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Siete por siete (27): La guerra de 2 días (2nda noche)




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Compendio I


No es mi intención generar suspenso y con tal de entregarla esta noche, he decidido tomarme el “día libre”, redactando en la oficina.
Imagino que los que siguen estas entregas deben suponer lo que yo esperaba de esa noche.
Marisol es especial. Cuando estamos juntos, me complace en todo lo que desee. Yo también lo hago, pero para ella, pareciera que no existe lo prohibido.
De hecho, su familia prefiere ignorar el significado de “incesto” y es la principal razón por la que decidí establecerme en el extranjero, para alejarme un poco de esa locura.
Durante los tríos (e incluso cuartetos) que hemos experimentado, me he dado cuenta que Marisol cambia de personalidad, dependiendo de la persona con que se encuentre.
Por ejemplo, con Diana, Marisol se vuelve una mentora generosa: le indica el ritmo, ya sea para masturbarme o para darme una mamada, dónde y cómo chuparme, le aconseja algunos movimientos de cadera y cosas así.
Con mi suegra, en cambio, se ponía más cariñosa: le acariciaba sus pechos, la besaba en los labios e incluso le metía dedos en el trasero y los tríos se convertían en sesiones de caricias y alivio emocional.
Mi suegra fue mi primera amante, pero Marisol siempre pensó que se merecía a alguien como yo, porque sus relaciones amorosas han sido simplemente catastróficas y nadie, aparte de mí, parecía apreciarla como la gran mujer que ella es.
Con mi cuñada, ya era más de cuidado. Aunque Amelia “parecía inocente”, la verdad que gran parte del aprendizaje de mi pervertido ruiseñor se lo debe a ella: aprendieron a besar, a tocarse juntas y tal vez, otras cosas…
Mientras que Marisol, en sus años de señorita tenía una figura delgadita, su hermana menor manifestaba un busto exuberante, complementado con un rostro angelical.
Y por esa razón, en la cama arrasaban conmigo, ya que mientras mi cuñada me hacía paizuris, Marisol lamía mi glande. Tenía que atender a las 2 por igual y mi cuñada llegó a obsesionarse sexualmente conmigo, por lo que terminaba rendido y sin querer más guerra…
Pero si Marisol tuvo deseos de experimentar con otra mujer, se debió principalmente a la belleza de su prima.
Pamela es de esas chicas que simplemente no pueden pasar desapercibida: unos pechos generosos, como los que ahora tiene mi ruiseñor; una cintura de avispa y una cola digna de una modelo.
Es la representación viviente de una divinidad griega…
Si bien Fio y mi cuñada tienen más busto y ojos de colores, lo que hace irresistible a Pamela es su mirada soberbia e indomable.
No conocí a ningún otro hombre, aparte de mí (hablando del periodo anterior a estas bitácoras, cuando le tenía bronca por encamarse con mi grupo de estudio de la universidad), que no se resistiera a sus encantos.
Desde un principio, no quiso participar en un trio con nosotros. Pero la primera vez que la convenció Marisol, mi ruiseñor se desbandó completamente.
Esa noche, me echó de la habitación, porque “había algo que quería probar con ella, sin que estuviera yo…”
No me ha dicho qué pasó esa noche, ni tampoco me lo dirá. Pero lo que fuese, perturbó un par de días a su prima, llegando al punto de dudar si seguían gustándole los hombres o no.
La noche anterior ya había sido agitada y la tarde no se había quedado atrás. Pero esa noche de viernes me tenía temeroso…
Lo más seguro era que Marisol querría celebrar el éxito de su control con una mujer insaciable como Fio y yo me preguntaba si podría aguantarla.
Regresé alrededor de las 8. Mi esposa había regresado una media hora antes y estaba alterada. Tenía 3 llamadas perdidas en mi celular y nadie sabía de mí desde que nos separamos en la universidad.
“¿Dónde estabas? ¿Por qué no contestabas?” me interrogó furibunda.
“Pasé a comer a un restaurant…”
“Fio te ha estado esperando todo este tiempo con el almuerzo. ¡No hemos sabido de ti en 3 horas!” me dijo, rompiendo en lágrimas.
La abracé. Fio, en el recibidor también lloraba.
Nos sentamos a cenar y aun estaba hambriento. A Fio le alegró ver cómo devoraba la carne mechada y los fideos, ya que era la primera vez que preparaba ese plato.
