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La mamá de mi mejor amigo (capitulo I)

(Hago esto por placer, pero me estimulan los comentarios y tambien la recompensa de los puntos si les gustan mis historias, veo que hay muchas visitas pero poca respuesta escrita de mis queridos lectores, ayúdenme a seguir calentándolos cada día...) 



Fernando y yo éramos amigos desde hacía unos meses, éramos vecinos y poco a poco habíamos aprendido a compartir horas muertas de verano en su casa o en la mía. Su madre era una cuarentona tetona que me volvía loco. Se llamaba Olga y casi siempre andaba por su casa con poca ropa y muy provocativa. Su marido no le hacía caso y a ella se le notaba la calentura que llevaba metida desde hacía años. 
Por las siestas leía novelas eróticas que su hijo me había mostrado y con las que él se masturbaba a veces. 
Poco a poco me había ido obsesionando con esa yegua madura, la manera en que me abrazaba cada vez que me recibía, como me apoyaba sus pechos y me acariciaba el vientre disimulando un afecto “maternal” según decía. 
Muchas tardes mientras ella “dormía” la siesta semidesnuda entre sus novelas, nosotros fumábamos a escondidas y nos bañábamos en la piscina. Al levantarse ella nos acompañaba, tomando un café y fumando. Casi siempre llevaba diminutos trajes de baño que marcaban sus curvas de una manera casi insultante. Fernando se avergonzaba de su madre y a veces le susurraba que se fuera a poner algo más discreto. 
Así pasó ese verano y comenzaron las clases. Cada mañana muy temprano para ir a la escuela debía pasar por su casa, yo acababa de cumplir 18 años y estaba en el último curso de la secundaria. 
Siempre la veía a Olga despedir a su marido y al verme me saludaba con la mano por la puerta entreabierta. Un día de esos iba algo más tarde y al pasar por su puerta oí que me llamó. 
Me acerqué y al llegar a la puerta noté que estaba abierta, la casa permanecía aún en penumbras, pasé y me dirigí a la cocina dubitativamente. Al llegar vi a Olga de espaldas con un tanga diminuto de hilo dental metido en su redondo culo, llevaba tacos altísimos. Preparaba el café y fumaba, me saludó sin darse vuelta y me dijo que había pensado en que era un buen día para que desayunáramos juntos. Fernando dormía arriba y su marido estaba de viaje. 
Al acercarse a la mesa no podía hacer otra cosa que mirar embobado esos globos desnudos, era una hembra hermosa, su piel era morena, y se movía como una puta. Con el cigarrillo en la boca, se sentó a mi lado y me dijo que sabía que fumábamos a escondidas y que si quería podía hacerlo con ella, me puso su cigarrillo en mi boca mientras tomaba el café negro. 
No podía disimular mi erección, la pija se había inflamado de una manera descarada y ella lo había notado. Me decía que si yo quería cada mañana podíamos desayunar juntos, mi voz temblaba pero aún así asentí de mil amores. 
Mientras charlábamos la muy hija de puta se acariciaba las tetas suavemente, sus pezones estaban como estacas. Susurrándome al oído me preguntó si un chico tan guapo como yo no tenía novia aún. Le dije que no porque era muy tímido y no me animaba a hacer nada con las chicas. Rió suavemente cerca de mi oído mientras posaba su mano en mi pierna disimuladamente. Mi verga estaba empapada, poco a poco con la punta de sus dedos acariciaba mi pene haciendo como si no lo notara, en eso oímos como Fernando bajaba las escaleras. Rápidamente ella se cubrió con una salida de cama de seda transparente y disimuló una charla cualquiera. Fernando se mostró molesto al verme y le preguntó a su madre que qué hacíamos ahí, ella como si nada le dijo que yo había decidido no ir a clase hoy porque me sentía mal y que pasé a desayunar con ellos. Fernando y yo nos quedamos un rato charlando de cualquier cosa, Olga en la cocina limpiaba y fumaba, cada tanto se asomaba y me miraba de una manera muy provocativa. Al rato lo llamaron a Fernando para que fuera a hacer unos trabajitos en la fotocopiadora del pueblo, lugar donde se ganaba algunos dineritos para sus salidas. Ella le dijo que mientras iba y venía yo me quedara así mejoraba un poco mi estado “febril”, a él mucho no le gustó la idea pero finalmente aceptó. Al irse, se me echó encima como una loca, me bajó los pantalones de un tirón y comenzó a hacerme una mamada de verga brutal, con violencia, me escupía y apretaba los huevos, estaba descontrolada. Mi verga estaba toda babeada al atragantarse con ella, gemía mientras saboreaba los huevos, yo me estaba muriendo de placer. De golpe se sentó encima de mí y comenzó una cabalgada sensacional, saltaba encima de mi pene hinchado, y su concha estaba inundada de tantos meses sin coger. 
Me decía mientras saltaba que a partir de ahora quería ser mi puta y que cada mañana le hiciera lo que quisiera, acabamos juntos en muy poco tiempo, la llené de leche a borbotones espesos y calientes, ella moría de placer apretándose contra mi vientre. 
Al rato llegó Fernando y nos vio charlando tranquilamente, ella aún conservaba mi leche tibia en su conchita. 

(Continuará…)

2 comentarios - La mamá de mi mejor amigo (capitulo I)

gust7387
Urgente la segunda parte. Muu bueno