La piedra mágica

Me lo contaron y lo olvidé, lo vi y lo entendí, lo construí y lo aprendí.
Confucio

Pedro lo fue a ver al viejo porque le habían dicho que era un grosso.
Sabiduría fue la palabra que había empleado aquélla mujer para describir al viejo y así despertar su curiosidad.
Eso fue suficiente para despertar en Pedro un deseo incontrolable de conocerlo. Siempre anduvo detrás de aquél tipo de cosas que trascendieran un poco la banalidad de la vida tal y cual se nos presenta.
Sabía que había algo más allá del bombardeo subliminal que la sociedad utiliza para uniformarnos y convertirnos en carne picada.
Secretos bien guardados. Tanto así que desde el poder de los dueños de la espiritualidad se guardaban muy mucho de establecer, gritando a los cuatro vientos, que eran todas patrañas propias de manochantas y mercachifles.

Sea como sea a Pedro le interesaba mantener un encuentro con un anciano sabio, se sentía predestinado a escuchar lo que pudiera decir una persona de edad avanzada que toda su vida se entregó a vivir una espiritualidad tan cotidiana y concreta.
Algo siempre se aprende de todo el mundo. Era su creencia. Cuanto más si se trataba de alguien que según muchos era un iluminado.

Así fue que se decidió a visitarlo.
Vivía en una casita muy modesta, sin nada que la diferencie de otras casitas de aquél barrio de gente sencilla.
Pedro golpeó la puerta y salió a recibirlo el viejo.
Imposible determinar su edad. Mas de 80 seguramente.
Su rostro era un muestrario de arrugas sobre una piel muy clara y delgada, una larga barba de color blanco como la nieve y unos ojos de un celeste muy profundo.
Lo invitó a pasar sin preguntar demasiado quién era, quién lo enviaba ni que es lo que buscaba, simplemente lo miró muy profundo a los ojos y lo invitó a tomar asiento mientras tomaba dos tacitas y servía sendos té mediante un Samovar que había en un rincón.
El único adorno del comedor donde lo recibió era un cuadro de un cosaco a caballo. Una fotografía en blanco y negro ya amarillenta y manchada que delataba su añeja prosapia.

Charlaron largo, la tarde era tranquila. El silencio del barrio invitaba a una charla tranquila que se fue desarrollando a través de un repaso de historias que aparentemente no tenían nada que ver unas con otras. Digo aparentemente porque a través de las inocentes historias de vida que se relataron uno a otro se dejó traslucir la necesidad metafísica de Pedro de trascender la etapa narcisista de su personalidad. Todavía buscaba satisfacción en todo y la realidad se le antojaba como algo duro y no del todo aceptable.

Una anécdota que le llamó la atención a Pedro fue cuando el viejo le contó como conoció a su mujer hace ya muchísimos años en su Crimea natal.
Dice que una mañana de octubre andaba caminando por las playas de Odessa, mirando el horizonte, viendo el amanecer y uno de los guijarros del ripio del cual están compuestas esas playas se le presentó a sus ojos mediante un brillo totalmente diferente a cualquier brillo conocido por un humano, supo que debía tomar aquélla piedra y guardarla. La piedra cesó su brillar tan pronto la hubo tomado. Sin pensar demasiado en aquello la guardó en su bolsillo y siguió su caminata. Nuevamente volvió a sus pensamientos de Cosaco recientemente llegado desde el frente, mas allá del Volga. Ya con ganas de establecerse en la abandonada granja paterna junto a una mujer que lo acompañara.
Así cavilando su imaginación se detuvo en como deseaba que aquélla mujer fuese… La imaginó tan claramente que parecía pintada ante sus ojos. De pronto sintió un calor en el bolsillo donde había guardado la piedra, rápidamente la tomó y al sacarla del bolsillo vio que nuevamente brillaba intensamente. Una señal?
Seguramente que si, esa misma tarde conoció a una chica nueva en el pueblo que de entrada lo impactó de tal manera que no pudo menos que aceptar que era la indicada. Unos meses mas tarde la convertiría en su esposa para vivir una vida entera de felicidad y armonía.

