El extraño
El hombre alto y robusto vestido con jeans y una remera de algodón negra subió al auto era una gol negro 3 puertas con vidrios polarizados, un auto que cabía en cualquier lado y con un motor joven que respondía a la primera acelerada. Eras verano del 2015, un día de domingo caluroso y nublado por momentos, la ciudad de buenos aires funcionaba a medias; el transporte público funcionaba al mínimo, la mayoría de los transeúntes eran familias jóvenes donde un muchacho de 30 años le dolía el cuerpo por el trabajo de la semana y una madre de 25 no soportaba las quejas de su marido y su bebe, caminando con aire ausente iban o venían de la casa de la suegra, o de un amigo que se había pasado con la cerveza. El hombre del barrio de villa Urquiza estaba en la vereda con las llaves del auto en su mano derecha, miró para los dos sentidos de la calle y con una mueca de hoy es el día apretó el botoncito de la alarma y se introdujo dentro del auto, eran las 18:00 hs de un lindo día.
La ciudad de buenos aires se encuentra en una dimensión paralela los días domingos, son diferentes a todos, en una ciudad tanguera como ésta el domingo era el día de la tristeza el de recuerdos de infancia y el de borracheras a las dos de la tarde, era esperar al que te deja plantado, era ver la mueca de tristeza de quien trabaja en un lugar donde nosotros vamos a divertirnos: como los empleados de las comidas rápidas y los cines cada vez menos concurridos. Si bien hay ciertos puntos muy concurridos donde pareciera que la alegría está a la orden del día, en los barrios en los suburbios se siente la soledad.
Una calle vacía, unos adolescentes por el mal camino, gorras en la cabeza y remeras al hombro. Ella estaba leyendo en su casa de clase media, en el primer piso, en su barrio dirían que su familia tiene mucha plata, que es gente de guita, pero nada más su abuelo inmigrante le dejo a su padre una casa de dos plantas, un chalet para ser más original. Sus padres la apartaron del mal camino, ella no salía mucho, sus padres la tenían aislada pero gracias a él que de vez en cuando aparecía con los libros y la hacía sentir libre un rato. La primera vez ella miraba para la calle desde la ventana del primer piso donde se encontraba su cuarto y vio en la esquina un auto negro donde le parecía distinguir a alguien en el asiento del conductor que la miraba con atención.
El auto negro se movió lentamente y sin hacer mucho ruido con su motor y maniobras se ubicó en un lugar cerca de la entrada de la casa, muchos vecinos salían con las familias a distintos compromisos los domingos y las calles estaban un poco vacías, el auto estaciono un poco a la derecha de la ventana de su habitación detrás de un árbol donde las hojas y ramas no interferían con la visión del asiento del conductor.
El conductor dirigió su auto hacía la mano del riachuelo de la gral paz e iba escuchando una radio al azar sin prestarle atención, estaba pensando en ella una chica de 19 años de buena familia que pasaba sus domingos leyendo en su habitación y muchas veces se asomaba por la ventana al descansar su vista. Dos semanas atrás él pasó con el auto a eso de las nueve de noche por la calle de su casa, la vio sacando una bolsa al contenedor de basura, iba vestida con un pequeño short rosa y una musculosa blanca, su cola redonda pero delicada lo hicieron suspirar y unos senos pequeños puntiagudos estaban detrás de esa musculosa, los imagino pequeños y de color rosado, ella miró al auto unos segundos mientras depositaba los desperdicios en el contenedor , él sin moverse casi sin respirar observo su cuerpo de adolecente y dejo desatar sus más oscuras fantasías. La tenía que tener no importaba el precio, conocía sus gustos de lectura y su inocencia, y él era un pervertido que dedicaba a pasar los domingos en su gol negro a mostrarle el pene a desconocidas en calles desiertas y paradas del colectivo a extrañas.
