You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Esclava y sumisa por un fin de semana 3.

Hola a todos, acá esta la penúltima parte de esta serie, espero que la disfuten.


No tardó en dormirse, pero yo apenas pegué ojo. No acostumbraba a dormir desnuda. Cuando hacíamos el amor, al terminar me aseaba y me ponía mis braguitas y el camisón. La ausencia de ropa, mi cuerpo desnudo con los restos de su semen entre mis piernas y el pecho, y el recuerdo de lo que había ocurrido desde nuestra llegada me impedía dormir.

Si esa misma mañana alguien me hubiese preguntado por las cosas que había realizado le habría dicho, y convencida de ello, que eran denigrantes para la persona que las practicaba, que era imposible que una persona educada hiciese algo así sin sentir vergüenza y culpa. El sexo oral, depilarse el pubis, ir sin ropa interior, masturbarse delante de otra persona eran prácticas inaceptables para mí.

Es cierto, Mi amo y marido me había pedido hacer todo eso, pero igualmente cierto es que no me había forzado, en todo momento podía haberme negado a continuar, podía haber dicho basta, pero no lo hice. Acepté sus órdenes sin oponer resistencia y en modo alguno me sentía humillada y además, debía admitirlo, había obtenido un placer no acostumbrado. ¿Qué me depararía el día siguiente?

La noche pasó en un continuo duermevela, aunque pude conciliar finalmente el sueño. Cuando los primeros rayos de sol iluminaron la habitación tenuemente a través de las cortinas me miré, desnuda, con el pubis como una niña y mi cuerpo pegajoso, y le miré, aún dormido, desnudo como yo, me gustaba verle así, no solía hacerlo, sí, nos veíamos desnudos, por supuesto, pero no solía deleitarme en su contemplación. Me gustaba, sí, adoraba su cuerpo desnudo. Le hice una fotografía. Él tenía de mí, pero nunca le había hecho a él. Quizás me serviría más adelante.

Sólo quería complacerle, sin saber cómo me encontré con la cabeza entre sus piernas y comencé a lamerle el pene, aún flácido y con el sabor de su semen y mi flujo, con la punta de la lengua. Al instante se despertó y vio lo que hacía, no dijo nada, sonrió en aprobación. No tardó en empalmarse, rodeé su punta con mis labios y me lo metí en la boca. Gemía, estaba disfrutando. Cuando comenzó a eyacular no hizo falta que me cogiera la cabeza como el día anterior, yo misma engullí su pene tanto como pude y tragué su semen no dejando que se derramara una sola gota.

Tras levantarnos y ducharnos le pregunté qué deseaba hacer por la mañana, con la esperanza de oír quiero follarte hasta destrozarte el coño, ansiaba que lo hiciera, pero fue en vano. Iríamos a descansar y a tomar el sol a la piscina del hotel. Ya se había puesto el bañador y una camiseta para ir a desayunar a la terraza que había al lado de la piscina, yo seguía desnuda.

Como quieras. Acepté su propuesta de ir a la piscina. Entonces será mejor que me ponga el bikini.

- Espera, me interrumpió, se dirigió a su maleta y me extendió un bikini de color blanco. Ponte esto.

-¿Es para mí? Dije sorprendida, jamás me había comprado ropa de baño sin ir con él. Muchas gracias.

Entonces vi que la braguita era de tipo tanga, además de color blanco, seguro que al meterme en el agua se transparentaría todo. Aquello era excesivo, mi marido pretendía exhibirme ante todo el mundo.

- ¿De verdad quieres que me ponga esto? Pregunté tímidamente, no quería contrariarle, aunque imaginaba la respuesta.

- Desde luego, confirmó entusiasmado. Vas a estar preciosa, serás la reina de la piscina, sin duda.

Obedecí. La reina de la piscina decía, nunca había sido la reina de nada. Soy una mujer muy menudita, apenas sobrepaso el metro y medio, aunque bien proporcionada, siempre me lo han dicho. Mi pecho es buen tamaño, lo suficiente para hacerse notar y muy firmes, para eso voy al gimnasio, tan firme como mi culito, respingón y redondo. Así que siendo atractiva no tengo cuerpo de modelo y nunca he sido reina de nada, pero desde luego, objeto de miradas si sería con ese bikini, al menos de las miradas masculinas.

Me quedaba perfecto, a él le encanto, no paraba de manosearme el culo al descubierto. Cogí un pantalón corto y una camiseta pero no me dejó ponérmelo, me pidió que me pusiera el pareo. Un precioso pareo estampado pero de tela muy fina con el que obviamente se me vería el tanga y el culo. No hace falta decir que acaté su sugerencia sin protestar.

