Espero que la historia les haya gustado.
En la esquina de la casa de Ricardo, esperé impaciente el momento de entrar en ella. Cuando lo vi salir , rápidamente con la copia de llave entré, y de prisa me dirigí al dormitorio de servicio que estaba al lado del principal, con el baño al medio, y me escondí bajo la cama para evitar ser sorprendido.
Al rato sentí la puerta abrirse. Seguramente era Ricardo que volvía. Una música suave comenzó a escucharse por todo el lugar, y durante un buen rato fue todo lo que se escuchaba, hasta que el timbre sonó. Salí de mi lugar y entreabrí la puerta para poder escuchar.
- Hola Carla, que alegría, la verdad era que dudaba que vinieras.
- Hola Ricardo, ¿ Porqué no iba a venir? La verdad que necesitaba hablar con vos.
- Pero pasa, ponte cómoda.
Disimuladamente miré al pasillo que daba a los dormitorios. Las puertas estaban cerradas. En el de servicio estaba el cornudo esperando disfrutar de mi infidelidad.
Me senté en un sillón.
- ¿ Qué quieres tomar?
- La verdad que necesito algo fuerte.
Ruido de copas y botellas.
- ¿ Qué te pasa?
- Estoy segura de que mi marido me engaña, dijo una Carla que sonaba alterada.
Lentamente salí de la habitación y avancé por el pasillo. Una puerta plegadiza separaba el pasillo del ambiente principal y cerraba la zona de baños y dormitorio. Escondido tras ella, podía ver por las hendijas lo que ocurría.
Carla, totalmente alterada, tomó el vaso de whisky que tenía delante y lo tomó de un solo sorbo. Nunca tomaba alcohol. Rápidamente Ricardo volvió a llenarle el vaso. El muy hijo de puta quería emborracharla para que se entregara.
- ¿ Y cómo puedes asegurarlo?
Y Carla le contó todo lo ocurrido, mientras cada tanto tomaba otro sorbo. Sus gestos comenzaron a hacerse erráticos. Era evidente que el alcohol le estaba haciendo efecto rápidamente.
- No lo tomes así, Carla. Lo que ocurre es que después de unos cuantos años de pareja, el aburrimiento se hace muy grande y ante la oportunidad, hasta el mas fuerte tambalea.
- Pero yo no lo he hecho, y no me merezco esa actitud.
- ¿ Tú no estas cansada de la rutina?
- Yo era feliz en mi matrimonio.
Ricardo se sentó a su lado, volvió a llenar su vaso, y la incitó a que tomara, cosa que Carla hizo como una autómata. Era evidente que ya no tenía control sobre ella. Ricardo comenzó a acariciar su cabello, mientras la consolaba.
- No lo tomes así, eres joven y bonita. Tienes que disfrutar de la vida y no amargarte por estas cosas.
- No me amargo, me enfurece. Me dan ganas de caerle a golpes al cabrón.... Mientras Carla descargaba su ira, Ricardo deslizaba la mano de sus cabellos hasta el cuello y los hombros de mi mujer. Ella cerró los ojos y un temblor recorrió su cuerpo.
- Estoy mareada, será mejor que me vaya, dijo tratando de levantarse.
Ricardo la retuvo.
- No estás en condiciones de manejar. Sería conveniente que te recostaras un rato.
- Creo que tienes razón. Tomé de mas, pero no quisiera causarte problemas.
- Para nada. Ven conmigo, y la ayudó a levantarse. Rápidamente dejé mi lugar y volví al dormitorio y a esconderme bajo la cama.
Sentí como pasaban rumbo al dormitorio principal. Cuando abrieron al puerta e ingresaron, salí de mi lugar y me acerqué a la puerta.
- Recuestate un rato.
- Gracias Ricardo. En verdad eres un amigo, decía Carla con la voz pastosa.
- No me agradezcas, Carla. Lo que quiero es que seas feliz.
- ¿ Qué haces? Dijo Carla entredormida.
- Me aseguro que estés cómoda. Tú descansa.
Me acerqué a la puerta. Ricardo inclinado sobre la cama, estaba desprendiendo los botones de la camisa de Carla. Cuando terminó tiró de la prenda para sacarla del pantalón, y luego sin ninguna resistencia de mi mujer terminó de quitársela, dejándola solo con un corpiño transparente, que dejaba traslucir sus hermosos pechos. Lentamente los acarició, sin que Carla se opusiera. Al contrario, los suspiros de ella indicaban que el trabajo le daba placer.
