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La rutina con mi padre

Cada noche igual. Cada noche la misma rutina...Hacer la cena, poner la mesa mientras él permanecía en su despacho encerrado, a la espera de mi voz anunciándole que ya estaba lista para cenar.

Los últimos retoques, la puerta corredera de su despacho abriéndose, mi padre entrando en la salita en bóxer. Las mismas preguntas de siempre.

-¿Qué cenamos hoy, cariño?

-Papi, hoy no tuve muchas ganas de cocinar y prepare una ensaladita y algo de pescadito frito. ¿Te apetece?

-Claro que si hija. De mi heredaste algunas cosas pero de tu madre heredaste esas manos para la cocina. Apuesto a que esta riquísimo. Gracias.

Un beso en la frente antes de sentarse a la mesa. El sonido de cubiertos. Gestos de aprobación al sentir la comida en la boca. Pura rutina.

Cenamos en silencio, como cada noche. Mirándonos de vez en cuando y comentando alguna cosita sin importancia.

Una vez terminada la cena me ayudaba a recoger la mesa, a ordenar la cocina y pasábamos un rato al salón a ver la televisión. Pura rutina.

A mis dieciocho años me quede huérfana de madre y tuve que asumir el rol de ama de casa como buenamente pude. La pérdida fue dura, pero la vida seguía y tuvimos que adaptarnos a los cambios que vinieron. Mi padre siguió con sus negocios, aunque, la verdad, no terminaba de superar aquel golpe. Lo veía cada vez como más envejecido, más apático, menos alegre, aunque él siempre fue un hombre animado y divertido.

Yo, era hija única y aun estudiaba, así que continúe compatibilizando mis estudios con la vida de hogar. Tuve que dejar a un lado algunas cosas: salidas con los amigos hasta altas horas de la madrugada, aunque algún sábado que otro me permitía unas horitas de asueto con mis amigas en algún pub. No es que me gustara, pero comprendía que mi padre necesitaba sentirse acompañado, al menos, mientras yo pudiera, lo haría. Tampoco es que yo fuese de mucho salir, así que no me costó tanto el cambio de ritmo.

Él se tumbaba en su sillón reclinable y se hacía con el mando de la tele. Y yo me tendía en el sofá junto a él. Como cada noche.

La tele se encendió y, para sorpresa nuestra, estaban poniendo “el imperio de los sentidos”.

Casi ruborizado por las primeras imágenes me pregunto si me apetecía verla.

-Si papa, déjala, ya soy mayorcita para según qué - Conteste sin mirarlo, aunque debo de reconocer que estaba algo turbada. Nunca me hubiese imaginado ver una peli así junto a mi padre.

Las escenas se fueron sucediendo en la pantalla y, ciertamente, algunas me hacían sentir muy incómoda de mirar sabiendo que mi padre estaba a mi lado.

Mire de reojo hacia el sillón para ver cómo estaba él. Se movía algo inquieto, como si no encontrase una postura cómoda. No apartaba los ojos del aparato. Una mano le daba vueltas al mando sobre el brazo del sillón y la otra reposaba en su estomago.

La película subió de tono y me estaba excitando. Solo llevaba puestas unas braguitas y una camiseta corta. Mi respiración se acelero un poco con cada fotograma.

Sentí que mi padre se volvía a remover en su asiento. Miré de reojo y pude ver una terrible hinchazón en su bóxer. Él, como yo, o quizás más, llevaba mucho tiempo sin sexo, al menos que yo supiese y, claro está, la peli lo estaba poniendo.

Trate de disimular mientras me ponía un poco de cola en un vaso. Para aquel entonces mis braguitas ya estaban algo húmedas.

La situación era algo Kafkiana, mi padre, a unos centímetros de mi tratando de disimular aquella erección y yo con los pezones marcando mi camiseta. No hablábamos, casi ni nos atrevíamos a respirar fuerte. Está claro que él también estaba incomodo, azorado, intranquilo.

-¿Quieres refresco? – pregunte tratando de hacer el momento un poco menos tenso.

