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Seis por ocho (112): El partido (antepenúltimo)




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Compendio I


¡Al fin, he podido completar esta entrada! Disculpen el atraso, pero el cansancio y el trabajo me tienen apenas y lo único que deseo es ya tomar la camioneta y regresar a casa.
Confieso que escribir este relato y empezar a despedir esta bitácora ha sido difícil. Aun tengo sentimientos encontrados con que Marisol tuviera sus experiencias con Kevin, a pesar que yo tenía algo parecido con Fiona y por eso me costó llevarlo a la escritura.
Aparte de eso, he tenido que quedarme algunas noches trabajando horas extra, revisando informes de fallas y esquemas, puesto que Hannah ha estado buscando una avería en uno de los trituradores de roca y me pidió ayuda. Le he dicho que si tuviera un trato más amable con los otros ingenieros mecánicos, no tendría que enfrentar esos problemas sola, a lo que ella me responde que si lo hiciera, más tipos querrían acostarse con ella, como si me intentara sacar celos.
Pero es cierto. Tengo que empezar a despedir esta bitácora. Sé que han sido muchas vivencias, veo en mi contador de Word las 737 páginas y me hace sentir el peso del cansancio.
Las razones son varias. Principalmente, por tiempo. El trabajo en la mina me absorbe mucho y cuando llego a casa, quiero estar con mi señora y mis hijas. Sigo manteniendo esas relaciones con Diana y Rachel una vez al mes y Marisol sabe que tengo algo con Hannah y ocasionalmente, con Fiona.
Además, no quiero empezar a sonar repetitivo ni aburrirlos. Puede que aun les diviertan, pero yo ya me noto cansado de escribir. Cuando redacto estas entregas, tiendo a revivir los eventos y eso me agota mentalmente, ya que tengo que revisarlas por falta de ortografía y si entro en redundancia.
Pero más que nada, son por mis pequeñitas de ojos claros…
Mis pequeñitas son preciosas y de hecho, deberían haber llegado este mes de Julio, pero estaban tan ansiosas por salir, que aguantaron hasta los últimos días de mayo dentro de su madre. Nos hicieron pasar un buen susto, porque tuvieron que quedar en observación por 10 días, solamente en contacto de doctores y Marisol, para alimentarlas. Pero afortunadamente, están saludables.
Son nombres falsos (puesto que tanto Pamela como Amelia les incomodó en el regalo de bodas que usara los nombres reales), pero para que se hagan una idea del impacto que causaron esos meses en la mina en nuestras vidas, nuestras pequeñas se llaman Verónica Amelia y Pamela Sonia.
No es la combinación más agraciada (o tal vez, para alguien si lo sea), pero fue la manera de decirles que no las habíamos olvidado, a pesar de la distancia.
Pero no es lo que tengo que narrarles esta vez… y debo resumir un poco más los eventos, si es que deseo llegar a ese descanso merecido.
Al principio, me era más fácil la idea que mi esposa tuviera otro hombre: Aunque Marisol era bonita, el hecho que estuviera embarazada intimidaba a Kevin y su relación se restringía a mamadas y manoseos. Empezaron a salir más temprano, para que Marisol no se atrasara en sus clases. Con Fiona, Kevin se excusó por problemas de tráfico, aunque no le importaba, porque apenas salían, ella venía a mi casa.
Por mi parte, yo aprovechaba ese tiempo para hacer mis avances con Fiona y me di cuenta que le empezaba a gustar todo esto: Nos acariciábamos, nos besábamos, nos masturbábamos, me dejaba comerle los pechos y su rajita y meterle dedos en su trasero.
Esto último le gustaba bastante, ya que yo lo hacía con más delicadeza. Kevin tiene unos dedos grandes y era algo torpe. Y ya la tenía media convencida para que le hiciera su primer anal, por lo que tuve que consultarlo con Marisol.
Cuando Marisol me contaba todo lo que hacía con Kevin, notaba tristeza en su mirada. Creí que se trataban de remordimientos...
