-=Prologo=-
A Ana la conocí por chat a principios de 2007. Por un sitio de contactos de los que pululaban por aquel entonces. Después de un breve ir y venir por chat, acordamos encontrarnos cerca de su casa, en plan tranqui de tomar algo y conocernos. Cuando nos encontramos no me llamó mucho la atención la verdad, tenía más cara de triste que de otra cosa. Una mujer muy suave y dulce, apagada. Después de una charla amistosa nos despedimos con la promesa de volver a vernos y continuamos con el contacto vía chat. Hablamos de la impresión que nos había dejado nuestro encuentro, hicimos bromas conque ninguno de los dos era un loco o un raro, en fin, nos habíamos caído bien y la próxima nos veíamos en su casa.
-=El encuentro=-
A la semana recuerdo estar en el laburo, 4 de la tarde, podrido. Era un martes o un miércoles creo. Mientras hacía mi trabajo y me tomaba unos mates, decidí abrir el por aquel entonces popular messenger. Bah, el otro, porque el que usaba laboralmente estaba abierto y al ratito se conectó se conectó. La excusa fue tomar unos mates después del laburo.
Llegué a la puerta del edificio con una cierta ansiedad. Bajó a abrirme, y subimos para su departamento. Nos pusimos a charlar como cuando nos conocimos, tomando unos mates. Fue pasando el tiempo y cayó la noche. La luna, mi eterna aliada, comenzó a aparecer sobre los edificios y a asomar por su ventana. Me acerqué para mirar la ciudad, ella también para hablar de lo que veíamos. Al momento le estaba comiendo la boca. Después de estar un rato besándonos, tocándonos y sintiéndonos, le apoyé en una nalga el bulto, que lo tenía gordo y marcado. Ella me miró, me lo acarició por sobre el pantalón, me miró se sonrió y me llevó de la mano a la habitación.
-=Los descubrimientos=-
Primero le saqué la blusa, después ella a mi mi remera, me bajé el pantalón para quedarme en bóxers, la di vuelta, le desabroché el jean y se lo bajé. Ver esa bombacha blanca, como se le calzaba en el valle de su culo, me provocó mordele despacito y besarle una nalga. Ella se sobresaltó y se rió. Dimos un par de vueltas en la cama y ella quiso apagar la luz. Le dije que ni se le ocurriera, que quería verla y ella se sonrojó, confesándome que no se sentía cómoda con su cuerpo. Me llamó mucho la atención que una mujer como ella sintiera ese complejo. Es decir, no era una modelo pero si una mujer muy linda y erótica, mas inhibida. Decidí explicarle que estaba equivocada, mientras le desabrochaba el corpiño y mientras le daba un beso, estando los dos arrodillados frente a frente sobre la cama, lo dejé caer. Tenía unos pechos pequeños pero con pezones más bien grandes y duros. Empecé a succionarlos suavemente y noté su reacción enseguida, la seguí con mis ojos y comprobé como miraba hacia arriba gimiendo. Me acoste, ella vino sobre mi, empapé con saliva sus pezones y empecé a frotarle el bulto, tapado con el bóxer todavía, por su entrepierna, mientras se los acariciaba. Suave, apretándolos despacio, volviéndolos a lamer. Cuando el calor y la humedad de la zona se volvió insostenible, la recosté y me propuse bajarle la bombacha. Y, de nuevo, me pidió por la luz.
Volví a explicarle, a besarla, a acariciarla, para que entendiera que no tenía de qué tener vergüenza. Que se relajara. Que disfrutara. Bajé despacito la prenda y la vi. Tenía una concha enorme. Un tajo impresionante, con unos labios colgantes que parecían un par de orejas. Encima, mojadísima. Lejos de provocar la reacción que supongo estaba esperando, me zambullí para explorar con mi lengua esa inmensidad. Recorría con lujuria toda la extensión de esa concha, descansaba sobre el clítoris lamiéndolo de distintas maneras, a lo largo, circular, chupándolo, dándole pequeños golpecitos con la punta, volvía a su vagina para chuparle el agujero, le chupaba los labios. Ella gozaba. Le pedí que se masturbe. Yo la lubricaba más con mi saliva. Mientras lo hacía, me incorporé, me saqué el bóxer y le mostré mi pija, dura como una piedra. Se la acerqué a la cara, ella abrió la boca y suavemente se la metí. Me la chupó con fuerza mientras se masturbaba furiosamente y me miraba directo a los ojos. Me partió la cabeza con eso. Fui hasta mi pantalón, agarre un forro, me lo puse, la puse en cuatro y después de darle otra lamida a su concha, abundante en saliva, apoyé mi glande en su vulva para empezar a metérsela.
