Ya está, lo he aceptado. Estoy enamorada.
Ya sé, una buena amante nunca se enamora, pero que le voy a hacer. No se trata de un simple metejón o capricho. Es algo mucho más fuerte e intenso, un flechazo al corazón que me ciega y confunde.
Por primera vez estoy considerando seriamente el divorcio.
La noche que pase con Damián me hizo entender varias cosas, la más importante es que deseo ser su mujer, su esposa, estar a su lado en todo momento.
Hay tipos con los que la paso bien, con quienes el sexo resulta sublime y estimulante, el Cholo es uno de ellos, Jorgito es otro, pero eso es lo único que nos une, nada más. Un polvo y chau, (bueno, en el caso del Cholo más de uno... jaja). En cambio, con Damián, el sexo es el derivado de lo que sentimos el uno por el otro. Ok, sin el sexo jamás nos hubiéramos conocido, eso lo tengo claro, pero con el tiempo pasó a ser algo mucho más fuerte, más romántico, más espiritual.
No creo equivocarme si digo que hoy ya no cogemos, sino que hacemos el amor. Eso es lo que siento en mi cuerpo, en mi intimidad, en cada fibra de mi ser... el sexo con Damián es amor en su estado más puro, más genuino. Lo amo y amarlo convierte mi vida en un calvario, porque no puedo estar con él todo lo que quisiera. Y quiero estar a su lado no solo para que me haga el amor cuando y donde quiera, sino para compartir momentos, para saber todo el uno del otro, para ser suya tanto como él es mío. Y eso duele, duele no solo en el corazón sino también en el alma.
Al principio intenté negármelo. Soy una mujer casada, con un hijo todavía en pañales. Una cosa es ponerle los cuernos a mi marido con algún eventual amante, y otra muy distinta engañarlo con alguien por quien siento algo mucho más intenso y poderoso de lo que haya sentido alguna vez por él. Eso lastima, porque el sexo es solo sexo, pero el sexo con amor ya es algo mucho más complicado, sobre todo cuando una de las partes está atada a una relación de la cual no puede escapar.
Traté de alejarme de Damián, lo intenté una y mil veces. No le devolvía los mensajes, no contestaba sus llamadas, hasta me acosté con otros hombres solo para no estar con él, pero nada funcionó. Siempre he considerado que la familia es primero, por lo que incluso pensé en terminar de una vez por todas con la relación. Olvidarme de él y de todos esos sentimientos que me tenían sumergida en un abismo sin fin.
Lo llame y le pedí de vernos. Nos encontramos en un café, luego de la oficina. Me preguntó que me pasaba, porque lo evitaba. Y se lo dije:
-Te amo pero no puedo amarte, mi marido, mi hijo...- no puedo terminar, la voz se me quiebra.
No quiero llorar, no quiero mostrarme tan débil.
-Yo también te amo, ¿o acaso pensabas que era solo sexo?- continua por mí.
-Por eso debemos parar acá, antes de que uno de los dos salga lastimado- insisto.
-Si paramos ahora, los dos vamos a salir lastimados- me asegura.
Seguimos hablando, pedimos otra ronda de café, llamo a mi casa para decirle a mi marido que estoy en lo de una amiga, ya que la charla va para rato. No quiero cortar tan abruptamente, lo nuestro se merece un final acorde a lo hermoso que fue este tiempo que pasamos juntos.
Le insisto con dejar de vernos, por lo menos por un tiempo, para ver si lo que sentimos es verdadero.
-Quizás sea lo mejor- asiente.
Me duele que lo acepte así, sin pelear, pero también pienso que es lo mejor, quizás el tiempo, la distancia...
-Pero si vamos a dejar de vernos, no me podés negar un último polvo- agrega rápidamente.
-¿Entendiste alguna palabra de lo que te dije?- le pregunto sorprendida.
-Sí, perfectamente, por eso me parece de lo más apropiado terminar como empezamos: cogiendo- me insiste con una lasciva sonrisa.
También estoy de acuerdo en eso, no era lo que había pensado, pero... estar tan cerca suyo, tan a su merced... no soy de fierro y menos cuando se trata de Damián.
-Un último polvo, y después adiós- le digo.
-Lo que vos digas- asiente.
Vamos a un telo que está a un par de cuadras, nada espectacular, tampoco lo necesitamos. Empezamos como siempre, con besos y caricias, esos besos que me desarman y esas caricias que me hacen hervir la sangre.
