Post anterior
Post siguiente
Compendio I
El sábado pasado, mi antiguo laptop se averió y me puse triste. Hannah me dijo que estaba exagerando y que estaba bien. Que ahora podía comprarme un modelo más nuevo…
Venimos de 2 mundos distintos. Para ella, soy una persona interesante y muchas de mis acciones le parecen extrañas.
Según Hannah, el apego emocional que tengo con mi maquina es infantil y la entiendo, pero no por eso deja de ser menos doloroso perderlo.
En esa computadora vi muchas películas y series abrazado con Marisol. También, le escribí poemas e incluso estas bitácoras. Pero también hice mis temas de tesis para mi grado de ingeniero y mi magister.
Para mí, sigue siendo una fiel compañera de 1000 batallas, al punto que sé su avería (falló la tarjeta de audio y video), pero a diferencia de mi tierra, si un ordenador falla, se echa a la basura y se compra uno nuevo.
Me pidió disculpas, excusándose que no sabía lo importante que era para mí y me sonrió, diciéndome que “Haría lo que fuera necesario para verme sonreír”.
La relación que tenemos es bien especial. Con el resto del mundo, es una mujer ruda y decidida. Conmigo, es dulce y tierna.
En la faena, de las 250 personas que trabajan, 15 son mujeres y ella es la más guapa de todas.
No es por discriminar, pero las otras mujeres son más gorditas o mayores y trabajan en el casino o haciendo labores de aseo (la minería sigue siendo una labor extremadamente machista) y Hannah es una de las pocas que tiene estudios superiores y la única jefa de departamento, comandando “Mantenimiento y operaciones”, compuesto de otros 30 mecánicos calentones.
Pero al menos, son considerados. Hannah sigue usando “cargo shorts”, porque el clima es árido y a los hombres les recrea la vista, pero tienen bien claro que es mi “novia de la mina”.
Incluso, ya se hospeda en mi cabaña, con su equipaje y sus cosas y aunque las literas son angostas, igual nos acomodamos para dormir juntos. Pero eso no impide al resto preguntarme cómo es ella en la cama.
Les digo que soy un caballero y que no puedo contarles eso, lo que los frustra, pero me entienden, porque tampoco soy un minero como ellos, que salga de jarana al pueblo luego de terminar de trabajar. Sociabilizo con ellos y trato de compartir, pero no me siento cómodo bebiendo, bailando ni fumando y saben que ella ve en mi algo que ellos simplemente no pueden darle.
A Hannah le incomoda que le mire a los ojos. Le explico que no puedo evitarlo, porque aunque son celestes, me recuerdan a los ojitos verdes que tiene mi ruiseñor.
También prefiere que “tengamos sexo” y me prohibió que le dijera que la amaba, ya que según ella, sabe que no la amo de verdad y que solamente lo hacemos para no sentirnos solos.
Pero yo no lo veo de esa manera.
Es rubia, con pelo bien corto y una piel blanca como la leche. Tiene 28 años, mide 1.67m, con 88 cm de busto, 64 cm de cadera y 94 cm de cola, según lo que ella me ha dicho.
Pero más que medidas y apariencias, me gustan las diferencias con mi ruiseñor. De partida, no le gusta el anime y mucho menos el hentai, al punto de enojarse conmigo cuando lo veo.
Ella me dice que soy inmaduro y es antinatural ver chicas con cabello azul, aunque pienso que le molesta porque los pechos anime son más grandes.
También es obsesionada con su trabajo. Puede hablar de motores y sistemas hidráulicos por un buen rato y por su tono de voz y su mirada, te das cuenta que es algo que la apasiona y yo la escucho, pacientemente, hasta que me pregunta mi opinión. Afortunadamente, le puedo seguir el tren de ideas y son pocas veces en la que mi respuesta la hace enojar.
Pero también tiene esa actitud un tanto irracional e impulsiva, como mi ruiseñor. Es común que regrese toda frustrada, porque es una perfeccionista y sus hombres no siempre le escuchan, en parte porque no quieren hacer trabajo de más y en parte, porque les gusta hacerla enojar, por lo que cuando la veo así, la abrazo bien fuerte y la beso, hasta que se tranquilice.
