Bueno, ya basta de recuerdos. Aun me quedan algunas cosas que contar de mi verano, (como mi siguiente encuentro con el Cholo), pero ahora mismo están sucediendo otras que también merecen contarse.
Por lo pronto les cuento que sigo con Damián, ya no lo considero un amante más, sino como mi segundo marido. No es tan solo el macho que me atiende fuera del lecho conyugal, sino alguien que despierta en mí emociones mucho más intensas que una simple calentura.
No se trata solo de sexo... aunque el sexo sea increíble, sino de algo que trasciende cualquier infidelidad que haya cometido anteriormente. Si no estuviera casada, me casaría con él y le daría media docena de hijos, eso es lo que siento por Damián. Algo que no sentí nunca antes, ni siquiera por mi marido.
Pienso todo el día en él, quiero estar a toda hora con él, no solo cogiendo, sino hablando, riéndonos, compartiendo nuestras tristezas y alegrías, siendo el uno el sostén del otro. Y lo de darle hijos no es una simple ocurrencia, ya tengo uno de Bruno, por quien llegue a sentir algo parecido, aunque no tan intenso, tan persistente, así que ¿porque no embarazarme de alguien que me incita tales sentimientos?
Estamos en su casa. Acabamos de echarnos un polvo maravilloso, como todos los que compartimos. Me acaricio el vientre, sintiendo la efusividad del semen licuándose en mi interior. Por una vez desearía que los anticonceptivos fallaran y quedar preñada de ese hombre que me resulta tan adictivo.
-No quisiera tener que irme- le digo, volviéndome hacia él y acariciándole el pecho.
-No te vayas- me dice prendiendo un cigarrillo.
-No es tan fácil- le recuerdo.
-Es muy fácil- insiste -Te quedás, pedimos pizza, cogemos toda la noche, y mañana te vas a laburar desde acá, ¿que te parece?-
-Jajaja... muy tentador- me río.
-¿Entonces... pido la pizza?- se entusiasma.
-Antes me gustaría preguntarte algo- repongo.
-¿Que cosa?- se interesa.
-Si me quedo, pero no cogemos, solo dormimos juntos, ¿sería lo mismo para vos?- le pregunto.
-Con tal de estar al lado tuyo, princesa- asiente.
-¡Sos un amor!- lo beso apasionadamente, y le digo: -Pedí la pizza, que voy pensando como hago para zafar de mi marido -
Otro beso, me levanto y me voy al baño, llevando conmigo el celular. Me doy primero una ducha, para refrescarme y pensar una coartada. Finalmente se me ocurre llamar a una amiga, una que está en la misma que yo.
-Hola negra, necesito que me hagas un favor enorme- le pido al llamarla.
Claro que tuve que contarle en dónde y con quien estaba.
-¡Boluda! Jamás hubiera sospechado que tenías un amante... ¡Sos de las mías... jajaja!- se ríe.
-Por eso te llamo, ¿me vas a ayudar?- la apuro.
-Sí, claro, pero viste cómo es esto, ¿no?, hoy por tí, mañana por mí- me aclara.
-Si me ayudás con ésta te voy a estar en deuda, obvio- le aseguro.
-Ok, decime que tengo que hacer- acepta.
El asunto era bien simple, mi amiga tiene dos hijos pequeños, por lo que se me ocurrió que uno de ellos podría "enfermarse" y ella solicitar mi ayuda para cuidar en su casa al otro mientras lleva al primero al médico.
El marido de mi amiga es Director Técnico de un equipo de fútbol, y según tenía entendido, esa semana había viajado al interior del País a disputar un encuentro del campeonato, por lo que no había con quien dejar a su hijo y no iba a andar con los dos a cuesta, ¿no? Para eso están las amigas, para apoyarse en "momentos" como ese.
La cuestión es que ésta amiga, fabricante de cuernos igual que yo, suele aprovechar los partidos que juega el equipo de su marido en otras provincias para encontrarse con su amante y sacarle viruta a las patas de su propia cama. Ella misma me había contado tiempo atrás sobre su macho. Era un vecino, alguien que vivía en el edificio frente al suyo. Cuando estaba disponible, mandaba los chicos a lo de su hermana, colgaba una toalla emblemática en el balcón, señal que solo ellos dos conocían, y él entraba como Pancho por su casa. Se la garchaba, le daba lo que ella necesitaba, y chau, si te conozco, no me acuerdo. No había besos ni caricias, solo sexo. "Los besos son para mi marido", solía decirle ella. Eso era algo que yo no entendía, a mí me encanta besar, es lo que más me gusta, sobre todo los besos de lengua, profundos, calientes, jugosos, por eso no llegaba a entender que pudiera tener sexo sin dar siquiera un solo beso, pero bueno, cada loca con su tema. Lo importante es que estaba dispuesta a ayudarme.
