¡Se casa Jorgito! Me siento... no sé... como si se me casara el nene... jaja. Aunque solo nos llevamos unos pocos años (yo soy mayor) a Jorge lo consideré siempre como a un hijo o un hermano menor. ¡Si lo crié de potrillo!
No solo fui su primera mujer, su primera amante, fui también la que lo hizo hombre y la que le enseñó todo en la cama. Hasta lo instruí, paso a paso, como debe atender oralmente a una mujer, que resortes presionar para hacernos acabar tan solo con la boca… ¡Y como aprendió el guacho!, está bien que tuvo a la mejor instructora (ejem...), pero debo admitir que el nunca bien ponderado Jorgito tiene un talento innato para chupar conchas.
Ya perdí la cuenta de las veces que nos encamamos, pero Jorge debe ser, fácil, uno de los tipos con quien más cogí en este último tiempo. Y es que el sexo con él es como una isla en medio del océano, un oasis entre los médanos del desierto, la inocencia entre tanta lujuria, porque aunque me esmeré en corromperlo, Jorge sigue siendo un niño inocente, con él recupero un poco (solo un poco) de esa ingenuidad perdida hace ya tiempo, cuando recién comenzaba a transitar la adolescencia. ¿Se acuerdan cuando eran puros e inocentes? Jorge todavía lo es. Sí, cogemos y en la cama se comporta como todo un hombre, pero en el fondo sigue teniendo esa inocencia que tanto me atrajo en un primer momento. Y ahora se casa.
No me lo dijo él, me lo contaron las chicas de la oficina, sorprendidas por las repentinas nupcias del "feo", como lo llaman a sus espaldas, yo no lo llamo así, claro, y creo que ellas tampoco lo harían de conocer el potencial sexual que se esconde debajo de esa "fealdad", a más de una se le borraría la cara de amargada de tener la chance de probarlo.
Según me contaron, se casa con una chica de su misma Iglesia, esa de los pastores brasileños, Iglesia Universal o algo así. Por supuesto sabía que concurría a ese lugar, me lo había comentado en alguna ocasión, luego de hacer el amor. Es curioso, pero Jorge no es demasiado hablador, no es de contar sus cosas, incluso cuando empezamos a vernos, si decía más de una frase, ya era todo un logro, pero después del sexo, en esas charlas posteriores, como que se le suelta la lengua, y ahí me cuenta cosas que en otro momento no me diría. No sé, quizás sea que en esos momentos está más relajado, o tal vez sea la lubricación que ejerce mi jugo íntimo en su lengua, pero es en esas conversaciones post-garche donde se muestra más comunicativo.
Sin embargo, debido a diversas situaciones amorosas por las que he venido pasando, hacía tiempo que no nos veíamos, digo, para coger, ya que en la oficina nos vemos todo el tiempo. Incluso cuando me enteré que se casaba, supuse que esa sería la razón de nuestro distanciamiento, quizás en la Iglesia le hayan enseñado la importancia de la monogamia y de la necesidad de serle fiel a la persona que se ama. Principios que comparto y apoyo totalmente, pero que, por causas de público conocimiento, me resulta imposible practicarlos. Aproveche un momento en que estuvimos a solas en la cocina y lo felicité por su futura boda.
-No me dijiste nada, eh- le recriminé.
-No hubo oportunidad- se defendió.
-Sí, hace rato que no nos juntamos para... ya sabes... para estar juntos- me sonreí.
-Ahora tengo novia- me recuerda como si no lo supiera.
-Ya sabes que eso no importa Jorge, yo tengo marido y sin embargo me gusta estar con vos- le suelto mientras me preparo un café instantáneo.
-Sí, pero la Iglesia...- ya me imaginaba lo de la iglesia.
-Sí, ya se, la Iglesia…- lo interrumpí -Lo entiendo Jorge, yo también me casé y juré fidelidad eterna frente al altar, pero ¿sabes qué pasó?-
Me mira como dándome a entender que no sabe.
-Te conocí a vos, y la fidelidad se fue a la mierda, y no me arrepiento para nada-
Por supuesto Jorge no sabe que solo forma parte de una larga lista de amantes, uno muy especial, claro y uno de los más reincidentes, pero "uno más" al fin y al cabo.
-No te estoy diciendo que sigamos con lo nuestro aun después de casarte, ya que veo que para vos es muy importante eso de la fidelidad-
Asiente con la cabeza.
-Pero al menos tengamos nuestra despedida, antes de que te cases, creo que eso es algo que me debés, ¿no te parece?-
Vuelve a asentir. Estoy segura de que se muere de ganas por volver a coger conmigo, pero no lo dice, igual no necesito que me lo diga, ya que lo veo en sus ojos, en su mirada. Si la novia es de la misma Iglesia, dudo mucho de que tengan sexo antes del matrimonio. Así que quedamos en vernos esa misma tarde, luego de la oficina, en el mismo telo de siempre. Termino de prepararme el café y vuelvo a mi escritorio. Es martes, mi suegra se queda con el Ro hasta tarde, así que ni tengo que llamarla.
