Nota: Este post pertenece a una historia interactiva, sugiero que para entenderla leas el primer post en el siguiente link:
http://www.poringa.net/posts/relatos/2568665/Decisiones-Inicia-la-aventura.html
Rodrigo ignoró por completo a Lorena y guardó su celular excusándose <<ya le compraré algo para agradecerle a Sofía>>.
Enseguida se dirigió al cuarto de su hermana, para ver como estaba. Rebeca giró en su cama al verlo, al parecer estaba despierta.
–¿Necesitas algo?– le preguntó Rodrigo.
–Agua.
El chico no tardó mucho en bajar y subir con un vaso y una jarra de agua. Mientras se la servía Rebeca le preguntó.
–¿Qué tal estuvo la noche?
–Bien, supongo
Rebeca bebió un trago –¿A qué hora regresamos?
–Creo que eran las tres– le respondió el chico –¿no recuerdas nada?–
Rebeca negó con la cabeza –Después del chiste de los monos, no tengo más recuerdos de lo que pasó.
Rodrigo suspiró, ahora el podría olvidar el incidente con más facilidad.
––
Para la mañana siguiente se tuvo que ir solo a clases. Le pareció sorprendente como su hermana podía levantarse tan temprano después de una noche de juerga y un día entero de resaca.
Peculiarmente, ese día se había puesto la playera roja con la estampa de Mario. Sofía al verlo sonrió ampliamente elogiándolo a él y a su propio trabajo. Alfonzo, por otro lado, no le dio mucha importancia; sólo le dijo que se veía bien, pero apenas Rodrigo le mencionó que se lo había hecho Sofía y enseguida comenzó a molestarlo.
–Y luego dices que no tienes nada con ella. Ya hasta se hacen regalos a mis espaldas– dijo Alfonzo.
–No te pongas celosa– contestó Rodrigo.
Una vez más la cotidianidad se hizo presente. Rodrigo siguió su rutina de los lunes.
Ya entrada la noche, Rebeca llegó a casa, se sentía peculiarmente cansada. Tenía planeado subir, saludar a su hermano y meterse al baño a tomar un descanso en la tina.
Como era costumbre tocó la puerta esperando respuesta y no la obtuvo. Ella sabía lo que significaba. De nueva cuenta, abrió un poco para poder ver, pero esta vez lo hizo a propósito y sin titubeos. Había algo en espiarlo que realmente la emocionaba, era una sensación tan extraña y a la vez tan familiar. Fuere como fuere, le gustaba y mientras su hermano no se diera cuenta, no habría nada de malo.
Puso su mirada fija en el falo de Rodrigo. Apenas había comenzado a masturbarse. Rebeca enseguida sintió su corazón acelerarse. Mientras su hermano acariciaba su glande, ella se acariciaba las piernas levantándose la falda para dejar a la vista la tanga negra que traía puesta. Sentía como se excitaba y se humedecía. Rodrigo comenzaba a acelerar el movimiento de la mano y Rebeca empezaba a acariciar su labios externos por encima de la tela, con movimientos lentos y acompasados.
No quitaba la vista de la verga de Rodrigo, la cual se ponía más y más colorada por la fricción del movimiento. La mujer estaba por empezar a jadear cuando se mordió el labio inferior, no quería hacer ruido. Sentía como su temperatura subía y su tanga se manchaba con los flujos que salían de su vagina.
De pronto, Rodrigo se vino, salpicando su leche sobre la silla. Rebeca cerró la puerta despacio. Se internó en su cuarto y se sacó toda la ropa a excepción de su tanga. Se metió a su baño y abrió la regadera. Enseguida comenzó a bajarse la tanga tomándola de los costados y jalando hacia abajo, inclinándose, sintiendo como la tela que estaba en su concha se resistía a soltarla. La sensación se le hizo tan morbosa que dio un ligero gemido.
Una vez desnuda, se metió en la tina y se recostó en ella. Tomó la regadera, pues era de esas que venían unidas a una ***. Se echó agua por todo el cuerpo mientras que con su otra mano acariciaba lentamente la concha, tratando de abrirla lentamente.