Tal como quedamos llama a mi casa y le pide a mi marido hablar conmigo. Obvio que le dice que no estoy. Entonces le cuenta lo que le pasa, su hijo mayor se puso mal, tiene que llevarlo al médico, y no tiene con quien dejar al más chico, por lo que había pensado en mí para hacerle la gamba.
-Llamala al celular- le sugiere mi marido.
-Sí, tenés razón, tendría que haber empezado por ahí- le da las gracias y cuelga.
La primera parte del plan ya está en marcha. Ahora me toca a mí. Al rato llamo a mi marido y le cuento mi historia:
"Me llamó la Negra justo cuando salía de la oficina... me pidió que fuera a su casa, no sé qué problema tiene con los chicos... parece que están enfermos". Él me cuenta que también lo había llamado.
"Si, me dijo... voy para allá y te cuento... dale, un beso".
Salgo del baño envuelta en una toalla, y le cuento a Damián la buena nueva, vamos a pasar la noche juntos.
-¡La pizza ya está en camino!- me dice esbozando una sonrisa -Y las cervezas también- agrega palmeándome suavemente la cola cuando me acerco para besarlo.
No me pregunta el "cómo", no se mete en eso, solo le interesa disfrutarme el mayor tiempo posible, igual que yo.
Termino de secarme, me pongo a modo de pijama una camisa de mi macho, sin nada debajo, y tras dejar pasar un rato vuelvo a llamar a mi marido, supuestamente desde la casa de mi amiga. Le cuento la otra parte de la historia, el nene más grande se puso mal y tuvo que llevarlo al médico, por lo que me iba a quedar cuidando al más chico, que no se preocupara, que en cuanto volviera de la clínica, me iba a casa.
-¿Querés que vaya con el Ro?- me sugiere.
-No- niego tajantemente -No sabemos que puede llegar a tener, el virus puede estar revoloteando acá dentro, y ya sabes cómo son los chicos, se pescan cualquier cosa, mejor no correr riesgos-
-Sí, mejor- coincide.
"Si, mejor", suspiro aliviada.
Por si las moscas mi amiga desvía las llamadas a su casa hacia su celular, así que si quiere hablarme mi marido tendrá que llamarme al mío.
-Te mantengo al tanto... si, ojala no sea nada... un beso... no, el mío es más grande... chau, yo también te quiero- cuando corto la llamada, la pizza ya está en la mesa.
Brindamos chocando las latas de cerveza bien heladas y comemos. Estamos ahí sentados por casi dos horas, hablando, contándonos nuestras cosas, riéndonos de chistes tontos, hasta que me acuerdo de llamar a mi marido. Le digo, o mejor dicho, le miento que mi amiga todavía está en el médico y que por lo que parece voy a tener que quedarme a dormir en su casa, ya que se está haciendo tarde.
-No hay problema- acepta mi marido -Ella haría lo mismo por nosotros-
-Sí, eso es verdad- coincido con él.
Nos despedimos con besos y frases de amor, prometiendo volver a hablar en algún momento de la noche.
-Chau mi amor, un beso para el Ro y otro para vos... no, yo te quiero más... mucho más... jajaja... chau...-
Mientras hablaba con mi marido, Damián ya había levantado la mesa y se encontraba lavando los platos en la pileta.
-Dejá que yo lo hago- le digo, sacándole el plato de la mano y comenzando a lavarlo.
Él se queda a un costado, mirándome.
-¿Qué?- le pregunto -¿Tengo monos en la cara?-
-Te queda muy bien esa camisa- me susurra al oído, poniéndose ahora detrás de mí.
Siento el bulto de su entrepierna apoyarse entre mis glúteos, empujando, haciéndome sentir la delicia de esa divinidad encarnada. Me toma de la cintura, y me arrincona todavía más contra la pileta. Dejo caer el plato y suelto un exaltado suspiro de placer, restregándome yo misma contra su ya abultada y prepotente bragueta.
-¡Cogeme...!- le pido entre suspiros -¡Cogeme acá de parada!-
No me responde, pero enseguida siento sus manos subiendo por la sinuosidad de mi cuerpo hasta aferrarse de mis pechos. Me los amasa, me los aprieta, me retuerce los pezones que ya me duelen de tan duros que se pusieron. Me desabotona entonces la camisa y me la saca, dejándome completamente desnuda entre su cuerpo y la pileta. A continuación se baja el cierre del pantalón, no lo veo pero intuyo el momento. Levanto una pierna y la pongo encima de la mesada, ofreciéndole el mejor acceso a mi cuerpo.