A las seis en punto salgo de la Compañía y lo espero en la ya habitual esquina de Medrano y Díaz Vélez. No tarda mucho en llegar, ya a lo lejos lo veo venir, flaco y desgarbado, altísimo, con su mochila al hombro. En la calle nunca nos demostramos nada, apenas nos saludamos, hasta parecemos dos extraños que por casualidad recorren el mismo camino, pero en la cama nos matamos, allí, en nuestro ámbito natural, no existe nada que nos limite, y el saber que está de novio y pronto a casarse, como que le inyecta más morbo a ese ya de por si clandestino encuentro.
-¿Porque me tuviste abandonada? No sabes lo que te extrañé- le digo ya en el telo, colgándome de su cuello y atrayéndolo hacia mí, para besarlo con pasión, mordiéndole los labios y la lengua.
Por supuesto tenía que agacharse para que pudiéramos alcanzarnos, ya que entre que él es alto y yo petisa, debíamos maniobrar bastante para poder besarnos.
Entre besos y caricias, nos derrumbamos sobre la cama, refregándonos lascivamente, sintiendo en nuestros cuerpos esa pulsión enloquecedora que nos convierte en presa el uno del otro. Sabiendo lo que me gusta, Jorge me retiene de espalda contra el colchón, y desciende por mi cuerpo, me levanta la falda de mi uniforme de asesora de seguros, y me corre hacia un lado la bombacha, lamiendo con entusiasmo la superficie cubierta de pelos que se le aparece adelante. Me estremezco al sentir su lengua deslizándose por partes tan íntimas y sensibles.
-¡Chupame... chupame toda...!- le pido con un hilo de voz, levantando las piernas para que pueda sacarme la bombacha sin dificultad alguna.
Me la saca, dejándola a un costado y vuelve a zambullirse en aquel vértice de placer, chupándome con avidez y fruición, saboreando todo el largo de mi brecha natural, que ya se humedece y contrae ante el frugal ataque de sus labios. Siento como me muerde el clítoris, como me lo chupa y succiona, como me introduce la lengua hasta lo más profundo, lamiéndome toda por dentro, como se empalaga con mis fluidos íntimos cada vez más efusivos.
-¡Mmmmm... mmmmm... mmmmm...!- ya lo dije, te la chupa como el mejor.
Jorgito te puede hacer acabar tan solo con el uso de su lengua, pero yo no quiero acabar todavía, así que lo agarro de los pelos y lo atraigo hacia mis labios, para volver a besarlo apasionadamente. En su boca puedo sentir el sabor de mi concha, algo que no me desagrada en absoluto. Ruedo sobre él y lo mantengo de espalda, montándome sobre su cuerpo, me saco la blusa y le ofrezco mis pechos aun contenidos por la tela del corpiño. El mismo me lo saca, pasando sus manos por detrás de mi espalda y soltando el broche con apenas un movimiento. Libera mis tetas y me las agarra, me las amasa, me las aprieta como queriendo constatar su consistencia. Me inclino hacia adelante y lo invito a que me las chupe. Así lo hace, aunque no se limita solo a chupármelas, también me las muerde, me las pellizca, los pezones se me endurecen y las aureolas se me hinchan como si fueran a explotar de placer. ¡Que calentura por Dios! Le saco mis tetas de la boca y lo beso con furor, frenéticamente, mordiéndole los labios, la lengua, pasándole mi saliva y yo recibiendo la suya. Sin dejar de besarlo, (de comerle la boca, mejor dicho), llevo mis manos hacia la bragueta de su pantalón y comienzo a desabrochárselo. Ya por debajo de la ropa se siente esa dureza hermosa, regocijante, la suma de todo lo bello representada en una única cosa, grande, dura y palpitante.
Meto la mano dentro del pantalón y se la agarro, apretándosela dulcemente, sintiendo entre mis dedos la ebullición del placer. Ya está mojada, por lo que retiro mi mano y la llevo hacia mi cara, pasándomela por sobre los labios, lamiéndome también la palma para saborear el dulce néctar de la vida, con el cual ya ansío empalagarme.
Me bajo de un salto de la cama, le saco los zapatos, luego el pantalón y por último el calzoncillo, descubriendo en toda su plenitud la gallardía de su virilidad. Debido a lo delgadas que son sus piernas, la pija parece mucho más grande todavía. ¿Para qué esperar más? Me le tiro encima, sin recato alguno posible, y agarrándosela con las dos manos, me la meto en la boca, tratando de hacerla llegar lo más profundo posible. Me gusta esa sensación de ahogo que te produce una pija bien clavada en la garganta. Me gusta tenerla adentro hasta que me falta el aire y siento las mejillas enrojecidas y los ojos llorosos, y entonces no tengo más remedio que soltarla, dejarla salir entre toses y boqueadas, pero solo para recuperar el aliento, porque una vez que el aire vuelve a mis pulmones, me la vuelvo a comer con más ansias todavía, y más profundamente si es posible.
