Hola a todos este es mi primer post. Es un relato que escribí. No soy de los que suben fotos o videos, pero me gusta escribir así que acá dejo un cuento que escribí, bastante tranquilo para empezar. Es un poco largo tal vez, pero espero que no les aburra. Saludos
Un sábado de verano salimos con mi pareja a un cumpleaños. Se trataba de un viejo amigo al que hacía mucho que no veíamos. Hacía bastante calor, pero al ser por la noche aún era un calor agradable. No se trataba de una fiesta formal, así que salimos cómodos. Yo iba vestido con una bermuda de gabardina color crema y una remera negra con alguna imagen graciosa (muy comunes en mí) que no puedo recordar, de zoquetes y calzado deportivo. Ella iba vestida con una camisa blanca de manga corta, con un diseño bien fresco, sandalias y, para mi satisfacción, una pollera de tela roja que le quedaba por encima de las rodillas que yo le había regalado hacía algún tiempo. De camino a la fiesta, en el ómnibus, pasamos charlando y riendo. En el transcurso no pude evitar perder mi mirada varias veces en lo que dejaba ver los botones abiertos de su camisa. Desde mi vista sus senos se veían preciosos. En un punto de la conversación intencionalmente se lo hice notar, poniendo mi mejor cara lasciva. Ella se rió pícaramente y me dijo en un susurro “¡pervertido!” pero puso su mano sobre mi muslo, en la cara interna y la deslizó hasta mi entrepierna, donde presionó levemente. Sentí como empezaba el cosquilleo en esa zona y de inmediato todo se puso firme. Nadie pareció ver o notar nada. De todos modos ella retiró su mano y siguió la conversación como si nada.
Al bajar del ómnibus comenzamos a caminar rumbo al apartamento de mi amigo mientras seguíamos la conversación. Inmediatamente rodeé su espalda con mi brazo y ella a mí, nos encanta caminar así, con el mayor contacto posible. Como poco, agarrados de las manos. Saltábamos de un tema sin importancia al otro, que sobre nuestra serie favorita, o tal cual canción, siempre riendo y haciendo chistes. El barrio era un poco oscuro, y aunque la noche estaba calurosa pasamos una zona en que el viento soplaba más fuerte. Su pollera se levantó un poco y ella que es muy friolenta enseguida se apretó a mí para conseguir calor. La sensación del fresco debe haber llegado a todo su cuerpo porque pude contemplar cómo sus pezones se endurecían. Enseguida el cosquilleo me volvió a recorrer partiendo desde el mismo lugar que antes. Hice un “mmm” lascivo mientras observaba sus pezones descarada y maliciosamente. Ella se dio cuenta enseguida, sonrió y me dio una suave palmada en el trasero “¡basta!”. Continuamos así unas cuadras más y llegamos al edificio donde vivía mi amigo.
Toda la manzana tenía una iluminación pobre, sobre todo el edificio que era bastante antiguo y de arquitectura muy sólida. Algunas luces se veían prendidas en los apartamentos aquí y allá, pero la mayoría estaban apagadas o eran muy tenues. El apartamento que desentonaba era el de mi amigo en el noveno piso. Se notaba una gran iluminación, varias personas en el pequeño balcón fumando y se llegaba a escuchar la música, ya bastante alta. Demoraron bastante en atendernos, tuve que tocar el timbre al menos cuatro veces, pero finalmente alguien escuchó lo escuchó y nos abrió con el portero automático. Cuando estábamos por subir al ascensor justo alcanzamos a ver a una pareja de amigos que llegaba. Me apuré a abrirles, la puerta era de esas que se pueden abrir de adentro sin necesidad de llave, así que les ahorré la necesidad de esperar. Nos saludamos todos contentos y seguimos. Nos subimos medio apretados en el pequeño y viejo ascensor con espejos a los lados y esas puertas internas de reja plegable que parecen sacadas del Paris histórico, y empezamos el ascenso charlando
Yo abrazaba por la espalda a mi pareja para ahorrar espacio en el diminuto ascensor mientras nos poníamos rápidamente al día con los recién llegados. El ascensor subía algo lento, y daba algunas sacudidas pequeñas. No sé si era por el calor de la noche, la vestimenta ligeramente más provocativa de mi pareja (en comparación a su estándar) o vaya a saber porqué pero de nuevo me subió la temperatura corporal. Sentí como mi entrepierna se entumecía y una brisa de lujuria acariciaba mi cuerpo. Soy un tipo más bien pudoroso, no acostumbro a arriesgarme a pasar ningún tipo de vergüenza en público pero no pude evitar la tentación así que discretamente presioné mi ingle sobre la pollera roja de mi pareja haciéndole sentir la dureza que crecía allí dentro. Si yo soy pudoroso ella lo es aún peor. Pensé que me daría un pequeño y disimulado codazo, o me apretaría con fuerza el brazo en señal de disgusto, sin embargo me sonrió apenas a través del espejo y con un brillo especial en los ojos que sólo yo noté, apretó aun más su cadera sobre mi y fingiendo acomodarse de postura la movió a un lado y otro haciéndome delirar y dejándome más duro que el titanio. Nuestros amigos no parecieron darse cuenta de nada y seguían hablando animadamente. Ya me estaba arrepintiendo de mi travesura porque era evidente que mi bermuda de gabardina no podría ocultar aquello cuando nos bajásemos del ascensor, y aunque estaba tratando de concentrarme para recuperar el control ella seguía moviéndose disimuladamente y presionando, haciendo que la temperatura y el morbo me subieran por las nubes. Para colmo no pude evitar ver su escote y sus senos por el reflejo del espejo de enfrente y el deseo me comenzó a desbordar, la bragueta parecía a punto de explotar y nuestros amigos seguían hablando, yo a ese punto ya ni sabía de qué, ni siquiera los estaba escuchando (algo de un viaje a Perú). Ella me sonreía con una mezcla de picardía y placer. Cuando pensé que ya todo estaba arruinado, que saldría de ese ascensor con mi “amigo” al frente y tendría que soportar unas cuantas miradas incómodas, el ascensor dio un salto fuerte, y los cuatro nos sacudimos casi tropezando. Mi novia dio un pequeño grito, nos separamos un poco y la firmeza se aflojó de inmediato por los nervios de quedarnos atrancados, permitiendo que mi sangre volviera a circular con normalidad por el resto de mi cuerpo. Quedamos detenidos, pasando medio metro el séptimo piso.