Pero antes de entrar en mí, se agacha y me agarra de las nalgas, me las palmea, me las estruja, mete la cara entre ellas y me pasa la lengua por toda la zanja del culo. Me puntea apenas el agujero, para luego bajar y darme una soberana chupada de concha. Me aplasta el clítoris con la lengua, me lo chupa, me lo lame, me lo muerde, provocando que la humedad se extienda por toda esa parte de mi cuerpo. Tiemblo, tirito de placer.
-¡Soy tuya... toda tuya...!- le digo en un susurro apenas audible.
Me da una última lengüeteada y se levanta. Siento su erección rozándome las nalgas, recorriendo la zanja que se abre presta y solícita ante su presencia. Con una mano se agarra la verga y la guía hacia su objetivo natural... un jadeo escapa de entre mis labios cuando siento la deliciosa invasión. No se apura, me mete apenas la cabeza y me la deja ahí, haciéndome desear todo el resto.
-¡Dámela... dámela toda!- le pido con desesperación, tratando incluso de ensartármela yo misma, pero él no me deja, me mantiene alejada, contentándome con ese pedazo que me resulta insuficiente. Se lo pido de nuevo, se lo ruego, se lo imploro.
-¡Dale... cogeme... no seas malo... dámela... dámela toda...!- le digo casi sollozando de ganas, hasta que por fin parece apiadarse de mí y me mete todo el resto, arrancándome un gemido aún más profundo y ahogado.
Me agarra del pelo y me sacude de lo lindo. Dentro y fuera, dentro y fuera. Ahora sí, me mojo con ganas, meándome del gusto sobre esa verga de ensueño que parece estar hecha a mi propia medida. Llevo los brazos hacia atrás, le rodeo el cuello y lo atraigo hacia mí para besarlo con pasión y desenfreno, le como la boca mientras lo siento palpitar en mi interior. Entonces me empuja hacia adelante, me inclina sobre la mesada, y arremete con toda su hombría. Me coge como si quisiera llegarme a algún rincón que no haya visitado antes. Yo chocha de la vida, que más quiero que me la de así de fuerte, con esa furia, con ese ímpetu, con la testosterona a flor de piel. Me sacude toda con cada pijazo, aplastándose las bolas con mis nalgas cada vez que me llega al fondo. Entra y sale, entra y sale, me bombea sin pausa, inyectándome la esencia de la vida cuando acaba en medio de estruendosos rugidos. Acabo con él, igual de escandalosa y apasionada.
-¡Mmmm... ahhhhh... me parece que vamos a tener una noche muy intensa...!- le digo entre suspiros, restregándome plácidamente contra su cuerpo.
-¿No dijiste que te quedabas solo a dormir, no a garchar?- me recuerda burlonamente.
-¿Eso dije? ¿Y te parece que hablaba en serio?- replico y dándome la vuelta me cuelgo de su cuello y le vuelvo a comer la boca con furor y frenesí.
-Cada vez me cogés mejor, ¿te parece que me puedo privar de eso?- le digo acariciando tiernamente su ya alicaída erección.
La tiene mojada con el semen que acaba de inyectarme y de mi propio flujo. Le paso un par de dedos por encima, untando un poco de esa mezcla prodigiosa, y llevándola a mi boca, me chupo los dedos con avidez. Me agarra con las dos manos de la cara y me besa con fruición, un beso caliente, jugoso y profundo que me estremece el corazón.
-¡Como me calentás, guacha!- me dice luego, con la saliva de uno humedeciendo los labios del otro.
Nos tomamos otra cerveza y nos vamos a la cama. Charlamos un rato de bueyes perdidos, hasta que al estar acostados juntos, casi desnudos, los besos y arrumacos no se hicieron esperar. En un pestañeo ya estoy chupándole la pija, succionando con fuerza ese imponente trozo que vuelve a endurecerse como si estuviera cincelado en amianto. Me la como hasta más no poder, llenándome la boca con su carne, disfrutando del juguito que suelta y que le empapa hasta los huevos. Pero no soy yo la única que chupa, ya que poniéndonos en un excitante 69 ambos disfrutamos de la sexualidad del otro.
Chupar mientras te la chupan es el doble de placentero, sentir la lengua de tu hombre inmiscuirse por los recodos de tu conchita, mientras la tuya se desliza por sus propios atributos es el sumun del placer. El pináculo del sexo.
Él está de espalda y yo encima, por lo que cuando ya no aguanta más, se sale de abajo y manteniéndome así en cuatro, me la manda a guardar hasta lo más profundo de un solo empujón. En esos momentos, mientras me coge, no soy su puta, ni siquiera su amante, soy su mujer, plenamente y por derecho. Me siento suya en todo sentido, en cuerpo, alma y espíritu, y esos bombazos a los que me somete no hacen más que ratificar esa sensación de pertenencia.