Entonces fue cuando llevó la regadera hasta su pubis. El agua a presión era un estimulante muy placentero. Las gotas de agua golpeaban y se escurrían en su clítoris. No podía evitar gemir y mover las piernas tensándolas. Pasaba su mano por sus brazos, su abdomen, sus tetas.
De pronto se le cruzó por la mente la imagen de Rodrigo viniéndose y derramando toda su leche por todos lados. Fue entonces cuando sintió el orgasmo y se mordió los labios para evitar gemir con fuerza. Su vientre vibraba ligeramente mientras sentía palpitaciones y sus piernas temblaban. Había sido muy intenso. Se quedó un rato inmóvil dejando que el agua recorriera su cuerpo. Cuando su respiración y su corazón se calmaron se terminó de duchar.
––
Sonó el despertador. Marcaban las seis treinta. Rebeca lo apagó y se puso de pie mientras se tronaba la espalda y se estiraba. Entró al baño, se lavó la cara y se cepilló el cabello. Se fue hasta su ropero y buscó la ropa del día. Una camisa azul claro con el bléiser y una minifalda azul oscuro, sus zapatos de tacones y listo.
Se maquilló y bajó las escaleras. Puso a hervir agua para el café y se preparó un emparedado sencillo. Preparó su café y lo bebió tranquilamente mientras miraba las noticias matutinas y desayunaba.
Terminó de alistarse, tomó su maleta y guardó documentos y su notebook. No vería a Rodrigo esa mañana, pues entraba tarde y no estaría despierto tan temprano.
La joven entonces salió de casa y subió a su camioneta, lista para enfrentar el trafico matutino y rutinario. Pero ella estaba acostumbrada, siempre compraba un periódico en el camino, muy cerca de casa. De esa forma, cada vez que había un congestionamiento aprovechaba para leer alguna noticia interesante.
Lo bueno de tener un cargo alto en las empresas, es que tienes un lugar apartado en el estacionamiento. Rebeca no se preocupaba por perder el tiempo buscando un espacio.
Entró al edificio saludando a las recepcionistas y secretarias. Se internó en el elevador donde algunos de sus compañeros le comentaban sobre algunas opiniones y planes del día.
Usualmente llegaba a su oficina, dejaba sus cosas y se iba a la junta matutina con otros ejecutivos para dar reporte del día anterior y hacer la planificación de los siguientes días. Eran juntas cortas… a veces.
Luego de eso debía revisar correos, contestarlos y moderar algunos documentos entre sus subordinados. De vez en cuando recibía personas o llamadas importantes. Después tenía que mover el látigo, así que se paseaba por los cubículos de sus trabajadores para que le informaran de avances o problemas.
Peculiarmente, el día de hoy le estaba pareciendo muy largo. Deseaba que llegara la tarde y pudiera regresar a casa, pero no era por que estuviera cansada o fastidiada, sino que era una sensación rara. No podía sacarse de la cabeza lo bien que se había sentido la noche anterior, cuando se masturbaba en la bañera. Quería hacerlo de nuevo.
Soportó las horas de trabajo, hasta que por fin llegó la hora de irse. Para su suerte el trafico de las tardes no era tan pesado como el de las mañanas, así que no tardaba mucho en regresar a casa.
Cuando llegó, fue directo al cuarto de Rodrigo. Tocó la puerta, y para su desgracia, su hermano contestó con el ruido típico que hacía siempre.
Algo decepcionada, se dirigió a su habitación. Se quitó lentamente la ropa para ponerse más cómoda y decidió que se saltaría el gimnasio ese día. En un rato mas se metería a bañar, pero no sin antes darse el placer que tanto había estado esperando todo el día.
De entre los cajones de un mueble, muy bien escondido, sacó un pene de plástico. Era rojo y con transparencia. No era un amigo nuevo para ella.
Rebeca se había quedado en ropa interior, con calzón y sostén. Se recostó boca arriba en la cama, tomó el pene de plástico y comenzó a lamerlo lentamente con los ojos cerrados. Con su diestra repasaba su cuerpo lentamente. Se apretaba los pechos y lentamente se los sacaba por encima de las copas del sostén. Se detuvo unos instantes en uno de sus pezones. Dibujaba círculos a su alrededor y luego lo tocaba acariciándolo con la uña. Después, agarraba el pecho con la mano entera y lo masajeaba lentamente y lo empezaba apretar, subiendo hasta que con solo dos dedos pellizcaba su pezón.
