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Marie Clare (parte 1)

Hace un par de semanas atrás llegó a trabajar una chica como cajera. La casualidad fue que justo fue destinada a sentarse junto a mí.

Su nombre Marie Clare, edad 16 años, simpática y muy, pero muy guapa.

Yo tengo 27 años, lesbiana y me considero como una chica más de este mundo, pero debo admitir que la llegada de esta chica me ha venido como anillo al dedo, no por andar buscando una chica como loca por la vida, sino porque hay veces en las que viene bien tener alguna aventura.

Siempre me he alejado de todo tipo de relación con chicas menores, pero esta vez la tentación fue más grande.

Después de unas semanas trabajando juntas, indicándole cómo funcionaban las cosas allí, riéndonos de los clientes, nuestro jefe, entre otras cosas; la atracción que sentía hacia ella se hacía incontenible. Cada vez que la miraba sentía una especie de imán y tenía que esforzarme un montón para que ella no me descubriera.

Mi homosexualidad es algo sabido por mis jefes; de hecho es tan buena la aceptación que las bromas van y vienen y las conversaciones son tema de cada día. Hasta ese momento la única que no sabía era Marie Clare, hasta que llegó el día en que preguntó si tenía novio y le dije sonriendo que no lo tenía, porque soy lesbiana. Primero incrédula de lo que le decía quedó mirándome, la verdad es que seguramente pensó que era una broma, pero luego le preguntó a mis jefes si era cierto y ellos confirmaron lo dicho por mí. Cuando la vi después de unos minutos aún con cara de incredulidad, le pregunté si acaso le causaba molestia mi homosexualidad y respondió que no, pero que le había causado asombro ya que no se me notaba para nada, según ella. Pensé luego si tal vez había sido una buena idea contarle, quizás ahora se alejaría, pero en fin, lo hecho, hecho estaba.

Pasaron los días y nuestra relación laboral se afianzó, ella ya no miraba con estupor y yo intentaba no hacer bromas pesadas ni nada que le pudiere hacer sentir incómoda.

Un día nos tocó salir tarde del trabajo y me ofrecí para acompañarla a su casa. Cuando llegamos no había nadie y ella no tenía las llaves para entrar, ya que se había cambiado de casa hacía poco tiempo junto con su familia y por consiguiente tampoco conocía vecinos que le pudieren ayudar en ese momento. Se comunicó por teléfono con sus padres y ellos le dijeron que habían tenido que salir de emergencia con su hermano menor, ya que había fracturado un brazo y que no llegarían muy temprano a casa. Mientras escuchaba la conversación salió, creo, lo más perverso que pudo pasar por mi cabeza; le pedí a la chica que me pasara el teléfono para hablar con su madre a pesar de no conocerme; me presenté, le conté que conocía a su hija desde que comenzó a trabajar y que me ofrecía para que ella se quedara en mi apartamento mientras ellos estuviesen en la clínica, hasta que la pasaran a buscar. Le dije además, que si quería cerciorarse que yo era una persona confiable, hablara con nuestra jefa ya que se conocían desde hace años. En un principio dudó, pero al ver que era eso o que su hija se quedara en la calle esperándolos, llamó a nuestra jefa y ella confirmó lo ya dicho por mí, ante lo cual accedió a que los esperara en mi apartamento.

Mientras íbamos viajando, la verdad es que todos los meses de abstinencia ya me estaban pasando la cuenta. De tan solo pensar que esta niña estaría en mi casa y que en el mejor de los casos podría llegar a pasar algo era algo que me excitaba.

Llegamos, le encantó mi refugio, le dije que se pusiera cómoda mientras me duchaba, salí y vi que estaba atenta leyendo revistas del ambiente lésbico, pero no quise hacerle comentarios en ese momento, fui rauda a la cocina porqué llegamos hambrientas después de tanto trabajar. Luego de comer bebimos unas cervezas, miramos la televisión y cogí una de las revistas, empecé a hojearla y le pregunté si le había gustado lo que había leído; un poco avergonzada dijo que sí, empezamos a hablar y poco a poco fuimos subiendo la intensidad de la charla, hasta llegar al sexo.

Después de explicarle algunas cosas, e intentar hablar sobre qué se siente en esos momentos de lujuria, sentí que ambas estábamos excitadas, comencé a rozar su muslo con el mío mientras seguíamos conversando y poco a poco noté que su respiración se agitaba más y más.

