Hola a todos.
Después de leer unos cuantos relatos, me decido a crear mi primer post. Espero que les guste.
Para iniciar, me permito decirles que soy hombre, hetero, mido 180 cm y peso 90 Kg. De piel clara, pelo negro y ojos marrones, cuento con 33 años.
La historia que les voy a contar se desarrolló hacen unos cuantos años, cuando trabajaba remodelando un hotel.
Yo me hospedaba en el hotel que estábamos remodelando. Era un resort con la modalidad de todo incluido, por lo que algunas noches algunos compañeros y yo nos pasábamos por la discoteca del hotel a botar el stress del trabajo. Aunque, de vez en cuando, quedábamos para ir a otro antro y cambiar de ambiente.
Esa noche habíamos acordado en ir a una disco que recién abría, pero yo terminé tarde de mi jornada laboral y no pude llegar a la cita. Ya me hice la idea de tomarme unas cuantas cervezas en la disco de siempre e irme a la cama.
Cabe decir que ya llevaba tres meses en el hotel, trabajando de corrido (lunes a lunes) y sin tiempo de socializar más que con los compañeros de trabajo, tenía ese mismo tiempo sin sexo... estaba que me subía por las paredes.
Era la 1:50 de la mañana y ya quedábamos un puñado de personas en la disco. Ya yo sentía el efecto del alcohol y, de repente, la veo al lado de la pista de baile.
Ella era más pequeña que yo (130 ó 135 cm), y tenía unos cuanto kilos de más, por lo que me pareció gracioso verla intentando bailar sola.... o lo que el alcohol de le dejaba hacer. Vestía unos pantalones vaqueros bien cortos y una camiseta sin mangas ni cuello (el típico uniforme de cuando una mujer anda de hotel playero). Esa vestimenta le resaltaba el enorme y redondo trasero, así como unas redondas y bien erguidas tetas.
Sin que yo se lo ordenara, mis pies comenzaron a dar pasos dirigidos hacia ella y, antes de que pudiera darme cuenta, éramos los únicos dos bailando en la ya iluminada pista de la discoteca.
Por suerte la canción de turno se terminó, porque no pude dar con el ritmo, haciendo que nos tropezáramos varias veces y nos riéramos a grandes carcajadas. Aprovechamos el momento para rellenar nuestros vasos y salir de la discoteca, rumbo a la playa.
Mientras reíamos, tomábamos y bailábamos una música que solo existía en nuestra cabeza, notamos que en la playa sólo estábamos nosotros y, a lo lejos, otro grupo de personas visiblemente borrachos (y que lo note yo, en la condición que estaba, ya es bastante logro).
De repente, se hizo un gran silencio que yo entendía que debía ser llenado de alguna forma... si era que quería llegar a algo:
- Ellos no deberían estar ahí. Es peligroso.- Le dije, mientras miraba al grupo que caminaba zigzagueando a la orilla del mar.
- Sí. Nosotros también deberíamos.- Me respondió ella. Claramente me había malentendido, pero no iba a ser yo quien la corrigiera. - Pero si vamos para allá no puede ser con estos pantalones, porque no se van a secar fácil.
- Bueno, está oscuro. Podemos irnos sin nada y nadie lo notará.- Ya en su piel morena se le notaba el rojo en las mejillas. A ese punto no sabía si era el alcohol o sus planes que escapaban por el rostro.
Con una mirada de ella, mi camisa saltó y, acto seguido, desaparecieron mis pantalones, quedandome con mis calzoncillos como única prenda. El mismo hacía poco para ocultar la erección que me provocaba el morbo de su mirada.
Como acto que mandaba la noche, le posé mi mano derecha sobre su cintura y, con la izquierda, levantaba el mentón dirigiendo su boca a la mía y probar esos labios pícaros y, con ese beso, acabar con esa mala racha que llevaba.