Podía sentir la excitación, pero no se sentía tan emocionada como la noche anterior. Algo le faltaba, ella sabía que era, pero no quería aceptarlo. Metió su mano por debajo de su tanga y comenzó a masajearse los labios de la concha mientras lamía y se metía la verga de goma a la boca.
Enseguida lo notó. No iba a lograr el mismo resultado que antes, pero ahora se sentía un poco más sucia, así que aceptó lo que le faltaba.
–Rodrigo…–dijo en voz baja –me gusta chupar tu verga– había comenzado a empujar el pene de plástico hasta que llegaba a su garganta. Con la otra mano seguía acariciando sus labios y su clítoris. Apenas comenzó a imaginarse a su hermano y su pija, su respiración y latido se aceleraron considerablemente. Obviamente también su vagina tuvo una reacción mucho más placentera. Comenzó a gemir ligeramente.
Rodrigo por su parte, estaba haciendo sus deberes en su cuarto, pero decidió salir por algo de beber. Bajó sin más preámbulos y tomó una soda del refrigerador. Subió de nueva cuenta y entonces, antes de entrar a su cuarto, escuchó un ruido en el cuarto de su hermana, algo así como un alarido.
Después vino otro menos ruidoso. El chico acercó la cabeza a la puerta, pero sin tocarla. Dentro, Rebeca seguía tragándose el dildo. Cada vez que se lo sacaba caían ligeros hilos de saliva sobre sus labios.
–Quiero que me la metas… Rodrigo, quiero que me la metas toda.
En ese momento Rodrigo quedó en shock, inmóvil. Pero a diferencia de él, su verga sí que se movía, se le había parado casi al instante. El simple hecho de que una chica le dijera que se la metiera toda era algo morboso y existente, pero que fuera su hermana, era algo extraño, pero seguía siendo morboso y excitante.
Rebeca llevó el dildo a la región entre sus piernas. Hizo a un lado la parte de su ropa interior que cubría la concha y lentamente colocó la cabeza del pene rojo sobre sus labios externos.
–Si… métemelo– decía con una vos dulce.
Rodrigo, no pudo aguantar. Se bajó el cierre y retiró el bóxer del camino de su fiel compañero. Se sacó la verga destapando su glande. La pija le daba saltitos de lo excitado que estaba.
Rebeca empujó el juguete lentamente, sus labios se abrieron dándole paso a la roja cabeza del dildo y enseguida la metió toda. No pudo evitar emitir un gemido que casi se escuchaba como un grito, pero se tapó la boca de inmediato.
Rodrigo comenzó a pajearse con fuerza y a su vez Rebeca aceleraba el movimiento del vaivén del falo de goma. Cada embestida de su propia mano la hacía gemir y repetidas veces decía el nombre de su hermano. Le imploraba que acelerara, que le diera más fuerte, más rápido. Fuera de la habitación, Rodrigo aceleraba la velocidad de su mano sobre su pene, hipnotizado y embriagado por la voz de su hermana.
El chico no lo soportó y se corrió manchando un poco la puerta y el suelo. Rebeca seguía gimiendo y masturbándose. El muchacho entonces, se guardó la pija y corrió a su habitación a buscar un poco de papel higiénico. Limpió el piso y la puerta lo mejor y más rápido que pudo. Logró escuchar el ultimo gemido de furor de Rebeca, la cual había conseguido lo que había querido toda la mañana. Éxtasis.
Rodrigo regresó a su cuarto. Repasó lo que acababa de pasar y se sintió extraño. Sucio, culpable, como un depravado. No sabía lo que había hecho, ni el porqué lo había hecho. Se había masturbado pensando en su hermana, eso no era correcto. <<Solo me dejé llevar>> pensó, tratando de calmarse, a sí mismo y a la culpa.
Suspiró y pensó rápido una forma de distraerse, tenía mucho en la cabeza, necesitaba salir de ahí.
Tomó su celular.