Le consulté una noche. Ella respondió que quería probarla en su trasero, pero fue extraño cuando me lo dijo. Había algo en sus ojos, como si me quisiera ocultar algo, pero pensé que eran ilusiones mías. Nos decíamos todo. ¿Qué más había por ocultar?
Así fue como descubrí que Kevin la llevaba a un estacionamiento de supermercado para aprovechar. Era un edificio de estacionamiento y aparcaban en el segundo piso, en la zona más apartada a las entradas, para no ser sorprendidos.
Marisol lo chupaba, hasta que se corría en su boca, mientras él manoseaba su trasero y sus nuevos y generosos pechos. El embarazo estaba garantizando que las pequeñas no pasarían hambre…
Después, se bajaban del vehículo y ocupaban el asiento trasero, con Marisol parando la pompa, mientras Kevin la penetraba. Le pregunté si lo disfrutaba y aunque me respondía que lo hacía, nuevamente, aparecía esa mirada triste.
Me decía que él podía llegar más adentro con facilidad, pero era tosco y a veces, le dolía.
Yo, en cambio, disfrutaba intensamente de Fiona en la cocina. Aunque le dolió un poco que desflorara su trasero, le gusto la sensación, ya que se lo metía apoyándola en el mueble de cocina. Aprovechaba de acariciar sus pechos y su cueva por horas y horas y eso le gustaba.
Ese entrenamiento la calentaba tanto, que llegó a un punto en donde empezó a aparecer sin ropa interior por las mañanas, para no perder tiempo desnudándola. Les digo, yo la demolía por detrás unas 3 o 4 veces, pensando en las atrocidades que Kevin le hacía a mi querida Marisol, además con la satisfacción de la venganza y para rematar, el atractivo innato de Fiona.
Pero no era yo el único que disfrutaba de esta desenfrenada Fiona. Por la noche, los gemidos de placer no salían solamente de nuestra casa…
Y eso era lo que le escuchábamos a ella, porque nadie nos aseguraba si le haría mamadas o paizuris a Kevin antes, como lo disfrutaba haciendo conmigo.
Kevin empezó a llegar temprano a su casa, alrededor de las 4 y media. Al pobre se le notaba cansado, con ojeras e incluso más delgado. Había dejado el cigarro y la bebida… con tal de hacerlo con Marisol y después, volvía a su casa, para encontrarse con su infatigable esposa.
No sé si se daba cuenta lo que ocurría con Fiona el resto del día en mi casa, pero me encargaba de devolvérsela tal cual como llegaba. Claro, porque aprovechaba de hacerle el trasero una vez más, mientras nos duchábamos.
Tampoco sé si se daba cuenta que su esposa lo recibía todos los días con el pelo húmedo. Lo que si notaba es que su relación se había puesto muchísimo más afectuosa, besándose y acariciándose, apenas él llegaba a su hogar.
Pero así y todo, Fiona demandaba más y llegó el punto en donde, mientras intentaba sodomizarla una vez más, tomó mi verga y la empezó a sobar por su rajita.
“¡Es tan pequeñita!” me decía, sonriendo.
“¡No me digas eso!” protestaba yo, enojado.
“No es malo…” decía, acariciando sus labios inferiores con ella. “Solo pienso que no debe ser tan doloroso…”
“¿Por qué? ¿Cuándo lo haces con Kevin te duele?”
“Si… un poco. Pero lo entiendo… él es muy fuerte… pero imagino que contigo, debe ser más suave…”
La besé y le dije que no podía. No tenía preservativo en mano y mi mujer estaba embarazada. Ella lo entendía, sin embargo lo deseaba. Me decía que no era justo que Marisol tuviera 2 hijos…
Lo conversé con Marisol y le pregunté si estaba lista para el próximo nivel. Me decía que se sentía incomoda. Aunque se había acostumbrado a que Kevin se la metiera por detrás, en algunas ocasiones, le rozaba la rajita, lo que la hacía enojar. No quería que lastimara a los bebes…
Me sentí mal por ella, porque tenía razón, pero al verme triste, se resignó y decidió aceptar. Francamente, no sé si las niñas lo hicieron para evitar eso o para despreocupar a su madre, pero el asunto fue que decidieron salir al mundo…
Fue cuando empezamos a hacer el amor. Confieso que fue algo extraño, porque creí que Marisol se había corrido, pero recién habíamos empezado.