Me la saca de la concha, me la pasea por toda la cola y me apunta ahora al culito.
-¡Si... siiii... siiiiiiiiiiiii...!- exclamo en medio de un bramido al sentir la punta de su verga presionando en mi orificio más estrecho... bah, lo de estrecho es relativo, antes lo tenía estrecho, cuando era una niña, ahora cuando siente una pija se me abre como flor en primavera... jaja.
Me agarra de los brazos, manteniéndome con el torso levantado, y me revienta a pijazos, regalándome una culeada maravillosa, de excepción. Las tetas se me sacuden de un lado a otro a causa de las embestidas con que me arremete. Me suelta los brazos, haciéndome caer de cara contra el colchón, y dejándome con el culo bien levantado, de modo que se yergue sobre sus piernas, y montándose prácticamente sobre mis ancas, me hace aún más profundo ese surco que su verga conoce tan bien. Me la mete bien adentro, hasta los pelos, reventándome las vísceras con cada golpe. Me culea hasta que está a punto de soltar su carga, entonces me la saca del culo, y vuelve a darme por la concha. Unas cuantas arremetidas más y de nuevo me acaba adentro, de nuevo riega mi interior con la gratificante esencia de la vida, con la simiente de nuestra lujuria que se licúa densamente con mis propios fluidos de placer.
Luego del polvo nos quedamos dormidos, abrazados, de cucharita, él rodeándome con sus delgados aunque vigorosos brazos. No me enjuago ni nada, me duermo así, con su leche burbujeando en mi interior. Aunque se lo había prometido, no llamo a mi marido, ni él me llama a mí.
Al despertarnos un mañanero rapidito, lo despierto con besos y caricias, caricias sobre todo a esa parte de su cuerpo que sabe responder tan bien a mis requerimientos. Me le subo encima y me la acomodo adentro, moviéndome acompasadamente, de atrás hacia adelante, hacia los costados, cogiéndolo a mi propio ritmo, disfrutando las delicias del sexo conyugal, aunque no con mi marido. No quisiera que termine nunca, quisiera quedarme por siempre ahí arriba, subida a ese pedestal en donde tan cómoda me siento. Pero lo bueno nunca es eterno...
Me vuelve a llenar con una nueva y cuantiosa descarga, y a ducharnos juntos.
Al salir del baño, llamo a casa. Digo lo que ya había convenido con mi amiga, que lo del hijo solo había sido una fiebre, nada de gravedad.
-Perdona que no te haya llamado, pero me quede dormido- se disculpa mi marido.
-Sí, yo también... jaja (después de coger como una descosida), pero bueno, no paso de un susto-
-¿Y ahora que vas a hacer?- me pregunta.
-Y me voy a trabajar desde acá, si voy a casa llego a la oficina como al mediodía. Voy a extrañar al Ro pero no me queda otra- respondo viendo que ya eran pasadas las siete.
-Tenés razón, nos vemos a la noche entonces- se despide.
-Hasta la noche, te quiero- me despido yo sintiendo la mano de Damián acariciándome el culo.
De la casa de mi segundo marido me voy directo al trabajo. Viajo con Damián en el mismo colectivo, hasta que él se baja en donde tiene que ver un trabajo. Nos despedimos con un beso, prometiendo hablarnos más tarde. Llego a la oficina, dejo la cartera en mi escritorio y me preparo un café.
-Bueno, bueno, parece que dormimos fuera de casa. ¿Estoy errada si pienso que no pernoctaste con tu marido?- me dice una de mis compañeras al pasar por mi lado.
Recién entonces me doy cuenta que estoy con la misma ropa del día anterior y con el cabello todavía húmedo por la ducha que acabo de darme en casa de Damián.
-Sí, estás errada- replico tras un breve titubeo.
-Jaja- se ríe con sorna -No solo venís con la misma ropa de ayer, sino que estas con una carita de bien garchada... y garchada no por un marido, te lo digo con conocimiento de causa-
-Disculpame pero tengo que trabajar- le digo y me voy con mi café a mi escritorio.
Me siento, bebo un sorbo, saco de mi cartera el espejito que uso para maquillarme y me miro. El brillo en los ojos, el rubor en las mejillas, la sonrisa que me sale sin que la fuerce... mi compañera tiene razón. Pero hay algo más, algo de lo que ella no supo darse cuenta, pero yo sí, no solo estoy con cara de bien cogida, sino también de enamorada. Ya no puedo negarlo ni ocultarlo.
Agarro el celular y le mando un mensaje a Damián, solo dos palabras: "Te amo". Recién entonces me pongo a trabajar.
Por lo pronto les cuento que sigo con Damián, ya no lo considero un amante más, sino como mi segundo marido. No es tan solo el macho que me atiende fuera del lecho conyugal, sino alguien que despierta en mí emociones mucho más intensas que una simple calentura.