El auto negro se encontraba estacionado en la calle desierta de su casa, a pocos metros de la ventana del primer piso, ella vio el auto moverse y con el dedo de su mano izquierda marcó el libro que estaba leyendo “Rayuela” de Julio Cortázar, se quedó observando en silencio unos minutos y la ventanilla del lado del conductor descendió con un ruido de motor electrónico, lo vio a él un hombre de unos 30 años con gafas de sol, pelo corto y bien afeitado, la miraba con una expresión de interés pero no notó una mirada sexual de pervertido o de pajero como los chicos del primer año de la facultad. Observó al vehículo y a su ocupante hasta que este con un movimiento sacó un libro de Cortázar “Rayuela” y se puso a leer pasiblemente. Ella había escuchado hablar a su madre de esas cosas, había muchos pervertidos dando vueltas hoy en día, pervertidos que de seguro eran alcohólicos y drogadictos que orinaban en público tratando de enseñar sus genitales, de hombres horribles que decían barbaridades a las mujeres en la calle, de asquerosos que pasaban en auto y enseñaban sus partes púdicas a mujeres al preguntarles direcciones de calles. De adolecente le daba miedo, ahora a los 19 que ya hacía unos años se había empezado a masturbar le daba curiosidad, ella había visto muchas fotos o imágenes de penes en libros de medicinas pero nunca vio uno en vivo y en directo, nunca vio un pene adulto apuntando hacia ella.
El conductor abrió el libro por la mitad y sosteniéndolo con su mano izquierda, abrió su bragueta con la mano derecha y sacó el pene para afuera y subió y bajo la piel reiteradas veces sin llegar a la erección total, la miró a ella y comprobó que le estaba mirando. Ella lo vio desde la primera planta y acomodó la cruz de plata que colgaba de su cuello y sin querer toco levemente su seno izquierdo. Se sintió avergonzada cuando se dio cuenta y abrió su libro por la mitad e hizo como si no se diera cuenta de lo que ocurría con el vouyer. El hombre vio el roce de su seno y mientras fingía leer, desató el cinturón de su jean, ahora su pene estaba afuera sin nada que lo reprimiera. Después de unos minutos el levanto una hoja con una inscripción que había dibujado con letras grandes en la semana. Con un signo de interrogación al final decía “capítulo 5?”.
Todo sucedió demasiado rápido ella leyó el cartel y se dirigió a la parte del libro que en sus hojas había mojado con la humedad de su vagina al masturbarse, él también se dirigió a ese capítulo pero no lo leyó nada más se dedicó a masturbarse. El capítulo de alto contenido erótico iba de clavarle los dientes en el hombre hasta obligarla a tragarse su semen. Pasión pura, brusco pero consentido, ella ya era una mujer aunque una tela en su vagina decía lo contrario, ella podía elegir como debía ser su primera vez, sin con el amor de su vida o con un extraño que la acechaba los domingos por la tarde. Después de todo ¿Qué era el amor? ¿Existía lo normal? ¿Cuál es la forma correcta? o la vida era nada más tener valor para tomar decisiones y cumplirlas.
Ella empezó a leer y recordaba el capítulo, y se empezó a sobresaltar cuando el conductor del vehículo negro bajó la ventanilla y le mostró su enorme pene erecto como si no cupiera en ese revestimiento de piel. Se mordió un poco los labios y apoyó su mano derecha en su muslo derecho sin que él la viera. Esta vez usaba un short azul de tela elástica, su mano empezó a pasar por su pubis por arriba del short, mientras leía sexo fuerte, soltó los cordones que servían para ajustar el short según su cintura y quedó en ropa interior, con una bombacha blanca que cubría por completo su sexo y su cola. Recorrió con su mano su ombligo un rato, después bajo y dio una caricia a su feminidad por encima de su bombacha blanca, la tela era suave y su vagina inexperta latió al sentir la presión. Ahora estaba excitada, lo sentía en su cuerpo y en su mente, el extraño con su enorme pene la había excitado y eso era impuro, y el de seguro era un pervertido que la estaba acosando, podía llamar a la policía y lo detendrían, podría avisarle a sus padres y saldrían a confrontarlo. Pero ya no quería ser una mujercita, quería ser mujer.
Continuará…
Espero que le guste y comenten, esto no es real es un relato nada más.