Además, respetamos nuestras relaciones. Generalmente salgo cuando llama a su novio y ella lo hace también cuando hablo con Marisol.
Incluso, sabe de mis otras relaciones, pero no me cree o no le da mucha importancia.
“Está bien que fantasees con tu suegra o tu cuñada… pero tú no eres de esos tipos.” Me dijo la última vez que le leí mi primera bitácora.
Pero tenemos claro que es algo temporal. Le he mostrado las fotos de Marisol y las pequeñas, así como ella me ha mostrado las fotos de su prometido.
Su novio tiene 30 años y están esperando para que saque su título de abogado y consiga un trabajo.
Su nombre es Douglas y se conocieron en la universidad. Lo he visto en fotografías y encuentro que está bien para ella. Hannah se rió la primera vez que me lo mostró, porque por un momento temí que fuese un tipo feo, flojo e ignorante (realidad que vi en mi tierra muchas veces…), siendo que ella es tan guapa y habilidosa.
Pero no. Douglas es rubio, de ojos celestes, con una mirada inteligente, más o menos del mismo porte que yo y mucho más atlético. Sé que si Marisol lo viera, yo me pondría celoso…
Pero en la mina, su marido soy yo. He comprado una pequeña cocinilla, porque me gusta cocinarle y enseñarle a hacerlo.
Incluso, nuestros viajes al pueblo son para comprar provisiones, cuando hay algunos locales de comida y también tenemos una cafetería en la casa de huéspedes, pero es parte del encanto de nuestra relación.
Se ha ido puliendo y le está agarrando el gusto a la cocina, lo que la ha hecho muy feliz.
Por las noches, nos acomodamos en la cama y vemos televisión. Ella es más de películas nuevas, con efectos especiales y todo eso, pero yo soy más de gustos clásicos, de investigar shows antiguos en la red y verlos por la laptop… bueno… en mi antigua laptop.
Hannah pensaba que serían aburridos, con tramas tontas, pero el primer capítulo de la “Dimensión desconocida” (en blanco y negro, de las primeras temporadas), la curiosidad la atrapó y quedamos enganchados cuando vimos que trataba de un cazador que fallecía junto con su perrito leal y cómo ellos caminaban en el otro mundo, buscando el paraíso.
Nos tocó el mismo nervio, porque los 2 hemos tenido perros buenos en la infancia y a partir de entonces, es casi un ritual nocturno antes de dormir ver un par de episodios.
También nos sentamos a ver la puesta de sol, como si fuésemos viejos o estuviésemos casados. Pero si trabajas entre 8 y 12 horas bajo tierra, terminas apreciando mucho más el brillo del astro rey.
Por las noches, “tenemos relaciones” una o dos veces y dormimos acurrucados, aunque a la hora de almuerzo casi siempre aparece, para que le acompañe a “revisar unos equipos”.
En fin, esa noche se sentía culpable. No le gusta darme mamadas. Dice que tiene mal sabor y cuando me corro, la dejo sucia y pegajosa, porque le da asco tragárselo todo.
Claro que ella no tiene quejas ni preocupaciones cuando se lo hago yo…
Pero quería complacerme, aunque con dudas miró a pajarote, mientras estaba acostado. Dio un suspiro de resignación y se lo metió en la boca.
Empezó a subir y bajar, de una forma agradable. Podía sentir su lengua y su saliva, envolviéndola, pero mirando a sus ojos, notaba su repulsión.
Le dije que no era necesario que lo hiciera. Que a Marisol le gusta hacerlo y me daría una en un par de días más…
En eso, las 2 son idénticas… le bajo la furia y empezó a chuparla con más fuerza.
Fue una sensación distinta. No tiene experiencia, pero mientras se lo metía en la boca, movía su lengua rápidamente, como si intentara acostumbrarse al sabor.
Aunque era diferente, le acariciaba la cabeza, como sé que le gusta. Ella me miró, sonrió al ver mi cara de idiota y siguió chupando.
Empezaba a respirar más agitado y movía mis caderas. Quería meterla más adentro y estaba tentado de tomar su cabeza, pero sé bien cuánto le desagrada, por lo que me limitaba a acariciarla.
Lo hacía tan bien, que sacudía las piernas, tratando de contenerme, pero ella enérgicamente la mamaba, hasta la inevitable conclusión…
Botó una buena parte e incluso hizo algunas arcadas, pero la besé apasionadamente, absorbiendo parte de mi sabor.