Le chupo la pija, me chupa la concha, y cuando empiezo a sentir esa lengua que suele provocar estragos en mí, me doy cuenta que no podré deshacerme de él tan fácilmente. Es mi adicción, mi vicio predilecto, con él siento cosas que no siento con nadie más, me transporta a un universo de sensaciones al que ningún otro hombre me ha llevado jamás.
He tenido amantes que supieron tocar esa fibra intima que trasciende lo meramente físico. Bruno, el padre de mi hijo, es uno de ellos. Pero así y todo, lo de Damián lo supera.
Estoy echada de espalda, con las piernas abiertas, disfrutando entre roncos jadeos los deliciosos trazos que con su lengua va delineando a lo largo de mi concha... ahí me siento plena, radiante, feliz.
Lo agarro de la cara con ambas manos y lo atraigo hacia mí, lo beso con locura, con pasión, saboreando entre sus labios mi propia intimidad.
Sin dejar de besarlo, le agarro la pija, (dura, maciza, caliente), y la sitúo entre mis gajos. Yo misma me la meto, pedazo a pedazo, sintiendo como si volviera a recuperar esa parte que le falta a mi cuerpo para sentirse completo. Muevo mi pelvis hacia arriba y hacia adelante, metiéndomela toda, dejándome llenar por esa pulsión vital que me conmueve hasta en lo más sagrado.
-¡Ahhhhhhhhh...!- suspiro largamente al tenerlo todo en mi interior.
¿Cómo podré prescindir de eso? ¿Tengo la fuerza suficiente para negarme a mí misma lo que me hace tan mujer?
No pienso en el después, solo en el presente, en este ahora en el que el hombre de mi vida me hace el amor por última vez. Lo siento entrar y salir, avanzar y retroceder, recorriendo una y otra vez mis interiores más recónditos. ¿Alguien me llegó adonde me llega él? ¿Porque con él siento cosas que no siento con nadie más? Amor, es la única explicación. La emoción más pura e intensa que podamos sentir, la base sobre la que se cimienta nuestra humanidad.
Mientras nos hacemos el amor, nos besamos, intensa, jugosamente, nos saboreamos, nos masticamos, nos entregamos la lengua el uno al otro. Mis manos suben y bajan entusiastas por toda su espalda, le clavo las uñas, lo araño, dejando impresas en su piel la marca de mi pasión, de mi desenfreno. Para que cualquier otra mujer que venga después de mí, sepa que alguna vez fue mío.
Me aferro de sus nalgas y lo empujo contra mí cuerpo, clavándome al mismo tiempo contra él, yendo y viniendo para ensartarme una y otra vez en su carne, gimiendo, jadeando, suspirando, entregándome por completo a ese hombre que resulta tan trascendental en mi vida.
No quiero que me la saque, quiero que se quede siempre ahí adentro, adonde pertenece, en su lugar natural, llenándome con la fuerza de su virilidad.
-¡Te quiero... te quiero...!- le jadeo al oído, recibiendo una tras otra las estocadas del placer.
Le muerdo la oreja, le paso la lengua por toda la cara, y en un arrebato de pasión, me volteo hacia un lado, quedando ahora él abajo y yo arriba, la verga totalmente clavada en mí.
-¡Te siento tanto... mmmmhhhhh...!- le digo entre suspiros, mientras empiezo a moverme arriba y abajo, haciéndole el amor con... amor, precisamente.
Sus manos se apoderan de mis pechos, me los amasa, me los pellizca, me los palmea, me agarra uno con cada mano, los lleva hacia su boca y me los chupa con frenesí. Me escupe en cada pezón y me los muerde, me los succiona, me los saborea ávidamente, dejando que lo monte a mi propio ritmo, ni fuerte ni despacio, con la cadencia justa como para que ambos lleguemos al clímax al mismo tiempo. Ni siquiera lo tenemos que decir, cada uno sabe cuándo el otro está por llegar, y ésta no sería la excepción, ya que alcanzamos juntos la Cima del Universo, quedando los dos de cara a Dios, más unidos que nunca. Fundidos el uno en el otro, fusionados, la esencia suya y mía conformando una sola.
-¡Dios... ahhhhhhh... ahhhhhhhh...!- sentir su esperma regando mi intimidad es en sí misma una experiencia religiosa.
El encuentro de nuestras almas, de nuestros espíritus, trascendiendo lo puramente carnal.
-¡Te amo, te amo!- vuelvo a decirle, derrumbándome entre suspiros sobre su cuerpo.
