Cuarta entrega de esta serie de historias sobre Cony.
Repaso: Conocí a Cony (el nombre no es real, pero los episodios si) en un sitio de búsqueda de parejas (ya ni recuerdo cual). Ella tenía 24 años y yo 25. Chateamos una semana y pactamos un encuentro. Debo confesar que Cony no envió una foto muy actualizada (y lo dijo). Cuando la vi, unos metros antes de llegar al punto de encuentro, me decepcionó bastante lo que vi: era gorda, mucho, obesa casi mórbica, nunca supe cuánto pesaba, pero calculo que no menos de 150 kilos. Si bien esa primera impresión no fue muy motivamente, tuve con ella los mejores encuentros sexuales de mi vida.
Tal como vengo comentando, con Cony desarrollamos un morbo especial por hacerlo en lugares públicos o semi-públicos.
Les recuerdo nuestros primeros roces en la plaza Colón:
http://www.poringa.net/posts/relatos/2639647/Aventuras-sexuales-con-Cony.html
o cuando lo hicimos en el baño de mi trabajo:
http://www.poringa.net/posts/relatos/2642016/Aventuras-sexuales-con-Cony-3ra-entrega.html
Voy a relatarles hoy un par más de esas historias de sexo en lugares públicos.
Con esta chica, más allá de lo fogosos de nuestros encuentros íntimos, fuimos novios, de los que van por la mano a los parques, o a salidas, etc.
Recuerdo que en una de esas salidas habíamos ido al Palais de Glace para ver una muestra (para los que no conocen Buenos Aires, es un museo de arte moderno, en el barrio de Recoleta, donde están además otros museos, y otros edificios importantes, una zona además como mucho tránsito).
Era de tarde, nos fuimos caminando de la mano, pasando por el Museo de Bellas Artes, que no está muy lejos. Nos sentamos en un banco que está al costado del museo, a unos escasos metros de la Avenida, aunque rodeado de algunos arbustos y algún árbol. Nos dimos unos sabrosos besos y, como siempre nos ocurría (a ambos) nos empezamos a excitar. Estaba empezando a oscurecer de a poco, Cony me dijo: Quiero saludarlo (a mi pene, obvio), puedo?? Miré para los costados y no había mucha gente, no es un lugar ideal para caminar porque la vereda mejor está enfrente del Museo, que está más bien dentro de una plazoleta alargada. Igualmente Cony ni esperó la respuesta, cuando volví la vista ya me había abierto el cierre y estaba saboreando mi miembro con mucha dulzura.
La situación me generaba mucha excitación, porque existía la posibilidad que nos vieran. Fue una de los mejores y más esmerados orales que recuerde. Ella para disimular se quedó sentada, simplemente se agachó, como si tuviera la cabeza en mi regazo, con lo cual yo le acaricié un rato la cabeza, su pelo, y luego ya sin ningún prúrito metí la mano por debajo de su ropa y comencé a tocar sus orificios (ambos). Estaba mojada, y eso que habrían pasado unos escasos minutos desde los inocentes besos en los labios. Habrán pasado unos cinco minutos, yo con una erección de piedra y ella moviendo su cuerpo para acompañar el juego de mis dedos en su cola y su vagina... cuando se encendieron las luces del alumbrado... con la mala suerte que teníamos un foco bastante cerca. Ante esto le dije que se apurara, calculé que a las luces les iba a tomar unos minutos calentarse y dar luz con toda intensidad, lo cual nos dejaba uno o dos minutos de margen... yo estaba en el séptimo cielo, y no podría parar, aunque hubiera pasado un batallón del ejército por la Avenida.
Ella se esmeró aun más, se la tragaba toda, la sacaba y me pajeaba, con un ritmo infernal, pensé que la iba a arrancar de tan fuerte que hacía el movimiento. Lo que me arrancó fue una acabada que su boca no fue capaz de contener, por la cantidad de leche, casi se atraganta, y un par de hilos de líquido quedaron chorreando de su boca... mmm, qué momento... nadie nos descubrió por suerte.
En otra ocasión estábamos en mi casa (donde vivía con mi madre), y siendo el comienzo de una noche muy calurosa, decidimos ir con Cony a la Azotea. Si bien la casa era baja, las de los vecinos también lo eran, así que corría algo de viento.
Me senté en una baranda que había y ella se sentó al lado mío. Con esa mujer existía una piel única, el mero hecho de estar a pocos centímetros nos prendía fuego. Ella, como un simple juego, se sentó arriba mio, aunque si apoyarse del todo (con el tema de su peso, ella tenía cierto pudor de hacerlo, a pesar se que yo le insistía en que no había problema).