Lentamente le desabrochó el vaquero que tenía puesto, le quitó los zapatos y los deslizó hacia abajo, dejándola sola con su tanga también transparente. Se traslucía su monte de venus que invitaba a acariciarlo. Ricardo recorrió sus piernas y lentamente tomó posesión de su sexo, suavemente, acariciante, provocando en mi mujer gemidos de placer y que separara las piernas para facilitar las caricias.
- ¿ Qué haces? Volvió a preguntar mi mujer.
- ¿ No te gusta?
- Si, me encanta, pero no está bien.
- Todo lo que te da placer está bien, Carlita
- Me gusta mucho, pero …... ahhhhhh, dijo mi mujer cuando fue barrida por su primer orgasmo. Cerró sus piernas apretando la mano de Ricardo y se dejó llevar. Cuando se aflojó, Ricardo se levantó y se desnudó rápidamente. Mostraba una erección impresionante. Se acostó al lado de mi esposa y retomó sus caricias sobre sus pechos y su sexo. Ahora, aprovechando la lubricación, corrió su tanga y uno de sus dedos se introdujo en su cuerpo. Mi mujer volvió a gemir de placer. Ricardo se reclinó sobre ella y se adueñó de su boca. Carla respondió y se notaba como sus lenguas se fundían. Ya no había marcha atrás. Ricardo iba a poseer a mi esposa, y nada ni nadie podría evitarlo. Bahh, yo hubiera podido, pero aunque lo pensé, mi deseo de verla tirar con otro fue mas fuerte que mis celos.
Las manos de Carla comenzaron a acariciar el rostro de Ricardo, bajaron por su pecho y por fin llegaron hasta su vara. La tomó y comenzó a masturbarla lentamente, mientras su otra mano sopesaba sus pelotas que se veían duras y distendidas, cargadas de semen.
- Hazme tuya, suplicó Carla, y Ricardo de inmediato se ubicó sobre ella y separó sus piernas. Se miraron con deseo, y Ricardo tomó su herramienta, la ubicó en la entrada de la cueva de mi mujer, y la cabeza de su miembro la perforó. Carla cerró los ojos y levantó las piernas para rodear su cintura epreguntó invitarlo a que avanzara, cosa que Ricardo hizo sin pausa hasta que sus cuerpos se fundieron. De allí en mas comenzó la danza del sexo, con un mete y saca armónico y sensual que me excitó, haciendo que mi verga se distendiera como nunca.
Casi sin darme cuenta, la saqué y comencé a masturbarme lentamente.
Mi mujercita volvió a acabar ruidosamente, y luego de unos minutos, Ricardo la puso en cuatro patas y volvió a penetrarla, mientras uno de sus dedos jugaba con su trasero. Una luz de alarma se encendió. La quería sodomizar, pero eso era imposible. Mi mujer jamás aceptaría,
- ¿ Qué estás haciendo? Dijo Carla girando la cabeza para mirarlo.
- Te estoy acariciando, dijo el mientras uno de sus dedos se perdía dentro de su culo. Un respingo de mi esposa, mostró que lo sentía.
- Nunca lo he hecho por ahí, y no quiero hacerlo, dijo mirándolo.
- Está bien, pero seguro que tu maridito en estos momentos le está haciendo el culito a su amiga, dijo , mientras seguía con su dedo clavado y bombeando.
Mi mujer se dio vuelta y retomó su posición inicial. Siguieron así un rato mas, hasta que mi mujer lo volvió a mirar.
- ¿ Dolerá mucho?
- No mi amor, seré muy suave, te lo juro, dijo y lentamente un segundo dedo fue entrando en el culo de mi esposa.
No podía creer lo que iba a pasar. Lo que siempre me había negado se lo iba a dar a un desconocido. Cuando Ricardo la sacó, y usó los liquidos de ella para lubricarla, acomodó la cabeza en la puerta de su trasero, mi masturbación se aceleró. Mi esposa gimió cuando la punta de la verga atravesó su esfinter, y siguio gimiendo mientras Ricardo lentamente iba dejando que su ano se adaptara al invasor.
- ¿ Duele? Preguntó solícito.
- No mucho, pero ve despacio, suplicó mi mujer.
