Así le relaté esta fantasía a mi señora
Era un viernes de mucho calor en Posadas. Yo estaba encerrado en mi oficina con el aire al máximo ya pensando en el descanso y en qué hacer por la noche, cuando volviera a casa, para complacerte. Aprovechando que habíamos mandado a nuestra hija a la casa de los abuelos, tenía pensadas algunas cosas para pasar una noche intensa. Pero me ganaste de mano. Ya entrada la tardesita llegó un mensaje a mi teléfono. “Así te esperan” decía, y lo acompañaba una foto de un par de cervezas en el freezer. Me sonreía y respondí. Deje el teléfono a un lado. Pasaron unos segundos y sonó otra vez. Abrí el mensaje y esta vez en la foto estabas vos, en ropa interior con un mensaje que decía “Así te espero yo. Y te preparé una sorpresa”. Después de esto, la siguiente hora todo fue calor intenso, ese calor interno que no hay aire que lo apague. Los mensajes se sucedían como cataratas de agua. Uno detrás del otro.
Pasadas las 21 llegué a casa. Estabas en el balcón con una pollerita, musculosa, piernas cruzadas, un cigarrillo y la cerveza con dos vasos fríos sobre la mesita. Te besé apasionadamente. Nos fundimos en un beso.
La primeras horas de la noche transcurrieron entre risas, comentarios y tu teléfono que no paraba de sonar. A cada vibración lo agarrabas, escribías, te sonrías y lo dejabas. No se si era apropósito o sin intención, pero cada vez que te movías tus piernas se separaban y dejaban ver tu ropa interior. Yo hervía. Varias veces me acerque para besarte. Lo hacía con pasión, mientras mis manos apretaban tus tetas. Intenté, en vano, escurrir mi mano hasta tu entrepierna, pero me lo impedías. No pude llegas más que a rozar con uno de mis dedos tu ropa interior, a la altura de la concha. Me bastó para sentirte mojada.
De repente suena otra vez tu teléfono. Te sonreís, te paras, me besaste y desapareces de mi vista. Unos minutos después siento que me llamas desde la pieza. Fui tranquilo. Ni bien pasé la puerta te me abalanzaste, me besaste, me sacaste la remera y me empujaste a la cama. Te sentaste arriba mío y mientras me besabas llevabas mis manos hacia la cabecera. No se en que momento pasó, pero cuando quise reaccionar estaba esposado a la cama y tu lengua recorría mi cuello, bajaba por mi panza y llegaba al borde del pantalón, mientras lo desabrochabas con cuidado. Me sacaste todo. Tu lengua recorría mi pija con cuidado, de arriba hacia abajo, rodenando la punta. Por momentos entraba entera en tu boca y sentía como se empapaba. Tu teléfono volvió a sonar. No nos importó. Al menos a mí. Aceleraste el ritmo hasta que exploté. Te paraste sonreíste y saliste de mi vista.
Estaba desconcertado. Sentí las llaves. La puerta se abrió y se cerró. Minutos después se volvió a abrir y se volvió a cerrar. Sentí un cuchicheo. Miré a la puerta y te ví entrar de la mano con un amigo. Te diste vuelta, lo besaste con fuerza y apasionadamente durante unos segundos. Te giró, se apoyó fuerte contra tu espalda y comenzó a besarte el cuello mientras sus manos apretaban tus tetas. Te sacó la remera. Te desabrochó el corpiño y mientras te besaba la espalda fue bajándote la pollera y la tanga. Ahí estabas, delante mio desnuda, siendo besada por otro. Mi excitación aumentaba. Lo separaste. Le sacaste la remera. Te agachaste frente a èl para bajarle el pantalón. Lo hiciste. Tu lengua recorrió su pija con cuidado. Lo dejaste. Te paraste a los pies de la cama, me separaste las piernas y te arrodillaste frente a mí. Otra vez tu lengua recorría mi pija. Las suaves caricias de tu lengua eran interrumpidas por pequeños gemidos. Mire por un costado y lo vi arrodillado detrás de ti. Su lengua recorría despacio el camino que une tu concha con tu cola. Cada caricia de su lengua producía un gemido más intenso, y una caricia más intensa en mi pija. Aceleró. Acelaraste los gemidos. Explotaste. Exploté en tu boca. Cerre los ojos unos segundos. Volvieron los gemidos. Los abrí. Vi como el te penetraba. Fuerte, pero pausado. Gemias. Casi gritabas. Se mantuvieron así unos segundos. Tu lengua volvió a recorrer mi pija, que despacio se fue poniendo dura de nuevo. Te saliste. A él lo corriste a un lado de la cama. Te sentaste sobre mi pija. Te movías despacio. Volvieron los gemidos. Él empezó a morder tus pezones. Tus manos agarraron su pija. Aceleraste el movimiento. Los gemidos. La respiración. Explotaste. Exploté otra vez. Te paraste. Te arrodillaste frente a él. Un par de caricias con la lengua fueron suficientes para que explote y te acabe en las tetas. Te paraste. Me miraste. Seguía sorprendido. Te sonreíste. Te cambiaste. Se cambió. Salieron de la pieza. Escuche la puerta. Silencio. Otra vez la puerta. Entraste a la pieza. Estabas con la pollera y la musculosa. Y una sonrisa en la cara. Sabía que debajo de tu ropa no había nada. Me soltaste. Nos besamos. Me diste las esposas y me dijiste: “Ahora soy toda tuya. Hace lo que quieras”.