Ni fuerza tuve que hacer. Así como la apoyé me la devoró hasta el fondo. Me quedé quieto y ella empezó a moverse, a recorrer el largo de mi verga con su concha. Rápido, despacio, por momentos hasta casi sacarla, siempre bien hasta el fondo. Desde mi perspectiva podía verle el ano en todo su esplendor. Un agujero hermoso, se lo notaba hambriento. Dejé caer una gota de saliva y empecé a masajeárselo muy suavemente, sin llegar a meterle el dedo. Por sus gemidos noté que mal no la pasaba. Tampoco quise pasarme en la primera vez con una virtual desconocida que ya había manifestado pudor. Pero sabía también que la historia entre ese exquisito anillo de cuero y yo no estaba cerrada. Le pasé la lengua por el culo, como despidiéndome de él, me acosté y vino encima mío. Agarré mi poronga con la mano para apuntarla y ella solita se ensartó. La dejé a una distancia para poder moverme yo y empecé a sacudirla con todo. Le dije que se pajeara y ella, mientras sostenía su posición con una mano, con la otra empezó a frotarse la pélvis como una furia. Estábamos en un 6to piso y se escuchaba como los gritos rebotaban por el contrafrente. Ella se reía por el morbo que le provocaba. "Que escuchen" decía mientras se reía. Me acuerdo todavía como bufaba cuando acabó. Lejos de un grito fingido o un gemido de compromiso, empezó a bufar, se le marcaron las venas del cuello y se tensionó para luego caer toda transpirada sobre mi.
Se acostó a mi lado y le pregunté dónde quería la leche. Me dijo que no le copaba la guasca, así que me saqué el forro y me descargué encima. Unos chorros terribles que me saltaron hasta la mitad del pecho. A ella le encantó verlo. Fui al baño a limpiarme y volví a la cama.
-=Conclusión=-
Cuando me acosté de nuevo, me dijo que le llamó la atención que la incitara a pajearse mientras me la cogía. Que una pareja anterior que había tenido se lo había prohibido. Yo no podía salir de mi asombro. Le mostré la pija, muerta ya, con la cabeza aún con una gota de semen chorreando y le expliqué que esa verga era para darle placer. Y que cuando la pija le estuviera dando placer, ella podía hacer lo que quisiera. Que limitar el placer es una estupidez de hombre inseguro. Que no había nada más lindo que una mujer gozando, sea de la forma que lo haga. Que es excitante, y esa excitación se transmite. Ella me besó y sonrió. Nos volvimos a ver unas cuantas veces más. Había mucho más por experimentar. Más de lo que imaginé al principio.
A Ana la conocí por chat a principios de 2007. Por un sitio de contactos de los que pululaban por aquel entonces. Después de un breve ir y venir por chat, acordamos encontrarnos cerca de su casa, en plan tranqui de tomar algo y conocernos. Cuando nos encontramos no me llamó mucho la atención la verdad, tenía más cara de triste que de otra cosa. Una mujer muy suave y dulce, apagada. Después de una charla amistosa nos despedimos con la promesa de volver a vernos y continuamos con el contacto vía chat. Hablamos de la impresión que nos había dejado nuestro encuentro, hicimos bromas conque ninguno de los dos era un loco o un raro, en fin, nos habíamos caído bien y la próxima nos veíamos en su casa.
-=El encuentro=-
A la semana recuerdo estar en el laburo, 4 de la tarde, podrido. Era un martes o un miércoles creo. Mientras hacía mi trabajo y me tomaba unos mates, decidí abrir el por aquel entonces popular messenger. Bah, el otro, porque el que usaba laboralmente estaba abierto y al ratito se conectó se conectó. La excusa fue tomar unos mates después del laburo.
Llegué a la puerta del edificio con una cierta ansiedad. Bajó a abrirme, y subimos para su departamento. Nos pusimos a charlar como cuando nos conocimos, tomando unos mates. Fue pasando el tiempo y cayó la noche. La luna, mi eterna aliada, comenzó a aparecer sobre los edificios y a asomar por su ventana. Me acerqué para mirar la ciudad, ella también para hablar de lo que veíamos. Al momento le estaba comiendo la boca. Después de estar un rato besándonos, tocándonos y sintiéndonos, le apoyé en una nalga el bulto, que lo tenía gordo y marcado. Ella me miró, me lo acarició por sobre el pantalón, me miró se sonrió y me llevó de la mano a la habitación.