Luego de un tiempo besándonos, que al día de hoy no tengo seguro, ella se separa de mi abrazo y se quita el top, liberando de la prisión de algodón esos redondos pechos que, una vez al aire, mostraban su verdadero tamaño... más grandes que lo que se notaban en su prisión.
No me dio mucho tiempo para admirarlos, cuando ya se estaba quitando los pantalones cortos, revelando una muy sexy tanga... ya mi erección empezaba a doler.
Nos olvidamos del mar y volvimos a besarnos. Esta vez recorría toda la parte posterior de su cuerpo con mis manos. No me sorprendió que las nalgas no me cupieran en las manos... lo que sí me sorprendió fue que no lo hicieran las tetas.
Le besaba la boca, el resto de la cara y el cuello... bajaba hasta las tetas y solo llegué a probarlas, cuando sentí como me empujaba hasta caer sentado en una de las sillas de playa que abundaban en la zona.
Con un movimiento rápido, me saca los calzoncillos y mi sexo le sorprende con una bofetada en la cara. Lejos de disgustarle, ella repite la acción dándose varias más similares.
Lo siguiente que sentí fue como un rayo de escalofrío me recorrió desde la espina dorsal hasta la punta de los pies, cuando ella posó su boca sobre mi rosado glande, que ya palpitaba por lo fuerte de la erección. Sentía como su lengua jugaba por el frenillo, mientras sus labios apretaban con fuerza... estos movimientos los combinaba con lenguetazos por el tronco y succiones al glande.
Tenía que aprovechar esas enormes y redondas tetas, así que coloqué mi pene entre ellas y ella las apretó alrededor, aprovechando cada vez que asomaba la punta para chupar un poco más. Se veía que disfrutaba mamar... y era muy buena en eso.
Mientras ella disfrutaba de mi falo, yo no podía creer lo que estaba sucediendo: ahí estaba yo, con una completa extraña de la que aún no conocía ni su nombre, sacándome la poca energía que me quedaba con esas lamidas y succionadas que sólo una mujer que conoce bien a su pareja es capaz de hacer.
"¡Qué diablos! La vida es una y hay que hacer locuras de vez en cuando" me dije mientras la tomaba por los hombros, indicándole que ahora le tocaba a ella.
Obedientemente, pero sin dejar de saborearse, ella se despegó de mi pene y quedó de rodillas frente a mi. Me levanté de la silla y le indiqué que se tumbara y, acto seguido, le saqué la única prenda que le quedaba.
Su vagina estaba completamente húmeda, rosada y se sentía el calor que de ahí salía, aunque la temperatura ambiental estaba en franco descenso a las 2 de la mañana.
Sacando fuerza de voluntad, dirigí mis labios hacia su boca, aunque lo que quería hacer era chupar ese clítoris que no dejaba de invitarme insistentemente.
Mientras tanto, ella agarró mi pene y quiso dirigirlo a su vagina, pero yo no la dejé... quería jugar un poco antes de la penetración.
Bajé, recorriendo lentamente su cuerpo con mi boca, mientras la llenaba de besos y la sentía retorcerse debajo de mi y la viscosidad de su sexo iba llenando, primero mi abdomen y luego mi pecho. Me detuve en sus pezones, mordisqueando un poco, mientras los masajeaba con mi lengua y luego dibujaba círculos con ella sobre su aureola... en ese momento se le escapó un gemido fuerte, seguido por una pequeña sacudida: su primer orgasmo de la noche.
Eso hizo que mis planes cambiaran un poco, porque quería seguir bajando lentamente, pero no me aguantaba las ganas de probar sus jugos así que arrope con mi boca todo su sexo, mientras ellos manaban dentro de mi. Cuando aquel río dejó de fluir, procedí a penetrarla lentamente... o eso intenté, porque apenas ella sintió que me abría paso dentro de ella, empujó sus caderas haciendo que la penetrara completamente y de repente.
