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El final de una larga espera (Relato)

El año 2000, un duro año para mí, ya estábamos en Junio, ya estábamos en nuestro nuevo hogar, Córdoba capital, dejamos Carlos Paz con mi familia y un buen tramo de nuestras vidas ahí. Muy por el contrario a lo que yo pensaba este nuevo lugar traería buenas cosas, muy buenas cosas y en muchos aspectos. Encontré una gran cantidad de amigos y finalmente me puse de novio y de manera oficial de la manera que siempre quise.
Siempre muy conservador, muy a la antigua vi los primeros pasos de mi vida sexual y aprendí, las buenas y las malas.
En ese gran grupo de amigos con el que ahora contaba, sin saber, estaba la que iba a ser mi esposa, una piba de mi edad, a la que nunca le vi novio, la que nunca demostró nada por ningún chico y a la que nadie quería encarar por su fuerte personalidad, su cara seria y su poco interés en el sexo opuesto.
Noviembre de 2004, ella ya me gustaba y por lo que me decía un gran amigo en común ella se había fijado un poco en mi y era de su agrado, me costó mucho pero lo hice, la encare y una noche en NODO (un boliche de Córdoba) comenzamos lo nuestro, que no tenia nombre, pero lo teníamos.
Físicamente me atraía, unos ojos verdes preciosos una hermosa nariz y una boca que me hacia imaginar cosas extremas. Pero sin duda lo que más me atraía era lo desconocido, siempre fue muy reservada, nunca se vestía provocativa y ni era de mostrar mucho.
Ya de novios unos tres meses y cada vez conteniéndose menos la calentura logre hacer que se sacara su remera y quedara en corpiños, yo no podía mas, contaba con experiencias que ella no y es lo que le daba gusto a poco a nuestros encuentros.
15 de noviembre de 2005, en su casa, solos, reventándonos en un sillón pude desnudarla por completo, nos besábamos desnudos y de pie contra una pared de su dormitorio, gira su cuerpo, comienza con movimientos pélvicos devastadores para mi apretando mi pene y la remata diciéndome "me encanta sentirla en mi cola, me gusta que la tengas tan dura", todo era demasiado perfecto y algo debía escapársenos en medio de la calentura, no teníamos forros!!! ya daba por terminado nuestro encuentro, nuestro primer encuentro y ella me dice "metela en mi cola" no podía creerlo, no daba crédito a lo que mis oídos escuchaban, sin perder tiempo la arrodille sobre su cama y salive un poco su ano, gemidos cortos, su mano derecha abriendo sus muslos y mi pene entrando y saliendo sin piedad de ese culo redondo, eyacule afuera dejando caer mi semen en su culo y empapándoselo en su vulva húmeda. Había valido la pena todo un año de espera con encuentros cada vez más calientes.
Con el tiempo nos dimos cuenta de que nos gustaba el sexo en lugares arriesgados, como por ejemplo su lugar de trabajo, un kiosco dentro de una universidad privada, al momento de cierre eran las 21 hs, termina de hacer la caja y me dice que tenía que hacer el conteo de los productos sola por que la dueña estaba de vacaciones y el lunes debía estar eso terminado. Fue la vez que mas me quedo en la memoria, no por lo alocado o por la calentura que era normal si no porque en los minutos previos a tener sexo siempre era yo el que daba el primer paso, el que tenia la iniciativa pero esta vez me gano de mano, besándonos me apoye en uno de los freezers de helados y le deje sentir la dureza de mi pene en su abdomen, casi siempre iba a trabajar de yoguin lo que me calentaba de sobre manera, abrió mi bragueta y metió su mano para masajear mi pene que no tardo en ponerse como una piedra y cuando se percato de eso lo saco empezó a lamerlo y meterse solo la punta en su boca, sacaba su lengua y fregaba la cabeza de mi pene en ella suavemente, lo mismo hizo con sus labio y su mejilla mientras me miraba fijamente. Ya no sabía que sentir, la calentura había dejado de ser calentura, era algo más, mucho más, empecé a preocuparme por mi pene, tenía la sensación de que iba a estallar si la dejaba seguir haciendo lo que hacía. Se paro, desato el cordón que ajustaba su pantalón y lo dejo caer, para mayor sorpresa no traía ropa interior, se dio vuelta sin dejar que la tocara y en una reversa fatal metió mi pene hasta el fondo, suspiró notablemente de placer, su cola se masajeaba contra mí, con mi mano izquierda la tomé de su cintura y con la derecha su pelo, la fondeaba con mi pene sin darle tregua casi hasta acabar y lentamente fui disminuyendo ritmo, me pidió que acariciara sus pechos que habían tomado una hermosa forma por efecto de la gravedad y además me permití meter mi pulgar en su ano y paso lo que era inevitable deje salir lo que para mi sentir fueron litros de semen caliente en su interior y continúe moviendo para que mi pene no disminuyera su dureza unos cinco minutos mas y cada vez que recordábamos ese momento terminábamos en la cama, fue insuperable.
Nunca dejamos que nuestro sexo fuera de manual, plano y rutinario. La cama no era un altar, no era el único lugar donde se podía tener sexo, no se nos cruzo nunca meter a otra persona por que lo sentíamos muy nuestro y además habíamos desarrollado un fuerte sentido de pertenencia el uno del otro y que si algo era por la fuerza debía dejarse y no continuar.
Espero les haya gustado. Saludos.

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