La primera vez que la vi me encontraba completamente desnudo. Mi nombre no importa. Lo único que necesitas saber es que en ese momento estaba en busca de un cierto tipo de experiencia. Tengo 20 años, soy delgado, de tez clara y cabello negro. Ojos verdes. Cada vez soy más asiduo a las páginas pornográficas, y mis gustos han evolucionado, cambiado radicalmente. Cuando comencé a explorar nuevas categorías anidadas en el mundo del contenido para adultos, conocí muchas cosas. Squirting, fisting, bukkakes, tú dilo. Lo veía, y lo nuevo me provocaba más y más placer. Hasta que una vez, sin sospecharlo, me encontré a una de esas mujeres.
Nunca había visto a una mujer con un pene, y la idea al principio no me gustaba mucho, pues aún tenía bastantes prejuicios al respecto. Sin embargo, lo que me atrapó sin duda fue el placer en sus rostros. Cuando su miembro era succionado por otra persona, al venirse estrepitosamente y sobre todas las cosas, al sentir su ano lentamente abrirse para aceptar la entrada de un pene de considerable tamaño.
Naturalmente, me hice adicto a este tipo de pornografía. Pero no sólo eso, además tomé gran interés en la vida de estos seres. Por qué hacían eso, qué pensaban, cómo funcionaba el proceso de conversión, entro muchas otras cosas. Nunca para llevar a cabo algo similar, sino puramente por curiosidad. No pasó mucho tiempo para que comenzara a fantasear con un encuentro con una de estas fascinantes mujeres.
Por supuesto, primero debía explorar mi propio cuerpo. Comencé muy ligeramente, y con mucho cuidado. La mayor ventaja que tenía fue el vivir completamente solo, en tiempos de Universidad, con un departamento completamente a mi disposición. Me preparé muy bien, afeitándome completamente el área de vellos que rodean al ano, así como en los testículos y arriba del pene.
Después de utilizar un enema para limpiar el área de trabajo, me dispuse a untar lubricante a una pequeña zanahoria cubierta con un condón. Acostado en la cama, con las luces apagadas, cerré los ojos y puesto boca abajo, apunté al pequeño intruso a la entrada de mi ano. Empujé muy lentamente, sintiendo como este mundano objeto ahora se convertía en mi primera inserción anal.
Abrí los ojos cuando sentí llegar a la mitad. La dejé ahí un momento, para que mi ano gradualmente aceptara la entrada. Pero mi calentura no pudo aguantar, y comencé a introducir y sacar en movimientos repetidos. La sensación era muy agradable. Noté que mi pene se iba poniendo cada vez más duro, y decidí que era hora de desahogar todo lo que tenía dentro.
Metí la zanahoria todo lo que pude (como un 80%), y la dejé ahí. Posteriormente procedí a manejar mi pene, que, lleno de excitación, no tardó mucho en ponerme tenso. Un chorro muy grande de leche adornó uno de los orgasmos más grandes que había tenido hasta entonces, y en mi mente, sólo ella.
Janneth.
Cabello negro, claramente pintado de rubio, senos operados, figura femenina y labios rojos. Un trasero envidiable. Una mirada atrapante. Y por supuesto, un pene debajo de la ropa ajustada que utiliza en todas sus fotos. Nunca al descubierto, su miembro se mantiene en completa incógnita.
Veo el anuncio varias veces. Una sexoservidora, que se jacta (como todas) de dar el mejor servicio, oral al natural, penetración, etcétera. El paquete completo. $1,000 MXN por hora es la tarifa. Aunque aprecio su anuncio, las fotos y la descripción, en sus ojos veo algo que me llama la atención de forma desmedida. Sin darme cuenta pienso en ella en diversos momentos del día, y frecuentemente la imaginó en donde sea que esté. Las fantasías sexuales acompañan mis noches, y ella es la protagonista de todas.
Desesperado, ideo la forma más seca e impersonal de acercarme a ella. Le envío el siguiente correo:
Para: xxxx@hotmail.com
De: xxxx@gmail.com
Asunto: Quiero conocerte
Hola.
Sé que no me conoces, pero yo a ti sí. Te conozco de fotos, y por tu anuncio solamente. Más que suficiente para decidir enviar este correo, y decirte que deseo verte. Me sentiría verdaderamente honrado si aceptaras que te preparara la cena en mi departamento. No voy a decir nada más de mí, aparte de la foto de mi rostro que viene adjunta. Me cautivas.
CR.
Después de incluir mi información de contacto, presioné enviar.