Luego de un par de exclamaciones, insultos y especulaciones acerca del oficio de la madre del constructor del ascensor volvimos a apretar el botón del noveno piso y luego de un instante que pareció durar como un minuto entero, el ascensor continuó su marcha y segundos después llegamos a nuestro destino. Para entonces mi novia se había vuelto a abrazar a mí, pero el sacudón nos había dejado a todos de mal humor. Salimos y luego de unos comentarios de alivio ingresamos a la fiesta.
Enseguida fuimos recibidos por nuestros amigos y antes de terminar de saludarnos con todos ya teníamos un vaso de cerveza en la mano. La música estaba fuerte, la gente muy feliz conversando y riendo, pasaban de un lugar al otro del apartamento cruzando comentarios para ir al balcón o dirigirse a la cocina. Estuvimos un buen rato conversando muy entretenidos, poniéndonos al día con muchos amigos, conociendo gente nueva, saltando de un tema al otro, estudios, nuevas parejas, nuevos des-emparejamientos, trabajos, música, películas y series, chismes, anécdotas y un montón de cosas más. Entre tanto, intercalábamos algún bocado de picada, pizza y bocados caseros mientras los vasos se vaciaban y volvían a llenar, ya no de cerveza, sino tal vez un daiquiri, algún vino o Martini o un trago de pomelo con vodka. Para cuando algunos propusieron armar un baile improvisado ya ambos estábamos bastante alegres por el alcohol.
No somos muy adeptos al baile, pero pronto el efecto des inhibitorio del alcohol y la alegría generalizada nos inundó y nos sumamos con nuestros rudimentarios movimientos. Enseguida nos pusimos a bailar con un grupo de amigos con los que teníamos más afinidad, de ese modo que bailamos los uruguayos, en grupos. No se recuerdo quién elegía la música pero para nosotros era un hit tras otro y, vaso en mano, nos soltamos más a bailar. En un momento dado algunos del grupo salieron a fumar al balcón y de pronto la música se puso más picante e ideal para bailar en parejas así que nos quedamos bailando juntos. Yo tomé a mi pareja de la cintura y ese contacto sobre su espalda, el escote de su camisa y la pollera ondulando alcanzaron para despertar las mismas sensaciones que hacía una hora y media atrás en el ascensor. La miré con mirada libidinosa y la acerque con mi brazo hasta que estuvo bien pegada a mi cuerpo, y pude sentirla sobre mí. Ella me sonrió y sus ojitos brillaron mientras se dejó llevar y se apretó contra mí ondulando su cadera de un modo que enseguida me encendió. Bajé la mano hasta su trasero y la empujé contra mi bulto para que sintiera el efecto que ejercía en mí. Ella rió y me retiró mi mano más para arriba mientras me susurraba un "Noo" dulce, travieso y casi sin ganas, pero sin retirarse, apretándose más y contoneándose, lo que hizo que me hirviera la sangre de inmediato. El tema terminó y se ella se separó para continuar hablando bailando con el resto del grupo. Yo ya estaba como loco. Tenía ganas de lanzarme sobre su cuello, que tanto me encanta y tan expuesto y seductor se me hacía ahora que tenía el cabello corto, para besarlo, lamerlo y morderlo suavemente.
No habrían pasado ni dos temas cuando su vaso se vació, y como en la mesa de las bebidas no quedaba el daiquiri que ella estaba tomando se dirigió a la cocina a buscar más en la heladera. Yo la dejé ir y dos segundos más tarde la seguí. La cocina era pequeña y sólo se separaba del enorme living por un hall y una mampara que estaba abierta. Ella estaba inclinada hacia el interior de la heladera, la única luz era la del electrodoméstico y la que venía del living pasando el hall. Su cola se me hacía exquisita, sus curvas tan tentadoras. Entré rápida y silenciosamente, y antes de que ella pudiera levantarse para ver quién era cerré la mampara y me abalancé sobre ella.