El hombre alto y robusto vestido con jeans y una remera de algodón negra subió al auto era una gol negro 3 puertas con vidrios polarizados, un auto que cabía en cualquier lado y con un motor joven que respondía a la primera acelerada. Eras verano del 2015, un día de domingo caluroso y nublado por momentos, la ciudad de buenos aires funcionaba a medias; el transporte público funcionaba al mínimo, la mayoría de los transeúntes eran familias jóvenes donde un muchacho de 30 años le dolía el cuerpo por el trabajo de la semana y una madre de 25 no soportaba las quejas de su marido y su bebe, caminando con aire ausente iban o venían de la casa de la suegra, o de un amigo que se había pasado con la cerveza. El hombre del barrio de villa Urquiza estaba en la vereda con las llaves del auto en su mano derecha, miró para los dos sentidos de la calle y con una mueca de hoy es el día apretó el botoncito de la alarma y se introdujo dentro del auto, eran las 18:00 hs de un lindo día.
La ciudad de buenos aires se encuentra en una dimensión paralela los días domingos, son diferentes a todos, en una ciudad tanguera como ésta el domingo era el día de la tristeza el de recuerdos de infancia y el de borracheras a las dos de la tarde, era esperar al que te deja plantado, era ver la mueca de tristeza de quien trabaja en un lugar donde nosotros vamos a divertirnos: como los empleados de las comidas rápidas y los cines cada vez menos concurridos. Si bien hay ciertos puntos muy concurridos donde pareciera que la alegría está a la orden del día, en los barrios en los suburbios se siente la soledad.
Una calle vacía, unos adolescentes por el mal camino, gorras en la cabeza y remeras al hombro. Ella estaba leyendo en su casa de clase media, en el primer piso, en su barrio dirían que su familia tiene mucha plata, que es gente de guita, pero nada más su abuelo inmigrante le dejo a su padre una casa de dos plantas, un chalet para ser más original. Sus padres la apartaron del mal camino, ella no salía mucho, sus padres la tenían aislada pero gracias a él que de vez en cuando aparecía con los libros y la hacía sentir libre un rato. La primera vez ella miraba para la calle desde la ventana del primer piso donde se encontraba su cuarto y vio en la esquina un auto negro donde le parecía distinguir a alguien en el asiento del conductor que la miraba con atención.
El auto negro se movió lentamente y sin hacer mucho ruido con su motor y maniobras se ubicó en un lugar cerca de la entrada de la casa, muchos vecinos salían con las familias a distintos compromisos los domingos y las calles estaban un poco vacías, el auto estaciono un poco a la derecha de la ventana de su habitación detrás de un árbol donde las hojas y ramas no interferían con la visión del asiento del conductor.
El conductor dirigió su auto hacía la mano del riachuelo de la gral paz e iba escuchando una radio al azar sin prestarle atención, estaba pensando en ella una chica de 19 años de buena familia que pasaba sus domingos leyendo en su habitación y muchas veces se asomaba por la ventana al descansar su vista. Dos semanas atrás él pasó con el auto a eso de las nueve de noche por la calle de su casa, la vio sacando una bolsa al contenedor de basura, iba vestida con un pequeño short rosa y una musculosa blanca, su cola redonda pero delicada lo hicieron suspirar y unos senos pequeños puntiagudos estaban detrás de esa musculosa, los imagino pequeños y de color rosado, ella miró al auto unos segundos mientras depositaba los desperdicios en el contenedor , él sin moverse casi sin respirar observo su cuerpo de adolecente y dejo desatar sus más oscuras fantasías. La tenía que tener no importaba el precio, conocía sus gustos de lectura y su inocencia, y él era un pervertido que dedicaba a pasar los domingos en su gol negro a mostrarle el pene a desconocidas en calles desiertas y paradas del colectivo a extrañas.
