Creo que de todos los relatos que voy a compartir con ustedes, este es el más espeluznante. Aunque visto a la distancia, también representó el momento más caliente de mi vida.
Faltaba una semana para casarme con Mariana. La fiesta la organizamos bastante a pulmón, y mi viejo me llevó con su auto, que es más grande que el mío, a comprar los vinos y el champagne. Volvíamos a casa, donde ya vivíamos Mariana y yo, estacionamos en la puerta y cuando estoy por abrir la puerta para bajarme y empezar a descargar las cajas con las bebidas, mi papá me dice: "Esperá, Juan. Tengo algo muy importante para decirte".
Al principio me pareció extraño porque mi viejo no es muy hablador, pero en seguida pensé que se trataba de alguna especie de sermón referente al matrimonio, o alguna clase de charla entre padre e hijo típica de ese momento. Imaginaba que me iba a aburrir, o incluso a incomodar, pero nunca imaginé que lo que me iba a decir fuese lo siguiente:
Me quedé inmóvil. Total y completamente inmóvil. Ni parpadeaba. El corazón me empezó a latir muy, pero muy fuerte. Sentía el pulso en todas mis venas, como si estuviese a punto de explotar. Como un idiota, simplemente atiné a decir: "¿Qué?"
"Fue hace más de cuatro años", arrancó mi viejo, "Y llevo todo este tiempo sin saber qué hacer o cómo repararlo. Fue en la primera Navidad que Mariana y vos pasaron en casa".
Hice un gesto de no querer saber nada y un impulso me decía salí del auto y no vuelvas a ver nunca en tu vida a este viejo hijo de puta. Mi papá notó mi enojo y me dijo: "No merezco tu perdón, no merezco nada. Durante años no supe si era mejor contarte o dejar todo en el olvido, pero ahora necesito sacarme este peso de encima antes de tu casamiento con ella".
Lo único que se me pasaba por la cabeza era la duda de si matarlo a él o matarla a ella. No me decidía. Y mi viejo, con las manos en el volante, mirando hacia abajo, arrancó lo que él sentía como un desahogo, una expiación.
Yo escuchaba con la cara de poker más grande de mi vida.
Se me secó la boca de la bronca. Cerré los ojos, apoyé la cabeza en la guantera y los ojos se me llenaron de lágrimas. Me estabam contando cómo la puta de mi futura esposa se cogió a mi padre.
Se quedó callado. Yo también. Lo único que hice fue abrir la puerta del auto y salir. Me temblaba todo el cuerpo. La ira se apoderaba de mi. Entré al departamento, Mariana no estaba. Me metí en el baño, me senté sobre el inodoro y sentía unas ganas de llorar que me moría. Y recién ahí me di cuenta de la terrible erección que tenía. Fruncí el ceño, me agarré la pija re dura como estaba, y sin saber bien qué hacía, me clavé una tremenda paja mientras me imaginaba a mi viejo cogiéndose a mi esposa. No puedo explicarles lo increíblemente placentero que fue ese momento.
Salí del baño. Agarré el celular y le mandé un whatsapp a Mariana: "Mi viejo me contó lo que pasó entre ustedes". Al minuto y medio me llegó su respuesta: "¿Te gustó".
Faltaba una semana para casarme con Mariana. La fiesta la organizamos bastante a pulmón, y mi viejo me llevó con su auto, que es más grande que el mío, a comprar los vinos y el champagne. Volvíamos a casa, donde ya vivíamos Mariana y yo, estacionamos en la puerta y cuando estoy por abrir la puerta para bajarme y empezar a descargar las cajas con las bebidas, mi papá me dice: "Esperá, Juan. Tengo algo muy importante para decirte".
Al principio me pareció extraño porque mi viejo no es muy hablador, pero en seguida pensé que se trataba de alguna especie de sermón referente al matrimonio, o alguna clase de charla entre padre e hijo típica de ese momento. Imaginaba que me iba a aburrir, o incluso a incomodar, pero nunca imaginé que lo que me iba a decir fuese lo siguiente:
Pasó algo entre Mariana y yo"
Me quedé inmóvil. Total y completamente inmóvil. Ni parpadeaba. El corazón me empezó a latir muy, pero muy fuerte. Sentía el pulso en todas mis venas, como si estuviese a punto de explotar. Como un idiota, simplemente atiné a decir: "¿Qué?"
"Fue hace más de cuatro años", arrancó mi viejo, "Y llevo todo este tiempo sin saber qué hacer o cómo repararlo. Fue en la primera Navidad que Mariana y vos pasaron en casa".
Hice un gesto de no querer saber nada y un impulso me decía salí del auto y no vuelvas a ver nunca en tu vida a este viejo hijo de puta. Mi papá notó mi enojo y me dijo: "No merezco tu perdón, no merezco nada. Durante años no supe si era mejor contarte o dejar todo en el olvido, pero ahora necesito sacarme este peso de encima antes de tu casamiento con ella".
Lo único que se me pasaba por la cabeza era la duda de si matarlo a él o matarla a ella. No me decidía. Y mi viejo, con las manos en el volante, mirando hacia abajo, arrancó lo que él sentía como un desahogo, una expiación.
