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Siete por siete (76): El sueño del pibe (V)




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Compendio I


No es que me haya puesto flojo o malo con ella. Encuentro que lo estaba haciendo bien y que no se podía avanzar más.
Y tampoco es que esté tan preocupado por Fio.
En faena, por fortuna, ocurrió una “anécdota” (es decir, un accidente sin víctimas): La banda transportadora de material se cortó y pasó a llevar un camión cisterna.
Cuando volví de vacaciones, encontré 37 mensajes nuevos: 8 eran de mis hombres, 20 eran de Tom y sus hombres y el resto, de Hannah…
Y no precisamente para decirme cuánto me ha extrañado en estos meses.
Por lo que pude comprender, fue una falla de la compañía que instala esas bandas, que la cisterna que estaba haciendo mantención Tom se estacionó ahí de pura casualidad y que de alguna manera, los tarados de administración piensan que la culpa es de Hannah y sus hombres, siendo que ellos nada tienen que ver con la banda transportadora, ni mucho menos podían predecir dónde se cortaría la jodida correa.
He contactado a mi reemplazo (Que también es un verdadero inútil) para que revise las carpetas de recibos y los registros de listas de chequeos de mantención de esa banda, para que de esa manera, los tarados de administración vean la inocencia de Tom y sus muchachos y se den cuenta que esa mantención es un servicio externo, provisto por otra compañía.
También le he mandado un montón de correos a otro de mis hombres, encargado de guardar las cartas Gantt, para que revise los periodos entre Agosto y Diciembre de los 3 últimos años, y así poder encontrar la boleta anterior, en vista que mi reemplazo no puede encontrar la más reciente.
No quise contárselo a mi esposa, porque ella ya estaba nerviosa con el problema que tenemos con las pequeñas, pero yo tengo fe que lo resolveremos, ojalá sin contratar una niñera, para simplificarme las cosas.
Por fortuna, no soy tan inútil cuidando a mis chiquititas y disfruto hacer las labores de la casa.
Era sorprendente ver que 2 hermanas, que lucían completamente iguales, eran tan diferentes como el día con la noche.
Neryda (que de cariño le decían Nery) era la más chacotera y la que vestía más sensual.
Estudiante de periodismo, pero como dijo Marisol, no supo llegarme como corresponde, porque al principio, parecía tan pretenciosa como Pamela.
La noche que me agarré con Giacopo (cuyo único encanto era una mirada somnolienta y labios gruesos, parecidos a los del tarado que dijo que “Anna Frank habría sido una Believer…”), me puso al tanto de toda la crisis del fiscal asesinado en Argentina.
Yo estaba fascinado con ese caso, porque apenas me enteré del incidente, traté de informarme lo mejor que pude. Pero me faltaban detalles y Nery me aclaró casi todas mis dudas.
Esa noche, nos fuimos conversando muy entretenidos sobre las aristas de ese caso, ya que me llamaba la atención la lentitud de la investigación y lo ineficiente del equipo y fue ella la que me iluminó un poco más de los motivos políticos de esas “irregularidades”.
Pero Susana es la más lista y más seria. Entiendo por qué Marisol dijo que “levantármela” sería más difícil, puesto que tiene esa noción de lealtad a su pareja, a pesar que no valía la pena.
Y las 2 son muy bonitas.
Deben medir un poco más que 1.70m, porque son un par de centímetros más altas que Marisol, con cabello negro liso hasta los hombros.
Sus pechos eran ligeramente más pequeños que los de Marisol, pero esponjosos y bien parados. Sus cinturas eran delgadas, aunque Susana era ligeramente más gordita. Pero con unas colas de infarto.
Ojos negros, nariz puntiaguda, labios gruesos y una dentadura parejita, que les daba una sonrisa resplandeciente, en el sentido que subían el ánimo y llamaban la atención.
Eran hijas de un funcionario de la Embajada Argentina en Italia y se tomaron las vacaciones de invierno, para celebrar su último semestre de asignaturas en la universidad.
Y al día siguiente, (cuando me quedaban 4 días para completar la misión), empezamos a subir la presión con Nery y dar el toque final a Susana…
Me encanta nadar. Mi esposa dice que cuando lo hago, la espalda se me cuadra y no me veo tan tenso, que es lo más complicado de este trabajo.
Pero odio ponerme protector solar y Marisol lo sabe muy bien.
Entonces, cuando volví esa tarde de mi jornada de natación, Marisol “justo” estaba amamantando a las pequeñas, así que empezamos una pequeña discusión.
“¡Marco, ponte bloqueador!”
“¡No quiero!”
“¡Amor, te vas a quemar! ¡Hazme caso, por favor!” me pidió.