En fin, luego de un buen rato de maniobras de adaptación, terminaron un cuerpo contra el otro. Ricardo la había sodomizado por completo. Mi mujer metió una mano entre sus piernas y encontró las pelotas del macho que estaban pegadas a su cuerpo.
- Entró toda, dijo con asombro.
- Toda mi amor, te la comiste toda, decía Ricardo agobiado por el placer que sentía. Lentamente comenzó a moverse, pero se veía que le costaba demasiado.
- Carla, no puedo mas, te prometo que la próxima vez tiraremos un buen rato, pero ahora me tengo que vaciar, le dijo mientras la tomaba del cabello.
- Haz lo tuyo, Ricardo, te pertenezco totalmente, dijo ella dando luz verde para el desahogo del macho.
Ricardo se movió un par de veces y por fin metiéndose hasta el fondo, comenzó a aullar de placer. Mi mujer al sentirse inundada también alcanzó el orgasmo, y yo acelerando comencé a acabar como hacía mucho tiempo que no lo hacía. Sentí que las paredes se movían, y lentamente caí de rodillas al suelo mientras seguía emitiendo chorro tras chorro de semen, Quedé allí tratando de recuperar el aire, cuando al abrir los ojos, me encuentro de frente con Carla que me miraba sorprendida.
- Marcos, ¿ Qué haces aquí?, gritó, y de inmediato Ricardo salió de la habitación.
- Marcos, te dije que no podías estar , dijo también sorprendido, ¿ Cómo entraste?
- ¿ Lo conoces? Le preguntó Carla.
- Si, es un compañero de trabajo.
- ¿ Cómpañero de trabajo? ¿ Qué significa esto?
- Perdona Carla, pero me gustaste tanto que el me dijo que te conocía y me dio tu teléfono para que te llamara.
- ¿ Qué me conocía? Marcos, explicame lo que ocurre, dijo Carla poniéndose seria.
La escena hubiera sido cómica si no encerrara tanto dramatismo. Ricardo desnudo con su verga morcillona. Carla desnuda con el semen que le chorreaba por las piernas, y yo en el suelo, con la verga en la mano, y con chorros de semen que marcaban el piso y la pared.
- Carla, no te enojes, pero sabes lo que quería, dije tratando de explicar.
- No entiendo de que hablan, dijo Ricardo.
- No me digas que no sabes nada, le dijo Carla furiosa.
- Por Dios que no entiendo nada Carla.
Se dio vuelta y me miró a mí.
- ¿ No le contaste quien soy?, dijo con expresión de reproche.
- No Carla. Sino no hubiera aceptado, dije sumiso.
Carla se dio vuelta y lo encaró a Ricardo.
- Soy la mujer de Marcos, mucho gusto, dijo tendiéndole la mano.
Ahora fue el turno de Ricardo de volverse loco.
- ¡¡¡¡ Qué????? Marcos, explica esto, por favor.
- Mira Ricardo, yo tenía la fantasía de ver a mi mujer con otro, y ella no aceptaba.
Ricardo me miró con asco.
- Eres un degenerado. No se juega así con la gente.
- Me voy a vestir dijo Carla y tomando su ropa se metió rápido en el baño.
- Perdona Ricardo, pero no sabes lo que es tener una fantasía así.
Ricardo dio media vuelta y se metió en el cuarto. Lo seguí mientras le explicaba.
Ricardo se vestía, yo explicaba y se escuchó la puerta de ingreso que se cerraba. Carla se había ido.
Me costó un largo rato conseguir que Ricardo entendiera razones, hasta que por fin, salí de su casa convencido de que había logrado calmarlo. Ahora era el tuno de Carla.
Cuando llegué a nuestra casa, el auto estaba allí, pero al subir, encontré su armario vacío y uno nota sobre la mesa de noche.
“ Marcos. Espero que hayas disfrutado el show. No volveré a vivir contigo. Prefiero un hombre de verdad que no disfrute entregándome a los demás. Que seas feliz con tus recuerdos y que hayan valido la pena.”
En fin, me lo tenía merecido, y así perdí a Carla. Lo mas triste es que se fuera a vivir con Ricardo, que se casaron y hoy ya tienen dos niños y son sumamente felices.
A veces la veo cuando lo va a buscar a Ricardo al trabajo. Nos saludamos con la mano desde lejos, y al volver, no puedo menos que masturbarme de solo pensar en lo que hacíamos en la cama, y sobre todo en lo que la vi hacer con otro.