A ella le gustó que hiciera eso y le di las gracias, porque me sentía mejor. Entonces, empezó a sacarse la ropa.
Busqué los preservativos en el velador, pero ella los tomó primero y los arrojó, con una tremenda sonrisa.
Estaba confundido, porque siempre lo hacemos con protección, pero me dijo que quería hacerlo distinto.
Lo deseaba probar hacía tiempo y tal vez, ella también. Así que fui metiéndolo despacio y ella fue disfrutando cada centímetro.
Le saqué su polera blanca, pudiendo ver sus pechos. Le avergüenza que se los vea, porque sus aureolas son como moneditas y sus pezones son chiquitos, pero aunque no son su mayor atractivo, me gusta chuparlos, porque hace gemiditos bien ricos cuando quedan paraditos.
Mientras la agarraba de la cintura, fundiéndome con sus ardientes besos y suspiros, le pregunté por qué lo estábamos haciendo así.
Con una sonrisa, dijo que se sentía curiosa, aunque era más agradable de lo que esperaba.
Me perdí en esos ojitos celestes y le dije la frase que me tiene prohibida. No se enojó, pero respondió con varios besos, algunos gemidos de placer y un agradable orgasmo entre mis piernas.
Tomó mis manos y las colocó en su lindo, redondo y suavecito trasero. Le gusta que se lo acaricie, porque soy delicado y no le doy palmadas ni pellizcos tan fuertes y ella se siente tranquila y calmada cuando se lo hago.
Ella quería montarme, pero se cansa. Es estrecha y aunque eventualmente lo logra, pasamos un buen rato así y al día siguiente nos cuesta levantarnos.
Por eso la abracé y la volteé en la cama. Hannah no quería, porque siempre termino haciendo el trabajo pesado, pero le dije que no importaba, porque sus ojitos son preciosos.
Fue una experiencia diferente para ella. Sentía como la quemaba, mientras apoyaba su cuerpo en la esquina entre la pared y la cama, transfigurando su cara de una manera deliciosa.
No le dolía, pero la sensación era tan intensa que a ratos entrecerraba los ojos. Mientras tanto, le decía que era bella, muy bonita y que me gustaba.
Ella se aferraba a mi espalda, dándome completa libertad para taladrarla a mi gusto. Su boquita estaba deseosa y su lengua muy juguetona, dando gemiditos intensos de placer.
Mis manos se aferraron nuevamente en sus muslos, reteniéndolos para facilitar la penetración, mientras recordaba lo delicioso que se ven en sus bermudas. A ella le encantaba cómo lo estaba haciendo, por la forma de aferrarse, sus gemidos y por la cantidad de fluidos que salían de su interior.
Al parecer, no esperaba que lo hiciéramos 3 veces. Pero es tan apretada, calientita y agradable, que no pude resistirme.
Con una mirada radiante, preguntó qué me había pasado. Respondí que no podía decírselo, porque me lo tenía prohibido y ella se rio, tal vez creyéndome.
Luego de besarnos un rato y despegarnos, pude ver como mis jugos escapaban de su rajita. Pregunté si no le preocupaba, respondiendo que no. Estaba en sus días seguros y había tomado pastillas.
Nos acomodamos para dormir y me preguntó qué haría con el portátil. Le dije que buscaría un servicio técnico y lo mandaría a reparar. En el peor de los casos, rescataría la información y lo guardaría.
Preguntó si era igual de sentimental con todas mis cosas. Le hice cosquillas en la cintura, donde es muy sensible y le respondí que lo era con las cosas que más quería.
Estaba cansada y quería empezar a dormir, pero yo quería probar su cola. Respondió que ya había tenido suficiente y que quería descansar.
Pero le expliqué que como era mi “esposa de la mina”, tenía que atenderme, susurrándole al oído que la deseaba con ganas.
No tardó mucho en bajarse las pantaletas, porque por muy cansada que esté, también le gusta que le den por la cola.
Finalmente, cuando quedamos los 2 satisfechos, me dormí aferrado a su espalda, apretando sus tiernos pechos.
Post siguiente
2 comentarios - Siete por siete (14): Mi esposa de la mina