Estábamos tan solos, yo sabía que mi madre no iba a aparecer por ahí, y los vecinos eran gente grande, muy difícil que aparecieran, y más a esa hora. Deslicé mis manos por debajo de su blusa y le acaricié la panza, subiendo hasta los senos, que liberé del sostén. Ella mientras tanto empezó a mover su cola sobre mi, rozando mi pene, que empezó a pedir acción. Cony estaba de pollera, así que en un momento empecé a acariciar sus piernas, subía despacio por las mismas con la yema de los dedos, sabía a donde querían llegar mis dedos, pero quería que fuera sutil en un punto. En un momento llegué a su bombacha, mojadita ya. Ella no hablaba, jadeaba solamente, estaba entregada, caliente, no hacía falta que le preguntara o dijera nada, quería acción, igual que yo.
Luego en una secuencia de movimientos que no habrá durado más de 30 segundos, le corrí la bombacha bien hacia un costado, ella se levantó un poco, como para darme lugar a bajarme el cierre, lo que hice en un santiamén, y sin más apunté la cabeza hacia su conchita que estaba chorreando ya. Ella solita bajó, despacio, pero en un solo movimiento. En esa posición, y en un ritmo lento estuvimos haciéndolo por mucho rato. Si bien yo estaba excitado, la posición me permitía regular, por lo que estiré la eyaculación por mucho rato, rato en el cual ella tuvo varios orgasmos. Cuando noté que mis piernas empezaban a cansarse le dije: ahí vengo, suponiendo que ella iba a salir para chupármela y tragarse toda la leche, algo que le encantaba... pero no. Ella apuró más el vaivén, y logró que medio litro de leche inundara su interior... Era la primera vez que acababa en su vagina, ya que siempre lo hacíamos con preservativo, pero creo que a ninguno nos importó, por lo menos en ese momento.
La última anécdota que voy a contar no es estrictamente en lugar público, pero si con público de por medio... Una día nos había invitado una amiga de ella a tomar unos mates a su depto. Luego de un rato de charla (que confieso a mi me estaba aburriendo), como quien no quiere la cosa comencé a acariciarle las piernas, subiendo ligeramente su pollera. Ambos estábamos sentado de un lado de la mesa, y su amiga enfrente, con un amplio mantel que impedía que esta viera lo que yo estaba haciendo.
Estuve largo rato así, acariciando sólo su rodilla y su ingle, ella hasta ahí no opuso resistencia, es algo común que un novio acaricie la rodilla de su amada, no? Pero yo ya no escuchaba la conversación, comencé a concentrarme mas bien en las caricias, las que empecé a subir tanto en la anatomía de su pierna, como de tono. Llegué hasta su bombachita, a lo cual ella intentó resistirse enérgicamente. La situación era particular, porque yo lo estaba haciendo todo tan sigiloso que su amiga no podía darse cuenta ni en mil años... Pero si Cony hacía cualquier movimiento iba a ser evidente lo que pasaba, así que lo único que atinó a hacer fue cerrar las piernas e intentar "apretar" mi mano para evitar que siguiera. Pero yo ya estaba jugadísimo, así que me las ingenié para seguir, de hecho la forma en que apretó sus piernas, lo único que hizo es dejar a mi mano bien pegada a su bombacha, con lo cual le corrí un poco la misma, y empecé a jugar con su clítoris, sus labios, hacía el típico movimiento hacia arriba y hacia abajo. Ella me miraba cada tanto, con los ojos abiertos, y se empezó a morder los labios ligeramente. Al cabo de un rato vi como cerraba los ojos por un momento y me apretó mucho más fuerte la mano... había acabado. Cuando su amiga fue a la cocina a buscar algo, recién ahí saqué mi mano de su entrepierna (toda mojada, parecía que se había hecho pis) y con cara desafiante me chupé los dedos llenos de sus deliciosos jugos (a mi me encantaba chuparla hasta que acabara y después tomarme todos sus juguitos hasta dejarla sequita). Ella me dijo, "Estás loco...." aunque con una cara pícara que indicaba lo mucho que le había gustado.
Tuvimos algunos episodios más, los típicos: en un ascensor, en un pasillo de un edificio, etc. pero creo que con los relatos anteriores pinto de cuerpo entero lo que era tener sexo con esa hembra en celo.
