició, ya que a partir de aquello no debía tomarme el trabajo de convencerla para que accediera a que me dejara verla desnuda, que me permitiera tocarla, que consintiera en manosearla, y que no impidiera penetrarla, y me abusé hasta el cansancio de aquello, hasta llegué a rechazarla, ya que se volvió una adicta al sexo, a tener múltiples orgasmos y acababa por todos sus orificios y de todas las maneras imaginables....
77 comentarios - Mi hermana y mi padre (con imágenes)
Saludos,