No se trata solo de sexo... aunque el sexo sea increíble, sino de algo que trasciende cualquier infidelidad que haya cometido anteriormente. Si no estuviera casada, me casaría con él y le daría media docena de hijos, eso es lo que siento por Damián. Algo que no sentí nunca antes, ni siquiera por mi marido.
Pienso todo el día en él, quiero estar a toda hora con él, no solo cogiendo, sino hablando, riéndonos, compartiendo nuestras tristezas y alegrías, siendo el uno el sostén del otro. Y lo de darle hijos no es una simple ocurrencia, ya tengo uno de Bruno, por quien llegue a sentir algo parecido, aunque no tan intenso, tan persistente, así que ¿porque no embarazarme de alguien que me incita tales sentimientos?
Estamos en su casa. Acabamos de echarnos un polvo maravilloso, como todos los que compartimos. Me acaricio el vientre, sintiendo la efusividad del semen licuándose en mi interior. Por una vez desearía que los anticonceptivos fallaran y quedar preñada de ese hombre que me resulta tan adictivo.
-No quisiera tener que irme- le digo, volviéndome hacia él y acariciándole el pecho.
-No te vayas- me dice prendiendo un cigarrillo.
-No es tan fácil- le recuerdo.
-Es muy fácil- insiste -Te quedás, pedimos pizza, cogemos toda la noche, y mañana te vas a laburar desde acá, ¿que te parece?-
-Jajaja... muy tentador- me río.
-¿Entonces... pido la pizza?- se entusiasma.
-Antes me gustaría preguntarte algo- repongo.
-¿Que cosa?- se interesa.
-Si me quedo, pero no cogemos, solo dormimos juntos, ¿sería lo mismo para vos?- le pregunto.
-Con tal de estar al lado tuyo, princesa- asiente.
-¡Sos un amor!- lo beso apasionadamente, y le digo: -Pedí la pizza, que voy pensando como hago para zafar de mi marido -
Otro beso, me levanto y me voy al baño, llevando conmigo el celular. Me doy primero una ducha, para refrescarme y pensar una coartada. Finalmente se me ocurre llamar a una amiga, una que está en la misma que yo.
-Hola negra, necesito que me hagas un favor enorme- le pido al llamarla.
Claro que tuve que contarle en dónde y con quien estaba.
-¡Boluda! Jamás hubiera sospechado que tenías un amante... ¡Sos de las mías... jajaja!- se ríe.
-Por eso te llamo, ¿me vas a ayudar?- la apuro.
-Sí, claro, pero viste cómo es esto, ¿no?, hoy por tí, mañana por mí- me aclara.
-Si me ayudás con ésta te voy a estar en deuda, obvio- le aseguro.
-Ok, decime que tengo que hacer- acepta.
El asunto era bien simple, mi amiga tiene dos hijos pequeños, por lo que se me ocurrió que uno de ellos podría "enfermarse" y ella solicitar mi ayuda para cuidar en su casa al otro mientras lleva al primero al médico.
El marido de mi amiga es Director Técnico de un equipo de fútbol, y según tenía entendido, esa semana había viajado al interior del País a disputar un encuentro del campeonato, por lo que no había con quien dejar a su hijo y no iba a andar con los dos a cuesta, ¿no? Para eso están las amigas, para apoyarse en "momentos" como ese.
La cuestión es que ésta amiga, fabricante de cuernos igual que yo, suele aprovechar los partidos que juega el equipo de su marido en otras provincias para encontrarse con su amante y sacarle viruta a las patas de su propia cama. Ella misma me había contado tiempo atrás sobre su macho. Era un vecino, alguien que vivía en el edificio frente al suyo. Cuando estaba disponible, mandaba los chicos a lo de su hermana, colgaba una toalla emblemática en el balcón, señal que solo ellos dos conocían, y él entraba como Pancho por su casa. Se la garchaba, le daba lo que ella necesitaba, y chau, si te conozco, no me acuerdo. No había besos ni caricias, solo sexo. "Los besos son para mi marido", solía decirle ella. Eso era algo que yo no entendía, a mí me encanta besar, es lo que más me gusta, sobre todo los besos de lengua, profundos, calientes, jugosos, por eso no llegaba a entender que pudiera tener sexo sin dar siquiera un solo beso, pero bueno, cada loca con su tema. Lo importante es que estaba dispuesta a ayudarme.
Tal como quedamos llama a mi casa y le pide a mi marido hablar conmigo. Obvio que le dice que no estoy. Entonces le cuenta lo que le pasa, su hijo mayor se puso mal, tiene que llevarlo al médico, y no tiene con quien dejar al más chico, por lo que había pensado en mí para hacerle la gamba.