Me miró asustada.
“¡Marco, ya vienen!” me dijo y yo, blanco como papel.
Nos pilló de sorpresa a ambos. No las esperábamos hasta 2 meses más, pero ahí estaba Marisol con contracciones. Nos habíamos preparado para el gran día, pero no teníamos visto ni la ropa ni el hospital.
Tuve que ir a medio vestir a llamar a Kevin. Se escuchaba bastante bien que estaban despiertos, pero yo presionaba el timbre con insistencia. Él me recibió en pantalón de pijama y le conté lo que ocurría.
Fiona bajó vistiendo un camisón blanco, con pechos al aire y nos preguntó lo que pasaba. Se avergonzó al verme vestida así, pero se unió al nerviosismo colectivo.
Gentilmente, Kevin se vistió apresurado, subiendo a su auto, mientras que yo lo seguía en la camioneta. La suerte nos sonrió, porque a unas cuadras divisamos una patrulla policial.
Kevin les explicó y encendieron sus balizas y sirenas, para escoltarnos. Aun recuerdo su cara de rana, sonriéndome y deseándome suerte con el pulgar.
Llegamos al hospital y la ingresaron al instante. Pasaron 3 horas agotadoras, cuando finalmente me dijeron que era padre. Las pequeñas estaban bien, pero dado que nacieron antes de tiempo, decidieron mantenerlas en observación, como lo mencioné anteriormente, pero pude contemplarlas a la distancia.
A regañadientes, contacté a Hannah. Como en esa época, ella me odiaba más de lo que le gustaba, me gritó por haberla llamado a su casa tan temprano. Le expliqué que me encontraba en el hospital y que mis bebes habían nacido sanas, pero estaba preocupado por el cobro de servicios, puesto que aun no sabía cómo funcionaba el seguro social y todas esas cosas que cubría nuestra compañía. Tal vez, debería haberlo consultado con Kevin, pero pensé que su realidad podría ser distinta y le dije que ella era la única capaz de ayudarme.
Se tomó la molestia de venir al hospital a eso de las 7 am, a ayudarme a llenar las formas. La abracé, porque realmente me había dado una mano en las horas más complicadas, pero ella respondió, entre avergonzada y sorprendida, que estábamos a mano, por algunas ayudas que le había dado en faena.
Finalmente, llegamos a la noche en cuestión de esta historia...
Había pasado una semana desde que salieron las pequeñas del hospital. Queríamos darles las gracias a nuestros vecinos, por la ayuda y las molestias de cuidar nuestro hogar en nuestra ausencia.
Organizamos una cena elegante. Yo vestía un pantalón negro, chaqueta gris y camisa blanca, con zapatos de vestir.
Kevin vestía un pantalón negro y una camisa a cuadros, desabrochada en el último botón. No vestía informal, pero tampoco vestía elegante.
Fiona, por su parte, venía para lucirse ante sus hombres: un vestido azul intenso, con colgantes y una falda hasta las rodillas; zapatos de tacón del mismo color y un par de aretes de perlas; sin olvidar, por supuesto, que se había tomado el cabello, sabiendo que me derrito por las chicas con cola de caballo.
Sin embargo, la dueña de casa lucía más sensual…
Confieso que esa tarde, fue la primera vez que empecé a sentirme celoso por Marisol y ella lo disfrutaba mucho. La ropa que tenía de antes del embarazo le quedaba chica y apretada y sus carnes se habían acomodado de una manera sensual.
Lo único que podía vestir sin que le quedara incomoda era una falda blanca, bien ligera, que me gustaba que la usara en casa, ya que es parecida a las que usan las tenistas y que le cubría hasta la mitad sus muslos.
