Hola, disculpen la demora pero siempre pasa algo que posterga la publicacion de mis relatos, este lo tenia escrito hace rato, ya que es algo que pasó hace un par de semanas, a los pocos dias que Damián comenzó a trabajar en la casa de mis viejos. Espero no tardarme mucho con los próximos, ya que están pasando algunas cosas que merecen contarse. Besitos...
En la semana no aguante y me pegue una vuelta por San Justo. Pedí salir un rato antes del trabajo aduciendo algún problema personal y me fui derechito a la casa de mis viejos. Era jueves y Damián ya debía de estar en pleno proceso de pintado. Antes, claro, llame a mi mamá y como al pasar le pregunte si el pintor todavía estaba, que ya que iba tenía que preguntarle algo sobre el trabajo de pintado que realizaría en mi departamento (otra mentirita blanca, claro está). No sabía bien que iba a hacer, pero por lo menos me conformaría con verlo un rato, darle un beso o volvernos juntos quizás.
Cuando llego, enseguida me doy cuenta que mi mamá está sola, mi viejo aún está en la ferretería y todavía le falta un buen rato para cerrar.
-Mientras hablas de lo tuyo con el pintor voy a hacer unas compras y vuelvo, ¿me esperas?- me dice mi mamá al recibirme, convirtiéndose, sin saberlo, en cómplice de mis bajos instintos.
-Sí, te espero- asiento, sorprendida por esa oportunidad que se me acaba de presentar.
A solas con Damián, la mecha acaba de encenderse.
Mi mamá agarra la bolsa de los mandados que siempre está colgada de un perchero en la cocina, siempre, desde que puedo acordarme, busca el monedero y sale... espero un rato, no mucho, ya que estoy re ansiosa, mojada hasta en partes que no deberían mojarse, y corro hacia donde esta Damián, dándole ya una primera mano a una de las habitaciones.
-Menos mal que no te fuiste- le digo al verlo.
-Quería terminar este cuarto antes- me dice -Y además tu vieja me dijo que venías-
-¿Y querías verme?- le pregunto haciendo un gesto como de nena emocionada.
-Claro, siempre quiero verte-
-Yo quiero algo más que solo verte- le digo, acercándome para colgarme de su cuello con una mano y manotearle el bulto con la otra.
-Pará, pará, que está tu vieja- trata de apartarme.
-Se fue a hacer unas compras, así que va a tardar un rato- le informo.
-¿Estas segura?- titubea.
-Segurísima- le confirmo, dándole un suave apretón en los huevos.
Ahí como que se relaja un poco, aunque no tanto, ya que estamos en mi casa materna y cualquiera puede entrar en cualquier momento. Eso es lo que más me incita, hacerlo ahí, en donde nací, crecí y me desarrollé. Una vez, en Año Nuevo, mi tío Carlos me cogió en la terraza, pero de eso hace ya tiempo. Ni con mi marido hacemos el amor cuando vamos a pasar el fin de semana, por lo que la oportunidad, los dos allí solos, era por demás propicia. No digo de echarnos un polvo, porque eso ya demandaría correr un riesgo mayor, pero una chupadita rápida, ¿porque no?
-Me muero por chupártela- le digo, mirándolo a los ojos, sin dejar de manosearle el bulto.
-Pero... tu vieja, tu viejo, mirá si vienen...- trata de excusarse, aunque de la boca para afuera, porque su bragueta dice lo contrario.
-¿Qué? ¿Me vengo desde el trabajo solo para hacerte un pete y me lo vas a negar?- le recrimino, haciéndome la enojada, cruzando los brazos por debajo de mis pechos.
-Pero mira si vienen Mary, no quiero que...-
No lo dejo terminar, le cierro la boca con un beso que provoca un estremecimiento en su entrepierna. Ya no puede negarse. Le desabrocho el pantalón de trabajo, pero no se lo bajo todavía, sino que le meto una mano adentro, aprisionando por sobre el calzoncillo ese derroche de testosterona que parece reconocerme y reaccionar acorde a mis expectativas.
-¿En serio no querés que te la chupe?- le pregunto con voz melosa y lasciva.
-Es que... si llegan tus viejos... ahhhhh- le pego un apretón para que no pueda terminar la frase, no tan fuerte como para que le duela, pero si lo suficiente como para que se calle.
-¿Acaso ya no te gusta mi lengüita?- protesto pasándole la lengua por toda la cara.
Al llegar a sus labios me la chupa y responde:
-Sí, sí, me encanta... pero...-
-Nada de peros...- lo interrumpo -Te la voy a chupar aunque toda mi familia este del otro lado de la puerta-
Ahora sí, le bajo el pantalón y el slip de un tirón, haciendo que la pija aparezca de un salto, se la agarro con una mano y empiezo a pajearlo mientras lo vuelvo a besar en una forma voraz y apasionada.
