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Compendio I
Aunque hoy tenía pensado contar de Lucia, prefiero contar lo que ha pasado hoy, ya que ha sido (y es) mucho más importante.
Estos últimos 2 días he estado muy inquieto. Aunque Pamela y su familia se marchan en 3 días más, la razón de mis preocupaciones ha sido la menor de mis pequeñas.
Comparte el mismo nombre que Pamela y curiosamente, es la más alta y delgada de las 2. Pero lo que más me agrada es que es la más limpia, ya que llora cada vez que hace sus necesidades.
Fuera de esta bitácora, mi ruiseñor y yo somos padres comprometidos y no lo mencionamos tanto, porque son cosas cotidianas que la mayoría de las parejas debe enfrentar.
Marisol es una madre muy cuidadosa y aprehensiva. Incluso ahora, que le hemos empezado a dar colados (ya van para los 9 meses), se ha puesto un poquito molesta, porque no toman pecho ahora a la hora de almuerzo.
Pero yo soy más observador. Tengo buen juicio con las pequeñas y les dedico tiempo para hablarles, bañarles y cambiarle los pañales, labor que Marisol me agradece por montones.
Pero del domingo al desayuno, mi retoño me entregó un pañal sólo con pipi, a pesar que era la muda de la noche. Marisol me dijo que tenía suerte, pero conozco a mi pequeña y aunque en las noches me hace levantarme, me ponía en alerta esa situación.
Marisol quería que saliéramos a la playa, llevando también a las pequeñas, pero estando la menor así, me dan ganas para nada y lo único que quiero es quedarme en casa.
En el pecho de la tarde, nuevamente lo mismo, pero mi pequeña tenía hambre. Marisol insistía que eran preocupaciones mías, pero yo ya andaba con la idea de llevarla al hospital, junto con su hermana, para que la revisaran. Pero mi “chiquitita larguirucha” no me ayudaba en mi caso, porque estaba tan amorosa como siempre.
Y entonces, a eso de las 4 de la mañana se puso a llorar. Seguía con pañales solamente húmedos y no quería brazo, ni pecho de mamá, ni tampoco quería dormir.
Marisol me echó la culpa, porque de tanto “desear que se enfermara”, mi “deseo” se hizo realidad. Pero no me di tiempo para discutirle. Las llevamos al hospital, junto con su hermana, para que las revisaran.
El joven doctor nos dijo que mi pequeña tenía una ligera indigestión. Que al parecer, los colados que le estaba dando eran demasiado densos para que pudiera digerirlos y que con un par de gotas, estaría bien. La mayorcita, por otra parte, estaba sana como una lechuga, a pesar que comía lo mismo que su hermana.
Mi ruiseñor lloraba, porque creía que nuestro angelito se nos iba, pero la trataba de tranquilizar, diciéndole que era algo normal (aunque era la primera vez que nos pasaba). Me preguntó que cómo lo supe y le dije que fue por sus “pañales de la suerte”, que si bien olían mejor, no reflejaban lo glotona que era.
Pasamos el resto de la noche en vela, mientras que nuestras 2 bandidas dormían mucho más tranquilas y por la mañana, acosté a mi esposa en la cama, para que siguiera durmiendo.
Pamela y su familia estaban preocupadas por nosotros y tras tranquilizarlas, diciendo que todo estaba bien, decidí pedirle a mi “segunda esposa” que me ayudara a mudarla.
Tuve que enseñarle a Pamela a tomarla en brazo, porque estaba muy nerviosa. No es tanto que esté celosa, como piensa Marisol, sino que le preocupa que se lastimen bajo su cuidado.
La mayor, sin embargo, estaba muy entusiasmada por ver los pelos de la prima de su madre y no paraba ni de sonreírle ni de intentar jalarlos.
Pero mi chiquitita estaba tan cansada que ni siquiera lloraba por estar cochinita, así que luego de limpiarla, echarle talco y cambiar su pañal, me agradeció haciendo ruidos de “pedos” por la boca, como todas las veces que la tomo en brazos.
“¡Tío, que está es tu hija!” me dijo Pamela, con algo de vergüenza. “¡Tampoco me deja las tetas tranquilas!”
Coloqué a la pequeña en el mudador y me puse a espaldas de Pamela, para irla guiando con mis manos.
No pude evitar excitarme, porque apoyé mi cabeza en su hombro derecho, oliscando sus hermosos cabellos y su delicioso perfume, mientras que mi entrepierna buscaba el contacto con su trasero perfecto.
“¡Oye!... ¡Ahora no!...” protestaba ella, ligeramente excitada también. “Dijisteis que me ibas a enseñar…”
El pañal de mi pequeña mató un poco el ambiente, pero luego de echarlo a la basura, la situación se recuperó un poco.