Era parte de ese guardarropa secreto que teníamos, para nuestros momentos de intimidad…
Y le dio por vestir una camisa blanca, que dada su nueva condición de madre lactante, no podía cerrar los 2 últimos botones…
No me gustaba su mirada. La conocía bien y estaba caliente. Cierto, yo también tenía planeado propasarme con la esposa de Kevin, pero no me gustaba que nos mirara de esa manera…
Y así estábamos. Los llevamos a conocer a las niñas y Fiona nos miró con algo de envidia, mientras que Kevin la abrazaba, consolándola.
Nos enterneció, pero no por eso íbamos a echar atrás nuestros planes.
Mientras me metía a la cocina, Marisol puso el televisor en el canal del futbol. Dio la “casualidad” que estaba transmitiendo un partido del Manchester, pero yo estaba complicado con el pavo relleno.
“Fiona, ¿Me puedes dar una mano en la cocina?” le dije yo.
“¡Por supuesto!” respondió, más que contenta de no tener que ver el partido. “¿Qué necesitas?”
“Que me ayudes con el relleno del pavo.”
“¿No quieres que te ayude, amor?” preguntó Marisol, con una mirada seductora.
“¡No! ¡Tú solo disfruta del partido!” respondí, con emociones mixtas.
Cuando Fiona entró en la cocina, se sorprendió al ver el pavo armado y aliñado.
“¿Qué necesitas?” preguntó, pero yo sellé sus labios con un beso, vaciando mis celos por Marisol en sus labios.
“Nada… sólo una excusa para robarte…”
Ella empezaba a respirar agitada.
“¡No, Marco!… ¡Kevin está afuera!... ¡Hay que portarse bien!” se resistía, mientras mis manos recorrían su cintura.
Imaginaba a su esposo, tomando los pechos de mi esposa, mientras que ella se lo mamaba, lo que encontraba una injusticia.
En venganza, manoseaba a Fiona sin vergüenza. Mis manos recorrían su cola y su rajita, la que no tardó en humedecerse.
La besé, jugueteando con su lengua…
“Entonces… ¿Quieres que pare?” le pregunté, aunque mi mano en su interior sabía que no iba a parar.
Ella suspiraba.
“No…” respondía ella, suspirando.
Le había bajado los colgantes. No estaba usando sostén…
Se los devoraba, imaginando a Kevin desnudando los pechos de mi esposa. Lamiéndolos, mordiéndolos, chupándolos… sin respeto a la amistad que le había dado. Fiona no se merecía tregua…
“Apuesto que viniste así, esperando que hiciera esto…” le susurraba, mientras besaba su cuello y mis manos agarraban sus pezones.
Tras haberlo hecho tantas veces, conocía sus puntos débiles que la hacían deshacerse en mis manos.
“No… vine por Marisol… para ver las niñas…” trató de engañarme, pero su entrepierna y voz decían otra cosa.
Le pedí que se arrodillara. Ella me miró sorprendida y temerosa.
“¡No, Marco! ¡No podemos! Si nos sorprenden…”
Tuve que forzarlo en sus labios. Marisol debía estar haciéndolo también. La imaginaba mamando, mientras Kevin le masajeaba sus pechos desnudos, masturbándola por el trasero. ¡Tenía que hacerlo yo también!
Al principio, Fiona se resistía, pero al sentir mis manos sobre sus nalgas y el sabor de mis jugos en su lengua, empezó a hacerlo. Me miraba a los ojos y lejos de sentirse humillada, estaba excitadísima, mamándola sin cesar.
Hace una buenísima garganta profunda. Me imagino que debe ser por el monstruo que tiene su marido. Me la chupaba con deleite, limpiándole los juguitos y jugueteando con su lengua.
Pero estaba celoso y quería demostrarle lo puta que se había vuelto.
“¡Olvide servirles refrescos a Marisol y a Kevin!” le dije, mirándola a los ojos.
La idea que sacaría mi pene de su boca le causo un gesto de desagrado y lejos de dejarme partir, lo mamaba con mayor velocidad, desbocando su lengua para darme placer.
“¿Qué pasa si Marisol viene? ¡Nos va a sorprender así!” le dije, fingiendo nerviosismo. “¡Sólo dame 5 minutos y vuelvo!...”
