"Confesiones de una Madre: Me masturbo mientras escucho como folla mi hijo"
Hacia muchos años que no dormía tan bien. Me relajé tanto que no me di cuenta de la hora, aparte que la pieza de mi hijo es mucho más oscura que la mía. En seguida recordé todo lo vivido la noche anterior, cada uno de los eventos. Me quedé mucho rato acostada, pensando en lo sucedido, como enfrentar a mi hijo y la verdad, nada se me ocurría.
Me levanté, me dirigí a mi pieza y me quedé parada afuera unos minutos tratando de tomar el valor para entrar. Al hacerlo, vi que mi hijo dormía profundamente. Me quedé mirándolo y tratando de asimilar lo que había pasado. Como mi hijo, fruto de mis entrañas, había sido capaz de hacer una cosa así.
Saqué algo de ropa y me fui a bañar. Bajo el agua caliente, pensaba que sucedería ahora, por un lado tendría que hacer algo, hablar con el sobre lo que había pasado, y que de ningún modo quería que lo vivido se volviera a repetir, pero eso solo eran palabras de madre, porque como mujer me sentía completamente diferente. Sentía el calor en mi interior y un cosquilleo entre mis piernas que no cesaba. Como madre me moría de vergüenza, pero como mujer, me moría de ganas de que se repitiera.
Salí de la ducha y me vestí ahí mismo, cosa que nuca había echo. No quería que mi hijo me viera en toalla. No sabía tampoco como sería la reacción de mi hijo, quizás estaría muy arrepentido de lo que había echo, quizás, solo fue el alcohol y no recordaría nada, o quizás intentaría algo mas ya que había dado los primeros pasos. Mil ideas en mi mente pasaban en solo un segundo.
El no despertó si no cerca de la hora de almuerzo. Lo sentí que se levantó y entró a la cocina cuando yo preparaba el almuerzo.
-Hola viejita … buenos días … ( pasando por detrás mió, dándome un abrazo corto, con un beso en el cuello y una nalgada)
Eso era algo natural que hacía cuando se despertaba de buenas, yo solo pude contestar a duras penas, "buenos días". El sacó un jarro de jugo y lo bebió directamente del jarro, con la puerta del refrigerador abierto.
Y luego se fue a bañarse, como si nada hubiese pasado. Almorzamos y la conversación por parte de el, fue lo más natural, realmente como si nada hubiese pasado la noche anterior. Yo por mi parte no encontré las fuerzas o la forma de tocar el tema y todo, quedó en nada. Así pasaron los días y todo volvió hacer como antes, al menos para el, por que yo recordaba como si recién lo hubiese vivido todo lo que pasó.
Cada noche me imaginaba que el entraría en cualquier momento a mi cuarto y se acostaría nuevamente en mi cama, incluso esperaba con ansias el día viernes o sábado cuando por lo general el llegaba con una copas de más.
No me importaría su aliento a alcohol, solo quería sentirme nuevamente tocada por sus manos, sentir nuevamente su semen caliente entre mis piernas o quizás su miembro dentro de mi. Pero no, nada de eso ocurría, solo sus toqueteos usuales mientras yo cocinaba o planchaba, pero que ahora eran recibidos de una manera distinta. Esperaba que el entrara y me tocara con sus manos. Aunque solo eran fracciones de segundos, sus grandes manos apoyadas en mis nalgas eran como un golpe de electricidad que me recorría todo el cuerpo.
Mi cuerpo había despertado de un gran letargo de 5 años y me pedía sexo a gritos, esa era la verdad, y mis masturbaciones se fueron incrementando de una manera increíble. Mientras me duchaba, pensaba en las manos de mi hijo y sin poder aguantar las ganas, terminaba tocándome yo misma, alcanzando en pocos minutos grandes, pero silenciosos orgasmos, al igual cuando me encerraba en el baño hacer mis necesidades, o en la soledad de mi cuarto antes de dormir. Incluso comencé a hacer locuras que nunca se me hubiesen imaginado. Al recoger sus ropas, buscaba su ropa interior y olorosaba el lugar donde mi hijo había depositado su verga durante el día, excitándome al sentir su aroma o de repente, con mucha suerte, como quien encuentra el tesoro más precioso, sacaba su slip de la ropa sucia, manchados con semen quizás de algún sueño húmedo, que terminaba casi por completos metidos en mi vagina, buscando saciar mis ganas.
Yo sabía muy bien que mi hijo era un mujeriego y que las mujeres le llovían. Muchas veces fui su cómplice en ocultar a alguna muchacha sus salidas con otras. Sabía muy bien, que su vida sexual era muy activa, por comentarios que siempre escucha uno en el barrio. Además que cuando andaba con alguna muchacha mucho tiempo, el la llevaba a nuestra casa y se encerraban en su cuarto, sabiendo perfectamente que es lo que en este pasaba.
