A la semana siguiente del primer encuentro, mi mujer organizó otra noche de juegos eróticos con las chicas (nuestras hijas Antonella y Delfina, y su amiga Erica). La primera noche la habíamos pasado muy bien. Mi mujer se encargó de los planes. La cosa iba a empezar así: Ellas, las 4 (mi mujer incluida) iban a estar vestidas con uniforme de alumna de escuela secundaria. Se iban a meter en la habitación, iban a apagar la luz, y me iban a llamar. Mi primera misión iba a ser entrar a la pieza oscura, buscarlas tanteando, reconocerlas con el tacto (solamente las podía tocar de los hombros para abajo) y sacarles la bombacha si las reconocía. Subieron, yo las esperé al pie de la escalera. Antes de subir, mi mujer explicó dos reglas más: Una, que la que quisiera hacer pis en algún momento de la noche, tenía que hacerlo con la puerta abierta. La otra, que “si papá se calienta mucho y acaba, puede pedir tiempo muerto”. Lo único que me pedían era que lo hiciera antes de acabar, así tenían tiempo de acabar ellas también. Me guiñó el ojo, se me acercó, y me susurró “disfrutalo”. Se fueron arriba a preparar todo. Mientras subían, mi mujer como al descuido se levantó la faldita y me dejó ver su cola. Pasaron unos minutos. Me llamaron. Entré. La oscuridad era total. Empecé a buscar, y pronto me encontré con un par de piernas, que eran demasiado adolescentes como para ser de mi mujer. Las agarré por los tobillos, fui subiendo de a poco, palpando la piel en detalle. Llegué a las rodillas, y ahí me encontré con un lunar ya conocido. “Hola Anto”, le dije. Ella no contestó nada, respiró pesadamente y juntó las piernas, como dándome la señal de que ya podía sacarle la bombacha. La excitación me quemaba. Metí los dedos despacito entre su piel y el elástico, y la fui bajando de a poco, hasta que la tuve en mis manos. Le acaricié un poco la cara y el pelo, como agradeciendo silenciosamente. Seguí caminando, tanteando, hasta que me encontré otro par de piernas. Estos sí, eran de mi mujer, que estaba sentada en una punta de la cama. En la oscuridad, le pasé la lengua por la oreja, le apoyé la bombacha de Anto en la cara y le susurré “olé la ropa interior de tu hija”. Noté como se contorsionaba de placer. Le saqué la bombacha, y le di unos lengüetazos a la pasada, en la concha depilada. Subí de nuevo hasta sus labios y la besé. Ella me susurró “en la otra punta de la cama está Erica, zarpáte un poquito que yo los escucho desde acá”. Que morbo, juguetear con la amiga de mis hijas en la oscuridad, al lado de mi mujer excitada. La besé en la boca, me metí las bombachas en el bolsillo y me acerqué a la otra punta de la cama. Sentí un cuerpo acurrucado contra la pared. Le agarré los tobillos y fui tanteando despacio hasta las rodillas, los muslos, le rocé levemente la parte de adelante de la bombacha, le toqué un poco las tetas, fingiendo la necesidad de reconocerla. Ella temblaba y gemía en silencio. Acerqué mi cara a la suya. “Ya se quién sos”, le dije, y le empecé a bajar la bombacha mientras la besaba en la boca. Le acerqué el dedo a los labios, y lo lamió como si fuera una pija. Ya bien mojado en su saliva, se lo metí suavemente en la conchita. Se hundió como en una fruta madura. Lo mantuve dos segundos, y cuando lo saqué, ella gimió “Ay, papi”. ¡Era Delfi! ¡Mi mujer me había engañado, no era la amiga de mi hija, era mi hija! Quedé paralizado un momento. Cuando me recompuse, me di cuenta de que se estaba masturbando, respirando más pesadamente que antes. Acerqué suavemente mi mano y la rocé apenas con la suya, que estaba trabajando furiosamente sobre su conchita. Le terminé de sacar la bombacha. Mi mujer me agarró en la oscuridad y me dio otro beso. Ahora me faltaba encontrar a Erica. Seguí tanteando en la oscuridad. La encontré en el sofá. Ella no sabía que yo ya había descubierto a todas las demás, y ya por descarte sabía quién era ella. Así que aproveché a toquetearla bastante, con todas las ganas acumuladas que le tenía desde que la conocí, desde que apareció en casa como esa desvergonzada adolescente rubiecita que te podías cruzar a la noche en la cocina en bombacha buscando algo en la heladera, y que no tenía ningún pudor. Le toqué las tetas, le metí la mano por debajo de la pollerita y le toqué la bombacha, la concha, la cola. “Ya se quién sos”, le dije. “Entonces sacáme la bombacha”, me contestó. Casi acabo en ese preciso instante. Me acerqué y le dije “sabés desde cuando te la quiero sacar? Desde que te paseabas por casa en bombacha a la noche”. Ella se acercó a mi oído y me susurró “me gustaba mucho eso, cada vez que te encontraba me mojaba. Dale, sacáme la bombacha”. Se la bajé de un tirón, le quedó por los tobillos. Sentí sus manos agarrando los bordes de mi bóxer. La excitación se hacía casi insoportable. Me los bajó. En la total oscuridad, sentí como su carita rozaba mi pija. La agarró, con firmeza, y se la metió en la boca. Tener la pija adentro de esa boquita teen era la gloria. La caricia suave de su lengua inexperta era algo celestial. Y eso sumado al morbo: Me estaba cogiendo por la boca a la amiga de mis hijas, con ellas y mi mujer presentes, sin saber lo que pasaba pero masturbándose en la oscuridad. Sentí como el semen estaba a punto de salir. La frené, y le dije al oído “estoy que acabo”. Me respondió “no te olvides de pedir tiempo muerto”. Me quedé mudo, no me salió decir nada. Ella chupó unos segundos más, y dijo “tiempo muerto!” en voz alta. Se escucharon risas. Delfi dijo “Que puta que sos, Erica jajajajaja!”. Erica se reía con mi pija en la boca. Anto decía “dejalo tranquilo a mi papá jajaja”. De pronto, las risas se empezaron a diluir y dieron paso a los gemidos. La boquita de Erica se empezó a llenar de leche, que se fue rápidamente por la garganta. Alrededor nuestro, todas estaban acabando. Su lengua no paraba de frotar mi pija, contra una suave mezcla de saliva adolescente y esperma. La agarré por la cinturita y le di un beso de lengua. Mi mujer prendió las luces (luces tenues). Fue a buscar algo para comer o tomar en el receso. En la semi penumbra, nos relajamos tomando una cerveza, ellas cuatro en pollerita sin bombacha. Anto dijo “yo cuando vi que se demoraba todo pensé, o mamá o Erica le están sacando la leche”. Todas se rieron. Erica le dijo “no te animas a que después tu papi te tire leche en la cara?”. Antonella no dijo nada, solamente sonrió. Mi mujer dijo “es buena la idea, ya vamos a ver qué hacemos”.
8 comentarios - Otra noche de placer en familia I (hijas 5)
Mortal Amigo!!! queremos saber como sigue 🤤 🤤
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