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Siete por siete (43): “Súper tallarín”




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Compendio I


Han sido días extraños. Ellas ya se han marchado y si bien Pamela con su familia están en casa, las cosas no han resultado tan sencillas como esperaba.
“¡Marisol, Marco es muy chistoso!” se burlaba Violeta con su hermana “¡Come tanto como un “súper tallarín”!
También había visto el animé de “Koku”, como le dice ella y de los muchachos de cabello y ojos negros, que cuando se enfadan, se convierten en rubios, con melena de león y ojos verdes.
A mi esposa le causó mucha gracia la primera vez que se lo dijo, mientras que a mí me llenó de vergüenza.
A consecuencia de estas experiencias, el tamaño de mis comidas ha crecido bastante. Antes que llegara la familia de mi esposa, con 2 porciones normales de almuerzo era suficiente para mantener mi peso y energías.
Pero este mes, necesitaba 3 porciones por comida y Violetita, tan pequeña, se ha dado cuenta.
Principalmente, como legumbres, arroz y fideos, alimentos con un amplio contenido de calorías, acompañados, como siempre, con ensaladas. Verónica, aprovechando su buena mano cocinera, se encarga de preparar pollo, vacuno y otras carnes, complementando de esa manera la paleta alimenticia.
Y la noche del lunes, realmente necesitaría convertirme en “Súper tallarín”…
“¡Me prometiste que lo haríamos para navidad!” Protestó mi ruiseñor, mientras comía mi segunda cena.
Violeta, como siempre, estaba viendo sus caricaturas “que hablan raro…”
“A mí me incomoda un poco…” respondí yo.
Quería que hiciéramos un cuarteto. Un “Daedalus”, como lo bautizó esa vez. Pero no disfruto demasiado de tríos y cuartetos.
“¡Estoy de acuerdo con él!” me apoyó Verónica, mientras se preparaba un emparedado de queso. “Esa vez que lo hicimos, fue buena. Pero me gusta más cuando tiene sus manos para acariciarme.”
Es uno de los defectos. Aunque mis manos estén en sus rajitas, estar con 3 mujeres al mismo tiempo resta intimidad.
“Bueno… entonces mamá no va.” Sentenció Amelia. “¿Y con nosotras 2? ¿Te animas?”
Marisol se puso más contenta…
“¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor!” suplicó mi esposa.
Las miradas lujuriosas de ambas me convencieron.
“¡Está bien!” acepté. “Pero mañana, me quedo con tu mamá…”
Las jovencitas sonrieron, mientras que la madre se atragantó, roja de vergüenza.
“¡Por supuesto, amor! ¡No esperaba menos de ti!” dijo Marisol.
Hay veces que me preocupan mis pequeñas. Ellas nos han escuchado todas las noches, mientras tenemos relaciones con Marisol.
También me han oído cuando disfrutaba de Rachel y de Fio, porque no me gustaba dejarlas solas.
Y esa noche, escucharían los gemidos de su tía…
La relación entre Marisol y Amelia es bastante extraña. Mi esposa siempre ha tenido curiosidad por el cuerpo de mi cuñada y Amelia es tan sumisa, que nunca le ha dicho que no.
Siempre han compartido todo y en la cama, no es la excepción. Pero no deja de ser extraño que me mire con esos lindos ojitos verdes, mientras que sus manos masajean sus pechos y entrepierna, llena de anhelo, en momentos que penetro, beso y acaricio los tremendos pechos que tiene su hermana, como si comprendieran la situación.
Y no menos raro deja de ser la mirada satisfecha de mi cuñada, mientras tomo a mi esposa delante de ella.
Mientras yo le daba por la cola a Marisol, Amelia se encargaba de chupar sus pechos y meter sus dedos en la rajita.
“¡Aun no puedo creer que tu leche tenga un sabor tan rico, Marisol!” Le decía Amelia, chupeteando los pezones sin mucho reparo. “Antes, tenías unos pechitos tan pequeños… pero ahora te han crecido bastante.”
Marisol, en cambio, solamente podía responder con gemidos.
“¡Más!...” Jadeaba Marisol, gozando deliciosamente de nuestras caricias. “¡Más!... ¡Ahhh!... ¡Denme más!”
Se besaban tan rico en los labios, mientras que las manos de Amelia no dejaban en paz a los pechos de Marisol, que tenía que contenerme hasta con los dientes.