Con la concha empapada de ganas, me subo arriba de nuevo, y ahora sí, me la meto por donde corresponde, llenándome hasta el último rincón con esa prepotente tubería viril que se adecua perfectamente a mis dimensiones.
-¡Ahhhhhhhhh...!- me oigo suspirar largamente al sentir la verga de Jorgito golpear contra las paredes de mi útero.
No tengo que decirle nada, él solo me agarra de la cintura y comienza a moverse arriba y abajo, remeciéndome las entrañas con cada golpe, con cada empuje... Me acuerdo que al principio, en nuestros primeros encuentros, yo tenía que moverme por él, pero ahora todo es diferente, aprendió bastante de un tiempo a esta parte, incluso a como contener la eyaculación. Me aburren los tipos que acaban enseguida, yo quiero coger por horas, practicar una, dos, tres mil posiciones, que me la metan desde los más variados ángulos, y Jorgito es ideal para ello.
Él mismo y por iniciativa propia, me voltea sobre mi espalda, se coloca arriba y me bombea como si no hubiera cogido en meses... bueno, supongo así debe ser, ya que con la novia, por su religión, no creo que todavía lo hagan y conmigo hacia un buen tiempo que no estaba, así que el bueno de Jorgito estaba cargado y con ganas de sacarse toda la calentura. Y obvio que yo estaba más que dispuesta a ayudarlo.
Luego de tenerme un buen rato en esa pose, me la saca y me incita a que se la chupe de nuevo. Me pongo de rodillas, echada hacia adelante y con la cola bien levantada, ansiosa por darle con el gusto, cuando suena mi celular. Por la melodía de llamada me doy cuenta que se trata de Damián.
-Perdoname, es solo un segundo- me disculpo con Jorge.
Me levanto de la cama y corro hacia mi cartera, saco el celular y atiendo.
-Hola, estoy un poco ocupada ahora- le digo.
Lamenta interrumpirme (sin imaginarse todavía que es lo que está interrumpiendo) y me dice que tiene ganas de verme. Me excita esa situación, para qué negarlo, estar con uno y que me llame el otro, y la verdad es que no me esfuerzo en absoluto por evitar que sepa que es lo que me mantiene ocupada.
-Estoy... con un amigo en este momento- le digo sin que me lo pregunte.
-¿Estás en un telo?- quiere saber.
-Si- asiento sin dudar.
Lo miro a Jorgito y le sonrío.
-Mi amigo se casa dentro de poco y le estoy haciendo una pequeña despedida- le explico.
-Que buena amiga que sos- me dice.
-La mejor- le replico.
-Jaja...- se ríe -Llamame cuando termines con tu despedida-
-Te llamo, bye-
Vuelvo a dejar el celular en mi cartera y regreso con Jorgito. ¿En que estábamos? Ah, en que se la estaba por chupar. Jorge no me pregunta nada sobre la inoportuna llamada, solo se limita a disfrutar de la mamada que le prodigo, para luego ponerme en cuatro y sacudirme toda con embistes largos y profundos. Me estremece las nalgas con cada golpe de su pelvis, envainándomela hasta los pelos, llenándome con su carne, haciéndome vibrar al ritmo de una marcha que se me da muy bien seguir. Me mojé dos o tres veces en esa posición, echada sobre mis brazos, el culo levantado, recibiendo pijazo tras pijazo. En un momento como que me fui, eché a volar, llegando a reaccionar cuando sentí el primer lechazo impactando en mi interior.
-¡Ahhhhhhhh... ahhhhhhhhhh!- gemí entre espasmos de placer.
Después de ese primero vinieron muchos más, una avalancha de semen que me rebalsó de supremas emociones.
-¡Si Jorge, si... llename toda, dame toda la lechita...!- le pedí entre gozosos suspiros, arqueando aún más la espalda, como para recibir hasta la última gota de tan supremo elixir.
La manguera de Jorge parecía que no paraba más de soltar leche, lo cual le agradecí sobremanera, ya que no hay mejor sensación que la del semen derramándose por toda tu intimidad. Es algo que no tiene precio y que lamentablemente no siempre podemos disfrutar.
Bien abrochados, luego del orgasmo, pude sentir como su verga iba perdiendo consistencia, hasta salir de mi interior en medio de un bufido.
Me hubiera gustado quedarme un rato más con él, ya que me agradan esas charlas post-garche que tenemos, pero deseaba devolverle la llamada a Damián cuanto antes. Me pegué una rápida enjuagada de concha en el bidet, me vestí y le pedí que saliéramos. Ya en la calle le dije que no me gustaría que su casamiento fuera el final de nuestra relación, que deseaba seguir viéndolo, y que una cosa no tenía que ver con la otra. Además, ahora estaríamos en igualdad de condiciones, los dos casados. Por lo menos no me dijo ni que si ni que no, no dijo nada, lo cual me da cierta esperanza de seguir cogiendo con él más adelante. Me despedí con un beso, y no me había alejado ni diez pasos cuando lo llamo a Damián.