-Gracias cielo, si me apetece, tengo la boca seca. Será del pescado- Contesto mirando con algo de disimulo mis pechos.

Le serví un vaso y se lo acerque. Lo cogió después de dejar el mando sobre el brazo del sillón. Noté cierto temblor en sus manos y, como quien no quiere la cosa, subió su pierna para que no pudiese ver en qué estado se encontraba.

Volvimos a sumirnos en el silencio. La película continuaba y, a cada momento, me sentía más caliente. Tenía que hacer algo.

-Papa, te dejo, voy a estudiar un rato antes de dormir. Tengo algunas cosillas que repasar- Dije poniéndome en pie.

Me acerque a su frente para darle un beso y pude mirar, esta vez sí, como su bóxer marcaba una erección tremenda que el trato de tapar con la mano.

-Está bien. No te acuestes muy tarde.

-No, tranquilo, solo un ratito y ya- Conteste mientras me alejaba por el pasillo en dirección a mi habitación. Sé que él estaba mirando mi culo porque lo vi reflejado en el espejo del fondo del pasillo.

Algo turbada, cerré la puerta tras de mí. Apoye en ella la espalda y respire algo aliviada al sentirme sola.

Coño, era mi padre, pero entre la peli y su erección me había puesto cardiaca. No podía quitar de mi cabeza aquella imagen de su polla erecta y pujando por salir de su encierro.

Sin contenerme, lleve mi mano a mi entrepierna y note en mis dedos como estaba de húmeda. Tenía que hacer algo urgentemente. Notaba que estallaba de ganas de correrme.

Me tumbe en la cama, sabiéndome segura de miradas indiscretas, y apartando a un lado mis braguitas, acerque mis dedos a mi coñito que gritaba por unas caricias. Un escalofrió placentero me recorrió cuando roce mi clítoris erecto. Me mordí el labio para no gritar.

Poco a poco acelere mi mano, buscaba en cada repliegue de mi piel aquel orgasmo escondido. Mis pechos, duros como rocas, se dejaban manosear por mi otra mano. Mis ojos permanecían cerrados mientras, en mi mente, veía una y otra vez, aquel pedazo de carne caliente de mi padre.

Mis piernas se abrieron de par en par, y deje así, espacio para que mi mano siguiera atormentado un clítoris agradecido de sus caricias .Moje mis dedos en saliva y volvía al dulce martirio, mientras, mis caderas, se disparaban hacia adelante buscando aquel orgasmo que notaba crecer como una ola en mi interior.

Estaba alcanzándolo cuando, de repente, la puerta se abrió. Apenas si me dio tiempo de cerrar las piernas y tratar de taparme con la sabana, cosa que no conseguí del todo, dejando mi cuerpo expuesto a la mirada perpleja de mi padre.

-Cariño, buenas no....perdón, lo siento.... No sabía...Yo...- Tartamudeo mientras permanecía clavado en el quicio de la puerta con sus ojos fijos en mí.

_Papa...Yo...- Trate de contestar mientras me sentía morir de vergüenza y tapaba como podía mis intimidades.

-Lo siento cariño. Debí de tocar primero. He sido un torpe. Lo siento mucho. Solo quería desearte las buenas noches.- Alcanzo a decir sin saber si acercarse o retirarse a su habitación.

-Papa, pasa, por favor. Lo siento... Yo...la película...No sabía que ibas a venir y...bueno.

-Nada, tranquila. Lo entiendo. Es normal.- Dijo mientras se acercaba a mi cama y se sentaba en ella.- Siento no haber tocado en la puerta. A veces olvido que ya no eres una niña, que ya eres toda una mujer, con lo que eso conlleva.

Acerco una mano cariñosa a mi pelo y lo parto hacia un lado mientras depositaba un dulce beso en mi mejilla.

Por un momento me sentí pequeña de nuevo. Como cuando cada noche me contaba un cuento y me adormecía con su voz.

Me incorpore me la cama y me abrace a él. Era mi padre y lo quería a morir.

