Eva está a punto de atreverse a dar el primer paso y follar con su hijo, pero siempre se queda en intenciones, la desesperación le hará pasar varios mal pasos....
El domingo no pudo leer. Pedro no salió en todo el día. Fue una tortura tenerlo cerca. Las miradas ahora eran intensas. A media mañana se quedaron solos en el salón mientras su marido arreglaba el ropero.
Eva miraba de reojo a Pedro. El coño le ardía.
¿Y si se acerba a él? ¿Y si se sentaba a su lado y le ponía la mano sobre la polla?
Le diría que sabía que él la deseaba. Y que ella lo deseaba a él. Le bajaría la bragueta y le sacaría la polla.
-Mi vida, estoy tan caliente. Hazle una pajita a mami - le diría, abriendo las piernas y subiendo y bajando su mano por su dura polla.
Él la besaría, metería su mano por debajo de su falda y le acariciaría el coño. Entre besos, se masturbarían el uno al otro hasta llenar de jugos sus manos.
-¿Sabes dónde está el destornillado gris? - le preguntó su marido, sacándola de golpe de sus fantasías.
-¿Eh? Y yo que sé. No toco tus cosas.
-Pues no está en donde lo dejé.
-Perderías la cabeza si no la llevaras pegada al cuerpo.
Pedro se levantó y se fue a su cuarto. Eva se quedó sola.
¿Habrá ido a masturbarse? ¿Estará acostado sobre su cama, con la polla en la mano esperando a que yo vaya?
Vigilando la puerta del salón, atenta a cualquier ruido, se llevó la mano al coño y se masturbó, imaginando, fantaseando.
Oba al cuarto. Abría la puerta cerrada y allí estaba él, con su polla en la mano. Se miraban a los ojos. Ella entraba, cerraba la puerta y se subía a la cama. Se ponía a horcajadas sobre él, le quitaba la mano de la polla, la agarraba ella, la ponía vertical y se sentaba.
La polla de Pedro se clavaba en su coño hasta el fondo. Se movía... arriba y abajo. Arriba y abajo, mirando a su niño. Él llevaba sus manos a sus tetas y las acariciaba.
-Agggg, mi niño lindo. Cómo te deseo.
-Y yo a ti mamá
Eva se corrió imaginando como Pedro le llenaba el coño de una abundante y cálida descarga de semen. Pero no estaba saciada. Quería más, necesitaba más. Siguió con la fantasía.
-Mami... quiero comerte el coño.
-Pero mi amor... está lleno de tu leche.
-No me importa. Dámelo. Pónmelo en la boca.
Se levantó y lo hizo. Le puso el goteante coño al alcance de su boca y cerró los ojos cuando sintió su lengua. Notaba como la leche iba saliendo poco a poco. Como él la lamía y chupaba, sin importarle.
Eva se corrió en la boca de su hijo. Eva se corrió en el sofá, con los dientes apretados, los dedos agarrotados. Se quedó calmada. Saciada. Al menos por el momento.
Al medio día salieron los tres a comer fuera. En el restaurante Pedro se sentó frente a ella.
Las miradas despertaron su deseo. Cuando, parecía que por casualidad, sus pies tropezaron por debajo de la mesa, no pudo evitar imaginar cosas. Cosas que la excitaron.
Cosas que esa noche en su cama, revivió.
Continuará...
El domingo no pudo leer. Pedro no salió en todo el día. Fue una tortura tenerlo cerca. Las miradas ahora eran intensas. A media mañana se quedaron solos en el salón mientras su marido arreglaba el ropero.
Eva miraba de reojo a Pedro. El coño le ardía.
¿Y si se acerba a él? ¿Y si se sentaba a su lado y le ponía la mano sobre la polla?
Le diría que sabía que él la deseaba. Y que ella lo deseaba a él. Le bajaría la bragueta y le sacaría la polla.
-Mi vida, estoy tan caliente. Hazle una pajita a mami - le diría, abriendo las piernas y subiendo y bajando su mano por su dura polla.
Él la besaría, metería su mano por debajo de su falda y le acariciaría el coño. Entre besos, se masturbarían el uno al otro hasta llenar de jugos sus manos.
-¿Sabes dónde está el destornillado gris? - le preguntó su marido, sacándola de golpe de sus fantasías.
-¿Eh? Y yo que sé. No toco tus cosas.
-Pues no está en donde lo dejé.
-Perderías la cabeza si no la llevaras pegada al cuerpo.
Pedro se levantó y se fue a su cuarto. Eva se quedó sola.
¿Habrá ido a masturbarse? ¿Estará acostado sobre su cama, con la polla en la mano esperando a que yo vaya?
Vigilando la puerta del salón, atenta a cualquier ruido, se llevó la mano al coño y se masturbó, imaginando, fantaseando.
Oba al cuarto. Abría la puerta cerrada y allí estaba él, con su polla en la mano. Se miraban a los ojos. Ella entraba, cerraba la puerta y se subía a la cama. Se ponía a horcajadas sobre él, le quitaba la mano de la polla, la agarraba ella, la ponía vertical y se sentaba.
La polla de Pedro se clavaba en su coño hasta el fondo. Se movía... arriba y abajo. Arriba y abajo, mirando a su niño. Él llevaba sus manos a sus tetas y las acariciaba.
-Agggg, mi niño lindo. Cómo te deseo.
-Y yo a ti mamá
Eva se corrió imaginando como Pedro le llenaba el coño de una abundante y cálida descarga de semen. Pero no estaba saciada. Quería más, necesitaba más. Siguió con la fantasía.
-Mami... quiero comerte el coño.
-Pero mi amor... está lleno de tu leche.
-No me importa. Dámelo. Pónmelo en la boca.
Se levantó y lo hizo. Le puso el goteante coño al alcance de su boca y cerró los ojos cuando sintió su lengua. Notaba como la leche iba saliendo poco a poco. Como él la lamía y chupaba, sin importarle.
Eva se corrió en la boca de su hijo. Eva se corrió en el sofá, con los dientes apretados, los dedos agarrotados. Se quedó calmada. Saciada. Al menos por el momento.
Al medio día salieron los tres a comer fuera. En el restaurante Pedro se sentó frente a ella.
Las miradas despertaron su deseo. Cuando, parecía que por casualidad, sus pies tropezaron por debajo de la mesa, no pudo evitar imaginar cosas. Cosas que la excitaron.
Cosas que esa noche en su cama, revivió.
Continuará...
0 comentarios - Deseo de hijo, deseo de madre: El diario (Parte 7)