-Quería devolverte el llamado- le digo.
-¿Ya terminaste con tu amiguito?- me pregunta.
-Sí, recién salimos- asiento.
-Te habrá dejado bien cogidita, me imagino- agrega en tono lascivo.
-Te imaginas bien- le confirmo, y antes de que diga algo, prosigo: -Pero me llamaste y me entraron ganitas de nuevo-
-¿Acabas de coger con uno y ya querés coger con otro?- se sorprende.
-Con otro no, con vos- le aclaro.
-¡Mira que sos putita, eh!- exclama.
No sé de qué se sorprendía, si me conoció garchando con sus compañeros.
-¿Por dónde estás?- le pregunto.
-Bueno, había pensado pasarte a buscar por tu trabajo, por eso te llame, ahora estoy en... Córdoba al 3000 más o menos-
-Perfecto, yo estoy en Rivadavia y Salguero, ¿te gustaría que nos viéramos? Acá hay un lugar bastante cómodo-
-¡Jaja...!- se ríe -¿Vamos a ir al mismo telo del que acabas de salir?-
-¿Y porque no?-
Y así fue, Damián llegó en unos pocos minutos y entramos al mismo telo en el que había estado con Jorge un rato antes, incluso nos tocó la misma habitación, ya arreglada y con las sábanas cambiadas, aunque no creo que haya sido por casualidad, sino que al reconocerme el recepcionista decidió mandarme al mismo cuarto.
Si bien ya me había echado mis buenos polvos, con Damián volvía a estar excitada. Jorge me había dejado la concha boqueando, por lo que le pedí a mi pintor de brocha gorda que me cogiera por el culo. No tuve que pedírselo dos veces, obvio. Luego de dejársela toda mojada y lustrosa mediante una buena mamada, me la puso sin lubricante alguno, abriéndome el ojete de par en par con tan solo un par de ensartes. Me tenía en cuatro, arrodillada en el borde de la cama, él parado en el suelo, bien aferrado a mis ancas... ¡PLAP-PLAP-PLAP! La potencia de sus descargas me hacían estremecer, me remecían de un lado a otro, de atrás hacia adelante, colmándome de plácidas e infinitas sensaciones que se desbarrancaban por todo mi cuerpo. Era algo intenso y brutal que me envolvía y sacudía, llevándome a un estado de excelsa agonía. En medio del primer orgasmo, me derrumbé sobre la cama, acusando el impacto de tan violenta descarga, pero él no se detuvo, sino que se subió a la cama, se montó prácticamente sobre mis nalgas y siguió arremetiendo con todo, despiadadamente, sin darme tregua alguna.
-No sabes cómo me calentó llamarte mientras garchabas con otro... Me pusiste como loco- me dijo sin dejar de culearme.
Por supuesto que lo sabía, si yo me había puesto igual, por eso estaba ahí con él, acusando los impactos de su excitación.
-Sos muy puta Mary, muy puta-
-Por eso te gusto, ¿no?-
-¡Jaja...!- se ríe lascivamente, me saca la pija de un tirón, me golpea con ella en las nalgas, y me da la vuelta, colocándome ahora boca arriba, de espalda contra el colchón.
Se coloca entre mis piernas, me la vuelve a poner en el culo y bombea fieramente, metiéndomela toda, hasta los huevos, desquiciándome de placer. Me culea un buen rato así, hasta que me la saca y se la sacude en el aire, salpicándome con los fluidos de mi concha y los suyos. Entonces se me sienta encima, me pone la pija entre las tetas y empieza a hacerse terrible turca. El sonido de la fricción, sus jadeos, mis suspiros, todo conspira para elevar mi libido hasta límites ya intolerables.
Sin dejar de deslizarse por el carnoso túnel que forman mis pechos, me introduce un par de dedos en la concha, y me estimula al mismo ritmo con que se pajea. Ya estamos los dos a punto de acabar, al borde de la disolución… primero llego yo, deshaciéndome en un mar de suspiros, sintiendo como se me humedece toda la parte interior de los muslos, y ahí nomás llega él, soltándome en la cara lechazo tras lechazo. Antes de que se corte la eyaculación, atrapo la pulsante cabeza entre mis labios, y me trago el resto de la descarga, hasta la última gota, sin soltársela hasta que comienza a perder rigidez. Ahora sí, pasada la calentura, comienzo a sentir el desgaste de tan agotadora jornada. ¿Cuantos polvos me eche entre los dos? Wow, ya perdí la cuenta, aunque bien sabemos que lo importante no es la cantidad sino la calidad, y todos fueron excelentes, como se dice, uno mejor que el otro.