Nunca mas la piedra volvió a manifestar su poder mediante el brillo. Solo una vez volvió a brillar. Unos días antes de que la muerte le arrebatara de su lado a su compañera.

Pedro le hizo preguntas… se interesó en aquella historia, en el poder de la piedra, en el significado de dicho poder…
Finalmente el viejo le dijo que si quería una piedra como la suya tendría que ir a buscarla a la playa. Que simplemente vaya a caminar por la playa, que la piedra lo iba a encontrar a él y no al revés…

Pedro quedó impresionado con la historia de la piedra mágica. La piedra que le haría conocer a la mujer perfecta…
No, ahora que lo recordaba no era perfecta lo que dijo el viejo… La mujer indicada, fue la palabra que empleó.
En fin… guiándose por un instinto bajó a la playa y comenzó a caminar por la orilla del mar.
Habrá caminado cerca de una hora, mas o menos, cuando vio un reflejo en la arena que le llamó la atención. En realidad creía ver en cada piedra a la que buscaba…
Pero ésta era definitivamente su piedra mágica. El reflejo no era reflejo. A medida que se acercaba mas lo presentía… Finalmente quedó parado frente a su piedra, inconfundible, el brillo de aquél insignificante objeto lo sumió en una especie de tornasolada fascinación.

Se agachó a recogerla y automáticamente dejó de brillar, como si se hubiera apagado. La guardó en su bolsillo tal como recordaba que había hecho el ucraniano y siguió su camino fantaseando acerca de cómo sería la mujer que conocería gracias al designio de la magia encerrada en la piedra.

Pasaron unos días hasta que Pedro conoció a Magda…
En realidad ya la conocía, los había presentado su prima Paola hacía unos meses pero Pedro no había tomado registro de ella en su momento.
Era muy simpática aunque bastante callada e introvertida, cuando sonreía lo hacía con toda la cara, principalmente con sus ojos marrón verdoso. Por lo demás era unos años menor que él, sus cabellos de color castaño claro, algo gordita. Muy bonita ciertamente, y con una carita llena de vida y color.

El inesperado encuentro tuvo lugar en el negocio donde ella trabajaba. Pedro entró a comprar y le resulto una cara familiar pero no acertó a reconocerla. De todos modos se quedó mirándola al tiempo que sonreía preguntándose en silencio de dónde la conocía…
Magda rompió el hielo del momento: Vos no sos Pedro? El primo de Paola?
Ah! Ahora caigo…! Vos sos Magda! No te había reconocido…! Como no nos volvimos a ver mas…

Yo si te recuerdo bien –dijo Magda- Paola siempre me cuenta de vos…
-Sonamos…!- Dijo Pedro, y rompieron en risas los dos… Charlaron animadamente dos minutos y se estableció una corriente de empatía. Inconfundible señal…!

Pedro le propuso tomar un café en algún momento a lo cual ella respondió que porque no el Viernes después del trabajo. Le dio su número y se despidieron con un beso.
Magda lo llamó el Viernes antes de mediodía. Nos vemos esta tarde? Si…! Cómo no?
Arreglaron una cita, en un café cercano al lugar donde trabajaba Magda y esa tarde se encontraron.

Magda llegó puntual, Pedro ya la estaba esperando hacía 10 minutos.
Pidieron dos capuchinos y de inmediato se comenzaron a charlar todo, un poco era conocerse, aunque ya estaba instalada la cuestión que se gustaban.

Pedro, un poco bastante influenciado por el designio de la piedra se dejó llevar por un embeleso embriagador. Aquella mujer lo atraía de un modo inusual, no era una chica que el hubiera elegido en un boliche y sin embargo le resultaba maravillosa a poco de comenzar a conocerla.