Como te decía, fue en la primera Navidad que vos viniste con Mariana a casa. Todo fue normal, como cualquier Nochebuena: tíos, primos, abuelos, morfi, chupi, regalos, joda. Todo normal hasta que tu tía Cristina me pidió que fuera a buscar los discos del Club del Clan para bailar. Fui a mi habitación y entré sin saber que Mariana estaba ahí. La escena nos sorprendió a los dos, ella estaba sentada en la cama, desnuda de la cintura para arriba, con su coriño en una mano y una aguja con hilo en la otra. Era evidente que se le había roto un bretel y le habrá pedido ayuda a tu madre y ella le indicó dónde tenía el costurero. Seguramente le habrá dicho que se quede ahí arreglándolo, que nadie la iba a molestar".
Yo escuchaba con la cara de poker más grande de mi vida.
Todo hubiese quedado ahí, en una situación embarazosa normal, si no fuera porque tanto ella como yo nos quedamos mirándonos fijamente. Ni yo intenté salir. Ni ella intentó taparse. Y todo se fue al carajo cuando me dijo: Cierre la puerta, al menos".
Se me secó la boca de la bronca. Cerré los ojos, apoyé la cabeza en la guantera y los ojos se me llenaron de lágrimas. Me estabam contando cómo la puta de mi futura esposa se cogió a mi padre.
No tengo palabras para pedirte perdón, Juan", siguió mi viejo, "Verla ahí, sentada en mi cama, con esas tetas hermosas y prácticamente invitándome a cogermela, me hizo sentir vivo como no lo había estado en muchos años. Me la juegué toda y me acerqué diciéndole: Te dije mil veces que no me tutees. Ella se levantó y quedamos los dos frente a frente al pie de la cama. Sin decir ni una palabra, levanté las manos y empecé a tocarle las tetas. Ella, apenas sintó mi piel áspera, lanzó un diminuto gemido que para mí fue como un grito de guerra".
La abracé, la acosté en la cama y empecé a comerle las tetas, no podía parar, estaba como loco. Se notaba que ella lo disfrutaba, porque cerró los ojos y me abrazó también. Unos segundos después bajó sus manos y sintió cómo mi verga estaba completamente dura y dijo: Ay, por favor..."
En seguida se puso en pie y ahí pensé que todo se había ido a la mierda, a pesar de lo mucho que estabamos gozando. "Hasta acá llegaste, Ricardo", pensé. Pero no. Mariana me miró y me dijo: Sacate todo, suegrito".
No tardé ni un segundo en quedar completamente desnudo y con la pija dura explotándome de la calentura. Ella se desnudó también, me acostó en la cama boca arriba y se me subió encima. Me agarró la pija y se la metió en la conchita, que para mi sorpresa estaba totalmente mojada. "Esto está muy mal", le dije sin creerme ni a mi mismo. Ella empezó a cabalgarme muy despacio, pero muy duro y me dijo con una voz que me taladró el cerebro: "¿Tan mal te estoy cogiendo?"
Ahí ya no hubo vuelta atrás. Me pegó la cogida del siglo, cada vez más fuerte, más ráído, más intensamente. Cuando sentí que estaba por acabar, me dio mucho miedo porque no sabía si ella se estaba cuidando o no. Intenté salirme pero me dijo: "Tranquilo, suegrito, tomo pastillas. Damela toda". Tiré la cabeza para atrás, me agarré de sus tetas como si fueran un pasamanos, y empecé a descargarle toda mi leche en su concha, mientras ella me cogía más y más rápido, gimiendo como una puta total".
Cuando se dio cuenta que yo ya no daba más, salió de arriba mío, me dio un beso en la mejilla, agarró el corpiño y la aguja para terminarlos de coser rápidamente, se cambió y salió. Yo no podía reaccionar. Me levanté, me vestí y volví a la fiesta como un sonámbulo, con el disco del Club del Clan abajo del brazo. Solo recuerdo que tu tía me retó diciéndome que había tardado mucho".
La fiesta siguió lo más normal, lo mismo que mi relación con Mariana, típica de suegro y nuera, como si nada de eso hubiese pasado. No puedo explicarte lo que pasó, hijo, y tampoco me atrevería a pedirte perdón. No lo merezco".
Se quedó callado. Yo también. Lo único que hice fue abrir la puerta del auto y salir. Me temblaba todo el cuerpo. La ira se apoderaba de mi. Entré al departamento, Mariana no estaba. Me metí en el baño, me senté sobre el inodoro y sentía unas ganas de llorar que me moría. Y recién ahí me di cuenta de la terrible erección que tenía. Fruncí el ceño, me agarré la pija re dura como estaba, y sin saber bien qué hacía, me clavé una tremenda paja mientras me imaginaba a mi viejo cogiéndose a mi esposa. No puedo explicarles lo increíblemente placentero que fue ese momento.
Salí del baño. Agarré el celular y le mandé un whatsapp a Mariana: "Mi viejo me contó lo que pasó entre ustedes". Al minuto y medio me llegó su respuesta: "¿Te gustó".
14 comentarios - Mi esposa se cogió a mi padre
Excelente master !!!
El final es de antología 👏 👏 👏
Gracias por compartir.
el hombre que mira..
dnd el padre se coje a su nuera
gracias x compartir
+5