Esta historia pasó en mis tiempos universitarios cuando trabajos, exposiciones y demás cosas las tenía que compartir con otros de mis compañeros de clases. Sin duda, algo que me molestaba bastante era tener que hacer equipo con alguien, era muy responsable de mi tiempo y la mayoría de compañeros y de compañeras eran demasiado desobligados, por lo que que trataba de trabajar siempre sólo. A pesar de ello me llevaba bien con la mayoría de mis compañeros de clase, aunque hubo una compañera con la cual nunca, en toda la carrera, me llevé bien.
Su nombre es Paulina, era la típica hija de papá a la cual nunca le había faltado nada, llegaba en auto último modelo a la facultad, ropa de marca, el último modelo de Iphone, una pendeja tratada como princesa. Su apariencia toda era la de una teen, aparentaba unos quince años, de estatura entre 1.55-160, de eso no pasaba, de unos pechos pequeños, pero un culito pequeño pero respingado, lo mejor que tenía, de piel blanca y cabellos rubios, como dije, la pendeja era una princesa.
En las clases nunca hablábamos hasta que un día la profesora de estadística dejó un trabajo largo a realizar por parejas, además ella era la que iba a formarlas y para mi mala suerte (aunque después descubrí que sería la mejor de las suertes) me había tocado con la princecita. Me dijo que como no le gustaba estar encerrada en la biblioteca de la facultad llena de calor y malos olores me esperaba en su casa a las 7 al día siguiente, así, sin preguntar si podía o no. Ahí sucedió el primer conflicto, le dije que no podía a esa hora ya que tenía entrenamiento de fútbol, me respondió que eso no era de su incumbencia y que si no llegaba a su casa no me incluiría en el trabajo.
Tuve que cancelar mi entrenamiento y llegar a su casa, mejor dicho a su mansión. Estaba en una de las zonas más exclusivas de la ciudad, bastante lejos de mi casa. En verdad era enorme, me hizo pasar su mayordomo y me llevó hasta el estudio donde estaba ella. Esa noche llevaba una playera de tirantes rosa y unos minishorts de licra que dehaban ver que no llevaba nada abajo, se dejaba ver como la licha se le metía un poco en sus labios vaginales, de mala gana le pidió a una de las muchachas del aseo que trajera bocadillos y un par de cervezas, sin tomar mi opinión nuevamente. Me disgustó el tono con el que le habló a la empleada y le recriminé:
- No deberías tratar así a tus empleados, está bien que sea tu familia la que les pagué pero eso no te da derecho a ser majadera
-Estoy pagando por un servicio, no me hacen ningún favor- me contestó casi gritándome.
Saqué mis cosas para comenzar con el trabajo en lo que ella contestaba su celular, empecé sólo el trabajo, lo que quería era terminar rápido e irme a mi casa. Su empleada entró y para su mala suerte se había equivocado en el pedido de la señorita; a lo cual ella le gritó, yo sólo guarde silencio, la empleada apenada salió con la cabeza baja.
Algo se apoderó de mí y le dije:
- tú lo que necesitas es que te den una buena lección de buenos modales, putita.-
- ¿y quién me la va a dar, tú?
Sin contestarle, me quité el cinturón que llevaba, me puse a su espalda y le amarré las manos no sin forcejear un poco con Paulina, ella intentaba golpearme pero al ser más grande y más fuerte pude controlarla. me saqué la playera que llevaba y se la puse en la boca.
-Ahora sí vas a saber cómo comportarte, tremenda pendeja- le dije mientras la apoyaba contra el escritorio a cuatro patas.
Le bajé su short hasta las rodillas, le pegué una nalgada lo más fuerte que pude y al instante su piel blanca se enrojeció dejando marcada mi mano en su nalga. Bajé el cierre de mi pantalón, me saqué la verga, me ensalive un poco la cabeza y el tronco de mi miembro y sin decirle algo más me la empecé a cojer.
Notaba por los ruidos ahogados que emitía que esa primera arremetida le estaba doliendo, extendía las manos y arañaba el escritorio con sus uñas de salón. Poco a poco sentía como iba lubricando y mi verga entraba con mayor facilidad. En un momento de descanso pude ver cómo unas lagrimas caían por sus mejillas. Seguí bombeando por unos diez minutos entre sus gritos ahogados y sus sollozos. Sentía como mis bolas se comenzaban a inflamar queriendo liberar el semen acumulado. Ya no aguanté más, la voltee, la puse frente a mí, pude ver sus ojos rojos por estar llorando y su rimel corrido, y le dije:
- Como has aprendido buenos modales hoy, harás el trabajo sola y lo entregarás por los dos sino voy a contar lo puta que eres y cómo te dejas cojer por cualquiera, puta de mierda. -
Le di una cachetada y la hice que se arrodillara, le di un par de sacudidas a mi verga y solté una cantidad abundante de semen en su rostro y su cabello, tanto que se escurrió hasta su playera. Saqué mi celular de mi bolsa y le tomé una foto así, arrodillada, con la cara completamente enlechada, con los ojos enrojecidos por llorar y el rimel corrido, despeinada, una piltrafa.
