Cuando Pamela llega a su casa, cansada luego de un largo día de trabajo, nunca pensó que su vida experimentaría un giro.
Ella vivía con su novio de 8 años y con quien se casaría en 2 meses. Su relación iba bien y sus expectativas eran altas. Ese día, Pamela prepararía una cena especial y le entregaría un regalo a Carlos: un par de zapatos de bebé. Pamela estaba embarazada y la felicidad la inundaba. Sin duda que Carlos compartiría esa felicidad.
Al abrir la puerta principal de la casa, Pamela nota que el bolso de trabajo de Carlos se encuentra sobre el sofá. Alegre, lo busca para saludarlo. Va al dormitorio y nota que la cama está desordenada. Carlos siempre se recostaba a dormir siesta cuando llegaba temprano del trabajo. Siente la ducha. Se dirige al baño principal y al abrir las cortinas, puede ver como Carlos, desnudo, se ducha junto a otra mujer.
La escena es confusa. Entre el vapor del agua caliente, se lograba divisar a Carlos penetrando a la desconocida mientras apretaba sus tetas. Ella, guapa, se encontraba de espaldas a Carlos pero con sus manos en alto lograba tomar el cuello de su amante para besarlo. Los tres quedan petrificados con el descubrimiento, pero no hay espacio para explicaciones ni reclamos.
Pamela deja el regalo junto al lavamanos y se marcha de la casa. 8 años de confianza estaban en la basura. Los 2 meses que faltaban para el matrimonio desaparecían junto con el vapor de la ducha.
No tenía donde ir y luego de vagar por la ciudad, decide ir a su oficina para distraerse un poco. De alguna forma quería sacar esa imagen de su cabeza y quizá un poco de trabajo ayudara.
Cuando entra a la oficina, se da cuenta que no estaba vacía.
Daniel era un colega reservado. Nunca cruzaron muchas palabras más allá de lo laboral y los rumores de pasillo hacían suponer que era gay. Su personalidad introvertida contrastaba con su físico llamativo y su altura imponente. Nunca se le conoció novia ni lío alguno y su correcto comportamiento daba pie a que los rumores se esparcieran rápidamente.
No era necesario ser adivino para saber que Pamela tenía problemas. Daniel lo notó al instante y pese a la poca relación que tenía con sus compañeros de trabajo, no dudó en acercarse a ella para ofrecerle un pañuelo.
Pamela, agradecida, trata de esbozar una sonrisa a modo de agradecimiento pero la pena es demasiado grande. Al instante se derrumba pero los rápidos reflejos de Daniel reaccionaron a tiempo para sostenerla y brindarle un abrazo. Él no sabía lo que ocurría pero debía ser grave.
La acompaña a un sofá y cuando logra calmarla un poco, va a preparar un té para ella, quien se lo agradece infinitamente.
Los minutos comienzan a pasar y Pamela le cuenta con lujo de detalle los hechos y la pena que le causa. Le habla de sus planes y de la vida que había construido junto a Carlos. Mientras Daniel escuchaba y asentía de vez en cuando, Pamela se sentía mucho mejor por vomitar todas esas palabras y esa rabia, pero ya no quiere hablar de ella, y le pide a Daniel que le cuente algo acerca de él.
Daniel le comenta pocas cosas de su vida, la cual giraba en torno al trabajo. No tenía pareja, conocía los rumores acerca de su homosexualidad y estaba enamorado.
- ¿De quién estás enamorado? - preguntó Pamela.
- De una tal Pamela, que trabaja conmigo - dijo Daniel.
Pamela quedó congelada. Hace mucho que Daniel sentía algo por Pamela pero su respeto para con su compañera era mayor que sus ganas de cruzar un momento junto a ella. Nunca se le insinuó ni mucho menos se acercó a ella.
Justo el día en que sorprende a su futuro esposo con otra mujer, un hombre le declara su amor. Si el amor fuera matemáticas, tendríamos una operación de suma cero.