Luego del beso, y sin soltársela, me pongo de rodillas ante él, de cara a esa erección maravillosa y le paso la lengua a todo lo largo, de uno y otro lado, concentrando todos mis sentidos en ese sabor por el cual había realizado un viaje de casi dos horas.
Mirándolo desde abajo, le beso el glande, punteando con la lengua esa ranura que se dilata, soltando ya las primeras gotitas de placer. Abro la boca y avanzo, no me detengo sino hasta que me golpea la garganta. Reprimo una arcada y cierro los labios en torno a la carne ya dura y pegajosa, deslizándome, con una larga y profusa chupada, hacia el principio, y con otra, aún más intensa, hacia el final. Voy y vengo a lo largo de ese pijazo único y excepcional, cuyo tamaño pareciera seguir aumentando a medida que la chupada se hace más entusiasta.
Junto un poco de la espumita que se forma en mi boca, mezcla de pre semen y saliva, y la escupo sobre el lomo de la verga, esparciéndola con la lengua por toda su ominosa superficie, y me la vuelvo a comer, chupándosela ahora sí, fuerte y parejo. Si bien tengo mi entrenamiento en chupar pijas (doctorado y con honores...jaja), luego de mamársela por un rato, la quijada me pide un descanso, así que me dedico a sus huevos, envolviéndolos con mi lengua, besando uno y otro, masticándolos, comiéndoselos... la forma en que suspira, como cierra los ojos y se entrega sin renuencia a mi boca, los pequeños estremecimientos de su cuerpo, todo eso forma parte de la recompensa que recibo por haberme animado a visitarlo. De Palermo a San Justo por una mamada, aunque por una pija como esa, iría hasta el mismo Fin del Mundo.
Vuelvo a la pija, al platillo principal de aquel banquete de excepción. Me la como entera, trato de comérmela entera, mejor dicho, ya que aunque hago mi mayor esfuerzo por hacerle garganta profunda, un buen pedazo queda afuera.
Desde abajo, en absoluto estado de sumisión, lo veo vibrar, estremecerse, sucumbir al influjo del alocado pete que le estoy haciendo. Él también me mira, de a ratos. Cuando abre los ojos, se le nota en la mirada un brillo de incredulidad y sorpresa, como no pudiendo creer ser precisamente él a quien le están chupando la pija de esa manera.
"Créelo papito", le digo con la mirada, dándole una larga lamida desde la base hasta la punta.
Si bien me quedaría el resto del día y toda la noche, sacándole el mayor lustre posible a su verga, mi mamá puede volver en cualquier momento, al igual que mi papá, por lo que decido dar por finalizada aquella repentina e inesperada sesión de "oratoria". Se la agarro firmemente con una mano por la base, y acelerando el refriegue, me la meto en la boca, esperando ansiosa el tan preciado momento del derrame. Damián no se hace esperar demasiado, de repente siento mi boca llenándose con la leche que me dispara a mansalva. Es tanto lo que eyacula, que aunque quiera tragarme todo, una parte se derrama por las comisuras de mis labios. El resto lo saboreo brevemente, pasándolo de un lado a otro de mi paladar, haciendo buchecitos con la sustancia primordial de la vida. Siempre desde abajo, sometida al yugo de su virilidad, lo miro a los ojos, y me trago toda su acabada, toda su leche, todo su semen, toda su esperma, toda la guasca que descarga a modo de ofrenda. Recojo lo que se salió de mi boca y me chupo los dedos, incluso la parte entre medio de ellos, saboreando ávidamente hasta la última gota.
-¡Mmmm... cada vez estás más rico!- le digo al levantarme, relamiéndome con sumo gusto.
Él no dice nada, todavía le dura el impacto del pete que acabo de regalarle. Mientras se recupera, saco un pañuelo del bolsillo de mi pollera, le limpio la pija y se la guardo. Yo misma le subo el cierre y le abrocho el pantalón, como si nada hubiera pasado. Luego, con el mismo pañuelo, me limpio las comisuras de los labios.
-Bueno...- le digo luego, ya más relajada -Así que estas avanzando con el trabajo-
Me mira desconcertado, hasta que parece caer en la cuenta de que le hablo de la pintura.
-¿Eh? ¡Ah sí! Ya estoy casi por la mitad... todo... va bien-
-Ok, nos vemos entonces, chaucito-
Mi mamá llegó casi media hora más tarde, nos podríamos haber echado un polvito de haberlo sabido, pero bueno, el pete estuvo de diez, así que el polvo quedara para la próxima.