Luego de amainar las penas, Marisol retomó su humor habitual.
“Bueno… quería decirte que me fue bien en el control… y tenía pensado celebrarlo de una manera… diferente.”
Mi ruiseñor tenía ese brillo en los ojos que me hace preocupar…
“¿Y qué tienes en mente? ¿Salir a bailar? ¿Ir a un parque de diversiones?” pregunté, mirándola fijamente y sabiendo qué me (más bien, “nos”) iba a pedir.
“¡Por supuesto que no!” Respondió, algo molesta, porque le podía arruinar los planes “¡Tenemos visitas y no podemos dejarlas solas!”
Fio, en cambio, no tenía idea…
“Si es por mí, no se preocupen.” Dijo con tristeza. “Yo me puedo quedar cuidando a las pequeñas…”
“¿Disfrutaste mucho anoche?” le preguntó Marisol a Fio.
“Sí. Fue agradable… y un poco más disfrutarlo por la mañana.” Confesó, bajando la mirada.
Marisol me miró con una enorme sonrisa.
“¡Tuviste un día ocupado!” me dijo mi ruiseñor.
Le sonreí, mientras seguía comiendo en silencio. Estaba físicamente cansado, pero mi instinto me decía que tenía que seguir comiendo y beber jugo en abundancia… porque en un par de horas, necesitaría las energías.
“¿Quieres que te lo preste otra vez?” le preguntó Marisol.
Nuevamente, me sentí como si fuera un par de botas…
“No, gracias. Reconozco que anoche lo disfrute bastante… pero te ves muy contenta… y en el fondo, es tu marido… así que esta noche dormiré sola.”
Su mirada y tono de voz indicaban resignación.
“¿Estás segura? Porque no creo poder prestártelo en unos 2 meses más…” le preguntó mi ruiseñor, enrollando los fideos con el tenedor.
Fio la contemplaba con sorpresa.
“¿Por qué?”
“Como te dije el otro día, mamá y mis hermanas vienen el próximo mes y mi prima viene con su familia en enero. En realidad, yo no tengo problemas en compartir contigo a mi marido, pero será difícil si tenemos visitas estos 2 meses. Además, la próxima semana salgo de vacaciones de la universidad y podré cuidar a las pequeñas.”
La misma mirada lujuriosa que vimos mi ruiseñor y yo el cumpleaños de Diana… la loba en celo hacía su aparición.
“Bueno… en ese caso… si tú insistes…” respondió Fio, muy motivada, regalándome una sonrisa seductora.
“¡Pero tampoco puedo prestarte mi marido esta noche!” Agregó mi ruiseñor, deteniendo sus intenciones.
“¿Cómo dices?”
“¡Tú misma lo dijiste! Estoy contenta, porque uno de los controles que me complicaba me fue bien… y yo celebro esas cosas con mi marido. Aunque ya te mencioné que no tengo problemas en compartirlo contigo…”
Los ojos de Fio estaban desencajados.
“¿Estás sugiriendo… que nosotras y él…?”
Marisol sonrió.
“En una ocasión, me trataste de besar. Me dijiste que éramos jóvenes y que debíamos experimentar. ¿Recuerdas que te dije que “No hago esas cosas con las que no quieren a mi marido”?”
Se refería al periodo donde Fio era acosada por la momia y sus acólitos.
Fio era sobrepasada por el asombro…
“Pero… ¿No te complica… estar con otra mujer?”
“Con una tan bonita como tú, no.” Le respondió con esa sonrisa angelical que nos termina perturbando a todos.
“¿Y yo no tengo nada que decir?” pregunté, viendo que se habían organizado tan bien.
“¡Por supuesto que sí! ¡Eres el más importante!” Respondió Marisol, mirándome sorprendida.
“Porque yo no tengo muchas ganas…” le confesé, esquivando su mirada.
“¿Cómo que “no tienes ganas”? ¿Por qué?... ¿Pasaste a otro lado?”
La última pregunta la hizo con temor y parecía estar a punto de llorar.
La acaricie y le sonreí.
“¡No, amor! Te he contado todo… pero estoy cansado… y bien sabes que me has exigido mucho estos 2 días…”
Estaba complicada. Ella quería tener un trío…
“Pero Marco… nos encuentras bonitas y te gustamos… ¿Cómo no puedes tener ganas?”