“Marco, si yo me embarazara, ¿También me crecerían los pechos como a ella?” preguntaba Amelia, mientras que Marisol retribuía las atenciones que le habían dado. “Porque me gustaría tener los pechos de mi tía…”
“¡Uhhhh!... ¡Uhhhh!” exclamó Marisol, cuando se la metí con más fuerza.
La sola idea que le crecieran aún más sus enormes pechos, me ponía más caliente…
Luego que acabé en mi esposa y nos sumergíamos en una atmosfera llena de besos, caricias y extrañamente, ternura, esperamos para despegarnos y atender a Amelia.
“¡Amor, Violeta tiene razón!” dijo mi esposa, besando suavemente mis labios y riéndose. “¡Tienes las fuerzas de un “Súper Tallarín” en la cama!”
Amelia, por su parte, disfrutaba como iba invadiendo su retaguardia.
“¡Mhm, Marco!... ¡Mhm, Marco!...” exclamaba Amelia, a medida que empezaba a bombearla.
“Amelia, puedes gritar, si quieres…” le decía Marisol, mientras sobaba los pechos de su hermanita y yo me afirmaba a su cintura, gozando de su delicioso trasero.
“N-noo… porque… me escucharían las pequeñas…” suspiró Amelia, conteniendo su placer.
“¡No te preocupes! ¡Tienen el sueño muy pesado!... “Marisol besó con ternura uno de los pezones de su hermana y añadió. “Y se siente mucho mejor…”
Reconfortada con las palabras de su hermana, empezó a soltar su voz. Por fortuna, sus maneras de gemir son similares.
Luego de rellenarla, nos acostamos para descansar y esperar para despegarnos.
“¡Me encanta cuando me da por la cola!” confesó Amelia, bastante satisfecha. “¡Es tan rico cuando se queda pegado!”
“¡A mí también!” le respondió su hermana. “Dice que la mía es especial…”
“Hermana… sobre eso… quería pedirte algo…” sugirió Amelia, con un tono de desagrado.
“¿Qué cosa?” preguntó Marisol.
“Marco es mi novio… y no me gusta que ande con otras mujeres.”
Marisol sonrió.
“Es que Amelia… no has visto las chicas de acá. ¡Son muy bonitas!”
“¡Pero eso no me gusta!” protestó su hermana.
“¡Pero hermanita!… para él, nosotros seguimos siendo sus favoritas.” Le explicó Marisol. “¡Has visto estos días a la vecina! Se ve nerviosa, ¿Cierto?”
“Sí.”
“¡Está nerviosa de puras ganas de tener a Marco otra vez!” dijo Marisol, riéndose. “¡Y ya la has visto!… nosotras, comparada con ella, pues nos vemos mal… pero a “nuestro marido”, le seguimos gustando más nosotras.”
“¿Es verdad?” preguntó Amelia.
“Si fuera por mí, me quedaría solamente con Marisol… pero ahora me gustan tu mamá y tú, Pamela y Sonia… y a lo mejor, Elena, porque hace feliz a Sonia…” agregué, avergonzado.
“¿Lo ves?” dijo Marisol.
“Y tal vez Diana, que es más tierna… aunque a ella le gusta Ryan… y bueno, está Hannah, que también está comprometida… y Rachel…” proseguí, bromeando.
Amelia me dio un manotazo, al darse cuenta.
“¡No seas pesado!” dijo Amelia, riéndose.
Podría haber muerto feliz esa noche, porque tenía a cada una en mis brazos. Se turnaban para besarme y no dejaban de acariciar mi herramienta, en una mezcla entre curiosidad y deseo.
Por ellas 3, no me bajaba y de no haber tenido responsabilidades con Violetita y las pequeñas, les habría hecho el amor por horas y horas.
Finalmente, cuando recuperé algo de mi vigor, se acomodaron para que disfrutásemos los 3 al mismo tiempo.
De las raras configuraciones que ha sacado Marisol en la cama al momento de hacer tríos, confieso que me gustan los “delta”.
En realidad, no es tan original, porque las hemos visto en varios mangas hentai. Consiste en penetrar a una, mientras le comes la rajita a la otra.