No me importo que la sabana resbalase de mi cuerpo y mi cuerpo desnudo quedara literalmente pegado a su pecho. Reposé la cabeza en su hombro y me sentí más tranquila. Lo bese en la mejilla mientras sus brazos poderosos me abrazaban.

Permanecimos abrazados en silencio durante unos largos minutos. Reconfortándonos con nuestro abrazo.

Nos separamos lo justo para quedar cara a cara. Lo mire directamente a los ojos y los note acuosos. Parecía a punto de llorar. Dejé caer mi frente en su hombre y mis ojos miraron a su entrepierna. Aún tenía aquella erección. “Pobre” – pensé- “Demasiado tiempo sin sexo y encima esto”.

Me cogió por los brazos y se despego de mí, él sabía a dónde estaba mirando.

-Cariño, entiéndalo, desde que mama se fue no he estado con otra mujer, y entre la película y “esto”...Bueno... es natural .no te preocupes.

-Papa, claro que lo entiendo. Nada que no sea natural. No deberíamos de haber puesto esa película- Trate de bromear para quitar algo de hierro al asunto- Pero... ¿qué vamos a hacer? Paso y ya.

La verdad es que parecíamos tontos diciendo esas cosas. Él era adulto y yo también. Nada que explicar y, sin embargo, allí estábamos los dos, tratando de darnos unas explicaciones que ninguno necesitaba.

Decidí tomar las riendas de la situación. Él lo necesitaba y yo también, ¿Quién mejor que él? ¿Qué importaba que fuera mi padre? Éramos dos adultos y sus necesidades. Sabía que él nunca daría ese paso y cogiendo el toro por los cuernos me lance.

Baje mi mano hasta su entrepierna y así entre mis dedos aquella cosa dura. Él no reaccionó, se quedo quieto, con sus ojos muy abiertos, tratando de adivinar que hacía. Poco a poco palpe a mi gusto todo aquel pedazo de carne que ya temblaba entre mis dedos. Metí mi mano bajo el bóxer y pude sentirlo caliente y duro saltar contra mi palma.

Por un momento hizo un gesto para apartarme de mi tesoro pero lo pare cogiendo una mano suya y llevándola a mi pecho. Sus dedos temblaron cuando notaron un pezón duro entre ellos y, poco a poco, comenzaron a masajearlo.

Para entonces yo ya había sacado aquella cosota de su envoltorio y podía verla por entero. Su cabeza roja, casi purpura, se levantaba desafiante frente a mis caricias. Bajé mi mano un poco hasta llegar a sus testículos y los note igualmente duros. Lógico después de tanto tiempo sin sexo. Volví a abarcar su polla con mi mano y comencé a subir y bajar, gesto que arranco de sus labios un gemido.

Sus manos ya vagaban por mi cuerpo, resbalando de mi pecho a mis caderas, acariciando, casi furtivamente, el nacimiento de mi culo.

Lo empuje dulcemente hacia atrás dejándolo tendido en la cama. Acerque mi boca a su entrepierna y deposite un largo beso en aquella cabeza que me desafiaba. Abrí la boca y deje mi lengua recorrerla por entero, dejando un rastro de saliva en ella. La abrí aun mas y trate de metérmela entera en la boca, no entraba, era demasiado grande. La notaba golpear mi paladar mientras repasaba una otra vez con mi lengua toda aquella piel. Sabía a gloria, a placer contenido, a regalo de los dioses.

Sus manos se habían aventurado por debajo de mi braguita y acariciaban dulcemente mi coñito empapado de juguitos de placer. Levante una pierna para dejarle paso libre y él entendió la indirecta. Se acerco con suavidad a mi coñito y paso lentamente su lengua por él mientras yo me afanaba en comerme aquella polla que se sacudía entre mis labios y mis manos.

Sentí como repasaba una y otra vez mi clítoris con su húmeda lengua. Sus manos habían abierto mis glúteos y los amasaban proporcionándome un placer que me hacia gemir a cada embestida suya. Su lengua resbalo de mi clítoris a lo largo de mi rajita hasta llegar a mi ano. Una descarga eléctrica me hizo casi morder su polla cuando note aquella caricia. Nunca me habían hecho aquello y estaba como ida al sentir una lengua en mi culo. Estuvo allí un ratito para volver al tormento de mi clítoris.