En la semana no aguante y me pegue una vuelta por San Justo. Pedí salir un rato antes del trabajo aduciendo algún problema personal y me fui derechito a la casa de mis viejos. Era jueves y Damián ya debía de estar en pleno proceso de pintado. Antes, claro, llame a mi mamá y como al pasar le pregunte si el pintor todavía estaba, que ya que iba tenía que preguntarle algo sobre el trabajo de pintado que realizaría en mi departamento (otra mentirita blanca, claro está). No sabía bien que iba a hacer, pero por lo menos me conformaría con verlo un rato, darle un beso o volvernos juntos quizás.
Cuando llego, enseguida me doy cuenta que mi mamá está sola, mi viejo aún está en la ferretería y todavía le falta un buen rato para cerrar.
-Mientras hablas de lo tuyo con el pintor voy a hacer unas compras y vuelvo, ¿me esperas?- me dice mi mamá al recibirme, convirtiéndose, sin saberlo, en cómplice de mis bajos instintos.
-Sí, te espero- asiento, sorprendida por esa oportunidad que se me acaba de presentar.
A solas con Damián, la mecha acaba de encenderse.
Mi mamá agarra la bolsa de los mandados que siempre está colgada de un perchero en la cocina, siempre, desde que puedo acordarme, busca el monedero y sale... espero un rato, no mucho, ya que estoy re ansiosa, mojada hasta en partes que no deberían mojarse, y corro hacia donde esta Damián, dándole ya una primera mano a una de las habitaciones.
-Menos mal que no te fuiste- le digo al verlo.
-Quería terminar este cuarto antes- me dice -Y además tu vieja me dijo que venías-
-¿Y querías verme?- le pregunto haciendo un gesto como de nena emocionada.
-Claro, siempre quiero verte-
-Yo quiero algo más que solo verte- le digo, acercándome para colgarme de su cuello con una mano y manotearle el bulto con la otra.
-Pará, pará, que está tu vieja- trata de apartarme.
-Se fue a hacer unas compras, así que va a tardar un rato- le informo.
-¿Estas segura?- titubea.
-Segurísima- le confirmo, dándole un suave apretón en los huevos.
Ahí como que se relaja un poco, aunque no tanto, ya que estamos en mi casa materna y cualquiera puede entrar en cualquier momento. Eso es lo que más me incita, hacerlo ahí, en donde nací, crecí y me desarrollé. Una vez, en Año Nuevo, mi tío Carlos me cogió en la terraza, pero de eso hace ya tiempo. Ni con mi marido hacemos el amor cuando vamos a pasar el fin de semana, por lo que la oportunidad, los dos allí solos, era por demás propicia. No digo de echarnos un polvo, porque eso ya demandaría correr un riesgo mayor, pero una chupadita rápida, ¿porque no?
-Me muero por chupártela- le digo, mirándolo a los ojos, sin dejar de manosearle el bulto.
-Pero... tu vieja, tu viejo, mirá si vienen...- trata de excusarse, aunque de la boca para afuera, porque su bragueta dice lo contrario.
-¿Qué? ¿Me vengo desde el trabajo solo para hacerte un pete y me lo vas a negar?- le recrimino, haciéndome la enojada, cruzando los brazos por debajo de mis pechos.
-Pero mira si vienen Mary, no quiero que...-
No lo dejo terminar, le cierro la boca con un beso que provoca un estremecimiento en su entrepierna. Ya no puede negarse. Le desabrocho el pantalón de trabajo, pero no se lo bajo todavía, sino que le meto una mano adentro, aprisionando por sobre el calzoncillo ese derroche de testosterona que parece reconocerme y reaccionar acorde a mis expectativas.
-¿En serio no querés que te la chupe?- le pregunto con voz melosa y lasciva.
-Es que... si llegan tus viejos... ahhhhh- le pego un apretón para que no pueda terminar la frase, no tan fuerte como para que le duela, pero si lo suficiente como para que se calle.
-¿Acaso ya no te gusta mi lengüita?- protesto pasándole la lengua por toda la cara.
Al llegar a sus labios me la chupa y responde:
-Sí, sí, me encanta... pero...-
-Nada de peros...- lo interrumpo -Te la voy a chupar aunque toda mi familia este del otro lado de la puerta-
Ahora sí, le bajo el pantalón y el slip de un tirón, haciendo que la pija aparezca de un salto, se la agarro con una mano y empiezo a pajearlo mientras lo vuelvo a besar en una forma voraz y apasionada.
Luego del beso, y sin soltársela, me pongo de rodillas ante él, de cara a esa erección maravillosa y le paso la lengua a todo lo largo, de uno y otro lado, concentrando todos mis sentidos en ese sabor por el cual había realizado un viaje de casi dos horas.