No solo fui su primera mujer, su primera amante, fui también la que lo hizo hombre y la que le enseñó todo en la cama. Hasta lo instruí, paso a paso, como debe atender oralmente a una mujer, que resortes presionar para hacernos acabar tan solo con la boca… ¡Y como aprendió el guacho!, está bien que tuvo a la mejor instructora (ejem...), pero debo admitir que el nunca bien ponderado Jorgito tiene un talento innato para chupar conchas.
Ya perdí la cuenta de las veces que nos encamamos, pero Jorge debe ser, fácil, uno de los tipos con quien más cogí en este último tiempo. Y es que el sexo con él es como una isla en medio del océano, un oasis entre los médanos del desierto, la inocencia entre tanta lujuria, porque aunque me esmeré en corromperlo, Jorge sigue siendo un niño inocente, con él recupero un poco (solo un poco) de esa ingenuidad perdida hace ya tiempo, cuando recién comenzaba a transitar la adolescencia. ¿Se acuerdan cuando eran puros e inocentes? Jorge todavía lo es. Sí, cogemos y en la cama se comporta como todo un hombre, pero en el fondo sigue teniendo esa inocencia que tanto me atrajo en un primer momento. Y ahora se casa.
No me lo dijo él, me lo contaron las chicas de la oficina, sorprendidas por las repentinas nupcias del "feo", como lo llaman a sus espaldas, yo no lo llamo así, claro, y creo que ellas tampoco lo harían de conocer el potencial sexual que se esconde debajo de esa "fealdad", a más de una se le borraría la cara de amargada de tener la chance de probarlo.
Según me contaron, se casa con una chica de su misma Iglesia, esa de los pastores brasileños, Iglesia Universal o algo así. Por supuesto sabía que concurría a ese lugar, me lo había comentado en alguna ocasión, luego de hacer el amor. Es curioso, pero Jorge no es demasiado hablador, no es de contar sus cosas, incluso cuando empezamos a vernos, si decía más de una frase, ya era todo un logro, pero después del sexo, en esas charlas posteriores, como que se le suelta la lengua, y ahí me cuenta cosas que en otro momento no me diría. No sé, quizás sea que en esos momentos está más relajado, o tal vez sea la lubricación que ejerce mi jugo íntimo en su lengua, pero es en esas conversaciones post-garche donde se muestra más comunicativo.
Sin embargo, debido a diversas situaciones amorosas por las que he venido pasando, hacía tiempo que no nos veíamos, digo, para coger, ya que en la oficina nos vemos todo el tiempo. Incluso cuando me enteré que se casaba, supuse que esa sería la razón de nuestro distanciamiento, quizás en la Iglesia le hayan enseñado la importancia de la monogamia y de la necesidad de serle fiel a la persona que se ama. Principios que comparto y apoyo totalmente, pero que, por causas de público conocimiento, me resulta imposible practicarlos. Aproveche un momento en que estuvimos a solas en la cocina y lo felicité por su futura boda.
-No me dijiste nada, eh- le recriminé.
-No hubo oportunidad- se defendió.
-Sí, hace rato que no nos juntamos para... ya sabes... para estar juntos- me sonreí.
-Ahora tengo novia- me recuerda como si no lo supiera.
-Ya sabes que eso no importa Jorge, yo tengo marido y sin embargo me gusta estar con vos- le suelto mientras me preparo un café instantáneo.
-Sí, pero la Iglesia...- ya me imaginaba lo de la iglesia.
-Sí, ya se, la Iglesia…- lo interrumpí -Lo entiendo Jorge, yo también me casé y juré fidelidad eterna frente al altar, pero ¿sabes qué pasó?-
Me mira como dándome a entender que no sabe.
-Te conocí a vos, y la fidelidad se fue a la mierda, y no me arrepiento para nada-
Por supuesto Jorge no sabe que solo forma parte de una larga lista de amantes, uno muy especial, claro y uno de los más reincidentes, pero "uno más" al fin y al cabo.
-No te estoy diciendo que sigamos con lo nuestro aun después de casarte, ya que veo que para vos es muy importante eso de la fidelidad-
Asiente con la cabeza.
-Pero al menos tengamos nuestra despedida, antes de que te cases, creo que eso es algo que me debés, ¿no te parece?-
Vuelve a asentir. Estoy segura de que se muere de ganas por volver a coger conmigo, pero no lo dice, igual no necesito que me lo diga, ya que lo veo en sus ojos, en su mirada. Si la novia es de la misma Iglesia, dudo mucho de que tengan sexo antes del matrimonio. Así que quedamos en vernos esa misma tarde, luego de la oficina, en el mismo telo de siempre. Termino de prepararme el café y vuelvo a mi escritorio. Es martes, mi suegra se queda con el Ro hasta tarde, así que ni tengo que llamarla.