“De tener ganas, tengo. Pero te conozco bien y sé cómo te pones…”
Fio nos miraba sorprendida. Creo que era la primera vez que se daba cuenta de los tremendos pervertidos que eran sus vecinos.
Marisol daba unas miradas a Fio.
“Y si ella y yo hiciéramos algo… ¿Te gustaría?”
“No lo sé…” respondí.
Pero por la mirada que puse, Marisol tomó mayor iniciativa.
Fio estaba anonadada. No tenía idea de lo que pasaba ni mucho menos, cómo habían terminado las cosas de esa manera.
Así que mientras me encargaba de la loza, ellas daban de comer a las pequeñas y se preparaban para la “batalla definitiva”.
Se arreglaron en el baño, para generar mayor expectación, mientras esperaba con boxers, acostado en la cama.
Confieso que cuando las vi salir, las ganas regresaron con creces: Fio vestía el camisón de la noche anterior, que al verla de pie se translucían sus pechos enormes, sus sabrosos pezones y su triangulo oscuro y delicioso entre medio de las piernas y se destacaba parte de su barriga de embarazada, por lo que al darse cuenta, trató de cubrirse avergonzada.
Marisol, en cambio, vestía ropa interior negra, de encaje. Su cola se veía apetitosa y sus pechos, tensos y riquísimos.
Mi esposa se apoyó con los brazos a los pies de la cama, para poder apreciar su escote.
“Imagino que viéndonos así, ¿Aun no te debemos dar ganas, cierto?” preguntó ella, aunque ya notaba el bulto entre mis piernas.
“No muchas…” le mentí, porque estaba intrigado sobre lo que mi perverso ruiseñor tenía en mente.
Fio, en cambio, estaba más nerviosa, porque la mirada de Marisol cambia drásticamente cuando tiene ganas con otra mujer…
“¡Marisol, te digo que es mi primera vez con una mujer!... a mí, en verdad me gustan los hombres… y no encuentro bueno que me mires de esa manera.”
Me recuerda a la serpiente del “Libro de la selva”. Cuando tiene ganas, sale energía de sus ojos…
“Yo lo sé… y créeme, también prefiero a mi marido… pero no deberías rehusarte.” Decía Marisol, incluso con un tono de voz hipnotizador.
No era el animoso y brillante que usa normalmente. Este era más silencioso, como cuando me susurra cosas tiernas o arrullamos a las pequeñas, pero a la vez, segura de sí misma, como si lo que dijera era de lo más natural.
Simplemente… encantador.
“Yo sé que también me debes encontrar bonita. Veo tus pechos y siento envidia… porque los míos no son tan grandes como los tuyos…”
La tiene acorralada con la pared. Cuando dice eso, le acaricia suavemente uno de los pechos y Fio da un gemido culpable.
La entiendo. No puede resistirse a Marisol…
“Yo sé que te incomoda… y por eso te pido algo fácil… es solamente un beso.”
Entonces regresa un paso y le da una sonrisa, como cediéndole la capacidad de tomar decisiones, aunque sé bien que sólo es una ilusión.
“Si no te gusta… lo dejamos así… y veremos cómo nos arreglamos.”
No pienso que sea manipulación. En el caso que dijeran que no, creo que Marisol las dejaría libres.
Pero ese espacio que le dio. Esa distancia, hacía que rompiera tabúes y que considerara las alternativas.
“Solamente… un beso… ¿Cierto?” preguntó Fio, titubeando.
Marisol le regaló una sonrisa comprensiva.
“Solamente uno.” Respondió. “Si no te gusta, no hay problemas.”
Fio dio un suspiro y se sometió a la mirada dominante de Marisol, abriendo la boquita y cerrando los ojos.
Marisol sonrió, al verse vencedora y empezó a besarla de una manera muy tierna.
Aunque al principio, solo rozaban sus labios, Marisol abría la boca y buscaba la lengua de la vecina, suspirando y succionando intensamente.
Conozco bien esos besos, porque son nuestros… y Fio suspiraba a la merced de mi ruiseñor, sin creer que una mujer pudiese desear a otra de esa manera.
Trataba de resistirse, poniendo las manos sobre los pechos de mi ruiseñor. Pero Marisol interpretaba esos gestos como caricias, rozando delicadamente con los dedos los erectos pezones de la vecina…
Finalmente, tras ese acalorado beso, Marisol retiró sus labios, abrazando a la vecina por la cintura, que estaba algo mareada por la experiencia.