Le obedecí, pero simplemente, me apliqué en los hombros…
“Nery, ¿Te molestaría mucho si le pones bloqueador a mi marido?”
Ella se puso nerviosa…
“Y vos… ¿No te enojás… si lo hago?” preguntó con miedo.
“¿Por qué? Si somos adultos todos…”
Y Nery obedeció.
Me masajeó los hombros, bastante rico.
Fue bajando por mis costillas, mi cintura…
Y en la parte que bordeaba el traje de baño, se chupó…
“¡También necesito crema ahí!” dije, señalando la base de mi espalda y el comienzo de mis glúteos.
Marisol dice que mi trasero está bien formado, porque antes de casarnos, me encantaba salir en bicicleta y según ella, lo tengo bien parado y musculoso.
“¡Vos decimé si te incomoda!” dijo ella, deslizando sus pulgares sobre mi espalda.
Se sentía como un rico masaje y realmente, lo estaba disfrutando…
“¡Bien, amor! ¡En agradecimiento, ponle crema a ella!”
Puso una cara de conejo asustado.
“¡Pero ruiseñor… me van a quedar las manos pegajosas!…” protesté, siguiendo el juego.
“¡Es lo más justo, por tomarse las molestias!”
“¡Mari, que no ha sido una molestia!” dijo Nery, nerviosa y colorada. “¡Vos no tenés que hacerlo… si no querés!...”
Le sonreí.
“¡Claro que quiero!”
Y empecé a masajearla en los hombros, que estaba bastante tensa…
Usaba un bikini rojo, bien intenso.
“¡Uy, pibe!... ¡Dale ahí! ¡Dale ahí!... ¡Oh, boludo, que buenas manos tenés!”
Y empecé a bajar por sus omoplatos, su espalda…
“¡Esperáme un poco, para soltar mis lolas!” me pidió ella, desabrochando su top.
Con una voz picara, me dijo.
“¡Vos no mirés!...”
Y fui bajando por su cintura, sus caderas y la base de su espalda.
“Nery, ¿Puedo preguntarte algo?”
“¡Preguntá, querido, preguntá!”
“¿Por qué no viniste con un novio? ¿Por qué estás soltera?”
Al escucharme, cubrió su pecho con la toalla y me miró, muy contenta.
“¿Y por qué vos querés saber eso?... ¿Acaso te importa?”
“¡Discúlpame si te he ofendido!... pero te he visto estos días y te he encontrado muy bonita para que estés soltera.”
Ella estaba contenta…
“¡Que cosas decís, boludo!” dijo ella, sonriendo con coquetería. “¡Agradecé que Mari se ha quedado dormida!...”
Pero claro. Ese sueño de mi esposa también era fingido… y usaba lentes oscuros, para ver la situación.
“Pero no me has respondido…” insistí yo, con una voz más fina, para “no despertar” a mi mujer. “¿Cómo una chica tan linda como tú puede estar soltera?”
A ella le encantan los halagos. O a lo mejor, la tenía tan ganosa, que no paraba de sonreír.
“Bueno… si querés saber… es porque no me gustan los quilombos…”
Y yo seguía esparciendo crema, en la base de su espalda…
“¿Y no has pensado en un “amor de verano”?” pregunté.
“¿Un “amor de verano”?” repitió, confundida.
“¡Claro!” le expliqué yo, regresando por su cintura, hasta los hombros. “Algo casual… nada serio. De un par de días solamente…”
Me miró, nuevamente, tanteando la situación…
“¡No sé, pibe!” dijo ella, mirándome nerviosa. “Lo malo es que necesito conocer a un mino…”
Me miró directamente a los ojos…
“¡Una chica tan bonita como tú no debe buscar demasiado!”
Entonces, llegó Susana…
“¡Hola!” Saludó. “Vine a saludarlos, porque los vi re entretenidos en la playa…”
Miró a su hermana con un enojo…
“¡Sí!” respondí yo. “Marisol me mandó a ponerme bloqueador, que lo odio, pero como estaba ocupada dándole pecho a las pequeñas, le pidió a tu hermana que lo hiciera y a cambio, me mando a ponerle bloqueador a ella.”
“¡Y vos aceptaste, sin problemas!” protestó, mirando a su hermana furibunda.
“A ti tampoco te caería mal broncearte…” le dije, untándome crema. “Se nota que has surfeado todos los días…”
Susana me miraba asustada…
“¿Cómo sabés?”
“Por las mangas de tus muñecas.” Respondí. “Abajo, la piel está blanquita. Se nota que no ha tomado sol. Lo mismo pasa en tu cuello y en tus piernas.”
“¿Vos te fijás en eso?” preguntó, sorprendida.
“¡Claro! ¿Marisol no les contó que me encantan las novelas de detectives?”
