Dos hermanas tenía mi amigo Martín. Esto que voy a contar pasó allá por 1988, yo era un muchacho con 18 años recién cumplidos.
Enrique, el padre de Martín, de profesión médico, era por demás un borracho depresivo con bastante mal genio. Tenía en su casa algunas cajas llenas de estampitas, volantes y prendedores con propaganda política, desconozco al día de hoy su relación con el partido radical, pero al parecer era un seguidor incondicional de toda la causa, y se molestaba bastante cuando alguien hacía un chiste o comentario fuera de lugar sobre el tema.
Por aquel entonces tenía la costumbre de juntarme por las tardes con alguno que otro compañero del colegio secundario, me quedaba a dormir como invitado. Recuerdo que la madre de Martín preparaba una cama adicional y luego de cenar y ver un poco de televisión con mi amigo nos íbamos a la pieza a conversar de minas entre otras cosas.
Les aclaro que el tema mujeres era delicado en esa casa, sobre todo porque las hermanas de Martín ya estaban en edad de merecer una buena poronga entre las piernas. Varias de las veces que había estado en su casa, esperaba a que mi amigo se durmiera para imaginarme las situaciones más perversas con alguna de las dos. Liliana y Romina se llamaban. Las dos de pelo castaño, una lo llevaba largo, la otra recogido, pechos generosos, colitas paradas, un verdadero espectáculo.
Una tarde de feriado, algo aburridos, habiendo pasado toda la mañana en casa de mi amigo mirando por enésima vez su su colección de latas, discos y revistas, vi que del armario asomaba una caja de cartón bastante grande. Cuando le pregunté qué había ahí dentro, me contestó "cosas de mi viejo, las guardó acá porque ya ni lugar tiene en su pieza" le pedí que me mostrara y la bajamos entre los dos: Calcomanías, propagandas y una bolsa con un par de caretas de plástico de esas que tienen elástico por detrás. Agarré una para verla, era la cara del entonces presidente Raúl Alfonsín. Me pareció gracioso, qué fanatismo. Empezamos a jugar con una de las caretas, cuando escuchamos el sonido de la puerta de entrada, eran los padres de Martín que volvían del centro discutiendo. El primer impulso fue guardar rápido la caja de cartón y en un descuido la careta fue a parar debajo de una de las camas.
Durante la cena trataba de evitar mirar a las hermanas de mi amigo, era tremendo tener tan cerca esas tetas, esos escotes. Las dos tan cerca mío y todo en un ambiente tan familiar. En un momento el padre de Martín que ya había empezado a tomar desde temprano hizo un chiste verde que llevó a una discusión bastante fuerte, la cena se dio por terminada y nos fuimos todos a dormir.
Me acosté. Ahí nomás se durmió mi amigo en la otra cama; mientras tanto yo seguía con la cabeza en las dos chicas, imaginado sus cuerpos casi sin ropa. En la oscuridad pude ver que por debajo de la puerta entraba algo de luz y escuché unos pasos, era una de las hermanas de Martín, al parecer había ido al baño. A los pocos segundos escuché que abría la ducha. ¡Oh Dios! Imaginarme alguna de las dos en bolas pasándose el jabón por el cuerpo me había puesto al palo. Si tan solo pudiera ver cuál era, mi morbo crecía a cada instante. Mi amigo roncaba haciendo bastante ruido, estaba muy dormido. apoyé despacio los pies en el suelo y sentí algo duro debajo, una textura plástica; era la careta que había quedado asomando un poco debajo de la cama. La agarré, me la puse y salí despacio sin hacer ruido por el pasillo. Me acercaba al baño por el pasillo y la ducha cada vez sonaba más fuerte, podía sentir la humedad, el olor del jabón y el champú por el cuerpo de una de las dos chicas. En eso escucho gritos en la pieza de los padres de Martín, se estaban peleando como casi siempre, un portazo y la madre salió furiosa. Se llevó la cartera, cerró la entrada con llave y arrancó el coche. Al parecer iba a pasar la noche en otra parte, lejos del repugnante marido borracho. Me quedé escondido a mitad de camino, con la careta puesta, aguantando con miedo la respiración, la ducha seguía corriendo, a pesar de toda la situación, la tenía muy parada imaginándome todo lo que estaba por ver, quería abrir despacio esa puerta y espiar cada pequeño detalle.
Empiezo de nuevo a caminar, cuando de repente siento una mano en el hombro, una mano grande y pesada. Me doy vuelta horrorizado y veo a Enrique, el padre de Martín, con un vaso en la mano. Me congelo. Me dice jovial y completamente borracho "¡Pero cómo le va Doctor Alfonsín!" antes que pudiera reaccionar, me pone la mano por debajo de la careta y me tapa la boca, con fuerza me lleva hasta la pieza y me tira sobre la cama "Esto es lo que les pasa a los vivos como vos" Me da una trompada. Todo a mi alrededor se borra. No recuerdo nada más. Al día siguiente abro los ojos y estoy en la pieza de Martín, como si nada hubiera pasado, excepto por un intenso ardor y mucho dolor debajo de la cintura.
Martín abrió los ojos y dijo asustado "¡Pero qué te pasó!" Sin entender me vi rápido en un espejo, tenía morado todo el costado de la cara. Todo había sido real, vinieron flashes a mi memoria: Enrique forzándome, Enrique sometiéndome, Enrique penetrándome, Enrique, Enrique! Y al costado de la cama, la careta inexpresiva de Alfonsín.