La tomé por la cintura desde atrás y la apreté contra mi cuerpo. Ella dejó escapar una pequeña exclamación de asombro y maniobro justo a tiempo para evitar dejar caer la jarra de daiquiri. Me pegué sobre su espalda y empujé mi cadera sobre su cola para que pudiera sentir mi erección mientras pasaba mis brazos por debajo de los suyos abrazándola. Ella hizo un breve intento de resistencia, seguramente porque temía que alguien fuera a entrar pero yo lo sofoqué apretándola con más fuerza, a lo que ella respondió con un murmullo de placer encorvándose hacia atrás apretándose a mí y ofreciéndome ese cuello que sabía que estaba deseando. Enseguida mis manos hambrientas cobraron vida propia. Con mi mano izquierda tomé su cuello acariciándolo primero pero enseguida lo apresé, con delicadeza pero firmemente, y empujé su cara hacia un costado con los dedos de forma suave, exponiendo su cuello, sobre el que mi boca se abalanzó y mordió tiernamente. Al mismo tiempo mi mano derecha se deslizó desde su cintura por debajo de la camisa, como una serpiente, pegada su piel, por debajo de su corpiño, alcanzando la redondez de su pecho izquierdo y aferrándolo con firmeza. Ella gimió de placer entre ambas caricias, y entre mis dedos creció su pezón, y entre mis labios vibró la piel de su cuello en esa muestra de placer. Yo ya estaba fuera de mis cabales con un garrote entre mis piernas empujando sobre sus nalgas. Deseaba poseerla ahí mismo. Ella comenzó a resistirse nuevamente. "No,... mmm, ... no, va a venir alguien" susurró poco convincentemente. No hice caso. La abracé con más fuerza aún, con algo de rudeza, y sin liberar su cuello de mi garra y mis besos calientes, deslicé mi mano rápidamente por debajo de la pollera hasta su entrepierna y mis dedos resbalaron en sus labios empapados y se hundieron levemente entre ellos acariciándolos. Se le escapó un gemido de placer acompañado de un temblor que recorrió todo su cuerpo y eso de inmediato me dejó tan excitado que el miembro se me puso tan duro que dolía. Sin embargo, a fuerza de voluntad se separó de mí y retiró mi mano de abajo de su pollera dándose vuelta y enfrentándome. "Para, no ves que puede entrar alguien en cualquier momento" me reprochó. "No me importa" fue mi respuesta y la agarré de la cintura empujándola hacia mí para que sintiera como estaba de firme. Tomé una de sus manos y por la fuerza la guié hacia mis pantalones, al principio se resistió un poco pero luego se dejó llevar y con presteza metió su mano por debajo de mi calzoncillo, y comenzó a acariciarme. No pude evitar gemir de placer. Ella sonrió con lujuria, me tomo la pieza y apretó. Se me escapo otro quejido de placer. Pero ella retiró enseguida su mano y me alejó de ella mientras decía "Ahora no, más tarde". Iba a replicar, pero justo en ese momento alguien corrió la mampara.
"Ups, perdón" dijo uno de los tipos que habíamos conocido hacía un rato, que por lo visto se dio cuenta enseguida de lo que había estado pasando, por nuestras caras y probablemente por mi paquete que no se había reducido ni un milímetro. Nos disculpamos y salimos raudos. "Y si nos vamos?" me dijo mi novia mientras me agarraba una nalga y me miraba pícaramente. "Ya!" fue mi única respuesta. Y después de hacer una breve parada en el baño para esperar a que la evidencia del hecho "disminuyera" un poco nos fuimos a despedir. Varios ya estaban destruidos por la ingesta de alcohol pero unos cuantos nos preguntaron que porqué nos íbamos tan temprano. Inventamos una excusa de tener que trabajar temprano o algo por el estilo. "La puerta se puede abrir desde el lado de adentro así que no precisan portero" nos dijo al despedirse el dueño de casa, y así salimos del apartamento, después de unos últimos saludos.
Me abalancé a llamar el ascensor pero mi novia me agarró del brazo. "No, deja, prefiero bajar por las escaleras, no quiero arriesgarme a quedarnos trancados en ese ascensor de porquería" pensé en decirle que no habría problema pero enseguida desistí, tampoco me agradaba la posibilidad y además estaba hirviendo de ganas por abrirme paso en su pollera, no había tiempo que perder. Empezamos a bajar por la escalera alrededor del ascensor. El pozo del ascensor estaba rodeado por muro, de modo tal que solo se veía hacia adentro frente a la puerta del ascensor. Cada descanso detrás del ascensor tenía una ancha ventana que desde esa altura y en ese lugar permitía ver la playa y la noche, con algunas pocas estrellas. Mi novia iba a la delantera un par de escalones antes que yo, de modo tal que desde mi perspectiva podía ver su escote aun mejor que antes, porque se ve que en nuestro forcejeo de la cocina se había aflojado un botón y en el apuro ya se había soltado del todo, dejándome ver sus senos con claridad.