Ya habían pasado casi 4 meses desde que nuestro furtivo encuentro. Una noche, ya era muy tarde, escucho que el entra a la casa y que venía acompañado de su novia de turno.
No podía dormir y me levante silenciosamente a buscar un vaso de agua a la cocina. Al salir de mi habitación escuche los sonidos que provenían de la habitación de mi hijo.
Sin pensarlo, me acerque por el pasillo hasta su puerta y apoyando mi oído en esta, escuchaba como estaban follando. Los gemidos de ella me excitaron inmediatamente. Se quejaba de una manera brutal, penetrada una y otra vez por mi hijo.
Yo sabía muy bien que mi hijo se gastaba una tremenda verga, que nunca había visto, pero si que había sentido perfectamente entre mis piernas, sobre mi pijama muy largo y grueso, como todo en su cuerpo.
Mis manos instintivamente se fueron directo a mi sexo y comencé a masturbarme escuchado gemir a la muchacha, imaginando que era yo a la que penetraba mi hijo. La muchacha alcanzo su primer orgasmo, casi al mismo tiempo en que yo alcanzaba el mió, mas, mi hijo no paro de follarla. Escuche perfectamente como el le pedía que se diera vuelta y luego de unos segundo, escuche un nuevo gran quejido de la muchacha, seguramente cuando mi hijo le volvía a meter su tremenda cosa en otra posición.
Mi hijo era una máquina de follar y se estaba desquitando de una manera bestial con esa joven, que no paraba de gemir. Mis dedos entraban y salían de mi mojada vagina, a la velocidad del rayo, aun después de haber acabado, me sentía mas excitada, seguía con ganas y mi sexo ardía de calentura. Ya tenía metido cuatro dedos, completamente en mi vagina y esta pedía aun más.
Envuelta completamente en el placer me llevé la otra mano al culo y me comencé a meter un dedo hasta el fondo. Nunca había experimentado tanto placer de sentir algo en mi culo. No era un lugar virgen, ya que mi marido en algunas oportunidades cuando me violaba, había entrado con su grueso miembro por ahí, pero solo causándome mucho dolor. Esto era distinto, mi cuerpo pedía mas y mas. Que ganas de haber tenido otra mano mas, para poder haberme apretado también los pezones que estaban durísimos.
Con mis dedos completamente dentro de mí, por ambos lados, escuchaba como la muchacha alcanzaba su segundo orgasmo casi llorando de placer. Pero mi hijo no se detuvo y como si nada, le pedía que se colocara en cuatro patas que se la quería enterrar por el culo y acabar ahí. La muchacha le pidió que no, pero mi hijo no permitió esa respuesta y al cabo de unos minutos, la muchacha era penetrada por la tremenda verga de mi hijo, por detrás. Los gemidos de ella continuaron ahora quizás ahora con algo de dolor, pero al cabo de un rato nuevamente se transformaban en quejidos de placer.
Mi segundo orgasmo llegó como un relámpago y comencé a botar gran cantidad de jugos que corrían por mis piernas, aguantando la respiración, para no gritar de placer. Mis dedos no eran suficientes para mi excitada vagina que ya casi se comía la palma de mi mano, mientras el dedo de mi otra mano, metido hasta el fondo imaginando que era la verga de mi hijo.
Escuché a mi hijo que estaba por acabar y la muchacha se quejaba más y más fuerte aun, acelerando más sus quejidos. ¡ Que ganas de ser esa joven que estaba ahí en cuatro patas con mi hijo aferrado a sus caderas apunto de descargarse en su interior!
Un gran quejido de mi hijo y un gran alarido de la muchacha, me dio la señal que estaba acabando su exquisito semen en el culo de la muchacha. Casi podía sentir sus grandes manos apretándome fuertemente contra el y su semen entrando a borbotones en mi culo al mismo tiempo que mi tercer orgasmo, mojaba aun mas mis piernas y mi mano
Me quedé un rato mas escuchando a mi hijo reponerse de la descarga, ya entre grandes respiros de el, mientras la muchacha aun se quejaba. Seguramente el seguía metiéndosela por detrás, pero ahora mas suave, era seguro que tendría todo el culo lleno de semen, quizás escurriendo por sus piernas, mientras mi hijo continuaba un suave mete y saca.
Con las piernas casi dormidas, por la posición que tenía tras la puerta, me dirigí a mi cuarto. Las piernas me temblaban y estaba completamente mojada en sudor y en mis propios jugos.
Mi boca estaba seca, pero no tenía fuerzas de ir a beber agua. Mi corazón latía ya a un ritmo un poco menos acelerado. Lejos había sido la mejor de mis masturbaciones desde que empecé a soñar con mi hijo.