Pero en el caso de Marisol, le pone un sabor adicional: a ella le gusta besar otras mujeres y acariciar sus pechos y cintura. Y aunque en algunas ocasiones, ellas me ahogan con sus hendiduras rosadas, pienso que pude haber muerto feliz, ahogado por esos manjares.
Fue una delicia de experiencia, porque metí los brazos entre las piernas de Amelia y envolví su cintura, de manera tal que pudiese lamer mejor su rajita y su botón, que a ella le encantó.
A consecuencia de esto, su cuerpo quedaba doblado de tal manera que su cara quedaba a la altura de los pechos de su hermana, los cuales se encargaba de pellizcarlos, acariciarlos, besarlos, probar su leche o en el peor de los casos, besar los labios de mi esposa de una manera apasionada.
Los orgasmos que conseguimos los 3 de esa manera fueron memorables, porque después, cuando pudimos cambiar de posiciones, pude darme cuenta que la rajita de Amelia es deliciosamente más estrecha que la de su hermana y disfruta más de la penetración real, mientras que mi esposa no paró de correrse mientras tuve mis labios y lengua incrustados en su ardiente interior.
Una vez que terminamos cansados, agotados, pegajosos y contentos, cada hermana se acomodó en mis brazos nuevamente.
Pero Amelia no me dejaba tranquilo…
“Hermana, ¿Te has dado cuenta que todavía no le baja?” preguntaba, estrujándola con fuerza entre sus pequeñitas manos.
“Si, lo sé.” Respondió mi esposa, estrujando el glande.
“Marco, ¿Quieres más?” preguntó mi cuñada, masajeándola de una manera revitalizante.
“¡No te preocupes! Estoy bien…” le dije, mientras disfrutaba las caricias de ambas.
“Porque a mí no me cuesta nada chuparla…” parecía ofrecerse voluntariamente a hacerlo.
“¿También te gusta hacerlo?” preguntó mi esposa.
“Es que su juguito tiene un sabor rico…” respondió mi cuñada.
“Y su carnecita es bien tierna…” señaló mi esposa.
Debieron darse una señal, porque las 2 se metieron bajo las sabanas, para lamerla, besarla, chupetearla, acariciarla y en el fondo, hacerme ver estrellitas con sus lenguas.
“¡Espera, Amelia! ¡Se me ocurrió una idea!” escuché la voz de Marisol, de repente.
Las escuché cuchichear y reírse. Destaparon la sabana.
“¡Amor, este es otro regalo de navidad!” dijo mi esposa, descubriendo su delantera. “¡Un paizuri doble! ¡Felices fiestas!”
Me regalaron 3 videojuegos que me gustaban. Pero simplemente, ese era el mejor de todos…
Se rieron, mientras envolvían mi verga entre sus deliciosos pechos.
“Aun me impresiona que puedas esconderla entera entre las tuyas…” exclamó Marisol, mientras que Amelia la sofocaba.
“Bueno… a mí me gusta verte darle pecho a las pequeñas.” Respondió su hermana, mientras le daba unas lamidas a mi cabeza. “¡Marco, para mi cumpleaños, regálame un bebito!”
“¡Si, amor!” pidió mi esposa, también burlándose. “¡Regálale un hijito!”
“Prometemos portarnos bien, ¿Cierto, Marisol?” decía ella, masajeándome con sus pechos, en tono de broma.
“Si, amor. Prometo no pedirte nada más…” dijo mi esposa, frotándola con tanta energía como su hermana.
Mientras una lamía la puntita, la otra suplicaba y cambiaban de lugar, torturándome deliciosamente…
“¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor!”
“¡Splurt!”
Ellas se rieron… manchadas con mis jugos.
“Marisol, ¿Cómo no tienen más hijos?” decía Amelia, limpiando mi puntita.
“Es que me cuido siempre.” Dijo, mirándome con dulzura y lamiendo el tronco y parte de mi vientre manchado. “Porque tiene razón: estudiar te da más libertad, Amelia y él se preocupa en todo para que no falle.”
“¡Si, me lo imagino!” respondió su hermana, subiendo para besarme con sus jugosos labios. “Por eso lo amo tanto…”
Y luego de besuquearse un poco, limpiar las manchas de su hermana con la boca y por supuesto, regalarme un par de chupadas, mientras empezaba a clarear, nos acostamos un rato para poder dormir.
“Súper tallarín” bajaba un poco su Kii…


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