Mientras desayunábamos me hizo levantar cien veces. El desayuno era tipo buffet y me pedía cosas, que luego no comía, con el único propósito de verme y hacerme llamar la atención.

Finalmente fuimos a la piscina, sugerí ponernos en dos tumbonas que estaban más apartadas de la zona de paso, y accedió.

Me quité el pareo, a mi espalda vi un par de hombres de mediana edad que estaban con sus mujeres que no quitaban ojo de mi trasero. Me tumbé boca arriba intentando evitar el espectáculo, pero mi marido me pidió que me diera la vuelta, quería que me diera el sol en el culito.

- ¿Quieres que te eche crema? Se ofreció amablemente. Te vas a quemar si no.

Me encantaría. Acepté.

Comenzó por las piernas, con mucho mimo y tomándose su tiempo, como siempre, a medida que extendía la crema por los muslos me hacía separar las piernas posando a cada movimiento la mano en mi entrepierna, como le gustaba excitarme. Empleó todo el tiempo del mundo en el culito. Finalmente, terminó con la espalda, me desabrochó la parte de arriba, solía hacerlo para extender mejor la crema, pero esta vez, al terminar, no volvió a abrocharla. Me disponía a hacerlo yo misma cuando dijo:

- No, no lo hagas. Ordenó. Mejor dámelo, no lo necesitas, te lo guardaré en la bolsa.

- ¿Estás loco? Esta vez no pude contener mi reacción - ¿Qué quieres, que todo el mundo me vea las tetas?

- Precisamente, eso es lo que quiero. Asentí, y continuó en tono desafiante. Puedes hacerlo o no, es tu decisión, sabes que puedes parar este juego cuando quieras. Si no quieres seguir, volvemos a la habitación, hacemos las maletas y regresamos a casa. Pero tienes unas tetas demasiado preciosas para esconderlas.

Le miré a los ojos, no bromeaba, si me negaba todo habría concluido ahí. Aquello superaba con mucho lo que podía aceptar, nunca nadie excepto él, mi doctora y la masajista del gimnasio, ni siquiera mi madre, mis hermanas o amigas y mucho menos otro hombre, me había visto el pecho desde que era una niña, y ahora él, precisamente él, me pedía que lo enseñara a un montón de desconocidos. De acuerdo, pensé, si mi cuerpo es suyo, Él decide. Tiré con una mano de un extremo sin levantarme y se lo di. Al fin y al cabo, pensé, son desconocidos.

Seguía boca abajo, escrutaba con la mirada en busca de otras mujeres en top-less. Tan sólo vi a dos mujeres, de unos cincuenta y muchos calculé, con pinta de extranjeras cerca de nosotros. Y a lo lejos, en una zona algo más apartada a una chica muy jovencita con su novio.

Finalmente comprendí que no podía seguir aplazando lo inaplazable. Antes o después me tendría que dar la vuelta, aunque fuera para levantarme, así que lo hice. Miré a Santi y vi su rostro de aprobación y satisfacción, cerré los ojos, sentía que si los abría me encontraría a cientos de hombres a mi alrededor mirándome las tetas.

Al rato, más relajada, abrí los ojos. Los dos hombres que habían estado mirándome el trasero ahora se regodeaban contemplándome las tetas. Sorprendentemente el resto no parecía fijarse. Decidí darles un pequeño espectáculo, tomé el bote de crema y empecé a untármela por las tetas mirándoles fijamente. No apartaron su vista de mi pecho en un solo momento observando su bamboleo con mi toqueteo. Terminé y me volví a tumbar.

Apenas pasados unos minutos, Santi, con quien no había vuelto a cruzar palabra, propuso un chapuzón. El sol apretaba, estaba muerta de calor, no quería meterme en la piscina así, con las tetas al aire, pero sabía que pedirle que me devolviera la parte de arriba era inútil, así que, cogidos de la mano, fuimos a la piscina.

Nos metimos en el agua y estuvimos nadando y jugando un buen rato. No desaprovechaba la ocasión para sobarme las tetas o el culo y me decía al oído que estaba preciosa, que no le extrañaba que la gente me mirase y que mi cuerpo era para disfrutarlo y enseñarlo orgullosa no para ocultarlo. Poco a poco sus halagos me iban venciendo y el pudor se iba transformando en abierta exhibición y excitación.

Salimos del agua, y comprobé aterrorizada como se transparentaba el bikini. Su tela se pegaba a mis labios vaginales mostrando su forma descaradamente. Fui corriendo a la tumbona a secarme y me envolví con la toalla.