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Era un viernes de mucho calor en Posadas. Yo estaba encerrado en mi oficina con el aire al máximo ya pensando en el descanso y en qué hacer por la noche, cuando volviera a casa, para complacerte. Aprovechando que habíamos mandado a nuestra hija a la casa de los abuelos, tenía pensadas algunas cosas para pasar una noche intensa. Pero me ganaste de mano. Ya entrada la tardesita llegó un mensaje a mi teléfono. “Así te esperan” decía, y lo acompañaba una foto de un par de cervezas en el freezer. Me sonreía y respondí. Deje el teléfono a un lado. Pasaron unos segundos y sonó otra vez. Abrí el mensaje y esta vez en la foto estabas vos, en ropa interior con un mensaje que decía “Así te espero yo. Y te preparé una sorpresa”. Después de esto, la siguiente hora todo fue calor intenso, ese calor interno que no hay aire que lo apague. Los mensajes se sucedían como cataratas de agua. Uno detrás del otro.
Pasadas las 21 llegué a casa. Estabas en el balcón con una pollerita, musculosa, piernas cruzadas, un cigarrillo y la cerveza con dos vasos fríos sobre la mesita. Te besé apasionadamente. Nos fundimos en un beso.
La primeras horas de la noche transcurrieron entre risas, comentarios y tu teléfono que no paraba de sonar. A cada vibración lo agarrabas, escribías, te sonrías y lo dejabas. No se si era apropósito o sin intención, pero cada vez que te movías tus piernas se separaban y dejaban ver tu ropa interior. Yo hervía. Varias veces me acerque para besarte. Lo hacía con pasión, mientras mis manos apretaban tus tetas. Intenté, en vano, escurrir mi mano hasta tu entrepierna, pero me lo impedías. No pude llegas más que a rozar con uno de mis dedos tu ropa interior, a la altura de la concha. Me bastó para sentirte mojada.
De repente suena otra vez tu teléfono. Te sonreís, te paras, me besaste y desapareces de mi vista. Unos minutos después siento que me llamas desde la pieza. Fui tranquilo. Ni bien pasé la puerta te me abalanzaste, me besaste, me sacaste la remera y me empujaste a la cama. Te sentaste arriba mío y mientras me besabas llevabas mis manos hacia la cabecera. No se en que momento pasó, pero cuando quise reaccionar estaba esposado a la cama y tu lengua recorría mi cuello, bajaba por mi panza y llegaba al borde del pantalón, mientras lo desabrochabas con cuidado. Me sacaste todo. Tu lengua recorría mi pija con cuidado, de arriba hacia abajo, rodenando la punta. Por momentos entraba entera en tu boca y sentía como se empapaba. Tu teléfono volvió a sonar. No nos importó. Al menos a mí. Aceleraste el ritmo hasta que exploté. Te paraste sonreíste y saliste de mi vista.
Estaba desconcertado. Sentí las llaves. La puerta se abrió y se cerró. Minutos después se volvió a abrir y se volvió a cerrar. Sentí un cuchicheo. Miré a la puerta y te ví entrar de la mano con un amigo. Te diste vuelta, lo besaste con fuerza y apasionadamente durante unos segundos. Te giró, se apoyó fuerte contra tu espalda y comenzó a besarte el cuello mientras sus manos apretaban tus tetas. Te sacó la remera. Te desabrochó el corpiño y mientras te besaba la espalda fue bajándote la pollera y la tanga. Ahí estabas, delante mio desnuda, siendo besada por otro. Mi excitación aumentaba. Lo separaste. Le sacaste la remera. Te agachaste frente a èl para bajarle el pantalón. Lo hiciste. Tu lengua recorrió su pija con cuidado. Lo dejaste. Te paraste a los pies de la cama, me separaste las piernas y te arrodillaste frente a mí. Otra vez tu lengua recorría mi pija. Las suaves caricias de tu lengua eran interrumpidas por pequeños gemidos. Mire por un costado y lo vi arrodillado detrás de ti. Su lengua recorría despacio el camino que une tu concha con tu cola. Cada caricia de su lengua producía un gemido más intenso, y una caricia más intensa en mi pija. Aceleró. Acelaraste los gemidos. Explotaste. Exploté en tu boca. Cerre los ojos unos segundos. Volvieron los gemidos. Los abrí. Vi como el te penetraba. Fuerte, pero pausado. Gemias. Casi gritabas. Se mantuvieron así unos segundos. Tu lengua volvió a recorrer mi pija, que despacio se fue poniendo dura de nuevo. Te saliste. A él lo corriste a un lado de la cama. Te sentaste sobre mi pija. Te movías despacio. Volvieron los gemidos. Él empezó a morder tus pezones. Tus manos agarraron su pija. Aceleraste el movimiento. Los gemidos. La respiración. Explotaste. Exploté otra vez. Te paraste. Te arrodillaste frente a él. Un par de caricias con la lengua fueron suficientes para que explote y te acabe en las tetas. Te paraste. Me miraste. Seguía sorprendido. Te sonreíste. Te cambiaste. Se cambió. Salieron de la pieza. Escuche la puerta. Silencio. Otra vez la puerta. Entraste a la pieza. Estabas con la pollera y la musculosa. Y una sonrisa en la cara. Sabía que debajo de tu ropa no había nada. Me soltaste. Nos besamos. Me diste las esposas y me dijiste: “Ahora soy toda tuya. Hace lo que quieras”.
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3 comentarios - No me lo esperaba - Trío sorpresa