En la esquina de la casa de Ricardo, esperé impaciente el momento de entrar en ella. Cuando lo vi salir , rápidamente con la copia de llave entré, y de prisa me dirigí al dormitorio de servicio que estaba al lado del principal, con el baño al medio, y me escondí bajo la cama para evitar ser sorprendido.
Al rato sentí la puerta abrirse. Seguramente era Ricardo que volvía. Una música suave comenzó a escucharse por todo el lugar, y durante un buen rato fue todo lo que se escuchaba, hasta que el timbre sonó. Salí de mi lugar y entreabrí la puerta para poder escuchar.
- Hola Carla, que alegría, la verdad era que dudaba que vinieras.
- Hola Ricardo, ¿ Porqué no iba a venir? La verdad que necesitaba hablar con vos.
- Pero pasa, ponte cómoda.
Disimuladamente miré al pasillo que daba a los dormitorios. Las puertas estaban cerradas. En el de servicio estaba el cornudo esperando disfrutar de mi infidelidad.
Me senté en un sillón.
- ¿ Qué quieres tomar?
- La verdad que necesito algo fuerte.
Ruido de copas y botellas.
- ¿ Qué te pasa?
- Estoy segura de que mi marido me engaña, dijo una Carla que sonaba alterada.
Lentamente salí de la habitación y avancé por el pasillo. Una puerta plegadiza separaba el pasillo del ambiente principal y cerraba la zona de baños y dormitorio. Escondido tras ella, podía ver por las hendijas lo que ocurría.
Carla, totalmente alterada, tomó el vaso de whisky que tenía delante y lo tomó de un solo sorbo. Nunca tomaba alcohol. Rápidamente Ricardo volvió a llenarle el vaso. El muy hijo de puta quería emborracharla para que se entregara.
- ¿ Y cómo puedes asegurarlo?
Y Carla le contó todo lo ocurrido, mientras cada tanto tomaba otro sorbo. Sus gestos comenzaron a hacerse erráticos. Era evidente que el alcohol le estaba haciendo efecto rápidamente.
- No lo tomes así, Carla. Lo que ocurre es que después de unos cuantos años de pareja, el aburrimiento se hace muy grande y ante la oportunidad, hasta el mas fuerte tambalea.
- Pero yo no lo he hecho, y no me merezco esa actitud.
- ¿ Tú no estas cansada de la rutina?
- Yo era feliz en mi matrimonio.
Ricardo se sentó a su lado, volvió a llenar su vaso, y la incitó a que tomara, cosa que Carla hizo como una autómata. Era evidente que ya no tenía control sobre ella. Ricardo comenzó a acariciar su cabello, mientras la consolaba.
- No lo tomes así, eres joven y bonita. Tienes que disfrutar de la vida y no amargarte por estas cosas.
- No me amargo, me enfurece. Me dan ganas de caerle a golpes al cabrón.... Mientras Carla descargaba su ira, Ricardo deslizaba la mano de sus cabellos hasta el cuello y los hombros de mi mujer. Ella cerró los ojos y un temblor recorrió su cuerpo.
- Estoy mareada, será mejor que me vaya, dijo tratando de levantarse.
Ricardo la retuvo.
- No estás en condiciones de manejar. Sería conveniente que te recostaras un rato.
- Creo que tienes razón. Tomé de mas, pero no quisiera causarte problemas.
- Para nada. Ven conmigo, y la ayudó a levantarse. Rápidamente dejé mi lugar y volví al dormitorio y a esconderme bajo la cama.
Sentí como pasaban rumbo al dormitorio principal. Cuando abrieron al puerta e ingresaron, salí de mi lugar y me acerqué a la puerta.
- Recuestate un rato.
- Gracias Ricardo. En verdad eres un amigo, decía Carla con la voz pastosa.
- No me agradezcas, Carla. Lo que quiero es que seas feliz.
- ¿ Qué haces? Dijo Carla entredormida.
- Me aseguro que estés cómoda. Tú descansa.
Me acerqué a la puerta. Ricardo inclinado sobre la cama, estaba desprendiendo los botones de la camisa de Carla. Cuando terminó tiró de la prenda para sacarla del pantalón, y luego sin ninguna resistencia de mi mujer terminó de quitársela, dejándola solo con un corpiño transparente, que dejaba traslucir sus hermosos pechos. Lentamente los acarició, sin que Carla se opusiera. Al contrario, los suspiros de ella indicaban que el trabajo le daba placer.