Pero no. Aunque la lógica decía que lo más fácil era dejarme ir, su boca se movía enterrándosela lo más profundo de la garganta.
Imaginaba la lengua de mi Marisol, chupándosela de la misma manera que lo hace conmigo. Tenía que correrme e ir a revisar por mis propios ojos.
Ella sintió mi respiración y se preparó para beberla. No deje que apartara sus labios de mi cabeza. Le llené la boca con mis jugos, los que con mucho gusto tragó. También lamio los restos de leche de la puntita, mirándome con ganas de más.
Mientras recuperaba mis colores, empecé a adecentarme, mientras que ella se vestía. Sonreía muy contenta. Tome los vasos y fui al living.
“¡Lo siento, amor! ¡Olvide traer sus bebidas!” me excusé.
Me percaté al instante del aroma a semen. Kevin no hablaba y había transpirado. Su camisa a cuadros estaba desordenada, con la mitad adentro y afuera.
Marisol no tenía labial y su camisa ahora tenía 3 botones desabrochados…
“¡Menos mal!” respondió Marisol. “¡Necesitaba tomar algo dulce!”
Les digo, aunque lo había hecho con Fiona, me sentía celoso...
“¿Qué tal el partido?” pregunté.
“¡Más o menos! La defensa del Manchester ha estado mala…” me respondió, bien molesta. “Casi les meten un gol. ¿Cómo van las cosas por la cocina?”
“Bien. Ya terminamos con la salsa. Ahora vamos a rellenar el pavo.” Le dije, disimulando mis celos.
Ella sabía a lo que me refería…
“¿No quieres que te ayude?” preguntó nuevamente, con esos ojos de calentura pura.
“¡No, amor!” le respondí, con acido de batería en el estomago. “Aprovecha de ver el partido.”
Y volví a la cocina.
Encontré a Fiona, revisando la cocina.
“Y bueno… ¿En qué quieres que te ayude?” dijo, pensando que las entretenciones terminaban.
La sometí nuevamente, tumbándola sobre el mueble, mientras le bajaba las pantaletas. Ella se estremecía sabiendo lo que iba a pasar.
Yo estaba enojado. Imaginaba a mi Marisol, siendo empalada por ese tremendo palo, mientras se sacudía con las mismas ganas que lo hacía conmigo.
Lo metía con tanta violencia en el trasero de Fiona, que tenía que masticar un paño, para apabullar sus gemidos.
“¡Toma tu relleno!” le decía, tomando sus brazos y penetrándola hasta el fondo.
Su mirada estaba llena de placer.
La besaba por la espalda, le liberaba los colgantes otra vez y le pellizcaba los pechos. Mis manos la tenían loca.
“A mí… me gusta… tu relleno…” decía ella, baboseando sobre el paño, mientras erguía su espalda, para que le tocara mejor sus pechos y su rajita.
“Fiona… dime cuál es la mejor…” le ordené enfurecido.
“… ¿Qué?...” preguntó ella, entre el séptimo y octavo cielo.
Yo estaba enfadado. Podía ver en mi imaginación, la falda de Marisol sacudiéndose, mientras que su trasero subía y bajaba a gran velocidad, mientras que Kevin acariciaba sus nalgas y su cuerpo.
Fiona debía saberlo. Era la que más tiempo había convivido con esa “serpiente” en la cama…
“¿Quién te gusta más que te lo rompa: yo o tu marido?” le tiré la pregunta traicionera.
“No… puedo… responder eso…” gemía, sacando la lengua, como una perra.
“Porque te da vergüenza reconocerlo, ¿Cierto?” le dije, machacándola con rencor.
“No… yo quiero a Kevin… pero…”
“Pero te gusta… que te la meta yo… ¿Verdad?” le pregunté, sobándole el botón y lamiendo su espalda, sin dejar de pensar en Kevin haciéndolo con mi esposa.
Fiona se puso a llorar, de vergüenza y de placer.
