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Relato erótico: Un día de billar y relax

Relato erótico: Un día de billar y relax




Un día de billar y relax

Antonio aparcó lentamente su Mazda CX-5 en la parcela, donde habían decidido pasar el fin de semana con Jenny. La parcela se encontraba a las afueras de un pequeño pueblo de Madrid, a poca distancia de la capital. Cuando Antonio paró el coche, Jenny se bajó y se preparó un cigarro con olor a vainilla. Sabía que él no fumaba, pero le encantaba el olor de esos cigarros.


Jenny llevaba unos leggins muy ajustados, oscuros, y una camiseta de tirantes de color gris claro con la bandera de Cuba. Antonio llevaba unos pantalones vaqueros desgastados y una camiseta de manga corta de color beige. Ella era una chica del caribe con doble nacionalidad, de padre cubano y madre dominicana; tenía el pelo castaño y ondulado, era alta y muy voluptuosa. Sus ojos oscuros eran capaces de exorcizar a cualquier hombre y parecían hablar por si solos. Sin embargo, Antonio era un chico español, con el pelo rapado al cero y perilla, era algo más bajo que Jenny, pero eso a él no le importaba.


La parcela era muy grande y tenía un dúplex cerca de la entrada, rodeado en tres cuartas partes por una piscina. En el piso de abajo estaba la cocina, el salón, el aseo y un cuarto de recreo con una mesa de billar en el centro y una máquina de dardos en uno de los laterales. En el piso de arriba había una habitación de matrimonio con cuarto de baño y otra habitación para huéspedes que casi nunca se usaba.


Jenny dejó su mochila en la habitación de y se cambió los leggins por unos shorts que ella misma había recortado, dejando así las piernas y parte del culo al aire. Acababa de guardar la poca ropa que llevaba en su bolsa de deporte cuando Antonio entró en la habitación y posó una de sus manos entre sus nalgas, invitándola a bajar a la cocina.


Cuando Jenny bajó, Antonio ya estaba abriendo una botella de vino y sirviéndolo en unas copas. Tras llenar las copas le ofreció una y la animó a brindar por ellos. Jenny saboreó el vino lentamente mientras seguía a Antonio a la habitación contigua, donde él dejo su copa sobre una pequeña mesa y empezó a colocar las bolas encima del tablero del billar, retando a Jenny a una partida. Ella volvió a dar un trago a su copa, esta vez sin apenas saborear el vino, y cogió un taco, dando así por aceptada la partida.


Entre tiza, tacos y bolas fue pasando el tiempo y corriendo el vino por sus gargantas. Antonio aprovechaba los tiros de Jenny para ponerse detrás de ella y poder observar esas nalgas tan poderosas que esta exhibía. Cuando la bola negra entró en el agujero, Antonio metió sus manos por los huecos de la camiseta de tirantes de Jenny, descubriendo así los pezones erectos de su invitada, que se dejó acariciar sin dudarlo un segundo.


Antonio marcaba una gran erección que dejó notar al pegar su cuerpo junto al de Jenny, que quitó las manos de su anfitrión de sus pechos y tiró de los tirantes. La chica dejó a la vista un sujetador gris de deporte que Antonio no tardó en desabrochar para poder seguir acariciando esos pechos tan voluptuosos que se escapaban de sus manos. Mientras, sus labios besaban el cuello de su invitada, bajando poco a poco por toda su columna hasta llegar a sus nalgas que ella había aprovechado para dejar al descubierto, mostrando así un tanga a juego.


Los labios de Antonio siguieron recorriendo las nalgas de Jenny hasta introducir su lengua entre ambas, lamiendo con la punta de la lengua el ano de la chica. Ella se encorvó para acariciar su clítoris al tiempo que sentía la excitación que le provocaba la lengua de Antonio, que finalmente la llevó a un orgasmo inesperado.


Jenny se subió sobre la mesa de billar y terminó de desnudar a Antonio tirando de los pantalones y los calzoncillos. Cogió el miembro del chico con las dos manos y se lo introdujo en la boca, lentamente, hasta alcanzar los testículos con los labios. Se lo sacó varias veces, con toda la calma del mundo, hasta volvérselo a introducir de nuevo. Esta vez su lengua empezó a moverse, haciendo círculos en la punta del glande mientras él se dejaba llevar, disfrutando de esa lengua tan perfecta y juguetona. Muchas otras mujeres habían hecho con su miembro lo que Jenny estaba haciendo ahora, pero ninguna le había dado tanto placer como lo estaba haciendo ella. Jenny lo miró a los ojos fijamente con una mirada que incitaba a que la besasen acaloradamente. Antonio la besó sin dudarlo, entrelazando sus lenguas y sus labios. Mientras se separaban, Jenny empezó a lamerse los labios, lo que hizo que Antonio la siguiese besando más apasionadamente.


De repente, él se subió sobre la mesa de billar y tumbó a Jenny, le levantó las piernas y la poseyó una y otra vez, al tiempo que ella empezaba a gemir y a decir que sentía toda su furia dentro de sí. Eso excito más aun a Antonio, que aumentó su ritmo hasta que sintió una fuerza recorriendo toda su espalda y eyaculó dentro de ella, como si fuese un joven de veinte años.


Cuando se bajaron de la mesa de billar, Antonio se sirvió otra copa de vino mientras Jenny abría la puerta trasera del apartamento y se lanzaba desnuda a la piscina.

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