- ¿Qué pasa? Pregunto Santi que se había dado cuenta de todo - ¿No quieres que la gente vea como se te nota el coñito? Es un chochito precioso, no debieras ocultarlo.

Como quieras. Respondí quitándome la toalla.

Así me gusta, añadió, eres un sol. Estoy muerto de sed, hazme el favor, acércate al bar y tráeme algo fresquito.

El muy cerdo quería que me paseara así, con las tetas y el culo prácticamente al aire y mostrando la forma de mi vulva a través del bikini. Ya no estaba enfadada, me parecía que era todo una broma, y cada reto que proponía lo aceptaba con entusiasmo. Sabía que después de esto no podría negarme a nada.

Cuando me vio acercarme el camarero pareció que se le iba a desencajar la mandíbula, como babeaba el tío. Le pedí un par de cócteles de frutas tropicales con ron, me vendría bien algo de alcohol, y volví a la tumbona contoneándome y meneando el culo para darle un buen espectáculo.

Cuando terminó de beber Santi se levantó y me pidió que le esperase un momento, que enseguida volvería. Regresó pasados cinco minutos.

-Venga, vamos a recoger. Dijo. Vamos a la habitación.

- ¿A qué viene tanta prisa? Le Pregunté, no entendía nada.

Te he preparado algo especial. Has sido una chica excelente y mereces tu recompensa. Dentro de media hora te espera un masaje especial supe relajante en la habitación.

Eres un cielo. Agradecí entusiasmada. Sabes lo que adoro recibir un buen masaje.

Lo sé. Dijo. Pero esta vez será un poco diferente.

No respondí, ni quise preguntar, pero algo me decía que no pretendía simplemente regalarme un masaje, ni que iba a permitir que me lo diera con las braguitas o aunque fuera el tanga puesto. No me equivocaba.

Bueno, te diré lo que vas a hacer. Me anunció. Al llegar a la habitación te vas a quitar la ropa, te vas a meter en la bañera y te vas a dar una ducha para relajarte, luego te secas bien y esperas dentro del cuarto de baño a que llegue tu masajista. Cuando esté aquí yo te avisaré, y entonces, sales con una toalla enrollada, saludas al masajista y charlas con él mientras prepara todo, y cuando te diga que está todo listo, te quitas la toalla, la dejas en la cama muy despacio y te tumbas en la camilla. Y si te echa una toalla por encima le dices que no hace falta, que hace mucho calor y estás mejor así.

- ¿Me estás pidiendo que esté completamente desnuda todo el rato delante de un hombre que no conozco de nada? Pregunté ingenuamente.

- Eso es exactamente lo que quiero. Contestó sin vacilar. Ya te ha estado viendo todo el mundo en la piscina el culo y las tetas, este además te va a ver el chochito, y además te va a acariciar mientras te ve desnuda.

- Como ordenes .Acepté.

Obedecí, nerviosa me metí en la ducha. Mis sentimientos volvían a ser contradictorios. La idea de que en breves momentos un hombre me iba ver como Dios me trajo al mundo me producía pavor, pero al mismo tiempo, mientras me enjabonaba notaba mi vagina húmeda de excitación. Mientras me secaba oí como llamaban a la puerta, mi pulso se aceleró, mi marido me anunció su llegada, terminé de secarme, me envolví en la toalla y salí.

Hola. Saludé con tanta naturalidad como pude.

- Me llamó José. Se presentó. Era un hombre de unos cuarenta y tantos años, bien cuidado y atractivo. Soy su masajista.

- Yo soy Bea, es un placer. Contesté.

- Eso espero, que sea un placer. Bromeó mientras terminaba de preparar la camilla y sus aceites.

Al acercarse el momento de la verdad creí que el corazón se me iba a salir del pecho de la excitación.

- Todo listo. Anunció. Cuando quiera podemos empezar, túmbese aquí.

Entonces tiré de la toalla sin dejar de mirarle a la cara y por vez primera en mi vida le enseñé mi coñito a un hombre, aparte de mis parejas, quien al lado contemplaba la escena con evidente cara de satisfacción.

- No es necesario que se quité la toalla. Dijo José, algo sorprendido, no debía esperar el espectáculo gratuito que le estaba proporcionando. Puede tumbarse y yo le tapo con ella.

- No importa, hace calor. Contesté según nuestro plan.

- Como quiera. Aceptó José.

- No creo que se vaya a asustar usted. Dije, completamente lanzada .No será la primera vez que ve usted a una mujer desnuda.

- Si usted prefiere estar así, yo encantado. Y realmente parecía estarlo.