Continuará...
Hacia muchos años que no dormía tan bien. Me relajé tanto que no me di cuenta de la hora, aparte que la pieza de mi hijo es mucho más oscura que la mía. En seguida recordé todo lo vivido la noche anterior, cada uno de los eventos. Me quedé mucho rato acostada, pensando en lo sucedido, como enfrentar a mi hijo y la verdad, nada se me ocurría.
Me levanté, me dirigí a mi pieza y me quedé parada afuera unos minutos tratando de tomar el valor para entrar. Al hacerlo, vi que mi hijo dormía profundamente. Me quedé mirándolo y tratando de asimilar lo que había pasado. Como mi hijo, fruto de mis entrañas, había sido capaz de hacer una cosa así.
Saqué algo de ropa y me fui a bañar. Bajo el agua caliente, pensaba que sucedería ahora, por un lado tendría que hacer algo, hablar con el sobre lo que había pasado, y que de ningún modo quería que lo vivido se volviera a repetir, pero eso solo eran palabras de madre, porque como mujer me sentía completamente diferente. Sentía el calor en mi interior y un cosquilleo entre mis piernas que no cesaba. Como madre me moría de vergüenza, pero como mujer, me moría de ganas de que se repitiera.
Salí de la ducha y me vestí ahí mismo, cosa que nuca había echo. No quería que mi hijo me viera en toalla. No sabía tampoco como sería la reacción de mi hijo, quizás estaría muy arrepentido de lo que había echo, quizás, solo fue el alcohol y no recordaría nada, o quizás intentaría algo mas ya que había dado los primeros pasos. Mil ideas en mi mente pasaban en solo un segundo.
El no despertó si no cerca de la hora de almuerzo. Lo sentí que se levantó y entró a la cocina cuando yo preparaba el almuerzo.
-Hola viejita … buenos días … ( pasando por detrás mió, dándome un abrazo corto, con un beso en el cuello y una nalgada)
Eso era algo natural que hacía cuando se despertaba de buenas, yo solo pude contestar a duras penas, "buenos días". El sacó un jarro de jugo y lo bebió directamente del jarro, con la puerta del refrigerador abierto.
Y luego se fue a bañarse, como si nada hubiese pasado. Almorzamos y la conversación por parte de el, fue lo más natural, realmente como si nada hubiese pasado la noche anterior. Yo por mi parte no encontré las fuerzas o la forma de tocar el tema y todo, quedó en nada. Así pasaron los días y todo volvió hacer como antes, al menos para el, por que yo recordaba como si recién lo hubiese vivido todo lo que pasó.
Cada noche me imaginaba que el entraría en cualquier momento a mi cuarto y se acostaría nuevamente en mi cama, incluso esperaba con ansias el día viernes o sábado cuando por lo general el llegaba con una copas de más.
No me importaría su aliento a alcohol, solo quería sentirme nuevamente tocada por sus manos, sentir nuevamente su semen caliente entre mis piernas o quizás su miembro dentro de mi. Pero no, nada de eso ocurría, solo sus toqueteos usuales mientras yo cocinaba o planchaba, pero que ahora eran recibidos de una manera distinta. Esperaba que el entrara y me tocara con sus manos. Aunque solo eran fracciones de segundos, sus grandes manos apoyadas en mis nalgas eran como un golpe de electricidad que me recorría todo el cuerpo.
Mi cuerpo había despertado de un gran letargo de 5 años y me pedía sexo a gritos, esa era la verdad, y mis masturbaciones se fueron incrementando de una manera increíble. Mientras me duchaba, pensaba en las manos de mi hijo y sin poder aguantar las ganas, terminaba tocándome yo misma, alcanzando en pocos minutos grandes, pero silenciosos orgasmos, al igual cuando me encerraba en el baño hacer mis necesidades, o en la soledad de mi cuarto antes de dormir. Incluso comencé a hacer locuras que nunca se me hubiesen imaginado. Al recoger sus ropas, buscaba su ropa interior y olorosaba el lugar donde mi hijo había depositado su verga durante el día, excitándome al sentir su aroma o de repente, con mucha suerte, como quien encuentra el tesoro más precioso, sacaba su slip de la ropa sucia, manchados con semen quizás de algún sueño húmedo, que terminaba casi por completos metidos en mi vagina, buscando saciar mis ganas.
Yo sabía muy bien que mi hijo era un mujeriego y que las mujeres le llovían. Muchas veces fui su cómplice en ocultar a alguna muchacha sus salidas con otras. Sabía muy bien, que su vida sexual era muy activa, por comentarios que siempre escucha uno en el barrio. Además que cuando andaba con alguna muchacha mucho tiempo, el la llevaba a nuestra casa y se encerraban en su cuarto, sabiendo perfectamente que es lo que en este pasaba.