Los siguientes días pasan lento. Me incorporo a mis actividades habituales, y lentamente olvido que envié el correo, para el que no tenía grandes esperanzas. Sin embargo, un lunes (unos cuatro días después de enviar el correo) mi teléfono sonó de una forma poco habitual. Abrí los ojos y vi el reloj.
3:43 am.
Entre sueños, y cegado por el brillo de la pantalla de mi teléfono, leo el siguiente mensaje:
Te ves lindo, nene. Normalmente no hago esto. Te veo el jueves en la tarde? Estoy libre a partir de las 6. JL.
Abrumado completamente por lo que recién había leído, sólo atiné a contestar lo siguiente:
Claro, te espero en la dirección que viene en el correo. CR.
Los siguientes días me sirvieron para prepararme, física y mentalmente. Hice un plan muy detallado en cuanto a la cena, y compré lo necesario para aprovechar al máximo el tiempo que estaría con ella. Condones, lubricante, afeitada completa, enema para limpieza, camisa limpia.
Viernes, 6:03 pm.
El tiempo pasa lento. Sentado en el sillón, desde las 6 siento que cada minuto tarda una hora en pasar. La tensión es palpable en el espacio vacío. Siento la garganta hirviendo, creo que no voy a aguantar mucho más. Pienso en cancelar cuando, siento pasos en la puerta principal. Toc, toc. Janneth está aquí, y yo sigo sentado en el sillón.
Con prisa me aproximo a la puerta y la abro. Delante de mi se encuentra una mujer promedio, vestida con jeans color azul claro, un suéter rosa y zapatos cafés. Indistinguible en una multitud de gente.
- Hola – sonríe brevemente, mientras se acerca a saludarme con un beso.
- Hola – contesto en voz bajita, apenado hasta los huesos.
Le hago un gesto de entrada, y pasa. Al cerrar la puerta volteo a verla, y poco a poco me voy acostumbrando a su presencia. Resulta ser muy agradable. Pasamos a la cocina, en donde ya está por terminar la preparación de la cena. Me ayuda a picar los últimos vegetales. Hasta ahora, la velada no se distingue de cualquier otra. De repente, me mira seriamente y dice:
Sólo quiero dejar en claro una cosa. No estoy aquí para un servicio – ruborizándose -, vine porque me gustó la foto que me enviaste, y parecías ser un chico amable.
Una vez aclarado el punto, pasamos a la mesa para cenar. Durante la cena le pregunté de todo: de dónde venía, acerca de su transformación, de su familia, sus amigos, y eventualmente, de sus relaciones pasadas. Resulta que, como cualquier persona, su vida sentimental estaba llena de altas y bajas.
- No te voy a mentir – me dice mientras come – dedicarme a tener sexo por dinero ha afectado mucho mi capacidad de tener una relación sana y estable con alguien. Honestamente, incluso dudo que me sea posible a estas alturas.
Conforme la voy conociendo, me voy fijando cada vez más en los pequeños detalles. La manera en la que habla, come, o el cómo me mira cuando escucha. Estoy seguro que ella nota todo esto.
- Nunca habías estado con alguien como yo, verdad?
- No. Es la primera vez.
Sonríe y me mira como una madre que mira a su hijo de cinco años hacer una escultura de lodo. Esa ternura me lastima un poco, pero decido dejar eso para después. Con una fluidez impropia de mi propio ser, al terminar de cenar le ofrezco ir al sillón un momento.
- Mejor, me enseñas tu cuarto? – me mira fijamente – me gusta conocer a la gente, y tu cuarto puede decirme muchas cosas de ti.
La llevo, y a medio camino toma mi mano, lo cual interpreto como una buena señal. Menos mal que acomodé y limpié todo antes de que viniera.
- Guau, me encanta como tienes todo, perfectamente ordenado – me dice al sentarse en la cama – así sí me dan ganas de acostarme aquí. Ven.
Se recuesta y me pide que me acueste a su lado, con un movimiento de su mano. Recostada de lado, me mira y regresamos a platicar de nuestra vida, de nuestras metas. De lo que nos hubiera gustado ser, y lo que nunca seríamos. De la gente que nos ha movido, de la música. Encuentro que es tan fácil platicar con ella, y su risa cada vez me gusta más.
- Cómo fue tu primer beso?
- Equis.
- Tu primera vez?
- Equis. No sabía lo que estaba haciendo.
- Te dolió mucho?
- Sí.
- Fue con alguien mayor?
- Sí. Con un amigo de mi tío. Tenía 34 años.
- Y tu?
- 18.
Silencio.
- Te gusta el sabor del semen?
- Sí.
- Usas protección con tus clientes?
- Siempre.
Silencio.