El auto negro se encontraba estacionado en la calle desierta de su casa, a pocos metros de la ventana del primer piso, ella vio el auto moverse y con el dedo de su mano izquierda marcó el libro que estaba leyendo “Rayuela” de Julio Cortázar, se quedó observando en silencio unos minutos y la ventanilla del lado del conductor descendió con un ruido de motor electrónico, lo vio a él un hombre de unos 30 años con gafas de sol, pelo corto y bien afeitado, la miraba con una expresión de interés pero no notó una mirada sexual de pervertido o de pajero como los chicos del primer año de la facultad. Observó al vehículo y a su ocupante hasta que este con un movimiento sacó un libro de Cortázar “Rayuela” y se puso a leer pasiblemente. Ella había escuchado hablar a su madre de esas cosas, había muchos pervertidos dando vueltas hoy en día, pervertidos que de seguro eran alcohólicos y drogadictos que orinaban en público tratando de enseñar sus genitales, de hombres horribles que decían barbaridades a las mujeres en la calle, de asquerosos que pasaban en auto y enseñaban sus partes púdicas a mujeres al preguntarles direcciones de calles. De adolecente le daba miedo, ahora a los 19 que ya hacía unos años se había empezado a masturbar le daba curiosidad, ella había visto muchas fotos o imágenes de penes en libros de medicinas pero nunca vio uno en vivo y en directo, nunca vio un pene adulto apuntando hacia ella.
El conductor abrió el libro por la mitad y sosteniéndolo con su mano izquierda, abrió su bragueta con la mano derecha y sacó el pene para afuera y subió y bajo la piel reiteradas veces sin llegar a la erección total, la miró a ella y comprobó que le estaba mirando. Ella lo vio desde la primera planta y acomodó la cruz de plata que colgaba de su cuello y sin querer toco levemente su seno izquierdo. Se sintió avergonzada cuando se dio cuenta y abrió su libro por la mitad e hizo como si no se diera cuenta de lo que ocurría con el vouyer. El hombre vio el roce de su seno y mientras fingía leer, desató el cinturón de su jean, ahora su pene estaba afuera sin nada que lo reprimiera. Después de unos minutos el levanto una hoja con una inscripción que había dibujado con letras grandes en la semana. Con un signo de interrogación al final decía “capítulo 5?”.
Todo sucedió demasiado rápido ella leyó el cartel y se dirigió a la parte del libro que en sus hojas había mojado con la humedad de su vagina al masturbarse, él también se dirigió a ese capítulo pero no lo leyó nada más se dedicó a masturbarse. El capítulo de alto contenido erótico iba de clavarle los dientes en el hombre hasta obligarla a tragarse su semen. Pasión pura, brusco pero consentido, ella ya era una mujer aunque una tela en su vagina decía lo contrario, ella podía elegir como debía ser su primera vez, sin con el amor de su vida o con un extraño que la acechaba los domingos por la tarde. Después de todo ¿Qué era el amor? ¿Existía lo normal? ¿Cuál es la forma correcta? o la vida era nada más tener valor para tomar decisiones y cumplirlas.
Ella empezó a leer y recordaba el capítulo, y se empezó a sobresaltar cuando el conductor del vehículo negro bajó la ventanilla y le mostró su enorme pene erecto como si no cupiera en ese revestimiento de piel. Se mordió un poco los labios y apoyó su mano derecha en su muslo derecho sin que él la viera. Esta vez usaba un short azul de tela elástica, su mano empezó a pasar por su pubis por arriba del short, mientras leía sexo fuerte, soltó los cordones que servían para ajustar el short según su cintura y quedó en ropa interior, con una bombacha blanca que cubría por completo su sexo y su cola. Recorrió con su mano su ombligo un rato, después bajo y dio una caricia a su feminidad por encima de su bombacha blanca, la tela era suave y su vagina inexperta latió al sentir la presión. Ahora estaba excitada, lo sentía en su cuerpo y en su mente, el extraño con su enorme pene la había excitado y eso era impuro, y el de seguro era un pervertido que la estaba acosando, podía llamar a la policía y lo detendrían, podría avisarle a sus padres y saldrían a confrontarlo. Pero ya no quería ser una mujercita, quería ser mujer.
Continuará…
Espero que le guste y comenten, esto no es real es un relato nada más.
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