Le desamarré las manos, le quité mi playera de la boca, me vestí y agarré mis cosas y salí de su casa. Sólo alcancé a ver cómo se queda así arrodillada, llorando. Al día siguiente, llegó a la clase y sin decir nada me dio el trabajo completo, nos valió un diez para la clase y la felicitación de la profesora.
Así es como se enseña modales a las compañeras odiosas.
Su nombre es Paulina, era la típica hija de papá a la cual nunca le había faltado nada, llegaba en auto último modelo a la facultad, ropa de marca, el último modelo de Iphone, una pendeja tratada como princesa. Su apariencia toda era la de una teen, aparentaba unos quince años, de estatura entre 1.55-160, de eso no pasaba, de unos pechos pequeños, pero un culito pequeño pero respingado, lo mejor que tenía, de piel blanca y cabellos rubios, como dije, la pendeja era una princesa.
En las clases nunca hablábamos hasta que un día la profesora de estadística dejó un trabajo largo a realizar por parejas, además ella era la que iba a formarlas y para mi mala suerte (aunque después descubrí que sería la mejor de las suertes) me había tocado con la princecita. Me dijo que como no le gustaba estar encerrada en la biblioteca de la facultad llena de calor y malos olores me esperaba en su casa a las 7 al día siguiente, así, sin preguntar si podía o no. Ahí sucedió el primer conflicto, le dije que no podía a esa hora ya que tenía entrenamiento de fútbol, me respondió que eso no era de su incumbencia y que si no llegaba a su casa no me incluiría en el trabajo.
Tuve que cancelar mi entrenamiento y llegar a su casa, mejor dicho a su mansión. Estaba en una de las zonas más exclusivas de la ciudad, bastante lejos de mi casa. En verdad era enorme, me hizo pasar su mayordomo y me llevó hasta el estudio donde estaba ella. Esa noche llevaba una playera de tirantes rosa y unos minishorts de licra que dehaban ver que no llevaba nada abajo, se dejaba ver como la licha se le metía un poco en sus labios vaginales, de mala gana le pidió a una de las muchachas del aseo que trajera bocadillos y un par de cervezas, sin tomar mi opinión nuevamente. Me disgustó el tono con el que le habló a la empleada y le recriminé:
- No deberías tratar así a tus empleados, está bien que sea tu familia la que les pagué pero eso no te da derecho a ser majadera
-Estoy pagando por un servicio, no me hacen ningún favor- me contestó casi gritándome.
Saqué mis cosas para comenzar con el trabajo en lo que ella contestaba su celular, empecé sólo el trabajo, lo que quería era terminar rápido e irme a mi casa. Su empleada entró y para su mala suerte se había equivocado en el pedido de la señorita; a lo cual ella le gritó, yo sólo guarde silencio, la empleada apenada salió con la cabeza baja.
Algo se apoderó de mí y le dije:
- tú lo que necesitas es que te den una buena lección de buenos modales, putita.-
- ¿y quién me la va a dar, tú?
Sin contestarle, me quité el cinturón que llevaba, me puse a su espalda y le amarré las manos no sin forcejear un poco con Paulina, ella intentaba golpearme pero al ser más grande y más fuerte pude controlarla. me saqué la playera que llevaba y se la puse en la boca.
-Ahora sí vas a saber cómo comportarte, tremenda pendeja- le dije mientras la apoyaba contra el escritorio a cuatro patas.
Le bajé su short hasta las rodillas, le pegué una nalgada lo más fuerte que pude y al instante su piel blanca se enrojeció dejando marcada mi mano en su nalga. Bajé el cierre de mi pantalón, me saqué la verga, me ensalive un poco la cabeza y el tronco de mi miembro y sin decirle algo más me la empecé a cojer.
Notaba por los ruidos ahogados que emitía que esa primera arremetida le estaba doliendo, extendía las manos y arañaba el escritorio con sus uñas de salón. Poco a poco sentía como iba lubricando y mi verga entraba con mayor facilidad. En un momento de descanso pude ver cómo unas lagrimas caían por sus mejillas. Seguí bombeando por unos diez minutos entre sus gritos ahogados y sus sollozos. Sentía como mis bolas se comenzaban a inflamar queriendo liberar el semen acumulado. Ya no aguanté más, la voltee, la puse frente a mí, pude ver sus ojos rojos por estar llorando y su rimel corrido, y le dije:
- Como has aprendido buenos modales hoy, harás el trabajo sola y lo entregarás por los dos sino voy a contar lo puta que eres y cómo te dejas cojer por cualquiera, puta de mierda. -
Le di una cachetada y la hice que se arrodillara, le di un par de sacudidas a mi verga y solté una cantidad abundante de semen en su rostro y su cabello, tanto que se escurrió hasta su playera. Saqué mi celular de mi bolsa y le tomé una foto así, arrodillada, con la cara completamente enlechada, con los ojos enrojecidos por llorar y el rimel corrido, despeinada, una piltrafa.
Le desamarré las manos, le quité mi playera de la boca, me vestí y agarré mis cosas y salí de su casa. Sólo alcancé a ver cómo se queda así arrodillada, llorando. Al día siguiente, llegó a la clase y sin decir nada me dio el trabajo completo, nos valió un diez para la clase y la felicitación de la profesora.
Así es como se enseña modales a las compañeras odiosas.
2 comentarios - La compañera odiosa termina enlechada
muy bueno
gracias por compartir