“¡No!” respondieron en coro, muertas de la risa.
Me puse de pie, encarando a Susana.
“¿Quieres que te ayude?” pregunté, refiriéndome al traje térmico.
Estaba avergonzada…
“Si vos querés…” respondió, casi tan nerviosa como yo.
El traje le quedaba tan ceñido, que revelaba una piel blanquecina y una figura divina, casi tan linda como la de Marisol y por debajo, me recibía un conjunto celestino, compuesto por una tanga diminuta y un top discreto, pero acogedor.
“¡Pero seguí contando, Marco!” insistió Nery. “¡Sos muy entretenido!
“Bueno… también me puedo dar cuenta de sus personalidades…” le respondí, untándome nuevamente crema en las manos.
“¡Mentís!” dijo Susana, sonriendo tan coqueta como su gemela.
“Pues, es cierto.” Le respondí, masajeando su espalda. “Por ejemplo, Nery es la más nerviosa de las 2. Se nota porque se come las uñas…”
“¡Eso no es cierto!” respondió ella.
Pero su hermana la miró más seria…
“¡No lo hago cuando me ven!” se excusó.
Nos reímos otro poco.
“¿Qué más?” preguntó Susana, un poco tensa al sentir mis manos en su cintura.
“A ti te gusta vestir elegante y tu hermana sale a trotar, al menos, una vez a la semana…”
Quedaron boquiabiertas…
“¡Pibe, contá! ¿Cómo sabés?” dijo Nery, impresionada.
“Lo veo por sus piernas. ¡Fíjense!” Les dije. “Susana tiene la cola un poquito más parada, porque le gusta usar tacos. Pero tu hermana sale a trotar, porque sus muslos se ven carnosos y duritos.”
“¿Pero cómo sabés que salgo una vez a la semana?”
“Porque el resto de tus músculos no se han tonificado.” Le expliqué. “Cuando corres, se endurecen las piernas y tu vientre. Pero si corres más, debido a la circulación de la sangre, se empiezan a tonificar también tus brazos.”
“¡Me tenés loca, boludo!” exclamó Nery, con tremendos ojos. “¡Lo sabés todo!”
“Entonces… vos nos distinguis por como nos vemos…” dijo Susana, más triste.
“¡Para nada!” le respondí. “Para saber cuál es cuál, me basta con mirarlas a los ojos.”
“¡Mentís, Marco!” exclamó Nery, todavía incrédula. “Si somos idénticas…”
Y Susana me miró con un ligero anhelo que no mintiera.
“¿Se los demuestro?”
“¡Ya!” dijo Nery, muy entusiasmada.
“No es que tengan color de ojos distintos.” Les dije, mirando fijamente a Nery. “En eso, ustedes son 2 gotas de agua… pero lo que las hace distintas son su personalidades…”
“¿Y cómo sabés?” preguntó Susana, con curiosidad.
“Porque Nery es más nerviosa. ¡Fíjate!” le expliqué. “Aunque sólo la miro a los ojos, ella no para de sonreír, porque la pongo inquieta. Debe ser buena para las fiestas, porque no está acostumbrada a que la vean así…”
“¡Ya! ¡Dejáme, que me ponés nerviosa!” protestó ella.
Y luego, miré a Susana.
“En cambio tú, mantienes la mirada fija. A ti, no se te escapan detalles y analizas todo lo que ves. Te sientes segura de ti misma e imagino que cada decisión que tomas, debe ser mesurada y meditada con anticipación…”
Con decir eso, Susana se puso roja de vergüenza…
“¡Apuesto que te casaste con Mari por el color de sus ojos!”
“Para nada. Ella me gustó porque nuestro libro favorito es el mismo…”
Nery se rió.
“¡Que boludeces decís!”
Y ahora comprendo por qué Susana me preguntó eso…
“Marco… ¿A vos te interesaría… aprender a andar en tabla?”
“¡No lo sé!” le respondí. “Para ti, es algo importante, porque pasas horas y horas en el mar… y la única experiencia en tabla que tengo yo es en esas de Body…”
“¡Pero no es tan complicado!” insistió, muy entusiasmada. “Si querés, puedo enseñarte…”
“¡Gracias!” le dije, avergonzado. “Para mí, las 2 cosas que me preocupan es el equilibrio y saber bien dónde tomar la ola…”
Ella me miró estupefacta, porque al día siguiente, me diría que esa era toda la ciencia de la tabla.
“Para un mino como vos, no creo que te cueste dominarla…”
Como ves, ruiseñor, tampoco me es tan rápido avanzar la historia.
Y esa noche, tras bailar, acordamos juntarnos a las 7 de la mañana…
Para que me enseñara a surfear… y para hacerle el amor en el agua.


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