Mirándolo desde abajo, le beso el glande, punteando con la lengua esa ranura que se dilata, soltando ya las primeras gotitas de placer. Abro la boca y avanzo, no me detengo sino hasta que me golpea la garganta. Reprimo una arcada y cierro los labios en torno a la carne ya dura y pegajosa, deslizándome, con una larga y profusa chupada, hacia el principio, y con otra, aún más intensa, hacia el final. Voy y vengo a lo largo de ese pijazo único y excepcional, cuyo tamaño pareciera seguir aumentando a medida que la chupada se hace más entusiasta.
Junto un poco de la espumita que se forma en mi boca, mezcla de pre semen y saliva, y la escupo sobre el lomo de la verga, esparciéndola con la lengua por toda su ominosa superficie, y me la vuelvo a comer, chupándosela ahora sí, fuerte y parejo. Si bien tengo mi entrenamiento en chupar pijas (doctorado y con honores...jaja), luego de mamársela por un rato, la quijada me pide un descanso, así que me dedico a sus huevos, envolviéndolos con mi lengua, besando uno y otro, masticándolos, comiéndoselos... la forma en que suspira, como cierra los ojos y se entrega sin renuencia a mi boca, los pequeños estremecimientos de su cuerpo, todo eso forma parte de la recompensa que recibo por haberme animado a visitarlo. De Palermo a San Justo por una mamada, aunque por una pija como esa, iría hasta el mismo Fin del Mundo.
Vuelvo a la pija, al platillo principal de aquel banquete de excepción. Me la como entera, trato de comérmela entera, mejor dicho, ya que aunque hago mi mayor esfuerzo por hacerle garganta profunda, un buen pedazo queda afuera.
Desde abajo, en absoluto estado de sumisión, lo veo vibrar, estremecerse, sucumbir al influjo del alocado pete que le estoy haciendo. Él también me mira, de a ratos. Cuando abre los ojos, se le nota en la mirada un brillo de incredulidad y sorpresa, como no pudiendo creer ser precisamente él a quien le están chupando la pija de esa manera.
"Créelo papito", le digo con la mirada, dándole una larga lamida desde la base hasta la punta.
Si bien me quedaría el resto del día y toda la noche, sacándole el mayor lustre posible a su verga, mi mamá puede volver en cualquier momento, al igual que mi papá, por lo que decido dar por finalizada aquella repentina e inesperada sesión de "oratoria". Se la agarro firmemente con una mano por la base, y acelerando el refriegue, me la meto en la boca, esperando ansiosa el tan preciado momento del derrame. Damián no se hace esperar demasiado, de repente siento mi boca llenándose con la leche que me dispara a mansalva. Es tanto lo que eyacula, que aunque quiera tragarme todo, una parte se derrama por las comisuras de mis labios. El resto lo saboreo brevemente, pasándolo de un lado a otro de mi paladar, haciendo buchecitos con la sustancia primordial de la vida. Siempre desde abajo, sometida al yugo de su virilidad, lo miro a los ojos, y me trago toda su acabada, toda su leche, todo su semen, toda su esperma, toda la guasca que descarga a modo de ofrenda. Recojo lo que se salió de mi boca y me chupo los dedos, incluso la parte entre medio de ellos, saboreando ávidamente hasta la última gota.
-¡Mmmm... cada vez estás más rico!- le digo al levantarme, relamiéndome con sumo gusto.
Él no dice nada, todavía le dura el impacto del pete que acabo de regalarle. Mientras se recupera, saco un pañuelo del bolsillo de mi pollera, le limpio la pija y se la guardo. Yo misma le subo el cierre y le abrocho el pantalón, como si nada hubiera pasado. Luego, con el mismo pañuelo, me limpio las comisuras de los labios.
-Bueno...- le digo luego, ya más relajada -Así que estas avanzando con el trabajo-
Me mira desconcertado, hasta que parece caer en la cuenta de que le hablo de la pintura.
-¿Eh? ¡Ah sí! Ya estoy casi por la mitad... todo... va bien-
-Ok, nos vemos entonces, chaucito-
Mi mamá llegó casi media hora más tarde, nos podríamos haber echado un polvito de haberlo sabido, pero bueno, el pete estuvo de diez, así que el polvo quedara para la próxima.
49 comentarios - Pete en San Justo...
besos Misko
Muuuy caliente!!
Como siempre!
Gracias por compartir
Excelente!!! Besos
Genia Marita, un placer leerte y calentarme con tus historias, como siempre.
Gracias por compartir 👍
Que gran privilegio para un macho, es que su hembra haga eso solo para estar con el y disfrutar de los exquisitos placeres sexuales que esta le brinda con tanto amor? y mucha calentura, 🔥 y además como enamoran detalles como esos. A cualquiera le gustaría estar en el lugar de Damían linda!!
Buenisimo como siempre querida, y sigo buscando más de tus "garche-aventuras"...jajaja...Besos preciosa💋 +10