El vaivén comenzó: yo con una mano en su nuca y la otra sobre una teta. Mis pies apoyados en la arena, a cada lado de la silla reclinable, y sus piernas sobre mis muslos, quedando su cadera al aire... aquello era una coreografía sin ensayar que, mientras yo embestía, ella levantaba un poco más las caderas, haciendo que la penetración sea más profunda.
- Espera, quiero que me pongas en cuatro- Sus palabras salieron con poca fuerza, pero fueron órdenes rápidamente acatadas.
Se colocó en posición de recibirme nuevamente y yo no me hice esperar esta vez.
La penetré como ya sabía que le gustaba: de repente y hasta el fondo desde la primera vez. La segunda embestida fue acompañada de una nalgada que la hizo levantar la cabeza mientras escapaba otro jadeo. La tercera embestida fue acompañada de mis dos manos agarrando ese tremendo culo que recibía todo lo que yo le estaba dando.
- Dámelo todo, papi. Más fuerte- seguía repitiendo mientras alcanzaba como podía una de mis nalgas y me empujaba más hacia ella.
No me pregunten el tiempo que duramos, porque es un enigma... pero cuando yo estaba a punto de estallar, ella dió un giro digno de una acróbata y se aprestó a recibir todo ese semen, que llevaba tanto tiempo acumulado, en su boca. Chupó hasta la última gota... fue como que no quería dejar evidencia en la arena. Se mantuvo chupando hasta que mi erección fue bajando, junto con mi ritmo cardíaco.
Al terminar, esbozó una sonrisa y se repasó los labios con la lengua, por si algo quedaba fuera.
Y nos vestimos.
"¡Qué buen final para una noche!" Pensaba yo, mientras caminábamos para tomar el tren del hotel que nos llevaría a nuestras habitaciones.... que equivocado estaba.
Continuará....
La segunda parte de este post está aquí:
http://www.poringa.net/posts/relatos/2612415/La-gordita-del-hotel-segunda-parte.html
Después de leer unos cuantos relatos, me decido a crear mi primer post. Espero que les guste.
Para iniciar, me permito decirles que soy hombre, hetero, mido 180 cm y peso 90 Kg. De piel clara, pelo negro y ojos marrones, cuento con 33 años.
La gordita del hotel (Primera parte)
La historia que les voy a contar se desarrolló hacen unos cuantos años, cuando trabajaba remodelando un hotel.
Yo me hospedaba en el hotel que estábamos remodelando. Era un resort con la modalidad de todo incluido, por lo que algunas noches algunos compañeros y yo nos pasábamos por la discoteca del hotel a botar el stress del trabajo. Aunque, de vez en cuando, quedábamos para ir a otro antro y cambiar de ambiente.
Esa noche habíamos acordado en ir a una disco que recién abría, pero yo terminé tarde de mi jornada laboral y no pude llegar a la cita. Ya me hice la idea de tomarme unas cuantas cervezas en la disco de siempre e irme a la cama.
Cabe decir que ya llevaba tres meses en el hotel, trabajando de corrido (lunes a lunes) y sin tiempo de socializar más que con los compañeros de trabajo, tenía ese mismo tiempo sin sexo... estaba que me subía por las paredes.
Era la 1:50 de la mañana y ya quedábamos un puñado de personas en la disco. Ya yo sentía el efecto del alcohol y, de repente, la veo al lado de la pista de baile.
Ella era más pequeña que yo (130 ó 135 cm), y tenía unos cuanto kilos de más, por lo que me pareció gracioso verla intentando bailar sola.... o lo que el alcohol de le dejaba hacer. Vestía unos pantalones vaqueros bien cortos y una camiseta sin mangas ni cuello (el típico uniforme de cuando una mujer anda de hotel playero). Esa vestimenta le resaltaba el enorme y redondo trasero, así como unas redondas y bien erguidas tetas.