- Alguna vez has desvirgado a alguien?
- Sí. Muchas veces.
Sonrío, y ella lo nota. Se acerca y me besa suavemente en los labios. Al apartarse me mira y sonríe. Me acerco y comenzamos a besarnos tiernamente, con su mano acariciando mi brazo. Lentamente, sigue besando mis labios, luego mi mejilla, hasta llegar a mi oído izquierdo:
- Voy a chupártela.
Al oír esas palabras, un suspiro escapó mi boca y noté que me encontraba completamente erecto. Con maestría desabrochó mi pantalón, y rápidamente me despojó de toda la ropa que llevaba bajo la camisa. Al ver que estaba completamente depilado, pasó su lengua por sus labios, en señal de antojo.
- Cerré los ojos.
Sentí su respiración, e inmediatamente cómo sus labios se abrían y su boca cubría mi glande por completo, llenándome de calor. Salivaba para bajar, y no tardó mucho en tocar mi pubis con la nariz, con todo mi pene dentro.
Sube. Baja. Sube. Baja. Sube. Baja.
Me sentí mareado por un instante. Era, por mucho, la mejor mamada que me habían dado en la vida. Janneth chupaba como si mi pene fuera el objeto más preciado.
Después de sentir como mi pene pulsaba, respondiendo a su estímulo, se dio cuenta de que había llegado a un nivel de excitación considerable:
- Si sigues así me voy a venir…
- Mmph…
Se sacó mi miembro de la boca un momento, y vi cómo se mojaba el dedo índice de la mano izquierda. Acto seguido, con mi pene completamente dentro de su boca, sentí como su dedo se abría paso en mi ano, que gustoso dejaba entrarla. Una vez que metió su dedo por completo no pude resistir más.
- Aaaaahhhahhahahhhhh!!!
Me vine estruendosamente, y ella aceptaba todo. Con mi pene aún dentro de su boca, un diminuto río de leche escurría desde su paladar y descendía por mi miembro, formando un pequeño charco. Seguía chupando, y yo sentía que moría de placer.
Silencio.
Cuando abrí los ojos, Janneth estaba dormida a mi lado. Vi el reloj. 5:46 am. Cerré los ojos, apaciblemente.
8:36 am
- Buenos días… - Janneth me abrazó, y me dio un beso en la mejilla.
Solo la veo fijamente, con una sonrisa en los labios.
- Me di cuenta que te gustó cuando metí mi dedo en tu ano…
Sentí mi rostro enrojecer agresivamente.
Silencio.
Janneth se recuesta en mi pecho, y toma mi pene en su mano antes de decir:
- Lo que sigue te va a gustar.
Nunca había visto a una mujer con un pene, y la idea al principio no me gustaba mucho, pues aún tenía bastantes prejuicios al respecto. Sin embargo, lo que me atrapó sin duda fue el placer en sus rostros. Cuando su miembro era succionado por otra persona, al venirse estrepitosamente y sobre todas las cosas, al sentir su ano lentamente abrirse para aceptar la entrada de un pene de considerable tamaño.
Naturalmente, me hice adicto a este tipo de pornografía. Pero no sólo eso, además tomé gran interés en la vida de estos seres. Por qué hacían eso, qué pensaban, cómo funcionaba el proceso de conversión, entro muchas otras cosas. Nunca para llevar a cabo algo similar, sino puramente por curiosidad. No pasó mucho tiempo para que comenzara a fantasear con un encuentro con una de estas fascinantes mujeres.
Por supuesto, primero debía explorar mi propio cuerpo. Comencé muy ligeramente, y con mucho cuidado. La mayor ventaja que tenía fue el vivir completamente solo, en tiempos de Universidad, con un departamento completamente a mi disposición. Me preparé muy bien, afeitándome completamente el área de vellos que rodean al ano, así como en los testículos y arriba del pene.
Después de utilizar un enema para limpiar el área de trabajo, me dispuse a untar lubricante a una pequeña zanahoria cubierta con un condón. Acostado en la cama, con las luces apagadas, cerré los ojos y puesto boca abajo, apunté al pequeño intruso a la entrada de mi ano. Empujé muy lentamente, sintiendo como este mundano objeto ahora se convertía en mi primera inserción anal.
Abrí los ojos cuando sentí llegar a la mitad. La dejé ahí un momento, para que mi ano gradualmente aceptara la entrada. Pero mi calentura no pudo aguantar, y comencé a introducir y sacar en movimientos repetidos. La sensación era muy agradable. Noté que mi pene se iba poniendo cada vez más duro, y decidí que era hora de desahogar todo lo que tenía dentro.