Me acerqué un poco más hasta tenerla a mi lado y comencé a tocar sus manos, mi boca terminó en su cuello; no opuso resistencia y finalmente volteó su cara para quedar frente a frente. Nos besamos lentamente, nuestros labio húmedos experimentaban, poco a poco nuestras lenguas se unieron y comenzaron a juguetear; los jadeos no se demoraron mucho en sentirse; mi boca degustaba su cuello esbelto y mis manos acariciaban su cintura, intenté contenerme, pero por inercia mis dedos terminaron por debajo de su camiseta y en su baja espalda. Ambas estábamos lo suficientemente excitadas como para seguir, hasta que ella dijo que nos detuviéramos; a regañadientes lo hice. Pregunté si se sentía incómoda, si no le había gustado y nuevamente avergonzada me contó que nunca había besado a alguien y que mucho menos había mantenido relaciones sexuales, por lo que era virgen. Eso para mi fue una explosión de ansiedad, deseo, lujuria; además que la forma como lo dijo fue muy tierno; por lo que para no arruinar el momento desistí de seguir.

Propuse que nos fuéramos a dormir, ya era tarde y su familia ni luces de pasar a buscarla. Le presté uno de mis pijamas para que no se sintiera incómoda y arreglé la habitación de huéspedes para que descansara.

Acostadas, yo en mi cama estaba ardiendo de deseo, mi sexo estaba húmedo y me masturbé pensando en ella, reprimí mis gemidos para que no me escuchara; de pronto sentí algo en la puerta de entrada a mi habitación, era ella. Mientras me masturbaba, ella tenía una de sus manos en su sexo. Me bloqueé por completo al verla, me cubrí con la sábana y después de un rato al armarme de valor, fui a la habitación contigua.

Estaba acostada mirando hacia la pared, me senté en el borde de la cama y comencé a hablarle, pedí disculpas y acaricié su espalda, le expliqué que la masturbación es algo normal y más aún cuando se siente atracción por alguien, independientemente de la soledad. Se volteó y preguntó si eso era cierto, si yo me sentía atraída hacia ella, así que como no lo podía negar, asentí. La abracé, sentí que pegaba su cuerpo junto al mío y sentí un susurro en mi oído “también me atraes, me gusta estar a tu lado”; con esa frase terminé por derretirme. Comenzamos a besarnos y nuevamente los jadeos no tardaron; nuestros sexos ya húmedos necesitaban más que besos, la despojé del pijama, ella se colocó arriba de mi con sus piernas abiertas invitándome a que la masturbara. Mis dedos comenzaron a deslizarse por su entrepierna, mi lengua estaba en uno de sus pezones, lamiéndolo, hasta que la punta de mis dedos rozó su clítoris y poco a poco comencé a moverlos con mayor intensidad. Su sexo estaba depilado, pero no completamente. Quería sentirme más cómoda junto a ella, y la llevé a mi cama en brazos, como si estuviera penetrándola, no paramos de besarnos en ese trayecto de solo 6 metros hasta mi cama. Ya cómodas me saqué el pijama y quedé desnuda al igual que ella. Abrí sus piernas, acerqué mi sexo y comencé a moverme, quería sentir su flujo siendo expulsado por su vagina tierna, pero cuando estaba a punto de acabar sonó su teléfono y tuvo que correr a atenderlo (Qué inoportuno me dije), era su madre avisándole que pasaría a buscarla en una hora más. Continué, pero lamiendo su sexo. Miraba su cara y su expresión, era de máximo placer, emitía pequeños gemidos, mientras pasaba mi lengua por su concha intentaba meter uno de mis dedos, la verdad es que me excitaba mucho el poder desvirginar a una chica y tenerla ahí en ese momento era una fantasía cumplida; sin embargo pensé que mejor eso podríamos dejarlo para otra oportunidad, porque estaba segura que ella querría volver a estar conmigo nuevamente; además que no me gustaba la idea de hacerlo y luego no poder hacerle cariño tranquilamente y que por el contrario tendríamos que hacerlo y luego despedirnos. Finalmente se corrió en mi boca, la verdad es que no me costó mucho hacer que acabara; pasara la punta de mi lengua por su clítoris y jugaba a intentar meter alguno de mis dedos en su concha apretada, y la succión de su clítoris fue el punto final para lograr que acabara y me diera todo su flujo en mi boca, sentí como recorría mi paladar, subí a su boca, la besé y le pregunté si quería que eso volviera a pasar nuevamente, respondió que si.

Nos quedamos abrazadas un rato, luego nos dimos una ducha juntas y a esperar que pasaran sus padres a buscarla.

Lo bueno fue que gracias a mi jefa ahora estoy con esa hermosa chica; más que mal ella fue quien le dijo a la madre que yo era una persona confiable.

Cada vez que podemos nos encerramos en el apartamento, con los teléfonos apagados y con el beneplácito de su madre, que hasta el día de hoy piensa que solo soy una buena compañera de trabajo y amiga de su hija.

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