“¡Sí!... ¡Me gusta mucho!…” gemía, con una cara desquiciada. “¡Lo haces tan rico!... y no me duele tanto… y cuando te corres… tiras tanto…”
“¿Te gusta… que me corra en tu trasero… cierto?... ¡Confiesa!” la interrogaba, pellizcándole los pechos.
“¡No!... no me hagas decirlo…”
Entonces pare. Me sentí ofendido. Yo no quería reconocer que Kevin era mejor que yo en la cama.
Al detenerme, ella se puso nerviosa. Empezó a menearse por su cuenta, pero era tan gruesa, que apenas podía ensartarse
“¿Qué… pasa?” preguntó.
“No me moveré hasta que lo digas…” le dije, aguantándome.
Ella gemía de deseo...
“¡Esta bien!... ¡Me gusta tu leche!… me voy de aquí y lo hago con mi esposo… fantaseando que lo hago contigo. Por la noche, grito, para que sepas que te escucho… pero me encanta tenerla adentro. ¡Por favor, ahora muévete!”
Y proseguí con la acción, rompiéndola entera.
“¡Toma eso, Kevin!” pensé. “¡Tu mujer prefiere que se la meta yo!”
Pero claro, eso no apartaba de mi cabeza la idea que Marisol también lo disfrutaba a él.
Fiona se corría varias veces, mientras descargaba mi frustración en su trasero.
Mi cuerpo pellizcaba sus pechos, acariciaba su rajita, la besaba en los labios y lamía su espalda, pero lo hacía pensando en Marisol y bombeaba más y más en el trasero de mi vecina.
Finalmente, me corrí en su interior y nos besamos. Ella estaba enamorada de mi verga…
Le pellizcaba los pechos y la besaba, obligándole a reconocer que era mejor amante que Kevin. Mientras esperaba despegarme de su trasero, la masturbaba con violencia y ella se estremecía y tenía orgasmos brutales, que la dejaban lacia. Una vez que pude sacar el glande, la dejé como una cualquiera, para que se recuperara y se lavara.
Era medio tiempo. Como esperaba, nadie estaba en el comedor. Fui al patio y me encontré con Kevin, muy transpirado…
“¿Y Marisol?” pregunté.
“Fue al baño…” respondió, sin mirarme a los ojos.
Su esposa también se estaba lavando mi semen de su trasero…
“¡Te ves cansado, amigo!” le dije, tratando de hacer conversación cordial.
Él sonrió.
“¡Las mujeres, amigo! ¡Las mujeres!” me respondió, con ese tono amistoso.
“¡Cielos!” le respondí, con deseos de tronar mis dedos. “¡Que envidia!”
“Si…” respondió sin mirarme.
“¿Es la novia de la ciudad?” pregunté, fingiendo ignorancia.
“No… rompí con esa… esta es otra…”
“¡Vaya!... ¡Eres todo un galán!” le dije, lleno de celos. “¡Tienes a Fiona y te tiras a otra!…”
“Si… pero creo que también romperé con ella…” me confesó, tomando jugo.
“¿Por qué?” pregunté, sorprendido.
“Porque es una loca insaciable…” respondió. “Además, a nadie le gusta que le digan cómo lo hace su esposo…” dijo, algo disgustado.
¿Marisol decía eso?
“Siempre me dice que me falta tacto, que no sea tan bruto…” decía sorbiendo su vaso de jugo, bastante molesto. “Que no la bese, porque le gustan más los besos de su marido…”
“¿Es casada?” pregunté.
Él se avergonzó.
“Si… es una tigresa en la cama y su cuerpo es muy sensual...” Respondió. “Pero quiero terminar con ella, porque gracias a ti, mi mujer ha cambiado.”
Mi cara de espanto era increíble…
“Me contó que le habías aconsejado leer relatos calientes y ver pornografía, para amenizar la relación. Al parecer, siguió tu consejo y por las tardes, lo hacemos como conejos…” explicó.
Yo estaba anonadado
“Una mujer como Fiona debe ser espectacular…”
Él puso su mano en mi hombro.