Volvemos a besarnos, jugosa, intensamente. Me acaricia la cola y me aprieta aún más contra él, haciéndome sentir con mayor fluidez la caudalosa descarga.
-Disfrutalo mi amor, porque es el último- me susurra al oído.
-Fue muy lindo conocerte- le digo antes de salir del telo, con lágrimas en los ojos.
-Lo mismo digo, lástima que no podamos seguir- se lamenta.
-No es que no quiera, ya te lo explique-
No quiero prolongar más el sufrimiento, así que lo apuro para salir, en la puerta le doy un tibio beso en la mejilla y adiós. Fue hermoso mientras duró, pero si quiero conservar a mi familia, debo alejarme de él, por más que me duela.
Mientras me alejo no me doy la vuelta, no quiero echarme a llorar como una Magdalena y correr a sus brazos. La decisión ya está tomada.
Adiós Damián, siempre te amaré.
Ya sé, una buena amante nunca se enamora, pero que le voy a hacer. No se trata de un simple metejón o capricho. Es algo mucho más fuerte e intenso, un flechazo al corazón que me ciega y confunde.
Por primera vez estoy considerando seriamente el divorcio.
La noche que pase con Damián me hizo entender varias cosas, la más importante es que deseo ser su mujer, su esposa, estar a su lado en todo momento.
Hay tipos con los que la paso bien, con quienes el sexo resulta sublime y estimulante, el Cholo es uno de ellos, Jorgito es otro, pero eso es lo único que nos une, nada más. Un polvo y chau, (bueno, en el caso del Cholo más de uno... jaja). En cambio, con Damián, el sexo es el derivado de lo que sentimos el uno por el otro. Ok, sin el sexo jamás nos hubiéramos conocido, eso lo tengo claro, pero con el tiempo pasó a ser algo mucho más fuerte, más romántico, más espiritual.
No creo equivocarme si digo que hoy ya no cogemos, sino que hacemos el amor. Eso es lo que siento en mi cuerpo, en mi intimidad, en cada fibra de mi ser... el sexo con Damián es amor en su estado más puro, más genuino. Lo amo y amarlo convierte mi vida en un calvario, porque no puedo estar con él todo lo que quisiera. Y quiero estar a su lado no solo para que me haga el amor cuando y donde quiera, sino para compartir momentos, para saber todo el uno del otro, para ser suya tanto como él es mío. Y eso duele, duele no solo en el corazón sino también en el alma.
Al principio intenté negármelo. Soy una mujer casada, con un hijo todavía en pañales. Una cosa es ponerle los cuernos a mi marido con algún eventual amante, y otra muy distinta engañarlo con alguien por quien siento algo mucho más intenso y poderoso de lo que haya sentido alguna vez por él. Eso lastima, porque el sexo es solo sexo, pero el sexo con amor ya es algo mucho más complicado, sobre todo cuando una de las partes está atada a una relación de la cual no puede escapar.
Traté de alejarme de Damián, lo intenté una y mil veces. No le devolvía los mensajes, no contestaba sus llamadas, hasta me acosté con otros hombres solo para no estar con él, pero nada funcionó. Siempre he considerado que la familia es primero, por lo que incluso pensé en terminar de una vez por todas con la relación. Olvidarme de él y de todos esos sentimientos que me tenían sumergida en un abismo sin fin.
Lo llame y le pedí de vernos. Nos encontramos en un café, luego de la oficina. Me preguntó que me pasaba, porque lo evitaba. Y se lo dije:
-Te amo pero no puedo amarte, mi marido, mi hijo...- no puedo terminar, la voz se me quiebra.
No quiero llorar, no quiero mostrarme tan débil.
-Yo también te amo, ¿o acaso pensabas que era solo sexo?- continua por mí.
-Por eso debemos parar acá, antes de que uno de los dos salga lastimado- insisto.
-Si paramos ahora, los dos vamos a salir lastimados- me asegura.
Seguimos hablando, pedimos otra ronda de café, llamo a mi casa para decirle a mi marido que estoy en lo de una amiga, ya que la charla va para rato. No quiero cortar tan abruptamente, lo nuestro se merece un final acorde a lo hermoso que fue este tiempo que pasamos juntos.
Le insisto con dejar de vernos, por lo menos por un tiempo, para ver si lo que sentimos es verdadero.
-Quizás sea lo mejor- asiente.
Me duele que lo acepte así, sin pelear, pero también pienso que es lo mejor, quizás el tiempo, la distancia...