“¡Tranquilízate! ¿Viste que no ha sido malo?”
“No.” Confesó avergonzada. “No pensé que pudiera disfrutarlo… tanto… ¡Ay!”
Las manos de Marisol rozaban la mojada rajita de la vecina.
“Es obvio, ¿No crees?” dijo Marisol, volviendo a besarla, mientras sus dedos hurgaban la calidez de la vecina.
“¡No, Marisol!... ¡No sigas!...” suplicaba Fio, con lágrimas, mientras Marisol la besaba nuevamente y ella no se resistía. “¡Se siente demasiado bien!...”
“Es natural.” Le dijo mi ruiseñor, sin amilanarse por las palabras de Fio. “Somos mujeres y comprendemos mejor nuestros cuerpos…”
La besaba en el cuello…
“¡Por favor!... ¡No sigas!” suplicaba Fio en éxtasis.
“Incluso… amamos al mismo hombre…” le dijo, mirándola coquetamente.
“N-n-no, Marisol…” trataba de resistirse al embrujo de mi ruiseñor. “Yo… ahhh…solamente amo… ahhh… a mi marido…”
“¡Vamos, Fio! ¡No me mientas!” le decía, pellizcando suavemente uno de sus pechos.
Fio dejaba escapar un gemido desvalido…
“Si no amaras a mi marido… no vendrías siempre…”
Fio gemía y lloraba de placer, mientras las hábiles manos de mi ruiseñor le sacaban algunos orgasmos.
“No, Marisol… ahh… yo vengo… por tus hijas… ¡Oh, cielos!... porque las quiero…”
Entonces, mi ruiseñor se detuvo de repente.
“Eso te lo dices todas las noches, para no sentirte culpable.”
Fio quedó congelada con la idea…
Y Marisol atacó con un beso intenso y multiplicando sus caricias y movimientos.
“No… Marisol… yo…”
“No tienes que mentir… Fio…” dijo mi esposa, tomando la mano de la vecina e incrustándose entre las piernas. “Si no lo amaras… no estarías haciendo esto…”
“¡No, Marisol!... eso no es verdad…” gimoteaba, sin parar de besar a mi ruiseñor y devolviendo sin darse cuenta el mismo placer que le estaban dando con las manos. “Yo sigo… ahhh… amando a mi marido…”
“¡No mientas, Fio!” decía mi pervertido ruiseñor, recibiendo su ración de placer. “Si tú no lo amaras… yo no te lo prestaría… para que me lo cuidaras…”
Los gemidos eran intensísimos y yo me estaba manoseando como loco con el espectáculo.
“¡Discúlpame, Marisol!” confesó finalmente, cuando empezaba a alcanzar intensos orgasmos. “¡Yo amo a tu marido!”
“¡Lo sé, Fio!” le respondía Marisol, buscando su lengua. “¡Tiene unos ojos tan bonitos!”
Se besaban, casi sin dejarse hablar.
“Incluso cuando estoy con Kevin… pienso en él…” decía Fio, chupeteando los pechos de Marisol.
“En lo duro que se pone…” respondía Marisol, acariciando su cabeza.
“En su leche…” Gemía Fio.
“En sus dedos en el trasero…” le dijo Marisol, metiendo un par de dedos.
Fio gimió y soltó un fuerte orgasmo.
“Fio… estoy muy agradecida de que cuides a mis pequeñas… y que cuides a mi marido… puedo prestártelo cuando lo desees…” le decía, besándola con dulzura.
“No, Mari. La agradecida soy yo… hemos compartido tantas cosas juntos… y tu esposo me ha enseñado tanto…”
Marisol sonreía.
“Es que mi esposo es inteligente y valiente…”
“Sí. Me encanta tu marido…” le respondió, mirándome con esos ojos seductores.
Me vieron con la tripa afuera y sonrieron.
“Creo que ya lo hemos convencido…” le dijo Marisol, imitándola a chupar mi dureza.
“¡Te envidio, Marisol!” decía, pasándole la lengua como un helado, mientras que mi ruiseñor se ocupaba de la cabeza. “Puedes hacer esto todas las noches…”
La lengua de mi ruiseñor bajaba como si le diera pinceladas, sonriendo de satisfacción.
“¡Me encanta su sabor y su aroma!” dijo Fio, metiéndose la punta del glande en la boca y subiendo y bajando deliciosamente.