“Pero tu Marisol te ama de pies a cabeza. ¡No lo olvides, hermano!” me dijo, reafirmándome con su mirada.
Regresamos a la casa y nos encontramos con ellas, esperándonos sentadas en el sofá. Como les digo, el sexo las pone radiantes…
“¿Falta mucho para la cena?” preguntó Marisol, con ganas de una revancha.
“Un poco. Esta parte es complicada, porque hay que estar vertiendo jugo constantemente, para ablandar la carne y que tome el sabor. Tendré que quedarme un buen rato en la cocina…” Respondí, olvidando de los comentarios de Kevin.
“¿No quieres que te ayude, entonces?” preguntó Marisol, fingiendo estar ilusionada.
Pero quería darle en el gusto. Si quería probar otra verga, pues que lo hiciera y yo me desquitaría con Fiona…
“¡No, corazón! Aprovecha de ver el partido…” le dije, conteniendo mis celos.
Fiona me acompañó, casi saltando. La besé, la acaricie, le desnude los pechos y la desvestí completamente.
Imaginaba a mi Marisol, besando a Kevin, mientras él le comía su cuello, le pellizcaba los pechos y la desfloraba por su rajita.
“¡No, Marco!... ¡No la metas!...” decía Fiona, mientras ya la ensartaba.
“¿No quieres tener un hijo?” le dije, poseído por deseos de venganza y celos.
“Si… pero Kevin… ¡Ah!... es mi esposo…” protestaba, mientras empezaba a meterla y sacarla.
La besaba, mientras que mis manos le metían dedos en el trasero y su lengua babeaba saliva espesa, deseosa de mis besos.
“¿Entonces… quieres que pare?” le decía.
Kevin la tiene larga, pero más delgada. Me costaba ensartársela entera a Fiona y debía ir forzándosela, lo que la hacía gemir sensualmente.
Cuando sintió mis testículos rozando su vagina, sus ojos cambiaron a los de una perra sedienta de verga.
“¡No!... la quiero más adentro…” me besaba, como si fuera una colegiala.
Yo se la metía con insistencia, pensando en mi Marisol montando a Kevin.
Estaba matando a Fiona. Lo notaba por su transpiración y el calor de su lengua.
No metía uno, 2 dedos en su ano. Eran 2, de cada mano.
“¡Son muchos!… ¡Son muchos!… ¡Me duele!...” me abrazaba con fuerza, para que no me detuviera.
“¡Qué vergüenza!” Le dije, con sarcasmo. “¡Tendrás mis hijos… en lugar de los de tu esposo!…”
Ella se deshacía en mis manos.
“Si… si… ¡Quiero tus hijos!... ¡Quiero que me llenes de tus hijos!... noche y día… ¡Embarázame!... como lo hiciste con Marisol…” Me abrazaba con fuerza, para que no me despegara.
Me corrí 2 veces en su interior y ella ya no podía más… sus pechos subían y bajaban, bien agitados.
“¡Que intenso!” me besaba el pecho. “Y aun estás dentro…”
“¡De ahora en adelante, lo haremos todos los días, hasta que te embaraces…” le ordené.
Ella sonreía.
“¿Todos los días?” preguntaba, muy alegre.
La besé, con rencor y apasionadamente.
“Serás mi vecina puta. Te levantaras y apenas se vaya tu esposo, entraras a mi casa y lo haremos sin parar.”
A ella le gustaba la idea de ser puta. Finalmente, la había corrompido…
Nos adecentamos y revisamos el pavo. Aun no se quemaba y quedaban 10 minutos para que terminara el partido.
“¡Ojala tengan hambre!” les dije a Marisol y Kevin, abriendo la puerta de la comedor.
Lucían iguales que al final del primer tiempo.
Nos sentamos a la mesa y lo primero que hice fue revisar la ropa interior de mi esposa. Ella bajaba la mirada, al ver que no tenía calzones y que estaba húmeda…
La cena prosiguió sin muchos incidentes, el pavo estaba delicioso y a eso de medianoche, nuestros comensales se retiraron.
“¿Y bien?” pregunté.
Marisol sonrió, confundida.