Momento de decisión:
A)Salir a beber unos tragos con Alfonzo.
http://www.poringa.net/posts/relatos/2569616/Decisiones-Hermandad.html
B)Invitar a salir a Sofía.
http://www.poringa.net/posts/relatos/2568667/Decisiones-Una-relacion-saludable.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/2568665/Decisiones-Inicia-la-aventura.html
Rodrigo ignoró por completo a Lorena y guardó su celular excusándose <<ya le compraré algo para agradecerle a Sofía>>.
Enseguida se dirigió al cuarto de su hermana, para ver como estaba. Rebeca giró en su cama al verlo, al parecer estaba despierta.
–¿Necesitas algo?– le preguntó Rodrigo.
–Agua.
El chico no tardó mucho en bajar y subir con un vaso y una jarra de agua. Mientras se la servía Rebeca le preguntó.
–¿Qué tal estuvo la noche?
–Bien, supongo
Rebeca bebió un trago –¿A qué hora regresamos?
–Creo que eran las tres– le respondió el chico –¿no recuerdas nada?–
Rebeca negó con la cabeza –Después del chiste de los monos, no tengo más recuerdos de lo que pasó.
Rodrigo suspiró, ahora el podría olvidar el incidente con más facilidad.
––
Para la mañana siguiente se tuvo que ir solo a clases. Le pareció sorprendente como su hermana podía levantarse tan temprano después de una noche de juerga y un día entero de resaca.
Peculiarmente, ese día se había puesto la playera roja con la estampa de Mario. Sofía al verlo sonrió ampliamente elogiándolo a él y a su propio trabajo. Alfonzo, por otro lado, no le dio mucha importancia; sólo le dijo que se veía bien, pero apenas Rodrigo le mencionó que se lo había hecho Sofía y enseguida comenzó a molestarlo.
–Y luego dices que no tienes nada con ella. Ya hasta se hacen regalos a mis espaldas– dijo Alfonzo.
–No te pongas celosa– contestó Rodrigo.
Una vez más la cotidianidad se hizo presente. Rodrigo siguió su rutina de los lunes.
Ya entrada la noche, Rebeca llegó a casa, se sentía peculiarmente cansada. Tenía planeado subir, saludar a su hermano y meterse al baño a tomar un descanso en la tina.
Como era costumbre tocó la puerta esperando respuesta y no la obtuvo. Ella sabía lo que significaba. De nueva cuenta, abrió un poco para poder ver, pero esta vez lo hizo a propósito y sin titubeos. Había algo en espiarlo que realmente la emocionaba, era una sensación tan extraña y a la vez tan familiar. Fuere como fuere, le gustaba y mientras su hermano no se diera cuenta, no habría nada de malo.
Puso su mirada fija en el falo de Rodrigo. Apenas había comenzado a masturbarse. Rebeca enseguida sintió su corazón acelerarse. Mientras su hermano acariciaba su glande, ella se acariciaba las piernas levantándose la falda para dejar a la vista la tanga negra que traía puesta. Sentía como se excitaba y se humedecía. Rodrigo comenzaba a acelerar el movimiento de la mano y Rebeca empezaba a acariciar su labios externos por encima de la tela, con movimientos lentos y acompasados.
No quitaba la vista de la verga de Rodrigo, la cual se ponía más y más colorada por la fricción del movimiento. La mujer estaba por empezar a jadear cuando se mordió el labio inferior, no quería hacer ruido. Sentía como su temperatura subía y su tanga se manchaba con los flujos que salían de su vagina.
De pronto, Rodrigo se vino, salpicando su leche sobre la silla. Rebeca cerró la puerta despacio. Se internó en su cuarto y se sacó toda la ropa a excepción de su tanga. Se metió a su baño y abrió la regadera. Enseguida comenzó a bajarse la tanga tomándola de los costados y jalando hacia abajo, inclinándose, sintiendo como la tela que estaba en su concha se resistía a soltarla. La sensación se le hizo tan morbosa que dio un ligero gemido.
Una vez desnuda, se metió en la tina y se recostó en ella. Tomó la regadera, pues era de esas que venían unidas a una ***. Se echó agua por todo el cuerpo mientras que con su otra mano acariciaba lentamente la concha, tratando de abrirla lentamente.
Entonces fue cuando llevó la regadera hasta su pubis. El agua a presión era un estimulante muy placentero. Las gotas de agua golpeaban y se escurrían en su clítoris. No podía evitar gemir y mover las piernas tensándolas. Pasaba su mano por sus brazos, su abdomen, sus tetas.