-=Los descubrimientos=-
Primero le saqué la blusa, después ella a mi mi remera, me bajé el pantalón para quedarme en bóxers, la di vuelta, le desabroché el jean y se lo bajé. Ver esa bombacha blanca, como se le calzaba en el valle de su culo, me provocó mordele despacito y besarle una nalga. Ella se sobresaltó y se rió. Dimos un par de vueltas en la cama y ella quiso apagar la luz. Le dije que ni se le ocurriera, que quería verla y ella se sonrojó, confesándome que no se sentía cómoda con su cuerpo. Me llamó mucho la atención que una mujer como ella sintiera ese complejo. Es decir, no era una modelo pero si una mujer muy linda y erótica, mas inhibida. Decidí explicarle que estaba equivocada, mientras le desabrochaba el corpiño y mientras le daba un beso, estando los dos arrodillados frente a frente sobre la cama, lo dejé caer. Tenía unos pechos pequeños pero con pezones más bien grandes y duros. Empecé a succionarlos suavemente y noté su reacción enseguida, la seguí con mis ojos y comprobé como miraba hacia arriba gimiendo. Me acoste, ella vino sobre mi, empapé con saliva sus pezones y empecé a frotarle el bulto, tapado con el bóxer todavía, por su entrepierna, mientras se los acariciaba. Suave, apretándolos despacio, volviéndolos a lamer. Cuando el calor y la humedad de la zona se volvió insostenible, la recosté y me propuse bajarle la bombacha. Y, de nuevo, me pidió por la luz.
Volví a explicarle, a besarla, a acariciarla, para que entendiera que no tenía de qué tener vergüenza. Que se relajara. Que disfrutara. Bajé despacito la prenda y la vi. Tenía una concha enorme. Un tajo impresionante, con unos labios colgantes que parecían un par de orejas. Encima, mojadísima. Lejos de provocar la reacción que supongo estaba esperando, me zambullí para explorar con mi lengua esa inmensidad. Recorría con lujuria toda la extensión de esa concha, descansaba sobre el clítoris lamiéndolo de distintas maneras, a lo largo, circular, chupándolo, dándole pequeños golpecitos con la punta, volvía a su vagina para chuparle el agujero, le chupaba los labios. Ella gozaba. Le pedí que se masturbe. Yo la lubricaba más con mi saliva. Mientras lo hacía, me incorporé, me saqué el bóxer y le mostré mi pija, dura como una piedra. Se la acerqué a la cara, ella abrió la boca y suavemente se la metí. Me la chupó con fuerza mientras se masturbaba furiosamente y me miraba directo a los ojos. Me partió la cabeza con eso. Fui hasta mi pantalón, agarre un forro, me lo puse, la puse en cuatro y después de darle otra lamida a su concha, abundante en saliva, apoyé mi glande en su vulva para empezar a metérsela.
Ni fuerza tuve que hacer. Así como la apoyé me la devoró hasta el fondo. Me quedé quieto y ella empezó a moverse, a recorrer el largo de mi verga con su concha. Rápido, despacio, por momentos hasta casi sacarla, siempre bien hasta el fondo. Desde mi perspectiva podía verle el ano en todo su esplendor. Un agujero hermoso, se lo notaba hambriento. Dejé caer una gota de saliva y empecé a masajeárselo muy suavemente, sin llegar a meterle el dedo. Por sus gemidos noté que mal no la pasaba. Tampoco quise pasarme en la primera vez con una virtual desconocida que ya había manifestado pudor. Pero sabía también que la historia entre ese exquisito anillo de cuero y yo no estaba cerrada. Le pasé la lengua por el culo, como despidiéndome de él, me acosté y vino encima mío. Agarré mi poronga con la mano para apuntarla y ella solita se ensartó. La dejé a una distancia para poder moverme yo y empecé a sacudirla con todo. Le dije que se pajeara y ella, mientras sostenía su posición con una mano, con la otra empezó a frotarse la pélvis como una furia. Estábamos en un 6to piso y se escuchaba como los gritos rebotaban por el contrafrente. Ella se reía por el morbo que le provocaba. "Que escuchen" decía mientras se reía. Me acuerdo todavía como bufaba cuando acabó. Lejos de un grito fingido o un gemido de compromiso, empezó a bufar, se le marcaron las venas del cuello y se tensionó para luego caer toda transpirada sobre mi.
Se acostó a mi lado y le pregunté dónde quería la leche. Me dijo que no le copaba la guasca, así que me saqué el forro y me descargué encima. Unos chorros terribles que me saltaron hasta la mitad del pecho. A ella le encantó verlo. Fui al baño a limpiarme y volví a la cama.
-=Conclusión=-
Cuando me acosté de nuevo, me dijo que le llamó la atención que la incitara a pajearse mientras me la cogía. Que una pareja anterior que había tenido se lo había prohibido. Yo no podía salir de mi asombro. Le mostré la pija, muerta ya, con la cabeza aún con una gota de semen chorreando y le expliqué que esa verga era para darle placer. Y que cuando la pija le estuviera dando placer, ella podía hacer lo que quisiera. Que limitar el placer es una estupidez de hombre inseguro. Que no había nada más lindo que una mujer gozando, sea de la forma que lo haga. Que es excitante, y esa excitación se transmite. Ella me besó y sonrió. Nos volvimos a ver unas cuantas veces más. Había mucho más por experimentar. Más de lo que imaginé al principio.
3 comentarios - Primera vez con anawil
me encantó el relato y la forma de ir presentando pequeños capítulos, van pts.