No aguanté más y en el descanso entre el sexto y quinto piso la agarré de un brazo y la volví a apresar exactamente como lo había hecho en la cocina, tomándola del cuello con mi mano izquierda y abrazándola de la cintura con fuerza mientras apoyaba mi cintura sobre la suya. Esta vez no hubo ninguna resistencia. Ella empujó su cadera sobre la mía, para poder disfrutar mejor de mi dureza y ambos suspiramos de placer. El descanso de la escalera y los pasillos arriba y abajo estaban completamente oscuros, la única luz venía desde el exterior, tenue, suave. El calor era importante. Me prendí nuevamente a su cuello, besando, lamiendo, mordiendo, luego a su boca que estaba deseosa y nos besamos casi salvajemente. Con mi mano derecha subí nuevamente hasta sus senos pero esta vez, desabrochando todos los botones a su paso, y me lancé sobre su pecho derecho. Sus pezones ya estaban duros y deliciosos, los apreté y acaricié durante unos segundos mientras seguíamos besándonos como desesperados. Bajé mi mano hasta su ingle y la deslicé por debajo de su pollera y su ropa interior. Note primero la humedad de la bombacha y luego el calor y humedad de ella, y de nuevo mis dedos resbalaron en esos labios deliciosos, jugando con ellos, acariciando entrando y saliendo. Ella empezó a dar gemidos sonoros y su mano fue hasta su espalda en busca de mi pantalón, donde comenzó a intentar de colarse. Pero la posición era muy difícil y yo estaba muy apretado a ella. Luego de una contracción de placer por mis caricias se ingenió para darse vuelta hasta estar cara a cara conmigo y me besó con inusitada voracidad, mientras con ambas manos abrió el cierre de mi pantalón, desprendió el botón y de un tirón sacó mi hierro caliente hacia afuera. Continuó con sus besos sedientos, su lengua entraba y salía en mi boca, acariciando todo a su paso, tomó mi miembro con su mano derecha y empezó a masturbarme, lentamente, pero apretando con fuerza, arrancándome gemidos de gozo. Metió su otra mano por debajo de mi remera, acariciándome y arañándome con suavidad mientras empezó a bajar lentamente dándome besos, hasta que su rostro quedó a la altura de mi ingle. Tomó mi miembro con fuerza por la base con una mano y comenzó a metérselo lentamente en la boca mientras me acariciaba las bolas y las zonas aledañas con la otra. Su boca era suave, caliente y húmeda, y su lengua se movía acariciándome de una manera que me hacía delirar y gemir.
No iba a durar mucho de esa manera, así que la aparte luego de un momento delicioso y rápidamente y con firmeza la obligué a pararse y girarse nuevamente, pero esta vez con mi mano izquierda la tomé del cabello rudamente, jalando. Ella reclinó su cabeza hacia atrás sumisa. Metí la otra mano por debajo de su pollera y bajé su bombacha empapada de un tirón hasta la mitad de sus muslos. Eso alcanzó para hacerla gemir. Ella se encorvó acercándome su cadera. Levanté su pollera sin dejar de sostenerla del pelo y luego de una corta búsqueda me metí en ella de golpe y con fuerza. Gimió ruidosamente, casi que gritó. Era tan suave y húmeda, tan caliente que me hacía delirar. Ella se apoyó en la ventana y se inclinó más hacia atrás, empujándome más hacia adentro. Empecé a entrar y salir cada vez con más fuerza. Era tal la lujuria que teníamos ambos que luego de unas diez embestidas me derramé dentro de ella, casi a chorros, en medio de ruidosos gemidos de ambos al acabar juntos. Continuamos durante como un minuto más, aunque sería difícil decirlo. Disfrutando de entrar y salir, resbalándonos en nuestros fluidos calientes, gimiendo suavemente, casi ronroneando. Lentamente me deslicé fuera de ella con un suspiro de placer. Ella se irguió un poco y la abracé tiernamente. Metí mi mano nuevamente por debajo de su pollera y acaricié su vulva calurosa, de la cual ya emanaba mi semilla. La acaricié así suavemente durante un rato, esparciendo todo aquello en mi mano, su pelo, sus labios y el interior de sus muslos y continué acariciándola otro poco más.
De pronto una luz se encendió al final del pasillo de arriba y una puerta se abrió. El encanto se rompió de golpe. Ni nos miramos ni dijimos nada, ella se subió de apuro la bombacha y yo introduje como pude todo dentro de la bermuda y salimos casi a corriendo hacia abajo por las escaleras mientras ella se prendía los botones de la camisa. Escuchamos una voz masculina diciendo algo enfadado pero no pudimos distinguir de que se trataba. Llegamos a la puerta exhaustos y salimos sin dificultad. Nada más llegar a la vereda nos abrazamos y nos dimos un beso largo, suave y tierno, y nos alejamos del edificio caminando tranquilos, abrazados y haciéndonos caricias, felices, rumbo a casa a bañarnos y a por la continuación.