De pronto se le cruzó por la mente la imagen de Rodrigo viniéndose y derramando toda su leche por todos lados. Fue entonces cuando sintió el orgasmo y se mordió los labios para evitar gemir con fuerza. Su vientre vibraba ligeramente mientras sentía palpitaciones y sus piernas temblaban. Había sido muy intenso. Se quedó un rato inmóvil dejando que el agua recorriera su cuerpo. Cuando su respiración y su corazón se calmaron se terminó de duchar.
––
Sonó el despertador. Marcaban las seis treinta. Rebeca lo apagó y se puso de pie mientras se tronaba la espalda y se estiraba. Entró al baño, se lavó la cara y se cepilló el cabello. Se fue hasta su ropero y buscó la ropa del día. Una camisa azul claro con el bléiser y una minifalda azul oscuro, sus zapatos de tacones y listo.
Se maquilló y bajó las escaleras. Puso a hervir agua para el café y se preparó un emparedado sencillo. Preparó su café y lo bebió tranquilamente mientras miraba las noticias matutinas y desayunaba.
Terminó de alistarse, tomó su maleta y guardó documentos y su notebook. No vería a Rodrigo esa mañana, pues entraba tarde y no estaría despierto tan temprano.
La joven entonces salió de casa y subió a su camioneta, lista para enfrentar el trafico matutino y rutinario. Pero ella estaba acostumbrada, siempre compraba un periódico en el camino, muy cerca de casa. De esa forma, cada vez que había un congestionamiento aprovechaba para leer alguna noticia interesante.
Lo bueno de tener un cargo alto en las empresas, es que tienes un lugar apartado en el estacionamiento. Rebeca no se preocupaba por perder el tiempo buscando un espacio.
Entró al edificio saludando a las recepcionistas y secretarias. Se internó en el elevador donde algunos de sus compañeros le comentaban sobre algunas opiniones y planes del día.
Usualmente llegaba a su oficina, dejaba sus cosas y se iba a la junta matutina con otros ejecutivos para dar reporte del día anterior y hacer la planificación de los siguientes días. Eran juntas cortas… a veces.
Luego de eso debía revisar correos, contestarlos y moderar algunos documentos entre sus subordinados. De vez en cuando recibía personas o llamadas importantes. Después tenía que mover el látigo, así que se paseaba por los cubículos de sus trabajadores para que le informaran de avances o problemas.
Peculiarmente, el día de hoy le estaba pareciendo muy largo. Deseaba que llegara la tarde y pudiera regresar a casa, pero no era por que estuviera cansada o fastidiada, sino que era una sensación rara. No podía sacarse de la cabeza lo bien que se había sentido la noche anterior, cuando se masturbaba en la bañera. Quería hacerlo de nuevo.
Soportó las horas de trabajo, hasta que por fin llegó la hora de irse. Para su suerte el trafico de las tardes no era tan pesado como el de las mañanas, así que no tardaba mucho en regresar a casa.
Cuando llegó, fue directo al cuarto de Rodrigo. Tocó la puerta, y para su desgracia, su hermano contestó con el ruido típico que hacía siempre.
Algo decepcionada, se dirigió a su habitación. Se quitó lentamente la ropa para ponerse más cómoda y decidió que se saltaría el gimnasio ese día. En un rato mas se metería a bañar, pero no sin antes darse el placer que tanto había estado esperando todo el día.
De entre los cajones de un mueble, muy bien escondido, sacó un pene de plástico. Era rojo y con transparencia. No era un amigo nuevo para ella.
Rebeca se había quedado en ropa interior, con calzón y sostén. Se recostó boca arriba en la cama, tomó el pene de plástico y comenzó a lamerlo lentamente con los ojos cerrados. Con su diestra repasaba su cuerpo lentamente. Se apretaba los pechos y lentamente se los sacaba por encima de las copas del sostén. Se detuvo unos instantes en uno de sus pezones. Dibujaba círculos a su alrededor y luego lo tocaba acariciándolo con la uña. Después, agarraba el pecho con la mano entera y lo masajeaba lentamente y lo empezaba apretar, subiendo hasta que con solo dos dedos pellizcaba su pezón.