Metí la zanahoria todo lo que pude (como un 80%), y la dejé ahí. Posteriormente procedí a manejar mi pene, que, lleno de excitación, no tardó mucho en ponerme tenso. Un chorro muy grande de leche adornó uno de los orgasmos más grandes que había tenido hasta entonces, y en mi mente, sólo ella.
Janneth.
Cabello negro, claramente pintado de rubio, senos operados, figura femenina y labios rojos. Un trasero envidiable. Una mirada atrapante. Y por supuesto, un pene debajo de la ropa ajustada que utiliza en todas sus fotos. Nunca al descubierto, su miembro se mantiene en completa incógnita.
Veo el anuncio varias veces. Una sexoservidora, que se jacta (como todas) de dar el mejor servicio, oral al natural, penetración, etcétera. El paquete completo. $1,000 MXN por hora es la tarifa. Aunque aprecio su anuncio, las fotos y la descripción, en sus ojos veo algo que me llama la atención de forma desmedida. Sin darme cuenta pienso en ella en diversos momentos del día, y frecuentemente la imaginó en donde sea que esté. Las fantasías sexuales acompañan mis noches, y ella es la protagonista de todas.
Desesperado, ideo la forma más seca e impersonal de acercarme a ella. Le envío el siguiente correo:
Para: xxxx@hotmail.com
De: xxxx@gmail.com
Asunto: Quiero conocerte
Hola.
Sé que no me conoces, pero yo a ti sí. Te conozco de fotos, y por tu anuncio solamente. Más que suficiente para decidir enviar este correo, y decirte que deseo verte. Me sentiría verdaderamente honrado si aceptaras que te preparara la cena en mi departamento. No voy a decir nada más de mí, aparte de la foto de mi rostro que viene adjunta. Me cautivas.
CR.
Después de incluir mi información de contacto, presioné enviar.
Los siguientes días pasan lento. Me incorporo a mis actividades habituales, y lentamente olvido que envié el correo, para el que no tenía grandes esperanzas. Sin embargo, un lunes (unos cuatro días después de enviar el correo) mi teléfono sonó de una forma poco habitual. Abrí los ojos y vi el reloj.
3:43 am.
Entre sueños, y cegado por el brillo de la pantalla de mi teléfono, leo el siguiente mensaje:
Te ves lindo, nene. Normalmente no hago esto. Te veo el jueves en la tarde? Estoy libre a partir de las 6. JL.
Abrumado completamente por lo que recién había leído, sólo atiné a contestar lo siguiente:
Claro, te espero en la dirección que viene en el correo. CR.
Los siguientes días me sirvieron para prepararme, física y mentalmente. Hice un plan muy detallado en cuanto a la cena, y compré lo necesario para aprovechar al máximo el tiempo que estaría con ella. Condones, lubricante, afeitada completa, enema para limpieza, camisa limpia.
Viernes, 6:03 pm.
El tiempo pasa lento. Sentado en el sillón, desde las 6 siento que cada minuto tarda una hora en pasar. La tensión es palpable en el espacio vacío. Siento la garganta hirviendo, creo que no voy a aguantar mucho más. Pienso en cancelar cuando, siento pasos en la puerta principal. Toc, toc. Janneth está aquí, y yo sigo sentado en el sillón.
Con prisa me aproximo a la puerta y la abro. Delante de mi se encuentra una mujer promedio, vestida con jeans color azul claro, un suéter rosa y zapatos cafés. Indistinguible en una multitud de gente.
- Hola – sonríe brevemente, mientras se acerca a saludarme con un beso.
- Hola – contesto en voz bajita, apenado hasta los huesos.
Le hago un gesto de entrada, y pasa. Al cerrar la puerta volteo a verla, y poco a poco me voy acostumbrando a su presencia. Resulta ser muy agradable. Pasamos a la cocina, en donde ya está por terminar la preparación de la cena. Me ayuda a picar los últimos vegetales. Hasta ahora, la velada no se distingue de cualquier otra. De repente, me mira seriamente y dice:
Sólo quiero dejar en claro una cosa. No estoy aquí para un servicio – ruborizándose -, vine porque me gustó la foto que me enviaste, y parecías ser un chico amable.
Una vez aclarado el punto, pasamos a la mesa para cenar. Durante la cena le pregunté de todo: de dónde venía, acerca de su transformación, de su familia, sus amigos, y eventualmente, de sus relaciones pasadas. Resulta que, como cualquier persona, su vida sentimental estaba llena de altas y bajas.
- No te voy a mentir – me dice mientras come – dedicarme a tener sexo por dinero ha afectado mucho mi capacidad de tener una relación sana y estable con alguien. Honestamente, incluso dudo que me sea posible a estas alturas.