Entonces Santi dijo que se bajaba a tomar algo y así nos dejaba tranquilos. Le miré como si lo fuera a asesinar. No contento con exhibirme ante un extraño, se marchaba dejándome desnuda en una habitación a solas con él. Pero al instante pensé "Si es eso lo que quiere, lo mejor será relajarse y disfrutar".

José me pidió que me tumbase boca arriba, decía que era preferible dejar la mejor parte, la espalda, para el final. Comenzó por las piernas, los tobillos, las pantorrillas, deteniéndose al llegar al muslo. Yo tenía las piernas ligeramente separadas y en su posición tenía una vista perfecta de mi coñito, sin un solo pelo, por lo que podía apreciarlo perfectamente.

Luego siguió con la cabeza y el cuello, era un verdadero artista con las manos, y así bajando por el pecho rozando de forma tenue los pezones hasta llegar al vientre. Era muy discreto con su tacto pero yo me estaba excitando por momentos.

Me pidió que me diera la vuelta y comenzó por la nuca, demostrando su habilidad y experiencia. Se detuvo una eternidad en la espalda, y terminó bajando sus manos hasta el culo. Se paró un instante en una leve caricia como si esperase mi aprobación para continuar. Exhalé un suspiro y comprendió que podía seguir con sus caricias. Me sobó el culo como nunca lo habían hecho antes, lo acariciaba, apretaba, juntaba mis nalgas con sus manos. Aquello era indescriptible.

Finalmente volvió a recorrerme la espalda y el culo acariciándolo suavemente y dio por concluido el masaje.

- Ya está, señora .Dijo. Espero que lo haya disfrutado.

- Ya lo creo. Contesté. Ha sido formidable, tiene usted unas manos increíbles.

- Muchas gracias. Agradeció el cumplido.

Me levanté y seguí conversando con él mientras recogía sus cosas. No estaba allí Santi para darme sus órdenes, pero en ningún momento se me pasó por la cabeza vestirme o taparme con la toalla y no la hacía porque pensara que al fin y al cabo ya había visto todo, que era cierto, si no porque me encantaba estar desnuda hablando con un hombre vestido.

Se marchó y a los pocos segundos llamó a la puerta mi marido. Había estado esperando a que saliera el masajista. Pregunté quién era, aun que sabía que era él y cuando contesté abrí la puerta, de par en par, sin ocultarme detrás, seguía desnuda. Si hubiese habido alguien en el pasillo me habría visto, pero no me preocupaba, en cierto modo lo ansiaba.

- ¿Qué tal? Preguntó. Veo que sigues desnuda, por lo que parece estás empezando a cogerle el gustillo.

- Ha sido maravilloso. Respondí con sinceridad. No sé que me gustó más, si estar desnuda delante de él todo el rato o sus caricias recorriendo mi cuerpo. Ha sido un regalo formidable, mi señor. ¿Cómo podría agradecértelo? Haz de mí lo que quieras, soy tuya.

- Cuéntame .Continuó, preguntando. ¿Hasta dónde ha llegado?

Le relaté con todo detalle mi masaje, como había tanteado levemente mi pecho, como me había sobado el culo y lo que me había excitado, algo que Santi ya sabía, porque desde que entró en la habitación no había apartado la mano de mi entrepierna, deslizando sus dedos dentro de mí. Se mostró algo decepcionado al saber que no había ni tan siquiera rozado esa parte de mi cuerpo, quizás debiera haberme insinuado algo más, pensé.

Entonces, me hizo darme la vuelta, inclinó mi cuerpo apoyándolo en la mesa de la habitación, sacó su pene y me penetró desde atrás mientras yo le suplicaba que me follara. No tardé en alcanzar el orgasmo, mi primer orgasmo del fin de semana y él se derramó dentro de mí.

Caímos rendidos en la cama durmiéndonos como dos lirones.

Continuara ...

Capítulos anteriores:
http://www.poringa.net/posts/relatos/2690526/Esclava-y-Sumisa-un-fin-de-semana.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/2691382/Esclava-y-sumisa-por-un-fin-de-semana-2.html

4 comentarios - Esclava y sumisa por un fin de semana 3.

mariedurane95 +1
me ha encantado la fantasia, dan ganas de vivir una experiencia de sumision
derfaz
Es muy bueno, si lo haces con la persona adecuada.
geasrofwar +1
Excelente relato gracias por compartir
derfaz
Gracias a ti por leerlo
dorasanchez52090 +1
Solo un fin ?
Yo quiero ser sumi de tiempo completo jeje
derfaz
Jejeje esa es la actitud, ya tienes la mitad de todo.
KAUSYA
Una continuación más