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Compendio I
“¡De verdad… lo siento por pedirte esto!” Me disculpaba, descaradamente. “¡Pero estoy muy nervioso!”
“¡No te preocupes!” me respondía Amelia, meneando su cintura. “¡Soy tu novia… y siempre estaré para complacerte!”
Mi tierna Amelia me sigue amando, incluso ahora. Romper con ella sería difícil también, pero como vivíamos bajo el mismo techo, lo dejaríamos hasta el final.
Estábamos haciendo el amor en el baño de hombres de mi carrera. Había bloqueado la puerta, para que nadie nos sorprendiera, porque estaba realmente nervioso.
Me aferré a su inocente y bien formada cintura, besando su cuello con ternura y dejándome envolver por el calor de su cuerpo, cuando alcancé el clímax. Ella también lo disfrutó.
“¡Gracias!” le susurré en el oído.
Se volteó y me besó con ternura.
“¿Qué agradeces?” me dijo ella, sonriendo.
Me ayudó a arreglar mi corbata y mi camisa. Yo, en cambio, me encargaba de limpiar mis jugos de su tierno cuerpo.
“¡Quédate tranquilo!” me decía, mientras acomodaba la corbata en la camisa.
“Lo siento… pero quiero limpiarte…” le dije yo.
“¡Tonto!” me besó. “¿Piensas que voy a dejarte hacerlo?”
Yo estaba sorprendido.
“Eres mi novio…” confesó, con las mejillas tiernamente arreboladas. “Y me alegra saber que estaré ahí, en el momento que más me necesites…”
Le acaricie la mejilla y la besé, perdiéndome en sus tiernos ojitos verdes. Era una gatita en mis manos…
Le levanté el calzón y los jeans. Aunque no me lo decía, le incomodaba tener sus partes nobles manchadas con mis jugos.
Yo me reía, al ver su extraña manera de caminar.
“De verdad… ¿No quieres que te limpie?”
Amelia ensayaba, yendo y viniendo por el baño.
“¡Por supuesto que no!” me decía, con mucha seguridad. “Ya te dije que eras mi novio…”
Aproveché de peinarme. Debía lucir impecable. También me coloqué algo de perfume.
Amelia sonreía.
“¡Es casi como una cita!” me sonreía, apoyándose en mis hombros.
“Recuerdo que tu hermana me pedía que lo hiciéramos aquí también…” le dije, sabiendo el efecto que le causaría.
“¿Lo hiciste aquí… con mi hermana?” preguntó, toda colorada.
“¡Claro!” le respondí. “Había días de prueba que llegaba un poco más temprano y ella estaba tensa, así que nos encerrábamos aquí, hacíamos el amor un par de veces y se relajaba… claro que nunca pensé que me terminaría relajando contigo…”
Ella me besaba con toda su pasión.
“¡Lo hiciste como con mi hermana!... ¡Marco, me haces tan feliz!...” me decía.
A Amelia, le alegran esas cosas. Sabe que en el fondo, Marisol y yo nos casaremos y tendremos una familia, pero disfruta al saber que la trato igual que a su hermana.
No le causan celos, porque la relación fraternal que tienen es muchísimo más estrecha de lo que una mujer normal puede tener, pero esa era otra de las razones por la que su rompimiento lo dejaríamos para el final.
“¿Crees que tu mamá llegue pronto?” le pregunté.
“¡No lo sé!” me respondió, también preocupada.
Era el esperado día de mi examen de grado. Las necesitaba a las 2, porque fue gracias a ellas que logré concretarlo.
Sin embargo, aunque Verónica tenía un “noviazgo” con Ricardo, esa mañana se iba a encontrar con otro de los amigos de su ex esposo Sergio, un tipo llamado Javier… aunque Amelia creía que se vería con Ricardo.
Luego de arreglarnos y ver que faltaban 10 para las 2, salimos del baño y nos dirigimos al edificio de la facultad.
En la entrada, divisamos a Verónica, agotada por venir trotando.
“¡Mamá! ¡Pensé que no llegarías!” le dijo Amelia, corriendo a abrazarla.
“¡Me costó!” respondió, resoplando de cansancio. “…Pero no podía faltar…”
Me reí por lo bajo al ver sus rostro. No me lo admitiría, si se lo hubiese preguntado, pero se había acostado con Javier también, o tal vez, se besuquearon.
Pero luego de hacer tantas veces el amor, verla llorar y verla reír, consolarla y animarla, conocía bastante bien los gestos de Verónica. Incluso, me atrevería a inferir que no lo estaba haciendo principalmente por lujuria, sino que por despecho.
Ella me miraba, como si se sintiera arrepentida, pero yo le daba una sonrisa genuina de apoyo. Era su vida y podía hacer lo que quisiera. Ya no iba a sentir celos, a menos que empezara una relación con alguien que no la trate como se lo merece.