A las seis en punto salgo de la Compañía y lo espero en la ya habitual esquina de Medrano y Díaz Vélez. No tarda mucho en llegar, ya a lo lejos lo veo venir, flaco y desgarbado, altísimo, con su mochila al hombro. En la calle nunca nos demostramos nada, apenas nos saludamos, hasta parecemos dos extraños que por casualidad recorren el mismo camino, pero en la cama nos matamos, allí, en nuestro ámbito natural, no existe nada que nos limite, y el saber que está de novio y pronto a casarse, como que le inyecta más morbo a ese ya de por si clandestino encuentro.
-¿Porque me tuviste abandonada? No sabes lo que te extrañé- le digo ya en el telo, colgándome de su cuello y atrayéndolo hacia mí, para besarlo con pasión, mordiéndole los labios y la lengua.
Por supuesto tenía que agacharse para que pudiéramos alcanzarnos, ya que entre que él es alto y yo petisa, debíamos maniobrar bastante para poder besarnos.
Entre besos y caricias, nos derrumbamos sobre la cama, refregándonos lascivamente, sintiendo en nuestros cuerpos esa pulsión enloquecedora que nos convierte en presa el uno del otro. Sabiendo lo que me gusta, Jorge me retiene de espalda contra el colchón, y desciende por mi cuerpo, me levanta la falda de mi uniforme de asesora de seguros, y me corre hacia un lado la bombacha, lamiendo con entusiasmo la superficie cubierta de pelos que se le aparece adelante. Me estremezco al sentir su lengua deslizándose por partes tan íntimas y sensibles.
-¡Chupame... chupame toda...!- le pido con un hilo de voz, levantando las piernas para que pueda sacarme la bombacha sin dificultad alguna.
Me la saca, dejándola a un costado y vuelve a zambullirse en aquel vértice de placer, chupándome con avidez y fruición, saboreando todo el largo de mi brecha natural, que ya se humedece y contrae ante el frugal ataque de sus labios. Siento como me muerde el clítoris, como me lo chupa y succiona, como me introduce la lengua hasta lo más profundo, lamiéndome toda por dentro, como se empalaga con mis fluidos íntimos cada vez más efusivos.
-¡Mmmmm... mmmmm... mmmmm...!- ya lo dije, te la chupa como el mejor.
Jorgito te puede hacer acabar tan solo con el uso de su lengua, pero yo no quiero acabar todavía, así que lo agarro de los pelos y lo atraigo hacia mis labios, para volver a besarlo apasionadamente. En su boca puedo sentir el sabor de mi concha, algo que no me desagrada en absoluto. Ruedo sobre él y lo mantengo de espalda, montándome sobre su cuerpo, me saco la blusa y le ofrezco mis pechos aun contenidos por la tela del corpiño. El mismo me lo saca, pasando sus manos por detrás de mi espalda y soltando el broche con apenas un movimiento. Libera mis tetas y me las agarra, me las amasa, me las aprieta como queriendo constatar su consistencia. Me inclino hacia adelante y lo invito a que me las chupe. Así lo hace, aunque no se limita solo a chupármelas, también me las muerde, me las pellizca, los pezones se me endurecen y las aureolas se me hinchan como si fueran a explotar de placer. ¡Que calentura por Dios! Le saco mis tetas de la boca y lo beso con furor, frenéticamente, mordiéndole los labios, la lengua, pasándole mi saliva y yo recibiendo la suya. Sin dejar de besarlo, (de comerle la boca, mejor dicho), llevo mis manos hacia la bragueta de su pantalón y comienzo a desabrochárselo. Ya por debajo de la ropa se siente esa dureza hermosa, regocijante, la suma de todo lo bello representada en una única cosa, grande, dura y palpitante.
Meto la mano dentro del pantalón y se la agarro, apretándosela dulcemente, sintiendo entre mis dedos la ebullición del placer. Ya está mojada, por lo que retiro mi mano y la llevo hacia mi cara, pasándomela por sobre los labios, lamiéndome también la palma para saborear el dulce néctar de la vida, con el cual ya ansío empalagarme.
Me bajo de un salto de la cama, le saco los zapatos, luego el pantalón y por último el calzoncillo, descubriendo en toda su plenitud la gallardía de su virilidad. Debido a lo delgadas que son sus piernas, la pija parece mucho más grande todavía. ¿Para qué esperar más? Me le tiro encima, sin recato alguno posible, y agarrándosela con las dos manos, me la meto en la boca, tratando de hacerla llegar lo más profundo posible. Me gusta esa sensación de ahogo que te produce una pija bien clavada en la garganta. Me gusta tenerla adentro hasta que me falta el aire y siento las mejillas enrojecidas y los ojos llorosos, y entonces no tengo más remedio que soltarla, dejarla salir entre toses y boqueadas, pero solo para recuperar el aliento, porque una vez que el aire vuelve a mis pulmones, me la vuelvo a comer con más ansias todavía, y más profundamente si es posible.
Con la concha empapada de ganas, me subo arriba de nuevo, y ahora sí, me la meto por donde corresponde, llenándome hasta el último rincón con esa prepotente tubería viril que se adecua perfectamente a mis dimensiones.