Ya habían pasado casi 4 meses desde que nuestro furtivo encuentro. Una noche, ya era muy tarde, escucho que el entra a la casa y que venía acompañado de su novia de turno.
No podía dormir y me levante silenciosamente a buscar un vaso de agua a la cocina. Al salir de mi habitación escuche los sonidos que provenían de la habitación de mi hijo.
Sin pensarlo, me acerque por el pasillo hasta su puerta y apoyando mi oído en esta, escuchaba como estaban follando. Los gemidos de ella me excitaron inmediatamente. Se quejaba de una manera brutal, penetrada una y otra vez por mi hijo.
Yo sabía muy bien que mi hijo se gastaba una tremenda verga, que nunca había visto, pero si que había sentido perfectamente entre mis piernas, sobre mi pijama muy largo y grueso, como todo en su cuerpo.
Mis manos instintivamente se fueron directo a mi sexo y comencé a masturbarme escuchado gemir a la muchacha, imaginando que era yo a la que penetraba mi hijo. La muchacha alcanzo su primer orgasmo, casi al mismo tiempo en que yo alcanzaba el mió, mas, mi hijo no paro de follarla. Escuche perfectamente como el le pedía que se diera vuelta y luego de unos segundo, escuche un nuevo gran quejido de la muchacha, seguramente cuando mi hijo le volvía a meter su tremenda cosa en otra posición.
Mi hijo era una máquina de follar y se estaba desquitando de una manera bestial con esa joven, que no paraba de gemir. Mis dedos entraban y salían de mi mojada vagina, a la velocidad del rayo, aun después de haber acabado, me sentía mas excitada, seguía con ganas y mi sexo ardía de calentura. Ya tenía metido cuatro dedos, completamente en mi vagina y esta pedía aun más.
Envuelta completamente en el placer me llevé la otra mano al culo y me comencé a meter un dedo hasta el fondo. Nunca había experimentado tanto placer de sentir algo en mi culo. No era un lugar virgen, ya que mi marido en algunas oportunidades cuando me violaba, había entrado con su grueso miembro por ahí, pero solo causándome mucho dolor. Esto era distinto, mi cuerpo pedía mas y mas. Que ganas de haber tenido otra mano mas, para poder haberme apretado también los pezones que estaban durísimos.
Con mis dedos completamente dentro de mí, por ambos lados, escuchaba como la muchacha alcanzaba su segundo orgasmo casi llorando de placer. Pero mi hijo no se detuvo y como si nada, le pedía que se colocara en cuatro patas que se la quería enterrar por el culo y acabar ahí. La muchacha le pidió que no, pero mi hijo no permitió esa respuesta y al cabo de unos minutos, la muchacha era penetrada por la tremenda verga de mi hijo, por detrás. Los gemidos de ella continuaron ahora quizás ahora con algo de dolor, pero al cabo de un rato nuevamente se transformaban en quejidos de placer.
Mi segundo orgasmo llegó como un relámpago y comencé a botar gran cantidad de jugos que corrían por mis piernas, aguantando la respiración, para no gritar de placer. Mis dedos no eran suficientes para mi excitada vagina que ya casi se comía la palma de mi mano, mientras el dedo de mi otra mano, metido hasta el fondo imaginando que era la verga de mi hijo.
Escuché a mi hijo que estaba por acabar y la muchacha se quejaba más y más fuerte aun, acelerando más sus quejidos. ¡ Que ganas de ser esa joven que estaba ahí en cuatro patas con mi hijo aferrado a sus caderas apunto de descargarse en su interior!
Un gran quejido de mi hijo y un gran alarido de la muchacha, me dio la señal que estaba acabando su exquisito semen en el culo de la muchacha. Casi podía sentir sus grandes manos apretándome fuertemente contra el y su semen entrando a borbotones en mi culo al mismo tiempo que mi tercer orgasmo, mojaba aun mas mis piernas y mi mano
Me quedé un rato mas escuchando a mi hijo reponerse de la descarga, ya entre grandes respiros de el, mientras la muchacha aun se quejaba. Seguramente el seguía metiéndosela por detrás, pero ahora mas suave, era seguro que tendría todo el culo lleno de semen, quizás escurriendo por sus piernas, mientras mi hijo continuaba un suave mete y saca.
Con las piernas casi dormidas, por la posición que tenía tras la puerta, me dirigí a mi cuarto. Las piernas me temblaban y estaba completamente mojada en sudor y en mis propios jugos.
Mi boca estaba seca, pero no tenía fuerzas de ir a beber agua. Mi corazón latía ya a un ritmo un poco menos acelerado. Lejos había sido la mejor de mis masturbaciones desde que empecé a soñar con mi hijo.
Continuará...
3 comentarios - Confesiones de una Madre (Parte 3)
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