-Pero si vamos a dejar de vernos, no me podés negar un último polvo- agrega rápidamente.
-¿Entendiste alguna palabra de lo que te dije?- le pregunto sorprendida.
-Sí, perfectamente, por eso me parece de lo más apropiado terminar como empezamos: cogiendo- me insiste con una lasciva sonrisa.
También estoy de acuerdo en eso, no era lo que había pensado, pero... estar tan cerca suyo, tan a su merced... no soy de fierro y menos cuando se trata de Damián.
-Un último polvo, y después adiós- le digo.
-Lo que vos digas- asiente.
Vamos a un telo que está a un par de cuadras, nada espectacular, tampoco lo necesitamos. Empezamos como siempre, con besos y caricias, esos besos que me desarman y esas caricias que me hacen hervir la sangre.
Le chupo la pija, me chupa la concha, y cuando empiezo a sentir esa lengua que suele provocar estragos en mí, me doy cuenta que no podré deshacerme de él tan fácilmente. Es mi adicción, mi vicio predilecto, con él siento cosas que no siento con nadie más, me transporta a un universo de sensaciones al que ningún otro hombre me ha llevado jamás.
He tenido amantes que supieron tocar esa fibra intima que trasciende lo meramente físico. Bruno, el padre de mi hijo, es uno de ellos. Pero así y todo, lo de Damián lo supera.
Estoy echada de espalda, con las piernas abiertas, disfrutando entre roncos jadeos los deliciosos trazos que con su lengua va delineando a lo largo de mi concha... ahí me siento plena, radiante, feliz.
Lo agarro de la cara con ambas manos y lo atraigo hacia mí, lo beso con locura, con pasión, saboreando entre sus labios mi propia intimidad.
Sin dejar de besarlo, le agarro la pija, (dura, maciza, caliente), y la sitúo entre mis gajos. Yo misma me la meto, pedazo a pedazo, sintiendo como si volviera a recuperar esa parte que le falta a mi cuerpo para sentirse completo. Muevo mi pelvis hacia arriba y hacia adelante, metiéndomela toda, dejándome llenar por esa pulsión vital que me conmueve hasta en lo más sagrado.
-¡Ahhhhhhhhh...!- suspiro largamente al tenerlo todo en mi interior.
¿Cómo podré prescindir de eso? ¿Tengo la fuerza suficiente para negarme a mí misma lo que me hace tan mujer?
No pienso en el después, solo en el presente, en este ahora en el que el hombre de mi vida me hace el amor por última vez. Lo siento entrar y salir, avanzar y retroceder, recorriendo una y otra vez mis interiores más recónditos. ¿Alguien me llegó adonde me llega él? ¿Porque con él siento cosas que no siento con nadie más? Amor, es la única explicación. La emoción más pura e intensa que podamos sentir, la base sobre la que se cimienta nuestra humanidad.
Mientras nos hacemos el amor, nos besamos, intensa, jugosamente, nos saboreamos, nos masticamos, nos entregamos la lengua el uno al otro. Mis manos suben y bajan entusiastas por toda su espalda, le clavo las uñas, lo araño, dejando impresas en su piel la marca de mi pasión, de mi desenfreno. Para que cualquier otra mujer que venga después de mí, sepa que alguna vez fue mío.
Me aferro de sus nalgas y lo empujo contra mí cuerpo, clavándome al mismo tiempo contra él, yendo y viniendo para ensartarme una y otra vez en su carne, gimiendo, jadeando, suspirando, entregándome por completo a ese hombre que resulta tan trascendental en mi vida.
No quiero que me la saque, quiero que se quede siempre ahí adentro, adonde pertenece, en su lugar natural, llenándome con la fuerza de su virilidad.
-¡Te quiero... te quiero...!- le jadeo al oído, recibiendo una tras otra las estocadas del placer.
Le muerdo la oreja, le paso la lengua por toda la cara, y en un arrebato de pasión, me volteo hacia un lado, quedando ahora él abajo y yo arriba, la verga totalmente clavada en mí.
-¡Te siento tanto... mmmmhhhhh...!- le digo entre suspiros, mientras empiezo a moverme arriba y abajo, haciéndole el amor con... amor, precisamente.