-¡Ahhhhhhhhh...!- me oigo suspirar largamente al sentir la verga de Jorgito golpear contra las paredes de mi útero.
No tengo que decirle nada, él solo me agarra de la cintura y comienza a moverse arriba y abajo, remeciéndome las entrañas con cada golpe, con cada empuje... Me acuerdo que al principio, en nuestros primeros encuentros, yo tenía que moverme por él, pero ahora todo es diferente, aprendió bastante de un tiempo a esta parte, incluso a como contener la eyaculación. Me aburren los tipos que acaban enseguida, yo quiero coger por horas, practicar una, dos, tres mil posiciones, que me la metan desde los más variados ángulos, y Jorgito es ideal para ello.
Él mismo y por iniciativa propia, me voltea sobre mi espalda, se coloca arriba y me bombea como si no hubiera cogido en meses... bueno, supongo así debe ser, ya que con la novia, por su religión, no creo que todavía lo hagan y conmigo hacia un buen tiempo que no estaba, así que el bueno de Jorgito estaba cargado y con ganas de sacarse toda la calentura. Y obvio que yo estaba más que dispuesta a ayudarlo.
Luego de tenerme un buen rato en esa pose, me la saca y me incita a que se la chupe de nuevo. Me pongo de rodillas, echada hacia adelante y con la cola bien levantada, ansiosa por darle con el gusto, cuando suena mi celular. Por la melodía de llamada me doy cuenta que se trata de Damián.
-Perdoname, es solo un segundo- me disculpo con Jorge.
Me levanto de la cama y corro hacia mi cartera, saco el celular y atiendo.
-Hola, estoy un poco ocupada ahora- le digo.
Lamenta interrumpirme (sin imaginarse todavía que es lo que está interrumpiendo) y me dice que tiene ganas de verme. Me excita esa situación, para qué negarlo, estar con uno y que me llame el otro, y la verdad es que no me esfuerzo en absoluto por evitar que sepa que es lo que me mantiene ocupada.
-Estoy... con un amigo en este momento- le digo sin que me lo pregunte.
-¿Estás en un telo?- quiere saber.
-Si- asiento sin dudar.
Lo miro a Jorgito y le sonrío.
-Mi amigo se casa dentro de poco y le estoy haciendo una pequeña despedida- le explico.
-Que buena amiga que sos- me dice.
-La mejor- le replico.
-Jaja...- se ríe -Llamame cuando termines con tu despedida-
-Te llamo, bye-
Vuelvo a dejar el celular en mi cartera y regreso con Jorgito. ¿En que estábamos? Ah, en que se la estaba por chupar. Jorge no me pregunta nada sobre la inoportuna llamada, solo se limita a disfrutar de la mamada que le prodigo, para luego ponerme en cuatro y sacudirme toda con embistes largos y profundos. Me estremece las nalgas con cada golpe de su pelvis, envainándomela hasta los pelos, llenándome con su carne, haciéndome vibrar al ritmo de una marcha que se me da muy bien seguir. Me mojé dos o tres veces en esa posición, echada sobre mis brazos, el culo levantado, recibiendo pijazo tras pijazo. En un momento como que me fui, eché a volar, llegando a reaccionar cuando sentí el primer lechazo impactando en mi interior.
-¡Ahhhhhhhh... ahhhhhhhhhh!- gemí entre espasmos de placer.
Después de ese primero vinieron muchos más, una avalancha de semen que me rebalsó de supremas emociones.
-¡Si Jorge, si... llename toda, dame toda la lechita...!- le pedí entre gozosos suspiros, arqueando aún más la espalda, como para recibir hasta la última gota de tan supremo elixir.
La manguera de Jorge parecía que no paraba más de soltar leche, lo cual le agradecí sobremanera, ya que no hay mejor sensación que la del semen derramándose por toda tu intimidad. Es algo que no tiene precio y que lamentablemente no siempre podemos disfrutar.
Bien abrochados, luego del orgasmo, pude sentir como su verga iba perdiendo consistencia, hasta salir de mi interior en medio de un bufido.
Me hubiera gustado quedarme un rato más con él, ya que me agradan esas charlas post-garche que tenemos, pero deseaba devolverle la llamada a Damián cuanto antes. Me pegué una rápida enjuagada de concha en el bidet, me vestí y le pedí que saliéramos. Ya en la calle le dije que no me gustaría que su casamiento fuera el final de nuestra relación, que deseaba seguir viéndolo, y que una cosa no tenía que ver con la otra. Además, ahora estaríamos en igualdad de condiciones, los dos casados. Por lo menos no me dijo ni que si ni que no, no dijo nada, lo cual me da cierta esperanza de seguir cogiendo con él más adelante. Me despedí con un beso, y no me había alejado ni diez pasos cuando lo llamo a Damián.
-Quería devolverte el llamado- le digo.
-¿Ya terminaste con tu amiguito?- me pregunta.
-Sí, recién salimos- asiento.