Pero entonces, sucedió una traición inesperada…
“¡Marco, yo también quiero probarla!” protestó Marisol, al ver que la vecina no compartía.
“¿Qué quieres… que haga? Apenas… me puedo mover.” Le respondí, disfrutando del momento.
Marisol miraba toda complicada a la vecina, al ver que su idea le estallaba en la cara.
“¡Hazme sentir bien entonces!” dijo, colocando su rajita en mi nariz.
Me ahogué un poco, pero logré ajustarla, acomodando mis manos en sus muslos para que no me aplastase tanto.
Mi lengua probaba los deliciosos manjares de mi mujer, mientras que de la cintura para abajo, mi cuerpo se adormecía de placer.
“¡Marco, chupa más rápido!... mete la lengua… más adentro…” ordenaba mi ruiseñor en español, mientras que la vecina australiana ni siquiera le prestaba atención, subiendo y bajando con sus labios por encima de pajarote.
Quedaba con su rajita en la boca, mientras que mi lengua acariciaba su inflamado clítoris, bebiendo sus espesos y pegajosos jugos.
Fio le daba suaves mordiscos y jugueteaba con la lengua y sus labios. En cambio, de a poco Marisol me iba ahogando con sus saltos, pellizcándose los pezones para darse mayor placer.
Repentinamente, Fio paró de chuparla y se la encajó entre sus piernas. Nuevamente, esa succión que absorbe toda la materia drenaba mi durísima herramienta.
Los movimientos de caderas de esas ninfas eran aniquiladores y sus gemidos, extremadamente sensuales.
La cama se sacudía imperiosamente a merced de sus movimientos y la cantidad de jugos que botaba mi ruiseñor era abrumadora, que difícilmente podía beber completamente.
“Marisol… ¡La tiene… tan dura!... ¡Me encanta!” decía, azotándome con su cuerpo violentamente.
“¡Lo sé, Fio!… a mí también… me gusta…” respondía, enterrando su rajita en mi cara hasta la punta del mentón. “¡Por favor… bésame!”
Se besaron magistralmente, sobándose los pechos de una manera sorprendente.
Fio sintió que me ponía más duro y empezó a gemir. Marisol, por no ser menos, empezó a dejar más rato su rajita sobre mi cara, sin preocuparse demasiado si su marido podía respirar o no…
Y yo, algo ahogado, pegajoso y tragando los deliciosos jugos de mi ruiseñor, pero sintiendo esa agradable sensación entre mis piernas.
Fio y yo nos corrimos primero y Marisol nos alcanzó después, cuando se dio cuenta que su marido no la lamía porque se estaba ahogando…
Marisol abrazaba a la vecina, aprovechando de sobar su generosa delantera, mientras Fio y yo esperábamos para despegarnos, dándose deliciosos besos.
Aunque el morbo de la situación era excitante, me bajaron los remordimientos.
De la santurrona y sensual vecina quedaba nada: gracias a mí, aprendió a cocinar, a ser infiel, a dar placer con la boca, a entregar su trasero, a disfrutar del sexo, a hacer el amor, a amamantar bebes y adultos, a disfrutar intercambio de parejas y a hacer tríos, fuera con hombres o mujeres.
Y debido a mí, puso los cuernos a su marido conmigo, el sacerdote de la parroquia junto con sus 3 acólitos, el jefe de su marido y el chico que instaló el sistema de seguridad en mi casa.
Sin olvidar, por supuesto, que existe una buena posibilidad que el bebe que porta en su vientre sea mío.
Y para rematar todo, tenía una “introducción al lesbianismo”, catedra dictada nada menos que por mi pervertido ruiseñor.
Y cuando se dieron cuenta que las contemplaba muerto de la risa, se rieron también y empezaron a besarme en las mejillas, pensando que se habían olvidado de mí.
Compartían mis labios, como buenas amigas, mezclando el sabor a limón de Marisol con la dulzura de la saliva de Fio, mientras ambas acariciaban mi herramienta.
Sus pegajosos pechos rozaban mi barriga, mientras yo acariciaba sus jugosas rajitas. Me deseaban tanto como yo las deseaba a ellas.
Nunca pensé que viviría un trio de esos. Antes, creía que los tríos con mujeres siempre dejaban una mujer frustrada, por no tener una verga que la rellenase.