Espero que les haya gustado, un saludos todos
El pelado Tian
Un sábado de verano salimos con mi pareja a un cumpleaños. Se trataba de un viejo amigo al que hacía mucho que no veíamos. Hacía bastante calor, pero al ser por la noche aún era un calor agradable. No se trataba de una fiesta formal, así que salimos cómodos. Yo iba vestido con una bermuda de gabardina color crema y una remera negra con alguna imagen graciosa (muy comunes en mí) que no puedo recordar, de zoquetes y calzado deportivo. Ella iba vestida con una camisa blanca de manga corta, con un diseño bien fresco, sandalias y, para mi satisfacción, una pollera de tela roja que le quedaba por encima de las rodillas que yo le había regalado hacía algún tiempo. De camino a la fiesta, en el ómnibus, pasamos charlando y riendo. En el transcurso no pude evitar perder mi mirada varias veces en lo que dejaba ver los botones abiertos de su camisa. Desde mi vista sus senos se veían preciosos. En un punto de la conversación intencionalmente se lo hice notar, poniendo mi mejor cara lasciva. Ella se rió pícaramente y me dijo en un susurro “¡pervertido!” pero puso su mano sobre mi muslo, en la cara interna y la deslizó hasta mi entrepierna, donde presionó levemente. Sentí como empezaba el cosquilleo en esa zona y de inmediato todo se puso firme. Nadie pareció ver o notar nada. De todos modos ella retiró su mano y siguió la conversación como si nada.
Al bajar del ómnibus comenzamos a caminar rumbo al apartamento de mi amigo mientras seguíamos la conversación. Inmediatamente rodeé su espalda con mi brazo y ella a mí, nos encanta caminar así, con el mayor contacto posible. Como poco, agarrados de las manos. Saltábamos de un tema sin importancia al otro, que sobre nuestra serie favorita, o tal cual canción, siempre riendo y haciendo chistes. El barrio era un poco oscuro, y aunque la noche estaba calurosa pasamos una zona en que el viento soplaba más fuerte. Su pollera se levantó un poco y ella que es muy friolenta enseguida se apretó a mí para conseguir calor. La sensación del fresco debe haber llegado a todo su cuerpo porque pude contemplar cómo sus pezones se endurecían. Enseguida el cosquilleo me volvió a recorrer partiendo desde el mismo lugar que antes. Hice un “mmm” lascivo mientras observaba sus pezones descarada y maliciosamente. Ella se dio cuenta enseguida, sonrió y me dio una suave palmada en el trasero “¡basta!”. Continuamos así unas cuadras más y llegamos al edificio donde vivía mi amigo.
Toda la manzana tenía una iluminación pobre, sobre todo el edificio que era bastante antiguo y de arquitectura muy sólida. Algunas luces se veían prendidas en los apartamentos aquí y allá, pero la mayoría estaban apagadas o eran muy tenues. El apartamento que desentonaba era el de mi amigo en el noveno piso. Se notaba una gran iluminación, varias personas en el pequeño balcón fumando y se llegaba a escuchar la música, ya bastante alta. Demoraron bastante en atendernos, tuve que tocar el timbre al menos cuatro veces, pero finalmente alguien escuchó lo escuchó y nos abrió con el portero automático. Cuando estábamos por subir al ascensor justo alcanzamos a ver a una pareja de amigos que llegaba. Me apuré a abrirles, la puerta era de esas que se pueden abrir de adentro sin necesidad de llave, así que les ahorré la necesidad de esperar. Nos saludamos todos contentos y seguimos. Nos subimos medio apretados en el pequeño y viejo ascensor con espejos a los lados y esas puertas internas de reja plegable que parecen sacadas del Paris histórico, y empezamos el ascenso charlando
Yo abrazaba por la espalda a mi pareja para ahorrar espacio en el diminuto ascensor mientras nos poníamos rápidamente al día con los recién llegados. El ascensor subía algo lento, y daba algunas sacudidas pequeñas. No sé si era por el calor de la noche, la vestimenta ligeramente más provocativa de mi pareja (en comparación a su estándar) o vaya a saber porqué pero de nuevo me subió la temperatura corporal. Sentí como mi entrepierna se entumecía y una brisa de lujuria acariciaba mi cuerpo. Soy un tipo más bien pudoroso, no acostumbro a arriesgarme a pasar ningún tipo de vergüenza en público pero no pude evitar la tentación así que discretamente presioné mi ingle sobre la pollera roja de mi pareja haciéndole sentir la dureza que crecía allí dentro. Si yo soy pudoroso ella lo es aún peor. Pensé que me daría un pequeño y disimulado codazo, o me apretaría con fuerza el brazo en señal de disgusto, sin embargo me sonrió apenas a través del espejo y con un brillo especial en los ojos que sólo yo noté, apretó aun más su cadera sobre mi y fingiendo acomodarse de postura la movió a un lado y otro haciéndome delirar y dejándome más duro que el titanio. Nuestros amigos no parecieron darse cuenta de nada y seguían hablando animadamente. Ya me estaba arrepintiendo de mi travesura porque era evidente que mi bermuda de gabardina no podría ocultar aquello cuando nos bajásemos del ascensor, y aunque estaba tratando de concentrarme para recuperar el control ella seguía moviéndose disimuladamente y presionando, haciendo que la temperatura y el morbo me subieran por las nubes. Para colmo no pude evitar ver su escote y sus senos por el reflejo del espejo de enfrente y el deseo me comenzó a desbordar, la bragueta parecía a punto de explotar y nuestros amigos seguían hablando, yo a ese punto ya ni sabía de qué, ni siquiera los estaba escuchando (algo de un viaje a Perú). Ella me sonreía con una mezcla de picardía y placer. Cuando pensé que ya todo estaba arruinado, que saldría de ese ascensor con mi “amigo” al frente y tendría que soportar unas cuantas miradas incómodas, el ascensor dio un salto fuerte, y los cuatro nos sacudimos casi tropezando. Mi novia dio un pequeño grito, nos separamos un poco y la firmeza se aflojó de inmediato por los nervios de quedarnos atrancados, permitiendo que mi sangre volviera a circular con normalidad por el resto de mi cuerpo. Quedamos detenidos, pasando medio metro el séptimo piso.