Conforme la voy conociendo, me voy fijando cada vez más en los pequeños detalles. La manera en la que habla, come, o el cómo me mira cuando escucha. Estoy seguro que ella nota todo esto.
- Nunca habías estado con alguien como yo, verdad?
- No. Es la primera vez.
Sonríe y me mira como una madre que mira a su hijo de cinco años hacer una escultura de lodo. Esa ternura me lastima un poco, pero decido dejar eso para después. Con una fluidez impropia de mi propio ser, al terminar de cenar le ofrezco ir al sillón un momento.
- Mejor, me enseñas tu cuarto? – me mira fijamente – me gusta conocer a la gente, y tu cuarto puede decirme muchas cosas de ti.
La llevo, y a medio camino toma mi mano, lo cual interpreto como una buena señal. Menos mal que acomodé y limpié todo antes de que viniera.
- Guau, me encanta como tienes todo, perfectamente ordenado – me dice al sentarse en la cama – así sí me dan ganas de acostarme aquí. Ven.
Se recuesta y me pide que me acueste a su lado, con un movimiento de su mano. Recostada de lado, me mira y regresamos a platicar de nuestra vida, de nuestras metas. De lo que nos hubiera gustado ser, y lo que nunca seríamos. De la gente que nos ha movido, de la música. Encuentro que es tan fácil platicar con ella, y su risa cada vez me gusta más.
- Cómo fue tu primer beso?
- Equis.
- Tu primera vez?
- Equis. No sabía lo que estaba haciendo.
- Te dolió mucho?
- Sí.
- Fue con alguien mayor?
- Sí. Con un amigo de mi tío. Tenía 34 años.
- Y tu?
- 18.
Silencio.
- Te gusta el sabor del semen?
- Sí.
- Usas protección con tus clientes?
- Siempre.
Silencio.
- Alguna vez has desvirgado a alguien?
- Sí. Muchas veces.
Sonrío, y ella lo nota. Se acerca y me besa suavemente en los labios. Al apartarse me mira y sonríe. Me acerco y comenzamos a besarnos tiernamente, con su mano acariciando mi brazo. Lentamente, sigue besando mis labios, luego mi mejilla, hasta llegar a mi oído izquierdo:
- Voy a chupártela.
Al oír esas palabras, un suspiro escapó mi boca y noté que me encontraba completamente erecto. Con maestría desabrochó mi pantalón, y rápidamente me despojó de toda la ropa que llevaba bajo la camisa. Al ver que estaba completamente depilado, pasó su lengua por sus labios, en señal de antojo.
- Cerré los ojos.
Sentí su respiración, e inmediatamente cómo sus labios se abrían y su boca cubría mi glande por completo, llenándome de calor. Salivaba para bajar, y no tardó mucho en tocar mi pubis con la nariz, con todo mi pene dentro.
Sube. Baja. Sube. Baja. Sube. Baja.
Me sentí mareado por un instante. Era, por mucho, la mejor mamada que me habían dado en la vida. Janneth chupaba como si mi pene fuera el objeto más preciado.
Después de sentir como mi pene pulsaba, respondiendo a su estímulo, se dio cuenta de que había llegado a un nivel de excitación considerable:
- Si sigues así me voy a venir…
- Mmph…
Se sacó mi miembro de la boca un momento, y vi cómo se mojaba el dedo índice de la mano izquierda. Acto seguido, con mi pene completamente dentro de su boca, sentí como su dedo se abría paso en mi ano, que gustoso dejaba entrarla. Una vez que metió su dedo por completo no pude resistir más.
- Aaaaahhhahhahahhhhh!!!
Me vine estruendosamente, y ella aceptaba todo. Con mi pene aún dentro de su boca, un diminuto río de leche escurría desde su paladar y descendía por mi miembro, formando un pequeño charco. Seguía chupando, y yo sentía que moría de placer.
Silencio.
Cuando abrí los ojos, Janneth estaba dormida a mi lado. Vi el reloj. 5:46 am. Cerré los ojos, apaciblemente.
8:36 am
- Buenos días… - Janneth me abrazó, y me dio un beso en la mejilla.
Solo la veo fijamente, con una sonrisa en los labios.
- Me di cuenta que te gustó cuando metí mi dedo en tu ano…
Sentí mi rostro enrojecer agresivamente.
Silencio.
Janneth se recuesta en mi pecho, y toma mi pene en su mano antes de decir:
- Lo que sigue te va a gustar.
1 comentarios - Encuentro con Janneth [Parte 1]