-Llamala al celular- le sugiere mi marido.
-Sí, tenés razón, tendría que haber empezado por ahí- le da las gracias y cuelga.
La primera parte del plan ya está en marcha. Ahora me toca a mí. Al rato llamo a mi marido y le cuento mi historia:
"Me llamó la Negra justo cuando salía de la oficina... me pidió que fuera a su casa, no sé qué problema tiene con los chicos... parece que están enfermos". Él me cuenta que también lo había llamado.
"Si, me dijo... voy para allá y te cuento... dale, un beso".
Salgo del baño envuelta en una toalla, y le cuento a Damián la buena nueva, vamos a pasar la noche juntos.
-¡La pizza ya está en camino!- me dice esbozando una sonrisa -Y las cervezas también- agrega palmeándome suavemente la cola cuando me acerco para besarlo.
No me pregunta el "cómo", no se mete en eso, solo le interesa disfrutarme el mayor tiempo posible, igual que yo.
Termino de secarme, me pongo a modo de pijama una camisa de mi macho, sin nada debajo, y tras dejar pasar un rato vuelvo a llamar a mi marido, supuestamente desde la casa de mi amiga. Le cuento la otra parte de la historia, el nene más grande se puso mal y tuvo que llevarlo al médico, por lo que me iba a quedar cuidando al más chico, que no se preocupara, que en cuanto volviera de la clínica, me iba a casa.
-¿Querés que vaya con el Ro?- me sugiere.
-No- niego tajantemente -No sabemos que puede llegar a tener, el virus puede estar revoloteando acá dentro, y ya sabes cómo son los chicos, se pescan cualquier cosa, mejor no correr riesgos-
-Sí, mejor- coincide.
"Si, mejor", suspiro aliviada.
Por si las moscas mi amiga desvía las llamadas a su casa hacia su celular, así que si quiere hablarme mi marido tendrá que llamarme al mío.
-Te mantengo al tanto... si, ojala no sea nada... un beso... no, el mío es más grande... chau, yo también te quiero- cuando corto la llamada, la pizza ya está en la mesa.
Brindamos chocando las latas de cerveza bien heladas y comemos. Estamos ahí sentados por casi dos horas, hablando, contándonos nuestras cosas, riéndonos de chistes tontos, hasta que me acuerdo de llamar a mi marido. Le digo, o mejor dicho, le miento que mi amiga todavía está en el médico y que por lo que parece voy a tener que quedarme a dormir en su casa, ya que se está haciendo tarde.
-No hay problema- acepta mi marido -Ella haría lo mismo por nosotros-
-Sí, eso es verdad- coincido con él.
Nos despedimos con besos y frases de amor, prometiendo volver a hablar en algún momento de la noche.
-Chau mi amor, un beso para el Ro y otro para vos... no, yo te quiero más... mucho más... jajaja... chau...-
Mientras hablaba con mi marido, Damián ya había levantado la mesa y se encontraba lavando los platos en la pileta.
-Dejá que yo lo hago- le digo, sacándole el plato de la mano y comenzando a lavarlo.
Él se queda a un costado, mirándome.
-¿Qué?- le pregunto -¿Tengo monos en la cara?-
-Te queda muy bien esa camisa- me susurra al oído, poniéndose ahora detrás de mí.
Siento el bulto de su entrepierna apoyarse entre mis glúteos, empujando, haciéndome sentir la delicia de esa divinidad encarnada. Me toma de la cintura, y me arrincona todavía más contra la pileta. Dejo caer el plato y suelto un exaltado suspiro de placer, restregándome yo misma contra su ya abultada y prepotente bragueta.
-¡Cogeme...!- le pido entre suspiros -¡Cogeme acá de parada!-
No me responde, pero enseguida siento sus manos subiendo por la sinuosidad de mi cuerpo hasta aferrarse de mis pechos. Me los amasa, me los aprieta, me retuerce los pezones que ya me duelen de tan duros que se pusieron. Me desabotona entonces la camisa y me la saca, dejándome completamente desnuda entre su cuerpo y la pileta. A continuación se baja el cierre del pantalón, no lo veo pero intuyo el momento. Levanto una pierna y la pongo encima de la mesada, ofreciéndole el mejor acceso a mi cuerpo.
Pero antes de entrar en mí, se agacha y me agarra de las nalgas, me las palmea, me las estruja, mete la cara entre ellas y me pasa la lengua por toda la zanja del culo. Me puntea apenas el agujero, para luego bajar y darme una soberana chupada de concha. Me aplasta el clítoris con la lengua, me lo chupa, me lo lame, me lo muerde, provocando que la humedad se extienda por toda esa parte de mi cuerpo. Tiemblo, tirito de placer.
-¡Soy tuya... toda tuya...!- le digo en un susurro apenas audible.