Luego de un par de exclamaciones, insultos y especulaciones acerca del oficio de la madre del constructor del ascensor volvimos a apretar el botón del noveno piso y luego de un instante que pareció durar como un minuto entero, el ascensor continuó su marcha y segundos después llegamos a nuestro destino. Para entonces mi novia se había vuelto a abrazar a mí, pero el sacudón nos había dejado a todos de mal humor. Salimos y luego de unos comentarios de alivio ingresamos a la fiesta.
Enseguida fuimos recibidos por nuestros amigos y antes de terminar de saludarnos con todos ya teníamos un vaso de cerveza en la mano. La música estaba fuerte, la gente muy feliz conversando y riendo, pasaban de un lugar al otro del apartamento cruzando comentarios para ir al balcón o dirigirse a la cocina. Estuvimos un buen rato conversando muy entretenidos, poniéndonos al día con muchos amigos, conociendo gente nueva, saltando de un tema al otro, estudios, nuevas parejas, nuevos des-emparejamientos, trabajos, música, películas y series, chismes, anécdotas y un montón de cosas más. Entre tanto, intercalábamos algún bocado de picada, pizza y bocados caseros mientras los vasos se vaciaban y volvían a llenar, ya no de cerveza, sino tal vez un daiquiri, algún vino o Martini o un trago de pomelo con vodka. Para cuando algunos propusieron armar un baile improvisado ya ambos estábamos bastante alegres por el alcohol.
No somos muy adeptos al baile, pero pronto el efecto des inhibitorio del alcohol y la alegría generalizada nos inundó y nos sumamos con nuestros rudimentarios movimientos. Enseguida nos pusimos a bailar con un grupo de amigos con los que teníamos más afinidad, de ese modo que bailamos los uruguayos, en grupos. No se recuerdo quién elegía la música pero para nosotros era un hit tras otro y, vaso en mano, nos soltamos más a bailar. En un momento dado algunos del grupo salieron a fumar al balcón y de pronto la música se puso más picante e ideal para bailar en parejas así que nos quedamos bailando juntos. Yo tomé a mi pareja de la cintura y ese contacto sobre su espalda, el escote de su camisa y la pollera ondulando alcanzaron para despertar las mismas sensaciones que hacía una hora y media atrás en el ascensor. La miré con mirada libidinosa y la acerque con mi brazo hasta que estuvo bien pegada a mi cuerpo, y pude sentirla sobre mí. Ella me sonrió y sus ojitos brillaron mientras se dejó llevar y se apretó contra mí ondulando su cadera de un modo que enseguida me encendió. Bajé la mano hasta su trasero y la empujé contra mi bulto para que sintiera el efecto que ejercía en mí. Ella rió y me retiró mi mano más para arriba mientras me susurraba un "Noo" dulce, travieso y casi sin ganas, pero sin retirarse, apretándose más y contoneándose, lo que hizo que me hirviera la sangre de inmediato. El tema terminó y se ella se separó para continuar hablando bailando con el resto del grupo. Yo ya estaba como loco. Tenía ganas de lanzarme sobre su cuello, que tanto me encanta y tan expuesto y seductor se me hacía ahora que tenía el cabello corto, para besarlo, lamerlo y morderlo suavemente.
No habrían pasado ni dos temas cuando su vaso se vació, y como en la mesa de las bebidas no quedaba el daiquiri que ella estaba tomando se dirigió a la cocina a buscar más en la heladera. Yo la dejé ir y dos segundos más tarde la seguí. La cocina era pequeña y sólo se separaba del enorme living por un hall y una mampara que estaba abierta. Ella estaba inclinada hacia el interior de la heladera, la única luz era la del electrodoméstico y la que venía del living pasando el hall. Su cola se me hacía exquisita, sus curvas tan tentadoras. Entré rápida y silenciosamente, y antes de que ella pudiera levantarse para ver quién era cerré la mampara y me abalancé sobre ella.