“¿Y bien qué?”
“¿Qué pasó con Kevin?”
“¡Ah, eso!” dijo ella, sonriendo bien traviesa. “Pues, tú sabes… lo de siempre.”
“¿Qué es lo de siempre?”
Ella volvió a sonreír.
“¿Te estás poniendo celoso?” preguntó, con una mirada seductora.
“No es mi intención… pero te has puesto guapa…” le confesé.
“¿De verdad estás celoso?” preguntó, con mucho entusiasmo.
“Pues… si. Eres mi esposa…”
Me besó con mucha pasión y deseo. Incluso, se puso a llorar.
“¡Tonto, me haces muy feliz!”
“¿Por qué?”
“Porque ya no quería tener algo con Kevin.” Confesó.
“¿Qué?” pregunté, con la madre de todas las incógnitas.
Ella me explicaba con dificultad.
“Kevin es bonito y dotado… pero más me gustas tú…”
“¿Por… qué?” pregunté.
Por más que entrene, salga a trotar, coma bien y un montón de etcéteras, jamás luciré como Kevin... o tendré un palo tan grande.
“¿Y por qué no?” se enojó. “¿No puede ser que me guste más como me tratas tú? ¿Qué me haces sentir bonita, a pesar de estar embarazada? ¿Que sabes cómo me gusta que me toquen?”
“Marisol, yo…”
“¡Marisol nada! ¡Tú me gustas más! Te mides, te preocupas por mi y cuando hacemos cosas, no me dejas con las ganas… ¿Entiendes?” me explicó.
Yo sonreí.
“Pensé que querías hacerlo con Kevin…”
“¡Claro que no! Lo hacía, porque te pone feliz… pero en el fondo, te imaginaba a ti… y quería verme bonita, para sacarte celos.”
“¿Por qué?”
“Porque nunca nadie ha sentido celos por mí.” Confesó. “Además… no me gusta hacerte sufrir… y aunque aprecio que pienses en mis sentimientos, quiero volver a lo que teníamos antes.”
“¿Por qué?” pregunté, aun más confundido.
Ella se avergonzó.
“Porque será difícil que encuentre a alguien, que me trate o me haga sentir como tú…” me explicó.
Y así fue que decidimos terminar lo del cambio. Aunque las cosas esa tarde habían transcurrido más o menos como yo lo había imaginado, ellos acordaron romper la relación.
Marisol me confesó que tras el anal que le dio nuestro vecino, le costaba mucho volver a alzar el palo, por más que se lo sobara y lo sobara.
Por esa razón, luego de ir a lavarse, volvió a nuestra habitación y se puso el huevito que le regale, a intensidad media, mientras veía el partido con su ex amante.
Y es de esta manera que vamos llegando al presente. Aunque existe la posibilidad que Kevin embarace a Fiona, lo más probable que el padre termine siendo yo, puesto que lo hago más veces que él a diario.
Pero así van terminando mis aventuras…
Marisol creo que ha madurado. Ya no me anda presentando más mujeres o haciéndome comentarios raros.
Incluso, la chaperona que le facilito la universidad es guapa, pero cuando mucho, lo único que me ha pedido Marisol es que la hospedemos en casa por la noche, sin pedirme nada más.
Puesto que tardé tanto en redactar esta entrega, Marisol creyó que algo me había pasado, pero no mide mucho lo difícil que es mi trabajo. Afortunadamente, vuelvo a casa junto con mi ruiseñor y mis pequeñas en unas horas más.
Pero me asalta una duda. Habíamos conversado sobre las últimas entregas y la próxima tenía planeado redactarla sobre que ha sido de mis 4 primeros amores. Yo he cortado comunicaciones con ellas, no porque las haya dejado en el pasado, sino que realmente deseo que encuentren a alguien más que las haga feliz.
Sin embargo, Marisol me dijo que como había tardado tanto, ya lo había redactado ella y que si le dejaba postearlo, me daría una sorpresa que me gustaría mucho…
Siento temor a que me diga que está embarazada de nuevo y no está segura si es de Kevin o mío…


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