Ella lo sabía y probablemente, era la principal razón por la que me seguía amando: porque la comprendía muchísimo mejor que su ex esposo, sin necesidad de hablarnos.
Entramos al edificio, tomado de sus brazos. Podía sentir la calidez y esponjosidad de sus bustos, pero aunque podría haberlos agarrado con completa libertad, las necesitaba a mi lado, apoyándome.
A mi profesor guía le sorprendió la ausencia de Marisol.
“¿Y ellas?” preguntó al verlas, especialmente a Verónica, cuyos pechos bamboleantes cautivan a cualquiera.
“¡Son mi suegra y mi cuñada y vinieron aquí para apoyarme!” le respondí.
“¿No trajiste a tu madre o a Marisol?” me preguntó, mirando el busto de mi tierna Amelia, quien al verse sorprendida, le regaló una tierna mirada.
“¡No! ¡Lo hablé con ella y puesto que su madre y mi cuñada me ayudaron bastante en la mina, le pedí si podían acompañarme!” respondí, aun nervioso por la exposición. “No creo que la junta ponga problemas…”
“¡No!... ¡Para nada!...” respondió, apreciando una última vez los generosos pechos de Verónica. Luego me miró a los ojos. “Pero debes hacerlo bien… ya sabes… te tienen en la mira por el programa de Ingeniero Trainee y tanto tú como yo sabemos que tu trabajo no es tan llamativo como para que una minera nos ofrezca algo así, por lo que probablemente, las preguntas se enfoquen a la parte de las ondas…”
“¡No se preocupe!” sonreí, mirándolas una última vez. “¡Con ellas a mi lado, me acuerdo de todo!”
Ellas se sonrojaron…
“¡Ojalá así sea!” me dijo, también aprovechando de mirarlas.
A los miembros de la junta también les llamó la atención ver a Verónica y a Amelia. Yo ya estaba acostumbrado…
Verónica vestía un vestido de colgantes verde (otro, más elegante que el que usaba en casa), de una sola pieza, junto con una chaqueta blanca. El escote y sus movimientos claramente indicaban la ausencia de sostén.
Sin embargo, mi tierna Amelia no se quedaba atrás… puesto que he reafirmado el aprecio por su cuerpo, vestía jeans y una polera blanca, livianita y casi transparente, con un generoso escote también. Pero sus pechos, paraditos y turgentes estaban contenidos bajo un gigantesco sostén blanco.
La junta estaba compuesta por profesores de entre 50 y 70 años, que me miraban con un poco de envidia, pensando de dónde había sacado semejantes diosas…
Me tocó exponer la presentación y como mi profesor guía esperaba, mi investigación, hasta ese punto, no era nada más allá de lo común.
Haciendo un breve resumen, mi trabajo de titulación era más del punto de vista administrativo. La primera parte de mi presentación consistió en los productos de explotación del yacimiento; la segunda, la maquinaria empleada; la tercera, los índices registrados y la cuarta, los flujos de caja implicados.
Ese era mi trabajo de titulación original.
Sin embargo, debido al mal funcionamiento de la maquina “Verónica”, a causa de la interferencia generada por la onda “Amelia”, esos dos últimos puntos no concordaban, por lo que tuve que generar un anexo.
Si uno revisaba los flujos de caja, se daba cuenta que la cantidad de producto era menor a la indicada por los análisis de la maquina “Verónica”, al igual que los costos de mantenimiento eran mayores a los esperados, si es que no se estaba cumpliendo la meta.
Fueron estas irregularidades las que hicieron que el antiguo supervisor de área regional investigara la situación y que eventualmente, la delegara a mi antiguo jefe, quien me la terminaría cediendo a mí, ocasionando toda esta serie de eventos, donde me acostaría prácticamente con todas las mujeres relacionadas con mi novia.
Cuando terminé de exponer, tras 25 minutos, vi que ellas se notaban más satisfechas. Ellas solamente sabían la parte relacionada con las ondas cuyos nombres compartían, pero ahora podían apreciar mejor por qué era tan importante que las encontrara.
Mi profesor guía estaba nervioso. Tal vez, no se han dado cuenta, pero yo soy Ingeniero en Minas (Por algo estaba tan entusiasmado por el proyecto en Australia). Los profesores evaluadores son veteranos de esa carrera, pero mi profesor guía es un ingeniero eléctrico e informático, por lo que, a pesar de trabajar en el mismo departamento, no es muy respetado por sus pares “Pura sangre”, por decirlo de alguna manera.
Por esa razón, estaba especialmente nervioso por las preguntas que podrían hacerme, dado que su cooperación sería absolutamente nula… de hecho, incluso si hubiese sabido las respuestas, no habría podido ayudarme.