La tomé por la cintura desde atrás y la apreté contra mi cuerpo. Ella dejó escapar una pequeña exclamación de asombro y maniobro justo a tiempo para evitar dejar caer la jarra de daiquiri. Me pegué sobre su espalda y empujé mi cadera sobre su cola para que pudiera sentir mi erección mientras pasaba mis brazos por debajo de los suyos abrazándola. Ella hizo un breve intento de resistencia, seguramente porque temía que alguien fuera a entrar pero yo lo sofoqué apretándola con más fuerza, a lo que ella respondió con un murmullo de placer encorvándose hacia atrás apretándose a mí y ofreciéndome ese cuello que sabía que estaba deseando. Enseguida mis manos hambrientas cobraron vida propia. Con mi mano izquierda tomé su cuello acariciándolo primero pero enseguida lo apresé, con delicadeza pero firmemente, y empujé su cara hacia un costado con los dedos de forma suave, exponiendo su cuello, sobre el que mi boca se abalanzó y mordió tiernamente. Al mismo tiempo mi mano derecha se deslizó desde su cintura por debajo de la camisa, como una serpiente, pegada su piel, por debajo de su corpiño, alcanzando la redondez de su pecho izquierdo y aferrándolo con firmeza. Ella gimió de placer entre ambas caricias, y entre mis dedos creció su pezón, y entre mis labios vibró la piel de su cuello en esa muestra de placer. Yo ya estaba fuera de mis cabales con un garrote entre mis piernas empujando sobre sus nalgas. Deseaba poseerla ahí mismo. Ella comenzó a resistirse nuevamente. "No,... mmm, ... no, va a venir alguien" susurró poco convincentemente. No hice caso. La abracé con más fuerza aún, con algo de rudeza, y sin liberar su cuello de mi garra y mis besos calientes, deslicé mi mano rápidamente por debajo de la pollera hasta su entrepierna y mis dedos resbalaron en sus labios empapados y se hundieron levemente entre ellos acariciándolos. Se le escapó un gemido de placer acompañado de un temblor que recorrió todo su cuerpo y eso de inmediato me dejó tan excitado que el miembro se me puso tan duro que dolía. Sin embargo, a fuerza de voluntad se separó de mí y retiró mi mano de abajo de su pollera dándose vuelta y enfrentándome. "Para, no ves que puede entrar alguien en cualquier momento" me reprochó. "No me importa" fue mi respuesta y la agarré de la cintura empujándola hacia mí para que sintiera como estaba de firme. Tomé una de sus manos y por la fuerza la guié hacia mis pantalones, al principio se resistió un poco pero luego se dejó llevar y con presteza metió su mano por debajo de mi calzoncillo, y comenzó a acariciarme. No pude evitar gemir de placer. Ella sonrió con lujuria, me tomo la pieza y apretó. Se me escapo otro quejido de placer. Pero ella retiró enseguida su mano y me alejó de ella mientras decía "Ahora no, más tarde". Iba a replicar, pero justo en ese momento alguien corrió la mampara.
"Ups, perdón" dijo uno de los tipos que habíamos conocido hacía un rato, que por lo visto se dio cuenta enseguida de lo que había estado pasando, por nuestras caras y probablemente por mi paquete que no se había reducido ni un milímetro. Nos disculpamos y salimos raudos. "Y si nos vamos?" me dijo mi novia mientras me agarraba una nalga y me miraba pícaramente. "Ya!" fue mi única respuesta. Y después de hacer una breve parada en el baño para esperar a que la evidencia del hecho "disminuyera" un poco nos fuimos a despedir. Varios ya estaban destruidos por la ingesta de alcohol pero unos cuantos nos preguntaron que porqué nos íbamos tan temprano. Inventamos una excusa de tener que trabajar temprano o algo por el estilo. "La puerta se puede abrir desde el lado de adentro así que no precisan portero" nos dijo al despedirse el dueño de casa, y así salimos del apartamento, después de unos últimos saludos.
Me abalancé a llamar el ascensor pero mi novia me agarró del brazo. "No, deja, prefiero bajar por las escaleras, no quiero arriesgarme a quedarnos trancados en ese ascensor de porquería" pensé en decirle que no habría problema pero enseguida desistí, tampoco me agradaba la posibilidad y además estaba hirviendo de ganas por abrirme paso en su pollera, no había tiempo que perder. Empezamos a bajar por la escalera alrededor del ascensor. El pozo del ascensor estaba rodeado por muro, de modo tal que solo se veía hacia adentro frente a la puerta del ascensor. Cada descanso detrás del ascensor tenía una ancha ventana que desde esa altura y en ese lugar permitía ver la playa y la noche, con algunas pocas estrellas. Mi novia iba a la delantera un par de escalones antes que yo, de modo tal que desde mi perspectiva podía ver su escote aun mejor que antes, porque se ve que en nuestro forcejeo de la cocina se había aflojado un botón y en el apuro ya se había soltado del todo, dejándome ver sus senos con claridad.
