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Decisiones: Dos por una.

Nota: Este post pertenece a una historia interactiva, sugiero que para entenderla leas el primer post en el siguiente link:
http://www.poringa.net/posts/relatos/2568665/Decisiones-Inicia-la-aventura.html


Rodrigo menea la cabeza negándose a sí mismo. Por un momento pensó en decirle sobre la promesa con Rebeca, pero luego temió que Lorena decidiera dejar de verlo. No quería perderla, aún no.
––

El día siguiente era sábado. Rodrigo se encontraba lavando ropa, en ese momento también llegó Rebeca del trabajo. Entró en la casa y vio la puerta del patio abierta. Sonrió traviesa.
Se dirigió al patio y de allí se metió a la pequeña habitación de lavado. Ahí sorprendió a Rodrigo por atrás, quien estaba metiendo ropa en la lavadora.
–Si aún no has terminado, lava mi ropa de una vez– dijo Rebeca mientras comenzaba a abrirse la camisa.
Rodrigo sonrió cruzándose de brazos, sabía que su hermana solo quería que se la cogiera, lo estaba provocando. Rebeca le lanzó la camisa y comenzó a sacarse la falda, quedando en medias, tanga y corpiño.
–¿No quieres que lave tu ropa interior?– preguntó Rodrigo mientras le acariciaba la cintura.
Rebeca se dejó mimar divertida.
–Si me ayudas a quitármela– respondió ella.
Rodrigo la abrazó para llegar hasta el broche del corpiño, lo desabrochó y esta cayó. Le jugueteó las tetas y los pezones mientras Rebeca le tocaba la entrepierna. La verga se le puso como piedra, Rebeca la sacó y la comenzó a chupar para dejarla lubricada.
Rodrigo la tomó del rostro e hizo que se levantara. Le tomó de las caderas y la volteó para verle la espalda. Con un par de dedos le hizo a un lado la tanga negra y destapó concha y culo, le acarició las nalgas y luego jugueteó con el culo, deslizó sus dedos un poco más abajo y comenzó a jugar con los labios de la vagina de Rebeca. Esta suspiraba cada vez que Rodrigo trataba de meterle los dedos.
De pronto Rodrigo se tomó la pija y la apuntó a la concha, la acercó un poco y luego trató de empujar para ensartarla, pero Rebeca lo notó y se hizo hacia adelante cubriéndose la concha.
–Te dije que sólo me podías hacer la cola– le advirtió mirándolo por encima de su hombro.
Rodrigo hizo una mueca con la boca, pero igual asintió entendiendo. Se le acercó de nuevo, pero esta vez apuntó la pija al ano. Rodrigo comenzó a empujar para meterlo todo. Rebeca se agarró a la lavadora para poder ayudar a que la verga entrara, respiró hondo, pero en un abrir y cerrar de ojos la verga estaba dentro en su totalidad, aún así Rodrigo bombeó muy lentamente, sacando y metiendo la verga.
En breve comenzó a embestirla con mucha más fuerza. Rebeca comenzó a gemir excitada mientras se masajeaba la concha en pequeños círculos. Rodrigo lo notó y quiso hacer lo mismo, acercó su mano con cuidado por el frente, le tocó el pubis con cuidado viendo cómo reaccionaba. Luego bajó mas los dedos hasta poder tocar el clítoris y el inicio de los labios. Rebeca apretaba los dientes en un intento de no hacer tanto ruido. Entonces Rodrigo siguió embistiéndola mientras la masajeaba. Trató de meterle los dedos a la concha, pero el mismo movimiento que causaban sus embestidas le hacían difícil apuntar los dedos, se le deslizaban. Por fin los pudo introducir, sintió el interior suave y húmedo. Comenzó a penetrarle la concha con los dedos y aceleró la culeada. Rebeca se estaba perdiendo, se vino. Rodrigo se excitó con ello y susurró.
–Voy a venirme.
Rebeca enseguida se alejó y se puso de rodillas agarrándole la pija.
–Dámelo todo–dijo mientas lo pajeaba con la boca abierta y la lengua de fuera.
Rodrigo se excitó aún más y estalló en una corrida descomunal que terminó sobre lengua y labios de Rebeca. Su hermana se relamió los restos de los labios y se lo tragó. Le pajeó un poco hasta que la pija se puso flácida. Se levantó y se fue sin decir más.
Rodrigo se guardó la pija y terminó de lavar la ropa.
––