FIN
Enrique, el padre de Martín, de profesión médico, era por demás un borracho depresivo con bastante mal genio. Tenía en su casa algunas cajas llenas de estampitas, volantes y prendedores con propaganda política, desconozco al día de hoy su relación con el partido radical, pero al parecer era un seguidor incondicional de toda la causa, y se molestaba bastante cuando alguien hacía un chiste o comentario fuera de lugar sobre el tema.
Por aquel entonces tenía la costumbre de juntarme por las tardes con alguno que otro compañero del colegio secundario, me quedaba a dormir como invitado. Recuerdo que la madre de Martín preparaba una cama adicional y luego de cenar y ver un poco de televisión con mi amigo nos íbamos a la pieza a conversar de minas entre otras cosas.
Les aclaro que el tema mujeres era delicado en esa casa, sobre todo porque las hermanas de Martín ya estaban en edad de merecer una buena poronga entre las piernas. Varias de las veces que había estado en su casa, esperaba a que mi amigo se durmiera para imaginarme las situaciones más perversas con alguna de las dos. Liliana y Romina se llamaban. Las dos de pelo castaño, una lo llevaba largo, la otra recogido, pechos generosos, colitas paradas, un verdadero espectáculo.
Una tarde de feriado, algo aburridos, habiendo pasado toda la mañana en casa de mi amigo mirando por enésima vez su su colección de latas, discos y revistas, vi que del armario asomaba una caja de cartón bastante grande. Cuando le pregunté qué había ahí dentro, me contestó "cosas de mi viejo, las guardó acá porque ya ni lugar tiene en su pieza" le pedí que me mostrara y la bajamos entre los dos: Calcomanías, propagandas y una bolsa con un par de caretas de plástico de esas que tienen elástico por detrás. Agarré una para verla, era la cara del entonces presidente Raúl Alfonsín. Me pareció gracioso, qué fanatismo. Empezamos a jugar con una de las caretas, cuando escuchamos el sonido de la puerta de entrada, eran los padres de Martín que volvían del centro discutiendo. El primer impulso fue guardar rápido la caja de cartón y en un descuido la careta fue a parar debajo de una de las camas.
Durante la cena trataba de evitar mirar a las hermanas de mi amigo, era tremendo tener tan cerca esas tetas, esos escotes. Las dos tan cerca mío y todo en un ambiente tan familiar. En un momento el padre de Martín que ya había empezado a tomar desde temprano hizo un chiste verde que llevó a una discusión bastante fuerte, la cena se dio por terminada y nos fuimos todos a dormir.
Me acosté. Ahí nomás se durmió mi amigo en la otra cama; mientras tanto yo seguía con la cabeza en las dos chicas, imaginado sus cuerpos casi sin ropa. En la oscuridad pude ver que por debajo de la puerta entraba algo de luz y escuché unos pasos, era una de las hermanas de Martín, al parecer había ido al baño. A los pocos segundos escuché que abría la ducha. ¡Oh Dios! Imaginarme alguna de las dos en bolas pasándose el jabón por el cuerpo me había puesto al palo. Si tan solo pudiera ver cuál era, mi morbo crecía a cada instante. Mi amigo roncaba haciendo bastante ruido, estaba muy dormido. apoyé despacio los pies en el suelo y sentí algo duro debajo, una textura plástica; era la careta que había quedado asomando un poco debajo de la cama. La agarré, me la puse y salí despacio sin hacer ruido por el pasillo. Me acercaba al baño por el pasillo y la ducha cada vez sonaba más fuerte, podía sentir la humedad, el olor del jabón y el champú por el cuerpo de una de las dos chicas. En eso escucho gritos en la pieza de los padres de Martín, se estaban peleando como casi siempre, un portazo y la madre salió furiosa. Se llevó la cartera, cerró la entrada con llave y arrancó el coche. Al parecer iba a pasar la noche en otra parte, lejos del repugnante marido borracho. Me quedé escondido a mitad de camino, con la careta puesta, aguantando con miedo la respiración, la ducha seguía corriendo, a pesar de toda la situación, la tenía muy parada imaginándome todo lo que estaba por ver, quería abrir despacio esa puerta y espiar cada pequeño detalle.
Empiezo de nuevo a caminar, cuando de repente siento una mano en el hombro, una mano grande y pesada. Me doy vuelta horrorizado y veo a Enrique, el padre de Martín, con un vaso en la mano. Me congelo. Me dice jovial y completamente borracho "¡Pero cómo le va Doctor Alfonsín!" antes que pudiera reaccionar, me pone la mano por debajo de la careta y me tapa la boca, con fuerza me lleva hasta la pieza y me tira sobre la cama "Esto es lo que les pasa a los vivos como vos" Me da una trompada. Todo a mi alrededor se borra. No recuerdo nada más. Al día siguiente abro los ojos y estoy en la pieza de Martín, como si nada hubiera pasado, excepto por un intenso ardor y mucho dolor debajo de la cintura.
Martín abrió los ojos y dijo asustado "¡Pero qué te pasó!" Sin entender me vi rápido en un espejo, tenía morado todo el costado de la cara. Todo había sido real, vinieron flashes a mi memoria: Enrique forzándome, Enrique sometiéndome, Enrique penetrándome, Enrique, Enrique! Y al costado de la cama, la careta inexpresiva de Alfonsín.
FIN
3 comentarios - Sexo y caretas de Alfonsín
Muy buena historia y relatada de lujo.
Gracias por compartir 👍
Yo comenté tu post, la mejor manera de agradecer es comentando alguno de los míos.