-Te habrá dejado bien cogidita, me imagino- agrega en tono lascivo.
-Te imaginas bien- le confirmo, y antes de que diga algo, prosigo: -Pero me llamaste y me entraron ganitas de nuevo-
-¿Acabas de coger con uno y ya querés coger con otro?- se sorprende.
-Con otro no, con vos- le aclaro.
-¡Mira que sos putita, eh!- exclama.
No sé de qué se sorprendía, si me conoció garchando con sus compañeros.
-¿Por dónde estás?- le pregunto.
-Bueno, había pensado pasarte a buscar por tu trabajo, por eso te llame, ahora estoy en... Córdoba al 3000 más o menos-
-Perfecto, yo estoy en Rivadavia y Salguero, ¿te gustaría que nos viéramos? Acá hay un lugar bastante cómodo-
-¡Jaja...!- se ríe -¿Vamos a ir al mismo telo del que acabas de salir?-
-¿Y porque no?-
Y así fue, Damián llegó en unos pocos minutos y entramos al mismo telo en el que había estado con Jorge un rato antes, incluso nos tocó la misma habitación, ya arreglada y con las sábanas cambiadas, aunque no creo que haya sido por casualidad, sino que al reconocerme el recepcionista decidió mandarme al mismo cuarto.
Si bien ya me había echado mis buenos polvos, con Damián volvía a estar excitada. Jorge me había dejado la concha boqueando, por lo que le pedí a mi pintor de brocha gorda que me cogiera por el culo. No tuve que pedírselo dos veces, obvio. Luego de dejársela toda mojada y lustrosa mediante una buena mamada, me la puso sin lubricante alguno, abriéndome el ojete de par en par con tan solo un par de ensartes. Me tenía en cuatro, arrodillada en el borde de la cama, él parado en el suelo, bien aferrado a mis ancas... ¡PLAP-PLAP-PLAP! La potencia de sus descargas me hacían estremecer, me remecían de un lado a otro, de atrás hacia adelante, colmándome de plácidas e infinitas sensaciones que se desbarrancaban por todo mi cuerpo. Era algo intenso y brutal que me envolvía y sacudía, llevándome a un estado de excelsa agonía. En medio del primer orgasmo, me derrumbé sobre la cama, acusando el impacto de tan violenta descarga, pero él no se detuvo, sino que se subió a la cama, se montó prácticamente sobre mis nalgas y siguió arremetiendo con todo, despiadadamente, sin darme tregua alguna.
-No sabes cómo me calentó llamarte mientras garchabas con otro... Me pusiste como loco- me dijo sin dejar de culearme.
Por supuesto que lo sabía, si yo me había puesto igual, por eso estaba ahí con él, acusando los impactos de su excitación.
-Sos muy puta Mary, muy puta-
-Por eso te gusto, ¿no?-
-¡Jaja...!- se ríe lascivamente, me saca la pija de un tirón, me golpea con ella en las nalgas, y me da la vuelta, colocándome ahora boca arriba, de espalda contra el colchón.
Se coloca entre mis piernas, me la vuelve a poner en el culo y bombea fieramente, metiéndomela toda, hasta los huevos, desquiciándome de placer. Me culea un buen rato así, hasta que me la saca y se la sacude en el aire, salpicándome con los fluidos de mi concha y los suyos. Entonces se me sienta encima, me pone la pija entre las tetas y empieza a hacerse terrible turca. El sonido de la fricción, sus jadeos, mis suspiros, todo conspira para elevar mi libido hasta límites ya intolerables.
Sin dejar de deslizarse por el carnoso túnel que forman mis pechos, me introduce un par de dedos en la concha, y me estimula al mismo ritmo con que se pajea. Ya estamos los dos a punto de acabar, al borde de la disolución… primero llego yo, deshaciéndome en un mar de suspiros, sintiendo como se me humedece toda la parte interior de los muslos, y ahí nomás llega él, soltándome en la cara lechazo tras lechazo. Antes de que se corte la eyaculación, atrapo la pulsante cabeza entre mis labios, y me trago el resto de la descarga, hasta la última gota, sin soltársela hasta que comienza a perder rigidez. Ahora sí, pasada la calentura, comienzo a sentir el desgaste de tan agotadora jornada. ¿Cuantos polvos me eche entre los dos? Wow, ya perdí la cuenta, aunque bien sabemos que lo importante no es la cantidad sino la calidad, y todos fueron excelentes, como se dice, uno mejor que el otro.
38 comentarios - Uno mejor que el otro...
marita llegas a ir al casorio y cuando pongas el dedo en la fuente de agua bendita hierve de lo puta que sos
besos Misko
Muuuuy caliente como siempreª!
Excelente post!
Gracias por compartir
Besos!
Que capo tu esposo, poder tener una hembra semejante...
Ojala algun día podamos cruzarnos...
besos!
Tremendo relato linda como siempre querida...Besos!!
Van más que merecidos puntines!! +10