Pero en esa ocasión, no era el caso.
Penetraba a Marisol al estilo de perrito, mientras ella estaba acostada sobre Fio, besándola y sin parar de tocar sus pechos…
Eso es lo otro y pienso que es mi culpa: desde que éramos novios, fui honesto con Marisol y le dije que me gustaban las chicas pechugonas.
Le aclaré que a ella la amaba, que adoraba su lunar y el hecho que fuese escolar (en ese tiempo) y su particular manera de ver las cosas me encantaba y tenía ojos solamente para ella.
Sin embargo, veíamos hentai con chicas pechugonas, me preguntaba mi opinión sobre las chicas pechugonas que veíamos en la calle y ocasionalmente, me dejaba cuidando a la pechugona de su prima en fiestas y celebraciones.
Por eso, la primera vez que tuvimos un trío, su primera reacción fue obviamente acariciar un par de pechos y esa obsesión no ha parado, a pesar que sus pechos también se han desarrollado.
Pero yo ya estaba en las últimas. Alcance a hacerle las colas a duras penas, mientras ellas seguían “jugando juntas”.
La tenía hinchada, me dolía y estaba simplemente exhausto.
Me corrí en Marisol y me di por vencido, a eso de las 2 de la mañana.
“¡Lo siento, Marisol!... ya no puedo más…”
“¿Cómo que no puedes? ¡Estás recién empezando!” me recriminaba.
“Pues… si… pero estoy cansado…”
Ella se reía.
“Entonces, tendrás que darme el divorcio…” bromeaba. “No puedo estar casada con un hombre que no me satisfaga…”
“Pues… si te divorcias, me lo quedo yo…” dijo Fio, uniéndose a la atmosfera jocosa
“¿Qué dices, Fio?”
Nos reímos un rato. Después de todo, así son los buenos tríos: el sexo es genial, pero también disfrutas de los que te acompañan en ese momento, haciendo bromas y compartiendo.
Pero luego, Marisol se puso más sería.
“¡No, Fio! Tú amas a tu marido…” le dijo Marisol, mirándola con ternura. “Yo sé que te gusta el mío… pero imaginaste armar una familia con el tuyo, ¿no?”
“Sí.” Reconoció Fio, recapacitando. “Tienes razón.”
Y mientras nos tomábamos ese pequeño descanso, sus ojos verdes se posaron comprensivamente en mí.
“¡Realmente, Debes estar cansado, amor!… pero tienes que pensar que pocas veces tendrás chicas tan bonitas como nosotras para atenderte.”
Marisol y yo nos reímos, porque no era cierto y me dejaron dormir, mientras ellas seguían jugando, dándose besos y tocándose.
De vez en cuando, me llegaba alguna patada suave de mi ruiseñor o se ponía a gemir cerca de mi lado, con la intención que me reintegrara a la acción.
Pero en realidad, ellas no me necesitaban, porque la estaban pasando bien.
Sin embargo, a eso de las 7 y media, las pequeñas despertaron pidiendo desayuno y puesto que Fio estaba durmiendo, chupando uno de los pechos de Marisol, tuve que despertarlas a ambas para que fuesen a amamantarlas.
Se levantaron a regañadientes, muy cansadas, porque se quedaron jugando hasta las 4 y algo.
Pero cuando le a Marisol que si lo hacían, les daría “desayuno a ambas”, los ánimos mejoraron al instante y olvidaron el cansancio.
Con algo de sueño y más jugos, me encontré en condiciones de cumplir mi palabra y atender a cada una por separado, si es que me dejaban.
Empezando por Fio, Marisol y yo nos reímos al escuchar ese “¡Siii!” tan aliviado, después de metérsela. Nuevamente, la polvareda de meter y sacárselo a la vecina, mientras que Marisol la besaba y le agarrábamos los pechos, mientras acariciábamos su sensual cintura, con Fio sin tener claro a quien retribuir el placer que le dábamos y por supuesto, mientras yo seguía taladrándola sin misericordia.
Pero Marisol quería que repitiéramos la noche anterior. Así que nuevamente me tocó meterlo en esos esponjosos, suaves y blanquísimos melones, con la diferencia de que mi esposa se encargaba de lamer la puntita.
Aprovechando su cercanía y tras una noche desenfrenada, donde había perdido toda repulsión a hacerlo con otra mujer, Fio deslizaba sus deditos dentro de la intimidad de mi esposa, haciendo que sus lamidas fueran más intensas y placenteras.