Me da una última lengüeteada y se levanta. Siento su erección rozándome las nalgas, recorriendo la zanja que se abre presta y solícita ante su presencia. Con una mano se agarra la verga y la guía hacia su objetivo natural... un jadeo escapa de entre mis labios cuando siento la deliciosa invasión. No se apura, me mete apenas la cabeza y me la deja ahí, haciéndome desear todo el resto.
-¡Dámela... dámela toda!- le pido con desesperación, tratando incluso de ensartármela yo misma, pero él no me deja, me mantiene alejada, contentándome con ese pedazo que me resulta insuficiente. Se lo pido de nuevo, se lo ruego, se lo imploro.
-¡Dale... cogeme... no seas malo... dámela... dámela toda...!- le digo casi sollozando de ganas, hasta que por fin parece apiadarse de mí y me mete todo el resto, arrancándome un gemido aún más profundo y ahogado.
Me agarra del pelo y me sacude de lo lindo. Dentro y fuera, dentro y fuera. Ahora sí, me mojo con ganas, meándome del gusto sobre esa verga de ensueño que parece estar hecha a mi propia medida. Llevo los brazos hacia atrás, le rodeo el cuello y lo atraigo hacia mí para besarlo con pasión y desenfreno, le como la boca mientras lo siento palpitar en mi interior. Entonces me empuja hacia adelante, me inclina sobre la mesada, y arremete con toda su hombría. Me coge como si quisiera llegarme a algún rincón que no haya visitado antes. Yo chocha de la vida, que más quiero que me la de así de fuerte, con esa furia, con ese ímpetu, con la testosterona a flor de piel. Me sacude toda con cada pijazo, aplastándose las bolas con mis nalgas cada vez que me llega al fondo. Entra y sale, entra y sale, me bombea sin pausa, inyectándome la esencia de la vida cuando acaba en medio de estruendosos rugidos. Acabo con él, igual de escandalosa y apasionada.
-¡Mmmm... ahhhhh... me parece que vamos a tener una noche muy intensa...!- le digo entre suspiros, restregándome plácidamente contra su cuerpo.
-¿No dijiste que te quedabas solo a dormir, no a garchar?- me recuerda burlonamente.
-¿Eso dije? ¿Y te parece que hablaba en serio?- replico y dándome la vuelta me cuelgo de su cuello y le vuelvo a comer la boca con furor y frenesí.
-Cada vez me cogés mejor, ¿te parece que me puedo privar de eso?- le digo acariciando tiernamente su ya alicaída erección.
La tiene mojada con el semen que acaba de inyectarme y de mi propio flujo. Le paso un par de dedos por encima, untando un poco de esa mezcla prodigiosa, y llevándola a mi boca, me chupo los dedos con avidez. Me agarra con las dos manos de la cara y me besa con fruición, un beso caliente, jugoso y profundo que me estremece el corazón.
-¡Como me calentás, guacha!- me dice luego, con la saliva de uno humedeciendo los labios del otro.
Nos tomamos otra cerveza y nos vamos a la cama. Charlamos un rato de bueyes perdidos, hasta que al estar acostados juntos, casi desnudos, los besos y arrumacos no se hicieron esperar. En un pestañeo ya estoy chupándole la pija, succionando con fuerza ese imponente trozo que vuelve a endurecerse como si estuviera cincelado en amianto. Me la como hasta más no poder, llenándome la boca con su carne, disfrutando del juguito que suelta y que le empapa hasta los huevos. Pero no soy yo la única que chupa, ya que poniéndonos en un excitante 69 ambos disfrutamos de la sexualidad del otro.
Chupar mientras te la chupan es el doble de placentero, sentir la lengua de tu hombre inmiscuirse por los recodos de tu conchita, mientras la tuya se desliza por sus propios atributos es el sumun del placer. El pináculo del sexo.
Él está de espalda y yo encima, por lo que cuando ya no aguanta más, se sale de abajo y manteniéndome así en cuatro, me la manda a guardar hasta lo más profundo de un solo empujón. En esos momentos, mientras me coge, no soy su puta, ni siquiera su amante, soy su mujer, plenamente y por derecho. Me siento suya en todo sentido, en cuerpo, alma y espíritu, y esos bombazos a los que me somete no hacen más que ratificar esa sensación de pertenencia.
Me la saca de la concha, me la pasea por toda la cola y me apunta ahora al culito.
-¡Si... siiii... siiiiiiiiiiiii...!- exclamo en medio de un bramido al sentir la punta de su verga presionando en mi orificio más estrecho... bah, lo de estrecho es relativo, antes lo tenía estrecho, cuando era una niña, ahora cuando siente una pija se me abre como flor en primavera... jaja.