Lentamente le desabrochó el vaquero que tenía puesto, le quitó los zapatos y los deslizó hacia abajo, dejándola sola con su tanga también transparente. Se traslucía su monte de venus que invitaba a acariciarlo. Ricardo recorrió sus piernas y lentamente tomó posesión de su sexo, suavemente, acariciante, provocando en mi mujer gemidos de placer y que separara las piernas para facilitar las caricias.
- ¿ Qué haces? Volvió a preguntar mi mujer.
- ¿ No te gusta?
- Si, me encanta, pero no está bien.
- Todo lo que te da placer está bien, Carlita
- Me gusta mucho, pero …... ahhhhhh, dijo mi mujer cuando fue barrida por su primer orgasmo. Cerró sus piernas apretando la mano de Ricardo y se dejó llevar. Cuando se aflojó, Ricardo se levantó y se desnudó rápidamente. Mostraba una erección impresionante. Se acostó al lado de mi esposa y retomó sus caricias sobre sus pechos y su sexo. Ahora, aprovechando la lubricación, corrió su tanga y uno de sus dedos se introdujo en su cuerpo. Mi mujer volvió a gemir de placer. Ricardo se reclinó sobre ella y se adueñó de su boca. Carla respondió y se notaba como sus lenguas se fundían. Ya no había marcha atrás. Ricardo iba a poseer a mi esposa, y nada ni nadie podría evitarlo. Bahh, yo hubiera podido, pero aunque lo pensé, mi deseo de verla tirar con otro fue mas fuerte que mis celos.
Las manos de Carla comenzaron a acariciar el rostro de Ricardo, bajaron por su pecho y por fin llegaron hasta su vara. La tomó y comenzó a masturbarla lentamente, mientras su otra mano sopesaba sus pelotas que se veían duras y distendidas, cargadas de semen.
- Hazme tuya, suplicó Carla, y Ricardo de inmediato se ubicó sobre ella y separó sus piernas. Se miraron con deseo, y Ricardo tomó su herramienta, la ubicó en la entrada de la cueva de mi mujer, y la cabeza de su miembro la perforó. Carla cerró los ojos y levantó las piernas para rodear su cintura epreguntó invitarlo a que avanzara, cosa que Ricardo hizo sin pausa hasta que sus cuerpos se fundieron. De allí en mas comenzó la danza del sexo, con un mete y saca armónico y sensual que me excitó, haciendo que mi verga se distendiera como nunca.
Casi sin darme cuenta, la saqué y comencé a masturbarme lentamente.
Mi mujercita volvió a acabar ruidosamente, y luego de unos minutos, Ricardo la puso en cuatro patas y volvió a penetrarla, mientras uno de sus dedos jugaba con su trasero. Una luz de alarma se encendió. La quería sodomizar, pero eso era imposible. Mi mujer jamás aceptaría,
- ¿ Qué estás haciendo? Dijo Carla girando la cabeza para mirarlo.
- Te estoy acariciando, dijo el mientras uno de sus dedos se perdía dentro de su culo. Un respingo de mi esposa, mostró que lo sentía.
- Nunca lo he hecho por ahí, y no quiero hacerlo, dijo mirándolo.
- Está bien, pero seguro que tu maridito en estos momentos le está haciendo el culito a su amiga, dijo , mientras seguía con su dedo clavado y bombeando.
Mi mujer se dio vuelta y retomó su posición inicial. Siguieron así un rato mas, hasta que mi mujer lo volvió a mirar.
- ¿ Dolerá mucho?
- No mi amor, seré muy suave, te lo juro, dijo y lentamente un segundo dedo fue entrando en el culo de mi esposa.
No podía creer lo que iba a pasar. Lo que siempre me había negado se lo iba a dar a un desconocido. Cuando Ricardo la sacó, y usó los liquidos de ella para lubricarla, acomodó la cabeza en la puerta de su trasero, mi masturbación se aceleró. Mi esposa gimió cuando la punta de la verga atravesó su esfinter, y siguio gimiendo mientras Ricardo lentamente iba dejando que su ano se adaptara al invasor.
- ¿ Duele? Preguntó solícito.
- No mucho, pero ve despacio, suplicó mi mujer.
En fin, luego de un buen rato de maniobras de adaptación, terminaron un cuerpo contra el otro. Ricardo la había sodomizado por completo. Mi mujer metió una mano entre sus piernas y encontró las pelotas del macho que estaban pegadas a su cuerpo.