Sus manos se apoderan de mis pechos, me los amasa, me los pellizca, me los palmea, me agarra uno con cada mano, los lleva hacia su boca y me los chupa con frenesí. Me escupe en cada pezón y me los muerde, me los succiona, me los saborea ávidamente, dejando que lo monte a mi propio ritmo, ni fuerte ni despacio, con la cadencia justa como para que ambos lleguemos al clímax al mismo tiempo. Ni siquiera lo tenemos que decir, cada uno sabe cuándo el otro está por llegar, y ésta no sería la excepción, ya que alcanzamos juntos la Cima del Universo, quedando los dos de cara a Dios, más unidos que nunca. Fundidos el uno en el otro, fusionados, la esencia suya y mía conformando una sola.
-¡Dios... ahhhhhhh... ahhhhhhhh...!- sentir su esperma regando mi intimidad es en sí misma una experiencia religiosa.
El encuentro de nuestras almas, de nuestros espíritus, trascendiendo lo puramente carnal.
-¡Te amo, te amo!- vuelvo a decirle, derrumbándome entre suspiros sobre su cuerpo.
Volvemos a besarnos, jugosa, intensamente. Me acaricia la cola y me aprieta aún más contra él, haciéndome sentir con mayor fluidez la caudalosa descarga.
-Disfrutalo mi amor, porque es el último- me susurra al oído.
-Fue muy lindo conocerte- le digo antes de salir del telo, con lágrimas en los ojos.
-Lo mismo digo, lástima que no podamos seguir- se lamenta.
-No es que no quiera, ya te lo explique-
No quiero prolongar más el sufrimiento, así que lo apuro para salir, en la puerta le doy un tibio beso en la mejilla y adiós. Fue hermoso mientras duró, pero si quiero conservar a mi familia, debo alejarme de él, por más que me duela.
Mientras me alejo no me doy la vuelta, no quiero echarme a llorar como una Magdalena y correr a sus brazos. La decisión ya está tomada.
Adiós Damián, siempre te amaré.
43 comentarios - Siempre te amaré...
NO SIRVEN PARA NADA, PERO TE DEJO MIS 10 PUNTINES DE HOY...........
lamento el final pero eso te dar fuerza
¡¡¡¡¡Es mejor amar y aver perdido que nunca aver amado!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
igual capaz que intuye tu marido de esto, hablalo, por ahi te quedas con ambos. Siglo 21 todo es posible. +3
Besos
marita desde hace mucho tiempo sigo tus historias , desde ya que todas son excelentes en todo sentido !!! su redacción y contenido...
pero este es especial, emotivo y me toca de lleno xq me pasa algo similar con una mujer con la que salgo desde hace un año y 1/2 ..
te dejo puntos y un fuerte abrazo
saludos
j.m.b + 8
a mi mujer le hacia el amor , a mis amigas solo sexo, hoy despues de 4 años de estar viudo te digo que solo tengo sexo.
Solo es cuestion de amar Marita y si hay algun juicio al respecto, hay que dar las gracias, que como humano, eso nos excede; Buen relato. .
Tus relatos son fabulosos como siempre... Me encanta leerte y estas entre mis favoritas. No puedo negar que sin conocerte te has convertido en una especie de "amiga".
No me considero un troll, para nada... Pero lamento no poder expresar o sentir lo que muchos aqui te han escrito... Lo siento de veras, pero permitime darte mi opinion...
Pero por lo que interpreto de las señales que has contado en tu relato, Damián no te ama, solo busco siempre coger contigo.
Obviamente le gustas y se calienta mucho contigo, pero sinceramente dudo realmente que pueda o quiera amarte, no sos lo que un hombre "normal" desearia tener a su lado para siempre y él lo sabe...
Tal como siempre nos has pintado a Damian en tus relatos, siempre me parecio un ser sencillo, bueno, simpatico, pero al mismo tiempo no demasiado evolucionado y especial como para pensar de manera diferente al normal de los de mi mismo sexo, pero bueno, a lo mejor estoy equivocado.
Respecto a lo de que no queres/podes divorciarte, me imagine vagamente el motivo y en tus respuestas lo confirme... Jejeje... 😉 Vivis una vida muy placentera, Marita... Disfrutala y no te enganches sentimentalmente con nadie, porque seguramente saldrás perdiendo.
Un saludo respetuoso y con la mejor buena onda para mi escritora erótica favorita... 😉
creo que a tu lado no soy nada, me gustaria saber como sos animate a una fotito
solo una, deseosa de estar a tu lado preciosa asi no tenga japi, te haria y rico 69
Pero bueno, asi nomas es la vida Marita, pero dicen que despues del tormento llega el sol.