En un momento se lo dijo: Me gustás Magda… sinceramente estoy muy impactado con vos.
A mi también me agradás mucho, Pedro.
Pero antes que te enteres por otro lado, te voy a confesar algo: Soy bisexual. Hasta hace poco salía con Paola…
Pedro se quedó patinando, no entendió en un primer instante lo que Magda le estaba diciendo…
O sea que…? Si, dijo Magda, me van las chicas y los chicos también. Y por eso me dejó tu prima, no entiende, no acepta que me gusten los hombres también.
Me querés decir que Paola es lesbiana? Jamás lo hubiera imaginado…
Hace mucho que es lesbiana, Pedro… Cuando la conocí ella venía de romper una relación de años con Patricia, su profesora de Yoga… -¿La conociste?-
Si…! Dijo Pedro, cada vez mas sorprendido…
Y vos…? Como es eso que también te gustan los chicos? Contáme…
Magda le contó entonces que en realidad no se trataba de ser lesbiana sino que era Paola quien la atraía. La atraía tanto que se dejó seducir y así fue que empezaron a salir. Pero para mí, dijo, siempre se trató de una amistad muy profunda donde también había algo de sexo. Nunca me dejaron de gustar los hombres y una vez que empecé a salir con uno a Paola le dio un ataque de concha…
Y así fue hasta hace unos 20 días que le dije que así no iba a seguir. Que si salía con un chico no significaba que la deje de querer, pero que necesitaba eso tanto como respirar.
Y a ella no? Preguntó Pedro clavando el cuchillo en la llaga ardiente…
-La verdad es que la extraño- -Pero no soporto que sea tan cerrada y posesiva!-

La noche iba transcurriendo, entre charla y charla la seducción hizo de las suyas y terminaron en un telo dándose una encamada de órdago… Magda hacía ya casi un año que no tenía sexo con hombres por lo que su “hambre” era desmesurada y Pedro lo pasó de maravillas con ella.

Se volvieron a ver un par de veces mas y todo seguía mejorando entre ellos. En el plano sexual era maravilloso. Al parecer, las experiencias bisexuales de Magda le habían dado una capacidad de conocimiento sobre sus propios deseos y sobre su cuerpo que la hacían más gozosa que cualquier otra mujer que Pedro haya conocido.
Pedro pensaba que todo esto era producto del poder de la piedra, aunque en realidad la piedra nunca volvió a emitir su brillo…

Un día que se encontraron para ir a coger, mientras ingresan al telo, ven en otro auto entrar a dos mujeres juntas.
Pedro, al verlas recuerda la condición de bisexual de Magda y le pregunta a boca de jarro: No extrañás acostarte con una minita?
A veces la extraño a Paola, le contesta con sinceridad… E inmediatamente le repregunta: A vos te jodería que me curta una minita de vez en cuando?
A Pedro se le paró hasta el dedo chiquito del pié izquierdo. No hubo otra cosa esa tarde mas que fantasías sobre un posible trío. Obviamente lo pasaron de maravillas.
Como si el destino estuviera esperando el momento para manifestarse, al día siguiente se encontraron a tomar un café después del trabajo de Magda y cuando estaban charlando apareció Paola…
Pero que sorpresa encontrarlos juntos…!!!
Magda levantó la vista y los ojos se le iluminaron.
Pedro la miró y de forma instantánea sintió un cosquilleo en su pierna derecha. Llevó su mano al bolsillo y sintió la piedra caliente. La sacó y los tres vieron como brillaba… Las dos mujeres se quedaron un tanto estupefactas al ver aquello. Pedro no… Acababa de darse cuenta que el designio era exactamente lo que en ese momento se estaba manifestando.
-Así que te garchás a mi primo?- Dijo Paola sin rodeos ni titubeos y sin perder la sonrisa.
Si Dulce, pero si querés verlo con tus propios ojos te invitamos…
Y la piedra comenzó a brillar de nuevo, brilló mas que nunca…