Le enseñé a pasar la toallita para limpiarla, a aplicar el talco y a cómo colocar el pañal.
Luego la colocamos en la cuna, junto con su hermana.
“¿Son bonitas, no?” le pregunté, mientras las contemplábamos sacudiéndose en la cuna.
“¡Sí, son adorables!” respondió Pamela.
“¡Niñas, les presento a su tía Pamela!” les hablé a mis pequeñas.
“¡Hola, chicas!” dijo ella, sonriendo con ternura.
Y acaricie a Pamela por la cintura, deslizando mi mano suavemente hasta el borde de su falda.
“¡Ella es prima de su mamá y de la tía Amelia!” les dije a mis pequeñas, mientras que mi mano se deslizaba por entremedio de las piernas de Pamela, rozando suavemente su rajita, por encima de sus calzones.
“¡Marco, no!... ¡No me toquéis así, ahora!...” se resistía Pamela, apretando mi mano entre sus piernas.
Pero mis dedos podían seguir acariciándola suavemente.
“¡Tienen que conocerla bien, porque es una persona muy querida por mamá y por su papá y en un tiempo más, la verán a menudo!” les seguía hablando, mientras seguía tocando a Pamela.
Inconscientemente, soltaba el apriete de las piernas, para que acariciara su mojada rajita.
“¡Marco, detente!... ¡Por favor!... ¡No dejéis que las nenas me vean así!...” decía su boca, pero sus caderas se movían solas, en favor de mis caricias.
“Papá y mamá irán a visitarla a menudo y por las noches, dormirá con nosotros, para que no se sienta sola…” les explicaba a las pequeñas, que miraban más el vaivén de Pamela, arrebatada de placer, sin entender muy bien.
“¡Marco, saca la mano, por favor!... ¡Saca la mano!... ¡Que me voy a correr!...” pedía ella, rozándose sobre mi mano incesantemente.
Le obedecí. Tampoco soy tan pervertido para hacer eso frente a mis pequeñas.
“¡Eres un hijo de puta, Marco! ¿Cómo me hacéis eso?” protestó Pamela, enfadada hasta las lágrimas.
“¡Fue una broma que salió mal, Pamela! ¡Lo siento!” Me disculpe, arrepentido.
“¡Son tus hijas, Marco! ¡Tuyas y de Marisol! ¿Cómo carajos me tocas frente a ellas?”
“¡Pamela, son pequeñas!” me defendí.
“¿Y esa es tu excusa, Marco?... ¡Carajos!...” dijo, luego de marcharse de la habitación y regresar a la suya.
La seguí.
“¡Son las nenas más lindas que he visto, Marco!... son tan blanquitas como Mari… y tienen la misma mirada que tú…” se quejaba, llorando. “¿Cómo podéis ser tan guarro?”
“Pamela… ¿Y qué pasará cuando tengamos los nuestros?” pregunté, consultando.
Ella me miró sorprendida.
“¿Qué carajos hablas?”
Le tomé de las manos y la miré a los ojos.
“Que me gustaría que vivieras con nosotros y que tuviésemos hijos.” Le expliqué.
Ella soltó mis manos y miró hacia otro lado.
“¿Qué guarrerías hablas, Marco?... ¿Cómo vamos a tener hijos, tú y yo?...”
La acaricié por el hombro.
“¡Pamela, yo te amo y quisiera que te quedaras con nosotros!” le ofrecí, con todo mi corazón.
Ella me miraba de una manera extraña.
“¿Cómo me dices eso, tío? ¿Cómo vamos a vivir juntos… y tener hijos?” preguntó ella, acariciando mis mejillas, sonriendo ante esa ilusa idea.
Le tomé la mano y se la besé.
“¡Ya lo he pensado, Pamela y puedo mantenerte a ti, a Marisol y a las pequeñas sin problemas!” le expliqué. “Podemos decir que conociste a un chico, que te embarazó, pero te terminó abandonando y como Marisol te quiere mucho y aquí hay más oportunidades para una mujer soltera, te viniste a vivir con nosotros. ¡Sabes que soy un buen padre, Pamela y me encargaré de nuestros hijos! Podrás ir a la universidad, junto con Marisol y lo que es mejor… ¡No te iras de mi lado!”
Podía ver en sus ojos que le agradaba la idea. Pero el mismo raciocinio que me encanta de Pamela me avisaba sus dudas.
“¡Tío, no sabes cuánto me tientas!” me decía ella, suspirando, mientras nos sacábamos la ropa. “¡Podría dormir todas las noches, a tu lado y con Mari!”
E hicimos el amor, un par de veces…
Y por el momento, sigo esperando su respuesta.
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3 comentarios - Siete por siete (63): Enseñando a una futura mamá
gracias