- Entró toda, dijo con asombro.
- Toda mi amor, te la comiste toda, decía Ricardo agobiado por el placer que sentía. Lentamente comenzó a moverse, pero se veía que le costaba demasiado.
- Carla, no puedo mas, te prometo que la próxima vez tiraremos un buen rato, pero ahora me tengo que vaciar, le dijo mientras la tomaba del cabello.
- Haz lo tuyo, Ricardo, te pertenezco totalmente, dijo ella dando luz verde para el desahogo del macho.
Ricardo se movió un par de veces y por fin metiéndose hasta el fondo, comenzó a aullar de placer. Mi mujer al sentirse inundada también alcanzó el orgasmo, y yo acelerando comencé a acabar como hacía mucho tiempo que no lo hacía. Sentí que las paredes se movían, y lentamente caí de rodillas al suelo mientras seguía emitiendo chorro tras chorro de semen, Quedé allí tratando de recuperar el aire, cuando al abrir los ojos, me encuentro de frente con Carla que me miraba sorprendida.
- Marcos, ¿ Qué haces aquí?, gritó, y de inmediato Ricardo salió de la habitación.
- Marcos, te dije que no podías estar , dijo también sorprendido, ¿ Cómo entraste?
- ¿ Lo conoces? Le preguntó Carla.
- Si, es un compañero de trabajo.
- ¿ Cómpañero de trabajo? ¿ Qué significa esto?
- Perdona Carla, pero me gustaste tanto que el me dijo que te conocía y me dio tu teléfono para que te llamara.
- ¿ Qué me conocía? Marcos, explicame lo que ocurre, dijo Carla poniéndose seria.
La escena hubiera sido cómica si no encerrara tanto dramatismo. Ricardo desnudo con su verga morcillona. Carla desnuda con el semen que le chorreaba por las piernas, y yo en el suelo, con la verga en la mano, y con chorros de semen que marcaban el piso y la pared.
- Carla, no te enojes, pero sabes lo que quería, dije tratando de explicar.
- No entiendo de que hablan, dijo Ricardo.
- No me digas que no sabes nada, le dijo Carla furiosa.
- Por Dios que no entiendo nada Carla.
Se dio vuelta y me miró a mí.
- ¿ No le contaste quien soy?, dijo con expresión de reproche.
- No Carla. Sino no hubiera aceptado, dije sumiso.
Carla se dio vuelta y lo encaró a Ricardo.
- Soy la mujer de Marcos, mucho gusto, dijo tendiéndole la mano.
Ahora fue el turno de Ricardo de volverse loco.
- ¡¡¡¡ Qué????? Marcos, explica esto, por favor.
- Mira Ricardo, yo tenía la fantasía de ver a mi mujer con otro, y ella no aceptaba.
Ricardo me miró con asco.
- Eres un degenerado. No se juega así con la gente.
- Me voy a vestir dijo Carla y tomando su ropa se metió rápido en el baño.
- Perdona Ricardo, pero no sabes lo que es tener una fantasía así.
Ricardo dio media vuelta y se metió en el cuarto. Lo seguí mientras le explicaba.
Ricardo se vestía, yo explicaba y se escuchó la puerta de ingreso que se cerraba. Carla se había ido.
Me costó un largo rato conseguir que Ricardo entendiera razones, hasta que por fin, salí de su casa convencido de que había logrado calmarlo. Ahora era el tuno de Carla.
Cuando llegué a nuestra casa, el auto estaba allí, pero al subir, encontré su armario vacío y uno nota sobre la mesa de noche.
“ Marcos. Espero que hayas disfrutado el show. No volveré a vivir contigo. Prefiero un hombre de verdad que no disfrute entregándome a los demás. Que seas feliz con tus recuerdos y que hayan valido la pena.”
En fin, me lo tenía merecido, y así perdí a Carla. Lo mas triste es que se fuera a vivir con Ricardo, que se casaron y hoy ya tienen dos niños y son sumamente felices.
A veces la veo cuando lo va a buscar a Ricardo al trabajo. Nos saludamos con la mano desde lejos, y al volver, no puedo menos que masturbarme de solo pensar en lo que hacíamos en la cama, y sobre todo en lo que la vi hacer con otro.
2 comentarios - Voyeurismo Fatal ( 4ta. parte y final)