Podía sentir la excitación, pero no se sentía tan emocionada como la noche anterior. Algo le faltaba, ella sabía que era, pero no quería aceptarlo. Metió su mano por debajo de su tanga y comenzó a masajearse los labios de la concha mientras lamía y se metía la verga de goma a la boca.
Enseguida lo notó. No iba a lograr el mismo resultado que antes, pero ahora se sentía un poco más sucia, así que aceptó lo que le faltaba.
–Rodrigo…–dijo en voz baja –me gusta chupar tu verga– había comenzado a empujar el pene de plástico hasta que llegaba a su garganta. Con la otra mano seguía acariciando sus labios y su clítoris. Apenas comenzó a imaginarse a su hermano y su pija, su respiración y latido se aceleraron considerablemente. Obviamente también su vagina tuvo una reacción mucho más placentera. Comenzó a gemir ligeramente.
Rodrigo por su parte, estaba haciendo sus deberes en su cuarto, pero decidió salir por algo de beber. Bajó sin más preámbulos y tomó una soda del refrigerador. Subió de nueva cuenta y entonces, antes de entrar a su cuarto, escuchó un ruido en el cuarto de su hermana, algo así como un alarido.
Después vino otro menos ruidoso. El chico acercó la cabeza a la puerta, pero sin tocarla. Dentro, Rebeca seguía tragándose el dildo. Cada vez que se lo sacaba caían ligeros hilos de saliva sobre sus labios.
–Quiero que me la metas… Rodrigo, quiero que me la metas toda.
En ese momento Rodrigo quedó en shock, inmóvil. Pero a diferencia de él, su verga sí que se movía, se le había parado casi al instante. El simple hecho de que una chica le dijera que se la metiera toda era algo morboso y existente, pero que fuera su hermana, era algo extraño, pero seguía siendo morboso y excitante.
Rebeca llevó el dildo a la región entre sus piernas. Hizo a un lado la parte de su ropa interior que cubría la concha y lentamente colocó la cabeza del pene rojo sobre sus labios externos.
–Si… métemelo– decía con una vos dulce.
Rodrigo, no pudo aguantar. Se bajó el cierre y retiró el bóxer del camino de su fiel compañero. Se sacó la verga destapando su glande. La pija le daba saltitos de lo excitado que estaba.
Rebeca empujó el juguete lentamente, sus labios se abrieron dándole paso a la roja cabeza del dildo y enseguida la metió toda. No pudo evitar emitir un gemido que casi se escuchaba como un grito, pero se tapó la boca de inmediato.
Rodrigo comenzó a pajearse con fuerza y a su vez Rebeca aceleraba el movimiento del vaivén del falo de goma. Cada embestida de su propia mano la hacía gemir y repetidas veces decía el nombre de su hermano. Le imploraba que acelerara, que le diera más fuerte, más rápido. Fuera de la habitación, Rodrigo aceleraba la velocidad de su mano sobre su pene, hipnotizado y embriagado por la voz de su hermana.
El chico no lo soportó y se corrió manchando un poco la puerta y el suelo. Rebeca seguía gimiendo y masturbándose. El muchacho entonces, se guardó la pija y corrió a su habitación a buscar un poco de papel higiénico. Limpió el piso y la puerta lo mejor y más rápido que pudo. Logró escuchar el ultimo gemido de furor de Rebeca, la cual había conseguido lo que había querido toda la mañana. Éxtasis.
Rodrigo regresó a su cuarto. Repasó lo que acababa de pasar y se sintió extraño. Sucio, culpable, como un depravado. No sabía lo que había hecho, ni el porqué lo había hecho. Se había masturbado pensando en su hermana, eso no era correcto. <<Solo me dejé llevar>> pensó, tratando de calmarse, a sí mismo y a la culpa.
Suspiró y pensó rápido una forma de distraerse, tenía mucho en la cabeza, necesitaba salir de ahí.
Tomó su celular.
Momento de decisión:
A)Salir a beber unos tragos con Alfonzo.
http://www.poringa.net/posts/relatos/2569616/Decisiones-Hermandad.html
B)Invitar a salir a Sofía.
http://www.poringa.net/posts/relatos/2568667/Decisiones-Una-relacion-saludable.html
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