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Experiencia sexual del tercer tipo en el metro

El día había sido largo y caluroso. De esos días en donde el sudor se vuelve parte de tu cuerpo y el trabajo se volvía más dificil. Faltaba un poco para vacaciones pero al menos la jornada laboral terminaba.

Salí de la oficina rumbo al metro. En días como este, agradecía vestir una faldita como esta que permitía al aire fresco transitar con total libertad entre mis piernas. El calor asfixiaba.

Para variar, la estación estaba llena, pero sólo deseaba llegar a mi departamento a descansar, así que ente codazos y empujones puede lograr un espacio para entrar al carro.

Logré ingresar y mientras acomodaba mis bolsos, un joven ingresa abruptamente y me presiona hacia el interior. Inmediatamente sentí algo entre mis nalgas. Tras de mí, otro joven de manera involuntaria, ponía toda su intimidad en mi trasero. Apenas lo podía mirar. Tratamos todos de acomodarnos: Yo moviendo mis bolsos, el chico de atrás evitando tocarme y el joven que entró el final, tratando de mirar para otro lado, dado la incómoda situación.

A la estación siguiente, bajó un persona... pero entraron 5. El joven que estaba delante mío se avalanzó sobre mí, también sin intención. Mi trasero presionó aún más el bulto del joven a mi espalda. El pecho del otro joven presionaba mis tetas.

el calor era asfixiante, pero mi sequía sexual era mayor que la que azotaba el país. Hace mucho no sentía algo duro en mis nalgas.

Como pude, moví mi mano hacia mi trasero como queriéndome acomodar y agarré con fuerza el pene duro del chico. Lo apreté y moví un par de veces. Miré hacia atrás como pude y le sonreí. No podía creer loque hacía, pero a pesar de la incomodidad, me estaba calentando.

Mientras hacía eso, el joven que estaba frente a mí, hace contacto visual. Disculpa - me dice. Una ráfaga de aire tibio arrastró hacia mi oreja izquierza una voz ronca, varonil.

Solté el pene de mi amigo de atrás y me dirigí sin levantar sospechas hacia el pene de adelante. Ya sentía su dureza en mi vagina y la presión me gustaba.

Lo toqué e hice lo mismo que hice segundos atrás. Lo apreté y moví. Su cara fue muy divertida. Le gustó. Lo sé.

El chico de atrás pone una de sus manos en mi cadera. Me da un agarrón en el trasero.
Un quejido salió involuntariamente de mi boca. Esperé que nadie lo notara, aunque creo que no lo logré.

De pronto, el joven que estaba tras de mí, mete sus manos bajo mi faldita. Lentamente avanza hacia mis tangas y la comienza a bajar.

La ola de calor aumentaba y el aire se hacía escaso. Me estaban bajando los calzones en el metro. Mi exitación era única. Hace meses que no sabía nada de sexo.

Pero era mi oportunidad. El metro llegaba a otra estación. Con una mano y con una habilidad desconocida para mi, ayudé al joven que estaba frente a mí a desabrochar su pantalón y sacar su pene erecto. Era enorme y estaba jugoso. Tan jugoso como podía sentir mis partes.

Había liberado su pene y al tren intenta entrar más gente. Aprovechpe ese momento para introducirlo en mi vagina que estaba ansiosa por recibir un trozo de carne caliente en su interior para estrujarlo al máximo.

Nuevamente expulsé un quejido. Esta vez, quien me penetraba dijo en voz alta con su voz tan gruesa como su pene: Te pisé, disculpa.

Sólo sonreí. Podía sentir el rubor en mi rostro.

Aprovechamos el movimiento natural del tren y de las personas tratando de acomodarse para jugar un poco. Cada movimiento servía para que su pene llegara más profundo y para que el otro pene rozara mis nalgas de forma muy ruda. El chico de atrás tomaba con fuerza mis caderas y la cercanía me servía para sentir su corazón latir rápidamente.

En pocos segundos el tren llegaría a la estación donde debía descender. El chico del pene grande, grueso y duroqeu me pentraba, hizo un movimiento rápido que me sorprendió. Guardó su pene y abrochó su pantalón. Con la mano libre intenté subirme la tanga, pero no podía.

Estaba tiritando. Pero entre ambos chicos me ayudaron de forma elegante.

Llegamos a la estación. El chico e atrás, a quién nunca pude ver completamente el rostro, siguió su viaje. El otro chico descendió conmigo, pero se escabulló entre la gente. Yo llegué a mi casa sintiéndome la más puta de todas.

La experiencia fue maravillosa. Ninguno acabó y sólo duró 4 estaciones.
Desde ese día, hago el recorrido con mi faldita para encontrarme con mis dos parejas sexuales improvisadas, para terminar con lo que comenzamos o iniciar un nuevo juego.

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