De los 5 años que trabajaron juntos, Pamela siempre lo consideró como el más guapo de sus compañeros y compartía su gusto por las plantas, ya que ambos eran los únicos que se encargaban de regarlas y limpiarlas. Ahora, tras la confesión, Pamela no sintió susto ni pena, sino que vió en su compañero Daniel, la oportunidad de vengarse de Carlos y de todos los hombres que engañan a sus mujeres.
A partir de ese momento, Pamela comenzó a trazar los hilos de su venganza.
Pamela se lanza sobre Daniel quien la esquiva, ya que no le parece correcto por el momento que ella está viviendo, pero Pamela insiste. Con su mano izquierda, la más hábil, llega instintivamente al prominente bulto que había entre las piernas de Daniel y comienza a masajear como si fuese un juguete. El bulto crece pese a la negación de Daniel, mientras PAmela seguía con lo suyo. Luego de 5 años de distancia con su colega, ella se acerca y lo besa. trata de no tocar sus labios, se acerca y se aleja aumentanto la exitación y la curiosidad en él. Saca la lengua y con ella a penas roza sus labios, como dibujándolos. Respira suavemente en su boca y su aliento era cada vez más cálido.
Su mano izquierda continuaba con su labor mientras la mano derecha emprendía su tarea en la espalda. Pamela estaba menos consiente de lo que estaba haciendo y la calentura la hacía desear un momento como ese.
Sobre el sofá de la oficina, se acomodan uno al lado del otro. Los movimientos eran erráticos, tanto que Daniel botó la taza de té que con tanto cariño le había preparado a ella.
La temperatura subió y las manos que Daniel tenía en las piernas de Pamela también subieron. Lentamente, Daniel comenzó a explorar las piernas, pasando de la rodilla a los muslos de forma lenta, como queriendo no desbarrancar. Esos muslos extensos se acomodaban para recibir al visitante y acogerlo con verdadero calor humano. La situación ya se había ido de las manos.
Las manos de Daniel no dejan pierna sin recorrer y los muslos comenzaban a ser menos entretenidos. Un par de centímetros más arriba, las manos de Daniel sienten humedad y sabe que se acerca al lugar que siempre soñó.
Pamela quiere que Daniel siga. Se da cuenta que ya no puede regresar al punto inicial.
El Engaño (Parte 2)
Ella vivía con su novio de 8 años y con quien se casaría en 2 meses. Su relación iba bien y sus expectativas eran altas. Ese día, Pamela prepararía una cena especial y le entregaría un regalo a Carlos: un par de zapatos de bebé. Pamela estaba embarazada y la felicidad la inundaba. Sin duda que Carlos compartiría esa felicidad.
Al abrir la puerta principal de la casa, Pamela nota que el bolso de trabajo de Carlos se encuentra sobre el sofá. Alegre, lo busca para saludarlo. Va al dormitorio y nota que la cama está desordenada. Carlos siempre se recostaba a dormir siesta cuando llegaba temprano del trabajo. Siente la ducha. Se dirige al baño principal y al abrir las cortinas, puede ver como Carlos, desnudo, se ducha junto a otra mujer.
La escena es confusa. Entre el vapor del agua caliente, se lograba divisar a Carlos penetrando a la desconocida mientras apretaba sus tetas. Ella, guapa, se encontraba de espaldas a Carlos pero con sus manos en alto lograba tomar el cuello de su amante para besarlo. Los tres quedan petrificados con el descubrimiento, pero no hay espacio para explicaciones ni reclamos.
Pamela deja el regalo junto al lavamanos y se marcha de la casa. 8 años de confianza estaban en la basura. Los 2 meses que faltaban para el matrimonio desaparecían junto con el vapor de la ducha.
No tenía donde ir y luego de vagar por la ciudad, decide ir a su oficina para distraerse un poco. De alguna forma quería sacar esa imagen de su cabeza y quizá un poco de trabajo ayudara.
Cuando entra a la oficina, se da cuenta que no estaba vacía.
Daniel era un colega reservado. Nunca cruzaron muchas palabras más allá de lo laboral y los rumores de pasillo hacían suponer que era gay. Su personalidad introvertida contrastaba con su físico llamativo y su altura imponente. Nunca se le conoció novia ni lío alguno y su correcto comportamiento daba pie a que los rumores se esparcieran rápidamente.