Me agarra de los brazos, manteniéndome con el torso levantado, y me revienta a pijazos, regalándome una culeada maravillosa, de excepción. Las tetas se me sacuden de un lado a otro a causa de las embestidas con que me arremete. Me suelta los brazos, haciéndome caer de cara contra el colchón, y dejándome con el culo bien levantado, de modo que se yergue sobre sus piernas, y montándose prácticamente sobre mis ancas, me hace aún más profundo ese surco que su verga conoce tan bien. Me la mete bien adentro, hasta los pelos, reventándome las vísceras con cada golpe. Me culea hasta que está a punto de soltar su carga, entonces me la saca del culo, y vuelve a darme por la concha. Unas cuantas arremetidas más y de nuevo me acaba adentro, de nuevo riega mi interior con la gratificante esencia de la vida, con la simiente de nuestra lujuria que se licúa densamente con mis propios fluidos de placer.
Luego del polvo nos quedamos dormidos, abrazados, de cucharita, él rodeándome con sus delgados aunque vigorosos brazos. No me enjuago ni nada, me duermo así, con su leche burbujeando en mi interior. Aunque se lo había prometido, no llamo a mi marido, ni él me llama a mí.
Al despertarnos un mañanero rapidito, lo despierto con besos y caricias, caricias sobre todo a esa parte de su cuerpo que sabe responder tan bien a mis requerimientos. Me le subo encima y me la acomodo adentro, moviéndome acompasadamente, de atrás hacia adelante, hacia los costados, cogiéndolo a mi propio ritmo, disfrutando las delicias del sexo conyugal, aunque no con mi marido. No quisiera que termine nunca, quisiera quedarme por siempre ahí arriba, subida a ese pedestal en donde tan cómoda me siento. Pero lo bueno nunca es eterno...
Me vuelve a llenar con una nueva y cuantiosa descarga, y a ducharnos juntos.
Al salir del baño, llamo a casa. Digo lo que ya había convenido con mi amiga, que lo del hijo solo había sido una fiebre, nada de gravedad.
-Perdona que no te haya llamado, pero me quede dormido- se disculpa mi marido.
-Sí, yo también... jaja (después de coger como una descosida), pero bueno, no paso de un susto-
-¿Y ahora que vas a hacer?- me pregunta.
-Y me voy a trabajar desde acá, si voy a casa llego a la oficina como al mediodía. Voy a extrañar al Ro pero no me queda otra- respondo viendo que ya eran pasadas las siete.
-Tenés razón, nos vemos a la noche entonces- se despide.
-Hasta la noche, te quiero- me despido yo sintiendo la mano de Damián acariciándome el culo.
De la casa de mi segundo marido me voy directo al trabajo. Viajo con Damián en el mismo colectivo, hasta que él se baja en donde tiene que ver un trabajo. Nos despedimos con un beso, prometiendo hablarnos más tarde. Llego a la oficina, dejo la cartera en mi escritorio y me preparo un café.
-Bueno, bueno, parece que dormimos fuera de casa. ¿Estoy errada si pienso que no pernoctaste con tu marido?- me dice una de mis compañeras al pasar por mi lado.
Recién entonces me doy cuenta que estoy con la misma ropa del día anterior y con el cabello todavía húmedo por la ducha que acabo de darme en casa de Damián.
-Sí, estás errada- replico tras un breve titubeo.
-Jaja- se ríe con sorna -No solo venís con la misma ropa de ayer, sino que estas con una carita de bien garchada... y garchada no por un marido, te lo digo con conocimiento de causa-
-Disculpame pero tengo que trabajar- le digo y me voy con mi café a mi escritorio.
Me siento, bebo un sorbo, saco de mi cartera el espejito que uso para maquillarme y me miro. El brillo en los ojos, el rubor en las mejillas, la sonrisa que me sale sin que la fuerce... mi compañera tiene razón. Pero hay algo más, algo de lo que ella no supo darse cuenta, pero yo sí, no solo estoy con cara de bien cogida, sino también de enamorada. Ya no puedo negarlo ni ocultarlo.
Agarro el celular y le mando un mensaje a Damián, solo dos palabras: "Te amo". Recién entonces me pongo a trabajar.
17 comentarios - Después del verano...
Qué podés perder..? a tu marido, solamente... pero la felicidad que tenes encima, no te la quita nadie....
un beso grande atorrantita hermosa 😘 😘 😘
Que gran verdad, glorioso y delicioso 69...jajaja
El sexo es exquisito en todas sus formas, y cuando hay amor es aún más exquisito y placentero, y tu lo describes muy bien en el relato Mary!!
Buenisimo como siempre el post querida, y yo sigo en este camino de disfrutar el leer todos tus "aventuras pasadas"...jajaja Besotes linda!!💋