No aguanté más y en el descanso entre el sexto y quinto piso la agarré de un brazo y la volví a apresar exactamente como lo había hecho en la cocina, tomándola del cuello con mi mano izquierda y abrazándola de la cintura con fuerza mientras apoyaba mi cintura sobre la suya. Esta vez no hubo ninguna resistencia. Ella empujó su cadera sobre la mía, para poder disfrutar mejor de mi dureza y ambos suspiramos de placer. El descanso de la escalera y los pasillos arriba y abajo estaban completamente oscuros, la única luz venía desde el exterior, tenue, suave. El calor era importante. Me prendí nuevamente a su cuello, besando, lamiendo, mordiendo, luego a su boca que estaba deseosa y nos besamos casi salvajemente. Con mi mano derecha subí nuevamente hasta sus senos pero esta vez, desabrochando todos los botones a su paso, y me lancé sobre su pecho derecho. Sus pezones ya estaban duros y deliciosos, los apreté y acaricié durante unos segundos mientras seguíamos besándonos como desesperados. Bajé mi mano hasta su ingle y la deslicé por debajo de su pollera y su ropa interior. Note primero la humedad de la bombacha y luego el calor y humedad de ella, y de nuevo mis dedos resbalaron en esos labios deliciosos, jugando con ellos, acariciando entrando y saliendo. Ella empezó a dar gemidos sonoros y su mano fue hasta su espalda en busca de mi pantalón, donde comenzó a intentar de colarse. Pero la posición era muy difícil y yo estaba muy apretado a ella. Luego de una contracción de placer por mis caricias se ingenió para darse vuelta hasta estar cara a cara conmigo y me besó con inusitada voracidad, mientras con ambas manos abrió el cierre de mi pantalón, desprendió el botón y de un tirón sacó mi hierro caliente hacia afuera. Continuó con sus besos sedientos, su lengua entraba y salía en mi boca, acariciando todo a su paso, tomó mi miembro con su mano derecha y empezó a masturbarme, lentamente, pero apretando con fuerza, arrancándome gemidos de gozo. Metió su otra mano por debajo de mi remera, acariciándome y arañándome con suavidad mientras empezó a bajar lentamente dándome besos, hasta que su rostro quedó a la altura de mi ingle. Tomó mi miembro con fuerza por la base con una mano y comenzó a metérselo lentamente en la boca mientras me acariciaba las bolas y las zonas aledañas con la otra. Su boca era suave, caliente y húmeda, y su lengua se movía acariciándome de una manera que me hacía delirar y gemir.
No iba a durar mucho de esa manera, así que la aparte luego de un momento delicioso y rápidamente y con firmeza la obligué a pararse y girarse nuevamente, pero esta vez con mi mano izquierda la tomé del cabello rudamente, jalando. Ella reclinó su cabeza hacia atrás sumisa. Metí la otra mano por debajo de su pollera y bajé su bombacha empapada de un tirón hasta la mitad de sus muslos. Eso alcanzó para hacerla gemir. Ella se encorvó acercándome su cadera. Levanté su pollera sin dejar de sostenerla del pelo y luego de una corta búsqueda me metí en ella de golpe y con fuerza. Gimió ruidosamente, casi que gritó. Era tan suave y húmeda, tan caliente que me hacía delirar. Ella se apoyó en la ventana y se inclinó más hacia atrás, empujándome más hacia adentro. Empecé a entrar y salir cada vez con más fuerza. Era tal la lujuria que teníamos ambos que luego de unas diez embestidas me derramé dentro de ella, casi a chorros, en medio de ruidosos gemidos de ambos al acabar juntos. Continuamos durante como un minuto más, aunque sería difícil decirlo. Disfrutando de entrar y salir, resbalándonos en nuestros fluidos calientes, gimiendo suavemente, casi ronroneando. Lentamente me deslicé fuera de ella con un suspiro de placer. Ella se irguió un poco y la abracé tiernamente. Metí mi mano nuevamente por debajo de su pollera y acaricié su vulva calurosa, de la cual ya emanaba mi semilla. La acaricié así suavemente durante un rato, esparciendo todo aquello en mi mano, su pelo, sus labios y el interior de sus muslos y continué acariciándola otro poco más.
De pronto una luz se encendió al final del pasillo de arriba y una puerta se abrió. El encanto se rompió de golpe. Ni nos miramos ni dijimos nada, ella se subió de apuro la bombacha y yo introduje como pude todo dentro de la bermuda y salimos casi a corriendo hacia abajo por las escaleras mientras ella se prendía los botones de la camisa. Escuchamos una voz masculina diciendo algo enfadado pero no pudimos distinguir de que se trataba. Llegamos a la puerta exhaustos y salimos sin dificultad. Nada más llegar a la vereda nos abrazamos y nos dimos un beso largo, suave y tierno, y nos alejamos del edificio caminando tranquilos, abrazados y haciéndonos caricias, felices, rumbo a casa a bañarnos y a por la continuación.
Espero que les haya gustado, un saludos todos
El pelado Tian
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