Luego cambiamos lugares, recibiendo un paizuri de mi ruiseñor. Sin embargo, Fio estaba más interesada de besar a mi bellísima esposa que lamerme, mientras seguía jugando con el agujerito delicioso que tiene Marisol, que al verme a punto, decidió repetirse el plato de mis pegajosos jugos.
A eso de las 10, se turnaron para cabalgarme. Yo más que contento, pellizcando, chupeteando y tomándome la leche de esos deliciosos pares de pechos, mientras que Fio esperaba su turno o bien, Marisol se tomaba un descanso, viendo muy divertida como la vecina montaba a su marido.
Para el mediodía, el hambre y la llegada de Kevin nos hicieron detener la orgia. Nos veíamos cansados, pero a diferencia mía, que me veía pálido y ojeroso, ellas seguían viéndose radiantes y con energías suficientes para seguir jugando entre ellas.
Dejé disfrutar a Marisol un rato más de la vecina en la cama, mientras me daba una ducha, para que después ellas permanecieran hasta casi la 1, acicalándose y asegurándose de quedar bien limpias, con el cuidado que una mujer sabe darle a otra.
Luego de almorzar más tranquilos y darles nuevamente pecho a las pequeñas, apareció Kevin a buscar a su esposa alrededor de las 3.
Se veía bien cansado también, aunque a diferencia mía, era por trabajo.
“¿Qué te pasó, Marco? Te ves terrible…”
No me fue difícil sacar una sonrisa…
“¡No te preocupes! Solamente fueron las pequeñas, que por la noche se portaron más traviesas…”
Aunque eso lo reconfortó, no eran las “pequeñas” que él pensaba…
“¿Y qué tal Fio? ¿Te dio muchos problemas?”
“No más que los de Marisol. ¿Qué tal tu viaje?” le dije, sin parar de sonreír.
“Bastante bueno. Conocí la nueva administración…”
“¿Todo bien?”
“Si…” dijo él, dando un intenso suspiro. “Me dijeron que les gustaría reunirse conmigo, cada 3 meses, para coordinar mejor los avances del proyecto…”
“¡Eso me parece excelente!”
“¿De verdad? ¿No te molestaría cuidar de nuevo a Fio en esos días?” preguntó más temeroso.
“¡Para nada, amigo, para nada!” le respondí, con una radiante sonrisa. “La cuidaré como si fuera la mía…”
En eso, llegan nuestras esposas. Por la falta de labial, imagino que empacaron su equipaje dándose unos cuantos besos más.
“¡Kev, cuánto te extrañé!”
“Fio, te ves hermosa. ¿Qué te has hecho?”
“¡Nada, nada! Solamente los cuidados de una mujer a otra, ¿Cierto?”
“Así es.” Respondió mi esposa, sonriendo a su guiño cómplice.
Pero los que nos dejó definitivamente boquiabiertos a mi ruiseñor y a mí fue lo que ocurrió después…
“¡Qué bien! ¿Lo disfrutaste mucho, entonces?”
“Si, por montones… pero extrañé mucho a mi marido…”
Sus ojos de loba en celo… Marisol y yo nos dábamos algunas miradas de sorpresa.
“Pero Fio… fueron solo 2 noches.” Se excusaba el marido.
“¡Lo sé!... pero ver tanto a Marco y Marisol darse cariño hizo que extrañara el tuyo…”
Al igual que yo, también sucumbió a los deseos de su esposa.
Nos despedimos escuetamente, con besos en las mejillas, como siempre los hemos saludado.
A los pocos minutos, los acostumbrados “¡Ahh!... ¡Ahh!... ¡Ahh!” que escuchábamos por las noches…
Marisol sonreía, comprendiendo finalmente por qué creía que ella no sería una esposa tan, tan fiel…
Y para “poner la guinda de la torta”, le pregunté.
“¿Te das cuenta que haremos esto cada 3 meses, cierto?”


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3 comentarios - Siete por siete (27): La guerra de 2 días (2nda noche)

mdqpablo
por dios que rollo , muy buen relato gracias por el aporte
nico161272
excelente como siempre, ya quiero que sea enero para que llegue Pamela, jajaja
pepeluchelopez
No se si sentir envidia por ti o compasion. Por una parte que envidia jaja, por otra. Alimentate bien muchacho!