Espero les haya gustado leerlo, tanto como a mi me gustó recordarlo. En cuanto pueda van algunas anécdotas más. Saludos,
Repaso: Conocí a Cony (el nombre no es real, pero los episodios si) en un sitio de búsqueda de parejas (ya ni recuerdo cual). Ella tenía 24 años y yo 25. Chateamos una semana y pactamos un encuentro. Debo confesar que Cony no envió una foto muy actualizada (y lo dijo). Cuando la vi, unos metros antes de llegar al punto de encuentro, me decepcionó bastante lo que vi: era gorda, mucho, obesa casi mórbica, nunca supe cuánto pesaba, pero calculo que no menos de 150 kilos. Si bien esa primera impresión no fue muy motivamente, tuve con ella los mejores encuentros sexuales de mi vida.
Tal como vengo comentando, con Cony desarrollamos un morbo especial por hacerlo en lugares públicos o semi-públicos.
Les recuerdo nuestros primeros roces en la plaza Colón:
http://www.poringa.net/posts/relatos/2639647/Aventuras-sexuales-con-Cony.html
o cuando lo hicimos en el baño de mi trabajo:
http://www.poringa.net/posts/relatos/2642016/Aventuras-sexuales-con-Cony-3ra-entrega.html
Voy a relatarles hoy un par más de esas historias de sexo en lugares públicos.
Con esta chica, más allá de lo fogosos de nuestros encuentros íntimos, fuimos novios, de los que van por la mano a los parques, o a salidas, etc.
Recuerdo que en una de esas salidas habíamos ido al Palais de Glace para ver una muestra (para los que no conocen Buenos Aires, es un museo de arte moderno, en el barrio de Recoleta, donde están además otros museos, y otros edificios importantes, una zona además como mucho tránsito).
Era de tarde, nos fuimos caminando de la mano, pasando por el Museo de Bellas Artes, que no está muy lejos. Nos sentamos en un banco que está al costado del museo, a unos escasos metros de la Avenida, aunque rodeado de algunos arbustos y algún árbol. Nos dimos unos sabrosos besos y, como siempre nos ocurría (a ambos) nos empezamos a excitar. Estaba empezando a oscurecer de a poco, Cony me dijo: Quiero saludarlo (a mi pene, obvio), puedo?? Miré para los costados y no había mucha gente, no es un lugar ideal para caminar porque la vereda mejor está enfrente del Museo, que está más bien dentro de una plazoleta alargada. Igualmente Cony ni esperó la respuesta, cuando volví la vista ya me había abierto el cierre y estaba saboreando mi miembro con mucha dulzura.
La situación me generaba mucha excitación, porque existía la posibilidad que nos vieran. Fue una de los mejores y más esmerados orales que recuerde. Ella para disimular se quedó sentada, simplemente se agachó, como si tuviera la cabeza en mi regazo, con lo cual yo le acaricié un rato la cabeza, su pelo, y luego ya sin ningún prúrito metí la mano por debajo de su ropa y comencé a tocar sus orificios (ambos). Estaba mojada, y eso que habrían pasado unos escasos minutos desde los inocentes besos en los labios. Habrán pasado unos cinco minutos, yo con una erección de piedra y ella moviendo su cuerpo para acompañar el juego de mis dedos en su cola y su vagina... cuando se encendieron las luces del alumbrado... con la mala suerte que teníamos un foco bastante cerca. Ante esto le dije que se apurara, calculé que a las luces les iba a tomar unos minutos calentarse y dar luz con toda intensidad, lo cual nos dejaba uno o dos minutos de margen... yo estaba en el séptimo cielo, y no podría parar, aunque hubiera pasado un batallón del ejército por la Avenida.
Ella se esmeró aun más, se la tragaba toda, la sacaba y me pajeaba, con un ritmo infernal, pensé que la iba a arrancar de tan fuerte que hacía el movimiento. Lo que me arrancó fue una acabada que su boca no fue capaz de contener, por la cantidad de leche, casi se atraganta, y un par de hilos de líquido quedaron chorreando de su boca... mmm, qué momento... nadie nos descubrió por suerte.
En otra ocasión estábamos en mi casa (donde vivía con mi madre), y siendo el comienzo de una noche muy calurosa, decidimos ir con Cony a la Azotea. Si bien la casa era baja, las de los vecinos también lo eran, así que corría algo de viento.
Me senté en una baranda que había y ella se sentó al lado mío. Con esa mujer existía una piel única, el mero hecho de estar a pocos centímetros nos prendía fuego. Ella, como un simple juego, se sentó arriba mio, aunque si apoyarse del todo (con el tema de su peso, ella tenía cierto pudor de hacerlo, a pesar se que yo le insistía en que no había problema).