A la mañana siguiente, Rodrigo se levantó desde temprano. No tenía nada que hacer, pero eso cambiaría en breve.
Del otro lado de su ventana, Lorena estaba despierta. En su cabeza repasaba toda anécdota contada por Rodrigo a lo largo de la semana. Le calentaba por completo cada recuerdo. Por un momento sintió algo de pena por Rodrigo; sabía que Rebeca no le daría la concha al pobre chico. Así, su mente pensó en una divertida y excitante idea ¿Por qué tenía que ser Rebeca quien le diera ese placer a Rodrigo?
Se desnudó completamente, bajó al primer piso y quitó el seguro de la puerta principal. Subió las escaleras y se adentró en su habitación sonriendo divertida. Suspiró para calmar las ansias, abrió las cortinas de su ventana. Podía ver la ventana de la casa aledaña, aquella que era de la habitación de Rodrigo.
–¡Oye, Rodrigo! – dijo con un grito que era más como un susurro –. ¡Rodrigo!
Rodrigo estaba distraído en su computadora, sin embargo, escuchó su nombre en la lejanía. Se levantó de la silla y abrió la cortina para encontrarse con una grata sorpresa, Lorena estaba completamente desnuda, parada frente a la ventana con las tetas apretadas contra el cristal. Ella sonreía.
–¿Qué haces? –preguntó él con una sonrisa curiosa.
–Estoy sola y desprotegida– respondió ella–. ¿No quieres venir a cuidarme?
Rodrigo no lo pensó dos veces y ni siquiera dio respuesta, desapareció de la ventana. No le importó hacer ruido mientras bajaba las escaleras apresurado, después de todo era domingo y Rebeca no despertaría hasta dentro de unas horas.
Logró salir de su casa y entrar en la de Lorena con suma facilidad. Subió las escaleras mientras se quitaba la camisa y la dejaba tirada en el barandal de madera. La puerta del cuarto de Lorena estaba cerrada, así que la abrió con desesperación, esperaba ver a Lorena frente a él, pero no fue así. Recorrió la habitación con la mirada. Ahí estaba ella, recostada bocabajo sobre la cama, con el culo levantado. Rodrigo se le acercó con precaución. Lorena tenía los ojos cerrados y parecía relajada. Obviamente no estaba dormida, pero Rodrigo no sabía qué hacer. Le tocó el hombro, pero la chica se mantuvo inmutable.
Rodrigo optó por rodear la cama. Quedó justamente detrás de ella, viéndole el culo parado. Fijó la mirada en la concha de Lorena. era una vista hermosa, como si le invitara a cogerla. Eso era, ella lo estaba invitando a hacer lo que quisiera. Rodrigo extendió la mano hasta que la punta de su dedo tocó el esponjoso exterior de la vagina. La acarició con los otros dedos y Lorena comenzó a hacer leves ruidos que lo calentaron. Se bajó los pantalones y los bóxers de un solo tirón. Se hincó sobre la cama y enterró la cara entre las nalgas de Lorena. Su lengua se introdujo en la concha y comenzó a jugar con ella. La besaba, la mordía, la lamía. Lorena trataba de mantenerse indiferente y calmada, pero no podía evitar que su respiración de agitara. Estaba excitada y Rodrigo podía sentirlo en la humedad y el olor de la concha. Era un dulce, un manjar. Su verga estaba a tope, siempre dispuesta.
Rodrigo se paró sobre la cama mientras prepara su pija. Dobló un poco las rodillas para quedar a la altura correcta y comenzó a embadurnar su pija contra la concha. Las esponjosidad de los labios de Lorena se sienten tan bien sobre su glande que sigue embadurnándolo por un largo rato. <<Menuda diosa>> piensa mientras es embriagado por las sensaciones.
Lorena está tan prendida que su rostro está ruborizado. Se muere de ganas de que Rodrigo se la meta, pero no quería rogarle. De hecho no quería romper su silencio, así que se mordía el labio inferior mientras sentía la pija acariciando su concha.
Por fin Rodrigo decidió metérsela. Se sujetó la pija con una mano y con la otra le agarró la cadera a Lorena. Dio un pequeño empujón y su cabeza entro con suma facilidad. Lorena estaba mojadísima. Sólo tuvo que dar otro pequeño empujón y su verga estaba completamente dentro. Comenzó a bombearle con algo de mesura. Pero una vez que sentía que la vagina se había acoplado a su verga, empezó a acelerar el bombeo. Pronto se encontraba embistiendo a la chica que apenas y podía guardar silencio. Lorena se aferraba a las sabanas ante el violento movimiento. Sus nalgas sonaban cada vez que eran golpeadas por las piernas y el pubis del chico. A Rodrigo le encantaba ese sonido, lo excitaba más.
De pronto bajó el ritmo. Se hincó y le comenzó a jugar el ano con el pulgar. Seguía bombeando mientras trataba de introducir el dedo en el reducido agujero. De pronto su dedo terminó dentro. Lo sacó y lo metió. Luego dos. Luego empezó a embestirla con fuerza de nuevo. Lorena gimió.