Después de todo, es el alumno el que prueba su valor como ingeniero…
Los profesores comentaron un rato entre ellos. Francamente, habían recibido el trabajo de titulación esa misma semana y no les había dado el tiempo para estudiarla como normalmente acostumbraban, situación que jugaba a mi favor.
Finalmente, me preguntó primero el gordito director de la carrera, que me hizo “Mecánica de fluidos” y “Diseño de minas a cielo abierto”, en otros tiempos. Tenía un Magister en Ciencias de la Ingeniería. No era el que más temía, pero era uno de los que menos me preocupaba.
“Lo que me interesa saber, Marco, es lo que a mis compañeros y a mí más nos ha intrigado sobre tu trabajo de titulación. ¿Cómo descubriste esas 2 señales?”
Amelia y Verónica me miraron preocupadas. Pensaron que sería tan irresponsable para describir esa alocada tarde de sexo en el norte, pero les sonreí, tranquilizándolas.
Hice correr las diapositivas.
“Como puede apreciar en la imagen, la cantidad de puntos es demasiado elevada para poder recopilar datos significativos. No niego que fue un trabajo difícil y por algunos días, me vi incapacitado de resolverlo. Pero un evento en casa me dio la inspiración…”
“¿Un evento en casa?” preguntó el director.
Ellas respiraban aceleradamente. Pensaban que contaría cómo Amelia se masturbaba y yo le hacía el amor a Verónica en la cocina.
“Vera usted… un día, mi suegra estaba lavando la loza y yo estaba escuchando música, mientras estaba trabajando. Me habló, pero no la pude escuchar. Al quitarme los auriculares, pude ver que me estaba hablando. Pero en esos momentos, escuché que mi cuñada también me llamaba. Los auriculares estaban tan fuertes que no podía escuchar bien…”
Ellos conversaban entre sí, pero ellas estaban más aliviadas.
“Sé que suena algo trivial, pero cuando regresé a la faena, pensé que esta máquina, la cual denominé “Verónica”, debía estar dando una señal también. Por lo tanto, entre este mar de puntos, debía existir un patrón oculto, que siguiera los parámetros que ya conocía. Apliqué transformadas de Fourier y el espectro de puntos que se formo fue este” Les dije, mostrando la imagen de las 2 señales “En una de ellas, se encuentra “Verónica”, mi suegra, la señal que siempre conocí… y en la otra, la maquina “Amelia”, mi cuñada, que no sabía lo que deseaba, pero era igual de real…”
“¡Interesante!” exclamó el profesor, al escuchar mi explicación.
Notaba en las miradas de ellas que aun recordaban esa tarde con algo de ternura...
“Después me enteré que cuando instalaron otros equipos en el yacimiento, el espectro de “Verónica” se desestabilizó y la señal “Amelia” se generó a partir de una mala aislación en una antena retransmisora de señal, cuya base estaba conectada a un trozo de material de unos 5 kg, el cual reverberaba cada vez que “Verónica” completaba un ciclo” finalicé de explicar.
“¡Me parece increíble!” confesó mi profesor, satisfecho, pero yo sólo pude sonreír. Así se habían dado las cosas…
Entonces, vino el turno del profesor que me hizo “Resistencia de materiales”, “Diseño estructural” y algunas otras materias, relacionadas al cálculo de cuerpos estáticos. Era el que más respeto me causaba, ya que él si tenía un doctorado.
“Bueno, siguiendo con el tema que mi compañero acaba de consultarte, a mí me interesaría saber cómo pudiste determinar la ubicación y la causa de esa irregularidad.”
Miré a Amelia. Estaban preguntándome sobre ella.
Me sonrió con ternura y me susurró, bien bajito “¡Tú puedes!”
“Al principio, pensé que la señal “Amelia” podría ser basura, pero como pueden apreciar por el grafico, es una señal constante, de frecuencia y amplitud definida. En esos tiempos, el yacimiento tenía problemas de energía y dio la casualidad que se dieron cortes de electricidad no programados. Yo estuve monitoreando todos los días, pensando que podría encontrar la onda siguiendo patrones de dispersión, pero usted sabe que…”
“Las ondas electromagnéticas no se dispersan como el sonido” interrumpió el profesor, leyendo mi pensamiento.
“¡Exacto! Pero como usted sabe, esa búsqueda no me llevaría a nada concreto. Quiso la casualidad que monitoreara durante esos días el desarrollo de esas señales, pero un día bastante especial, aprecié que la señal “Amelia” desaparecía completamente de la pantalla. Conseguí un informe de fallas de ese día y descubrí que la electricidad en todo el sector 4 del yacimiento se había desconectado, casi al mismo tiempo que el registro de la señal “Amelia” desaparecía de la pantalla.”
