Me humilla placenteramente Victoria escarbando mi culo con sus dedos. Como es un poco brutal y no usó mucho lubricante, me duele a la vez que me gusta. Llega la hora de la venganza cuando la doy vuelta y la someto con mil enardecidos pijazos dentro de su portentoso culo.
Así como a Ana (ver Décadas de sexo (2): Impresiones), también a María le gusta pasarse mi palo por la puerta de su almeja. “Es un pincelito”, jadea. “Bueno, tampoco es tan chico”, me quejo. “No”, dice pero no me está prestando atención. Al rato, le pinto el pubis de blanco.
Tomo el ascensor con Adriana. Estamos solos, así que me le acerco y dejo mis labios muy cerca de los suyos, tan carnosos. No la beso. Respira agitada, abre la boca pero yo no cedo. Llegamos a la planta baja y nos despedimos. Me llega un mensaje: “¡Me dejaste muy caliente!”.
Eso me hace acordar a aquel día cuando María le pasaba una receta a Adriana, que la miraba atentamente. Las caras no estaban muy lejos. Mis deseos al galope: ¿qué tal si arrancasen súbitamente a besarse con ansiedad, con desesperación? Estábamos en un bar. No sucedió.
Después les cuento, a una y a otra, por separado y en circunstancias de escasa o nula ropa: una se entusiasma, la otra se queda callada. Ambas se calientan y las tengo que aplacar.
Jugamos con María a ver quién aguanta más palmadas en la cola, que tiene que estar bien empinada con las rodillas levemente separadas. Yo le doy una, ella me da una, yo le doy dos, ella me da dos. El juego se termina a los trece cuando se tienta y comienza una felación.
“¡Adentro, adentro!”, medio susurra medio grita Victoria. “¡Te quiero sentir adentro!”. Había habido muchos manoseos, mucha saliva sobre las pieles, muchas procacidades en los oídos.
Llega una carta de Vicente. Se la llevo a María, que la lee embriagada de placer y nostalgia y deseo, con los ojos brillantes y la respiración que le eleva y le baja el admirado par mamario. Le deslizo la mano tanga adentro. Donde estaba la concha encuentro miel volviéndose mar.
Es bueno ducharse con las tetudas, porque rinde bastante pasar rápidamente las palmas de las manos por sus enjabonados cuerpos y sentir que los suaves, lubricados promontorios pectorales se escapan como cálidos peces bajo tus manos, mientras sus nalgas resbalan por tu pelvis.
Con María jugamos a que somos mujeres, dos minas delicadas, intensas y poco explícitas (como describe @elledany), que se van tocando de a poco y se van dejando llevar. Sin embargo, a veces, su mano se topa con el obstáculo de algún detalle de mi diferente anatomía…
Vuelo por aisladas carreteras a encontrarme con Victoria. Recibo su mensaje “Te estoy esperando casi sin poder dominar el fuego en mi interior”. Me concentro en el camino, aunque penetro los túneles con el auto como si fuese todo yo cayendo en su húmedo sexo.
Anteayer, la bella @clandestyna nos mandó excelente material para nuestras fantasías. En mi primera contribución decía que escribía para que otros se calienten y “continuar así la cadena de placer”. Esa noche agregamos algunos rejuvenecidos eslabones. ¡Gracias, buena moza!
Era una porno o tal vez Calígula. El caso es que hay una escena muy tórrida de sexo oral. María se me acerca y me formula al oído una pregunta capciosa: “Yo lo hago igual de bien, ¿verdad?” La respuesta correcta es “¡Mucho mejor!” pero no lo digo; le pido que me refresque la memoria.
Paro el auto al atardecer en una calle bastante solitaria y con un bellísimo paisaje. Me bajo pero me quedo entre la puerta, que dejo recostada a mi espalda, y el interior. Contemplo la vista durante unos diez minutos, hasta que acabo, porque adentro está Anita meta chuparme la pija.
Así como a Ana (ver Décadas de sexo (2): Impresiones), también a María le gusta pasarse mi palo por la puerta de su almeja. “Es un pincelito”, jadea. “Bueno, tampoco es tan chico”, me quejo. “No”, dice pero no me está prestando atención. Al rato, le pinto el pubis de blanco.
Tomo el ascensor con Adriana. Estamos solos, así que me le acerco y dejo mis labios muy cerca de los suyos, tan carnosos. No la beso. Respira agitada, abre la boca pero yo no cedo. Llegamos a la planta baja y nos despedimos. Me llega un mensaje: “¡Me dejaste muy caliente!”.
Eso me hace acordar a aquel día cuando María le pasaba una receta a Adriana, que la miraba atentamente. Las caras no estaban muy lejos. Mis deseos al galope: ¿qué tal si arrancasen súbitamente a besarse con ansiedad, con desesperación? Estábamos en un bar. No sucedió.
Después les cuento, a una y a otra, por separado y en circunstancias de escasa o nula ropa: una se entusiasma, la otra se queda callada. Ambas se calientan y las tengo que aplacar.
Jugamos con María a ver quién aguanta más palmadas en la cola, que tiene que estar bien empinada con las rodillas levemente separadas. Yo le doy una, ella me da una, yo le doy dos, ella me da dos. El juego se termina a los trece cuando se tienta y comienza una felación.
“¡Adentro, adentro!”, medio susurra medio grita Victoria. “¡Te quiero sentir adentro!”. Había habido muchos manoseos, mucha saliva sobre las pieles, muchas procacidades en los oídos.
Llega una carta de Vicente. Se la llevo a María, que la lee embriagada de placer y nostalgia y deseo, con los ojos brillantes y la respiración que le eleva y le baja el admirado par mamario. Le deslizo la mano tanga adentro. Donde estaba la concha encuentro miel volviéndose mar.
Es bueno ducharse con las tetudas, porque rinde bastante pasar rápidamente las palmas de las manos por sus enjabonados cuerpos y sentir que los suaves, lubricados promontorios pectorales se escapan como cálidos peces bajo tus manos, mientras sus nalgas resbalan por tu pelvis.
Con María jugamos a que somos mujeres, dos minas delicadas, intensas y poco explícitas (como describe @elledany), que se van tocando de a poco y se van dejando llevar. Sin embargo, a veces, su mano se topa con el obstáculo de algún detalle de mi diferente anatomía…
Vuelo por aisladas carreteras a encontrarme con Victoria. Recibo su mensaje “Te estoy esperando casi sin poder dominar el fuego en mi interior”. Me concentro en el camino, aunque penetro los túneles con el auto como si fuese todo yo cayendo en su húmedo sexo.
Anteayer, la bella @clandestyna nos mandó excelente material para nuestras fantasías. En mi primera contribución decía que escribía para que otros se calienten y “continuar así la cadena de placer”. Esa noche agregamos algunos rejuvenecidos eslabones. ¡Gracias, buena moza!
Era una porno o tal vez Calígula. El caso es que hay una escena muy tórrida de sexo oral. María se me acerca y me formula al oído una pregunta capciosa: “Yo lo hago igual de bien, ¿verdad?” La respuesta correcta es “¡Mucho mejor!” pero no lo digo; le pido que me refresque la memoria.
Paro el auto al atardecer en una calle bastante solitaria y con un bellísimo paisaje. Me bajo pero me quedo entre la puerta, que dejo recostada a mi espalda, y el interior. Contemplo la vista durante unos diez minutos, hasta que acabo, porque adentro está Anita meta chuparme la pija.
11 comentarios - Décadas de sexo (10): Impresiones
los mios ni se comparan, pero lo invito a leerlos
saludos!
Me encanta...