No era necesario ser adivino para saber que Pamela tenía problemas. Daniel lo notó al instante y pese a la poca relación que tenía con sus compañeros de trabajo, no dudó en acercarse a ella para ofrecerle un pañuelo.
Pamela, agradecida, trata de esbozar una sonrisa a modo de agradecimiento pero la pena es demasiado grande. Al instante se derrumba pero los rápidos reflejos de Daniel reaccionaron a tiempo para sostenerla y brindarle un abrazo. Él no sabía lo que ocurría pero debía ser grave.
La acompaña a un sofá y cuando logra calmarla un poco, va a preparar un té para ella, quien se lo agradece infinitamente.
Los minutos comienzan a pasar y Pamela le cuenta con lujo de detalle los hechos y la pena que le causa. Le habla de sus planes y de la vida que había construido junto a Carlos. Mientras Daniel escuchaba y asentía de vez en cuando, Pamela se sentía mucho mejor por vomitar todas esas palabras y esa rabia, pero ya no quiere hablar de ella, y le pide a Daniel que le cuente algo acerca de él.
Daniel le comenta pocas cosas de su vida, la cual giraba en torno al trabajo. No tenía pareja, conocía los rumores acerca de su homosexualidad y estaba enamorado.
- ¿De quién estás enamorado? - preguntó Pamela.
- De una tal Pamela, que trabaja conmigo - dijo Daniel.
Pamela quedó congelada. Hace mucho que Daniel sentía algo por Pamela pero su respeto para con su compañera era mayor que sus ganas de cruzar un momento junto a ella. Nunca se le insinuó ni mucho menos se acercó a ella.
Justo el día en que sorprende a su futuro esposo con otra mujer, un hombre le declara su amor. Si el amor fuera matemáticas, tendríamos una operación de suma cero.
De los 5 años que trabajaron juntos, Pamela siempre lo consideró como el más guapo de sus compañeros y compartía su gusto por las plantas, ya que ambos eran los únicos que se encargaban de regarlas y limpiarlas. Ahora, tras la confesión, Pamela no sintió susto ni pena, sino que vió en su compañero Daniel, la oportunidad de vengarse de Carlos y de todos los hombres que engañan a sus mujeres.
A partir de ese momento, Pamela comenzó a trazar los hilos de su venganza.
Pamela se lanza sobre Daniel quien la esquiva, ya que no le parece correcto por el momento que ella está viviendo, pero Pamela insiste. Con su mano izquierda, la más hábil, llega instintivamente al prominente bulto que había entre las piernas de Daniel y comienza a masajear como si fuese un juguete. El bulto crece pese a la negación de Daniel, mientras PAmela seguía con lo suyo. Luego de 5 años de distancia con su colega, ella se acerca y lo besa. trata de no tocar sus labios, se acerca y se aleja aumentanto la exitación y la curiosidad en él. Saca la lengua y con ella a penas roza sus labios, como dibujándolos. Respira suavemente en su boca y su aliento era cada vez más cálido.
Su mano izquierda continuaba con su labor mientras la mano derecha emprendía su tarea en la espalda. Pamela estaba menos consiente de lo que estaba haciendo y la calentura la hacía desear un momento como ese.
Sobre el sofá de la oficina, se acomodan uno al lado del otro. Los movimientos eran erráticos, tanto que Daniel botó la taza de té que con tanto cariño le había preparado a ella.
La temperatura subió y las manos que Daniel tenía en las piernas de Pamela también subieron. Lentamente, Daniel comenzó a explorar las piernas, pasando de la rodilla a los muslos de forma lenta, como queriendo no desbarrancar. Esos muslos extensos se acomodaban para recibir al visitante y acogerlo con verdadero calor humano. La situación ya se había ido de las manos.
Las manos de Daniel no dejan pierna sin recorrer y los muslos comenzaban a ser menos entretenidos. Un par de centímetros más arriba, las manos de Daniel sienten humedad y sabe que se acerca al lugar que siempre soñó.
Pamela quiere que Daniel siga. Se da cuenta que ya no puede regresar al punto inicial.
El Engaño (Parte 2)
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