Sin que yo se lo ordenara, mis pies comenzaron a dar pasos dirigidos hacia ella y, antes de que pudiera darme cuenta, éramos los únicos dos bailando en la ya iluminada pista de la discoteca.
Por suerte la canción de turno se terminó, porque no pude dar con el ritmo, haciendo que nos tropezáramos varias veces y nos riéramos a grandes carcajadas. Aprovechamos el momento para rellenar nuestros vasos y salir de la discoteca, rumbo a la playa.
Mientras reíamos, tomábamos y bailábamos una música que solo existía en nuestra cabeza, notamos que en la playa sólo estábamos nosotros y, a lo lejos, otro grupo de personas visiblemente borrachos (y que lo note yo, en la condición que estaba, ya es bastante logro).
De repente, se hizo un gran silencio que yo entendía que debía ser llenado de alguna forma... si era que quería llegar a algo:
- Ellos no deberían estar ahí. Es peligroso.- Le dije, mientras miraba al grupo que caminaba zigzagueando a la orilla del mar.
- Sí. Nosotros también deberíamos.- Me respondió ella. Claramente me había malentendido, pero no iba a ser yo quien la corrigiera. - Pero si vamos para allá no puede ser con estos pantalones, porque no se van a secar fácil.
- Bueno, está oscuro. Podemos irnos sin nada y nadie lo notará.- Ya en su piel morena se le notaba el rojo en las mejillas. A ese punto no sabía si era el alcohol o sus planes que escapaban por el rostro.
Con una mirada de ella, mi camisa saltó y, acto seguido, desaparecieron mis pantalones, quedandome con mis calzoncillos como única prenda. El mismo hacía poco para ocultar la erección que me provocaba el morbo de su mirada.
Como acto que mandaba la noche, le posé mi mano derecha sobre su cintura y, con la izquierda, levantaba el mentón dirigiendo su boca a la mía y probar esos labios pícaros y, con ese beso, acabar con esa mala racha que llevaba.
Luego de un tiempo besándonos, que al día de hoy no tengo seguro, ella se separa de mi abrazo y se quita el top, liberando de la prisión de algodón esos redondos pechos que, una vez al aire, mostraban su verdadero tamaño... más grandes que lo que se notaban en su prisión.
No me dio mucho tiempo para admirarlos, cuando ya se estaba quitando los pantalones cortos, revelando una muy sexy tanga... ya mi erección empezaba a doler.
Nos olvidamos del mar y volvimos a besarnos. Esta vez recorría toda la parte posterior de su cuerpo con mis manos. No me sorprendió que las nalgas no me cupieran en las manos... lo que sí me sorprendió fue que no lo hicieran las tetas.
Le besaba la boca, el resto de la cara y el cuello... bajaba hasta las tetas y solo llegué a probarlas, cuando sentí como me empujaba hasta caer sentado en una de las sillas de playa que abundaban en la zona.
Con un movimiento rápido, me saca los calzoncillos y mi sexo le sorprende con una bofetada en la cara. Lejos de disgustarle, ella repite la acción dándose varias más similares.
Lo siguiente que sentí fue como un rayo de escalofrío me recorrió desde la espina dorsal hasta la punta de los pies, cuando ella posó su boca sobre mi rosado glande, que ya palpitaba por lo fuerte de la erección. Sentía como su lengua jugaba por el frenillo, mientras sus labios apretaban con fuerza... estos movimientos los combinaba con lenguetazos por el tronco y succiones al glande.
Tenía que aprovechar esas enormes y redondas tetas, así que coloqué mi pene entre ellas y ella las apretó alrededor, aprovechando cada vez que asomaba la punta para chupar un poco más. Se veía que disfrutaba mamar... y era muy buena en eso.
Mientras ella disfrutaba de mi falo, yo no podía creer lo que estaba sucediendo: ahí estaba yo, con una completa extraña de la que aún no conocía ni su nombre, sacándome la poca energía que me quedaba con esas lamidas y succionadas que sólo una mujer que conoce bien a su pareja es capaz de hacer.