Estábamos tan solos, yo sabía que mi madre no iba a aparecer por ahí, y los vecinos eran gente grande, muy difícil que aparecieran, y más a esa hora. Deslicé mis manos por debajo de su blusa y le acaricié la panza, subiendo hasta los senos, que liberé del sostén. Ella mientras tanto empezó a mover su cola sobre mi, rozando mi pene, que empezó a pedir acción. Cony estaba de pollera, así que en un momento empecé a acariciar sus piernas, subía despacio por las mismas con la yema de los dedos, sabía a donde querían llegar mis dedos, pero quería que fuera sutil en un punto. En un momento llegué a su bombacha, mojadita ya. Ella no hablaba, jadeaba solamente, estaba entregada, caliente, no hacía falta que le preguntara o dijera nada, quería acción, igual que yo.
Luego en una secuencia de movimientos que no habrá durado más de 30 segundos, le corrí la bombacha bien hacia un costado, ella se levantó un poco, como para darme lugar a bajarme el cierre, lo que hice en un santiamén, y sin más apunté la cabeza hacia su conchita que estaba chorreando ya. Ella solita bajó, despacio, pero en un solo movimiento. En esa posición, y en un ritmo lento estuvimos haciéndolo por mucho rato. Si bien yo estaba excitado, la posición me permitía regular, por lo que estiré la eyaculación por mucho rato, rato en el cual ella tuvo varios orgasmos. Cuando noté que mis piernas empezaban a cansarse le dije: ahí vengo, suponiendo que ella iba a salir para chupármela y tragarse toda la leche, algo que le encantaba... pero no. Ella apuró más el vaivén, y logró que medio litro de leche inundara su interior... Era la primera vez que acababa en su vagina, ya que siempre lo hacíamos con preservativo, pero creo que a ninguno nos importó, por lo menos en ese momento.
La última anécdota que voy a contar no es estrictamente en lugar público, pero si con público de por medio... Una día nos había invitado una amiga de ella a tomar unos mates a su depto. Luego de un rato de charla (que confieso a mi me estaba aburriendo), como quien no quiere la cosa comencé a acariciarle las piernas, subiendo ligeramente su pollera. Ambos estábamos sentado de un lado de la mesa, y su amiga enfrente, con un amplio mantel que impedía que esta viera lo que yo estaba haciendo.
Estuve largo rato así, acariciando sólo su rodilla y su ingle, ella hasta ahí no opuso resistencia, es algo común que un novio acaricie la rodilla de su amada, no? Pero yo ya no escuchaba la conversación, comencé a concentrarme mas bien en las caricias, las que empecé a subir tanto en la anatomía de su pierna, como de tono. Llegué hasta su bombachita, a lo cual ella intentó resistirse enérgicamente. La situación era particular, porque yo lo estaba haciendo todo tan sigiloso que su amiga no podía darse cuenta ni en mil años... Pero si Cony hacía cualquier movimiento iba a ser evidente lo que pasaba, así que lo único que atinó a hacer fue cerrar las piernas e intentar "apretar" mi mano para evitar que siguiera. Pero yo ya estaba jugadísimo, así que me las ingenié para seguir, de hecho la forma en que apretó sus piernas, lo único que hizo es dejar a mi mano bien pegada a su bombacha, con lo cual le corrí un poco la misma, y empecé a jugar con su clítoris, sus labios, hacía el típico movimiento hacia arriba y hacia abajo. Ella me miraba cada tanto, con los ojos abiertos, y se empezó a morder los labios ligeramente. Al cabo de un rato vi como cerraba los ojos por un momento y me apretó mucho más fuerte la mano... había acabado. Cuando su amiga fue a la cocina a buscar algo, recién ahí saqué mi mano de su entrepierna (toda mojada, parecía que se había hecho pis) y con cara desafiante me chupé los dedos llenos de sus deliciosos jugos (a mi me encantaba chuparla hasta que acabara y después tomarme todos sus juguitos hasta dejarla sequita). Ella me dijo, "Estás loco...." aunque con una cara pícara que indicaba lo mucho que le había gustado.
Tuvimos algunos episodios más, los típicos: en un ascensor, en un pasillo de un edificio, etc. pero creo que con los relatos anteriores pinto de cuerpo entero lo que era tener sexo con esa hembra en celo.
Espero les haya gustado leerlo, tanto como a mi me gustó recordarlo. En cuanto pueda van algunas anécdotas más. Saludos,
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