Rodrigo se volvió a poner de pie. Le juntó las piernas a Lorena para que estas apretaran la concha. Nuevamente se puso a la altura doblando las rodillas y la penetró de un solo empujón. La chica gimió casi en un grito. Tal cual perro la embistió. Solo tuvo que dar un par de bombeadas con fuerza y ya se estaba corriendo. Pero antes de que toda su leche se derramara dentro de la concha de Lorena, se la sacó y se la enterró en el culo. Terminó de venírsele dentro del ano mientras empujaba para meterlo hasta el fondo.
No le importó haber terminado. Siguió bombeándole. Lorena no se daba abasto y gemía como posesa. Incluso tuvo que meter la mano entre las piernas para tocarse la concha. En breve gimió con aún más fuerza tras el terrible orgasmo que le estaba causando.
Particularmente, aquél día pasaría algo que prácticamente nunca nadie esperaría que pasara. Rebeca despertó. Algo en su cabeza no la dejaba seguir durmiendo. Quería estar con Rodrigo, y de cierta forma también quería entregársele por completo. Tenía miedo, pero realmente quería hacerlo.
Se levantó de la cama y salió de su habitación. Se acercó a la puerta de Rodrigo, la cual estaba entreabierta. Entró esperando toparse con su amado hermano. Lamentablemente él no estaba ahí. Luego llegaron los ruidosos gemidos de la voz de Lorena desde el otro lado de la ventana. El corazón de Rebeca dio un vuelco y algo, aún más profundo que su corazón, comenzó a causarle dolor.
Bajó las escaleras apresurada. Salió de casa. Entró en la de Lorena y subió las escaleras. En el barandal estaba la camisa de Rodrigo. El dolor aumentó y su corazón se aceleró aún más. Se postró frente aquella puerta. De no ser por estar absorta en sus propios pensamientos habría escuchado los fuertes y lascivos ruidos de Lorena.
Abrió la puerta de golpe. Rodrigo alzó el rostro hacia ella asustado por el ruido de la puerta. Sus miradas se cruzaron y solo pudo sentir la profundidad de la vacía mirada de su hermana. Aquello en la profundidad del ser de Rebeca se rompió. Lorena se percató de que Rodrigo se había detenido. Aún jadeaba de excitación. Abrió los ojos y se topó con el rostro de Rebeca. Ella también sufrió la mirada vacía de su amiga.
Rebeca se fue sin decir nada, con paso apresurado. Rodrigo bajó de la cama y comenzó a vestirse mientras repetía.
–mierda, mierda, mierda…
Lorena se sentó sobre la cama completamente preocupada. No terminaba de entender lo que pasaba, aunque era un poco obvio.
–¿Qué pasa?– preguntó por fin.
Rodrigo se lamenta por dentro, recordando aquel día en el bus, cuando tuvo la oportunidad de contarle a Lorena.
–La cagué– dijo–. Rebeca me dejó hacerle la cola a cambio de prometerle que no te vería más.
Lorena frunció el entrecejo molesta.
–¿Por qué no me lo dijiste antes?
–Porque soy un idiota
Rodrigo se apresuró a salir de la habitación e ir tras su hermana. Pero para cuando llega a su habitación ve a Rebeca empacándole sus cosas. Rodrigo trata de hablarle, pero tampoco encuentra palabras. Trata de disculparse, pero Rebeca parece tan lejana que siente que sólo le habla a las paredes.
–Lárgate– le dice ella mientras le tira la maleta–. No quiero que regreses.
–Pero, Rebeca, escúchame.
–¡Que te largues!
Rodrigo tomó la maleta y salió. Afuera de la casa le esperaba Lorena. También parecía molesta, pero no como Rebeca. Rodrigo suspiró. Tampoco podía ver a la cara a Lorena.
–Supongo que las cosas no salieron como las planeaste– dijo ella.
Lorena se sentía culpable, tenía razones para sentirse así. Tomó a Rodrigo y le dijo que podría llevarlo a un motel para que pasara la noche, ya verían después como arreglarían todo aquello. Por el momento debían dejar sola a Rebeca.
Ya entrada la tarde, el celular de Rodrigo sonó, era una llamada. Contestó.
–¡Eres un pendejo!– dijo la voz masculina del otro lado de la línea.
–¡Te mandé para que estudiaras, no para que te cogieras a cualquier puta!– era su padre. Rebeca le había delatado–. ¡Quiero que te consigas un boleto de regreso! ¡¿Me oíste?! ¡Te vas a poner a trabajar aquí, donde yo pueda verte!
Tal y como su padre ordenó, Rodrigo consiguió un boleto para esa misma noche. Se sentó en una de las últimas filas del autobús. Había jodido su futuro. Había jodido todo. ¿Había valido la pena? Claro que no.

[Bad End]

Lo siento mucho, tomaste las decisiones equivocadas. Déjame un comentario ¿Qué te a parecido esta historia?

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