Metí su polla en mi boca hasta sentir una arcada. La quería entera dentro, necesitaba sentirla poseerme, tenía que sentir su latido contra mi lengua. Mi mano acariciaba sus testículos, como queriendo adivinar su peso. El aire me faltaba mientras gemí retorcida por sus caricias en mi intimidad.

Su lengua recorría cada centímetro de mi coño arrancándome quejidos de placer en cada pasada, sus dedos abrían los pétalos de mi flor para dejar al descubierto mi rosado interior expuesto a sus caricias. Mis caderas no paraban de saltar contra su boca. Las suyas, igualmente, subían y bajaban clavándome su polla hasta la garganta.

Mi saliva resbalaba por aquél trozo de carne caliente y mi mente estallaba en impulsos rítmicos de placeres prohibidos.

Era mi padre y yo su hija y, sin embargo, parecía no importar. Sólo importaba el momento, nuestros cuerpos retorciéndose, nuestro imperio de los sentidos, todo era sexo salvaje y placer, mucho placer.

Mis manos llegaron hasta su nuca y lo empujaron contra mi tierna piel. Sentía un orgasmo nacer en mis entrañas, subir por m espalda, apoderarse de mis sentidos, golpear mi mas intimo rincón. Aceleré mis lamidas y chupadas en aquel glande y note como sus piernas temblaban levemente mientras me hundía sin compasión su polla en la boca.

Quería sentir su leche caliente golpear mi paladar, correr por mis mejillas, sentirla bajar por mi garganta. Así que me amorre con la convicción de no dejarlo escapar, apoyé mis manos en sus glúteos y me la metí hasta el alma.

Sus caderas se dispararon hacia adelante mientras una catarata de semen, caliente y salado me inundaba la boca. Las compuertas de mi sexo estallaron al mismo tiempo y su boca se apresuro a beberse hasta la última gota de mi placer y el suyo.

Su semen desbordo mis labios y corrió por su polla hasta llegar a mis dedos, más abajo, mi cuerpo se retorcía de placer y mis gemidos silenciaron los suyos.

Todo había acabado. Mi lengua repasaba una y otra vez aquel glande para no dejar ni rastro de su corrida. Su boca, se hundía contra mi clítoris arrancándome pequeños grititos, recordatorios del orgasmo sentido.

Como pude, me deje caer sobre mi espalda dejando su cabeza apoyada en mi muslo y sus manos vagar, como ausentes sobre mi cuerpo relajado.

Mis ojos cerrados se negaban a abrirse, por un momento volví a la realidad y me di cuenta del hecho, de lo que había ocurrido entre mi padre y yo. Me sentía extraña, rara, algo avergonzada, no me atrevía ni a mirarlo.

Él hacia otro tanto, sus ojos cerrados parecían no querer abrirse y encontrarse con los míos. Acabábamos de romper un tabú, acabábamos de hacer algo indecoroso, inconfesable...pero... ¿a quién se lo íbamos a confesar? Había pasado y ya. Tendríamos que enfrentarnos a los hechos, hacer frente al problema, si es que era un problema. Actuar como si nada hubiese pasado o hablar sobre ello.

Lo sentí levantarse de la cama, note sus labios sobre mi frente, un dulce “gracias, buenas noches” junto a mi oído y sus pasos dirigiéndose hacia la puerta que se cerró tras él, como tratando de encerrar en aquella habitación lo sucedido.

Me abrace a la almohada, empeñada en no abrir mis ojos, con una mano alcance el interruptor de la luz y la apague. El sueño llego poco a poco, calmante, analgésico, des traumatizante.

Tenía toda la noche para digerir lo ocurrido, para tratar de entenderlo pero...Fue peor. Cuerpos desnudos, penes duros y sudores ajenos llenaron mis sueños, y amanecí tan húmeda como la noche anterior.... ¿qué haría ahora?

3 comentarios - La rutina con mi padre

ala392000
Excelente, me calento!!!! Sigue?. Puntos para vos