"¡Qué diablos! La vida es una y hay que hacer locuras de vez en cuando" me dije mientras la tomaba por los hombros, indicándole que ahora le tocaba a ella.
Obedientemente, pero sin dejar de saborearse, ella se despegó de mi pene y quedó de rodillas frente a mi. Me levanté de la silla y le indiqué que se tumbara y, acto seguido, le saqué la única prenda que le quedaba.
Su vagina estaba completamente húmeda, rosada y se sentía el calor que de ahí salía, aunque la temperatura ambiental estaba en franco descenso a las 2 de la mañana.
Sacando fuerza de voluntad, dirigí mis labios hacia su boca, aunque lo que quería hacer era chupar ese clítoris que no dejaba de invitarme insistentemente.
Mientras tanto, ella agarró mi pene y quiso dirigirlo a su vagina, pero yo no la dejé... quería jugar un poco antes de la penetración.
Bajé, recorriendo lentamente su cuerpo con mi boca, mientras la llenaba de besos y la sentía retorcerse debajo de mi y la viscosidad de su sexo iba llenando, primero mi abdomen y luego mi pecho. Me detuve en sus pezones, mordisqueando un poco, mientras los masajeaba con mi lengua y luego dibujaba círculos con ella sobre su aureola... en ese momento se le escapó un gemido fuerte, seguido por una pequeña sacudida: su primer orgasmo de la noche.
Eso hizo que mis planes cambiaran un poco, porque quería seguir bajando lentamente, pero no me aguantaba las ganas de probar sus jugos así que arrope con mi boca todo su sexo, mientras ellos manaban dentro de mi. Cuando aquel río dejó de fluir, procedí a penetrarla lentamente... o eso intenté, porque apenas ella sintió que me abría paso dentro de ella, empujó sus caderas haciendo que la penetrara completamente y de repente.
El vaivén comenzó: yo con una mano en su nuca y la otra sobre una teta. Mis pies apoyados en la arena, a cada lado de la silla reclinable, y sus piernas sobre mis muslos, quedando su cadera al aire... aquello era una coreografía sin ensayar que, mientras yo embestía, ella levantaba un poco más las caderas, haciendo que la penetración sea más profunda.
- Espera, quiero que me pongas en cuatro- Sus palabras salieron con poca fuerza, pero fueron órdenes rápidamente acatadas.
Se colocó en posición de recibirme nuevamente y yo no me hice esperar esta vez.
La penetré como ya sabía que le gustaba: de repente y hasta el fondo desde la primera vez. La segunda embestida fue acompañada de una nalgada que la hizo levantar la cabeza mientras escapaba otro jadeo. La tercera embestida fue acompañada de mis dos manos agarrando ese tremendo culo que recibía todo lo que yo le estaba dando.
- Dámelo todo, papi. Más fuerte- seguía repitiendo mientras alcanzaba como podía una de mis nalgas y me empujaba más hacia ella.
No me pregunten el tiempo que duramos, porque es un enigma... pero cuando yo estaba a punto de estallar, ella dió un giro digno de una acróbata y se aprestó a recibir todo ese semen, que llevaba tanto tiempo acumulado, en su boca. Chupó hasta la última gota... fue como que no quería dejar evidencia en la arena. Se mantuvo chupando hasta que mi erección fue bajando, junto con mi ritmo cardíaco.
Al terminar, esbozó una sonrisa y se repasó los labios con la lengua, por si algo quedaba fuera.
Y nos vestimos.
"¡Qué buen final para una noche!" Pensaba yo, mientras caminábamos para tomar el tren del hotel que nos llevaría a nuestras habitaciones.... que equivocado estaba.
Continuará....
La segunda parte de este post está aquí:
http://www.poringa.net/posts/relatos/2612415/La-gordita-del-hotel-segunda-parte.html
2 comentarios - La gordita del hotel (Primera parte)