El profesor se mostraba impresionado, pero aun tenía sus dudas.
“Fue entonces que pedí trabajar, monitoreando las maquinas instaladas en ese sector. Dentro de las señales de transmisión radial de la mina, detecté una interferencia permanente. Según me informaron, siempre estuvo presente, desde la instalación del sistema. Hubo algunas irregularidades que me hicieron creer que la causa podía ser la maquina “Verónica”, por lo que use un algoritmo para desconectarla de forma remota y cómo podrán haberse imaginado, la interferencia se terminó. Fue así que descubrimos la falla en la aislación de la retransmisora.”
El profesor estaba maravillado y no necesitó más explicaciones
Entonces, le tocó el turno al profesor que menos me simpatizaba. Me había enseñado esos ramos de “Economía”, “Administración” y todos esos ramos ligados con gerencia, que no eran de mi agrado, ya que no se dedicaban a mis estudios.
Lo notaba inseguro, porque poco o nada entendía lo que sus compañeros tanto énfasis habían dado. Sin embargo, balbuceó.
“¿Y cuál fue el impacto en la producción que ocasiono encontrar esas señales?”
Pensé que sería una pregunta sencillísima… pero me congelé.
Nunca lo pensé. Para mí, encontrar el origen de esas señales era resolver un acertijo. No me interesaba lo que pasara a nivel de gerencia.
Y por lo tanto, estaba mudo…
Los otros profesores empezaban a cuestionar mi silencio y francamente, me empezaba a encomendar a esa entidad divina, más allá de los cielos, para que me diera una ayuda…
¿Y adivinen qué?... ¡Me ayudó!
Repentinamente, se abrió la puerta y mi cara de sorpresa era increíble. Ella sonrió al verme y con completo profesionalismo, ajustó sus lentes…
“¡Disculpen por el atraso!” se excusó. “Es mi primera vez que visitó esta institución y no pensé que fuera tan grande para poder perderme.”
“¿Quién es usted?” preguntó el director de la carrera.
“Mi nombre es Sonia y soy la representante regional de la minera. He venido hasta aquí porque nuestra junta está bastante interesada en el desarrollo del programa de ingeniero Trainee y me han enviado a evaluar el desempeño del joven Marco, aquí presente.” Dijo ella, con la elegancia propia de una jefa.
“¡Ha llegado tarde!” exclamó el director.
“¡Lo sé y me disculpo!... pero sé que están muy interesados en el programa que le estamos ofreciendo y supongo que no tendrán problemas con que me una al par evaluador, en un momento tan poco oportuno…” respondía ella, con completa seguridad y profesionalismo.
Los profesores evaluadores se pusieron a conversar, mientras que Sonia me daba un guiño picarón. Estaba tan contento de verla, que sólo quería tirarme encima y hacerle el amor, a más no poder.
“¡Esta bien, señorita! Pero debemos informarle que estamos en la última pregunta de esta evaluación… por lo que tendrá que recibir nuestro informe de desempeño por escrito” aceptó el director.
“¡Por supuesto, señor! ¡Lo entiendo completamente!” dijo ella, mirando a Verónica y a Amelia. “Ahora, si me disculpa, me sentaré al lado de la novia y la suegra…”
“Bien, entonces, repitiendo la pregunta…” dijo el director, señalando a su compañero.
“¿Cuál fue el impacto que ocasiono en la producción el encontrar esas señales?”
Estaban pendientes si me volvía a congelar…
Pero con Sonia, junto a ellas, todo se veía tan claro…
Fue mi “Deux ex Machina”, mi milagro, caído de los cielos, para arreglar la situación.
Ella sólo ajustó sus lentes, como si me desafiara. Yo le sonreí.
“La producción del yacimiento estaba bordeando el 25% del esperado, lo que estaba llevándola al borde del cierre. Incluso la misma junta estimó que no era viable mantener la operación. Gracias a encontrar estas fuentes, la producción se incremento drásticamente, alcanzando un 42% de lo esperado, suficiente para mantenerla funcionando.” Respondí corto, conciso y claro.
Los 3 estaban satisfechos con mi presentación y mi profesor, era la representación viviente del orgullo.
“Bueno, Marco. Hemos evaluado tu presentación y no nos queda más que felicitarte. Pensábamos que tu manejo en el tema no era suficiente, pero al escucharte resolver el incidente de la señal, empleando recursos que van más allá de los conocimientos ordinarios de la ingeniería, queremos darte la más alta distinción.”
Me puse a llorar. Amelia y Verónica corrieron a abrazarme.
Sonia quiso imitarlas, pero su profesionalismo se lo impidió.
“En nombre de la empresa, agradecemos mucho en la resolución de nuestro problema. Estaremos en contacto, para ver los contratos pertinentes.” Les dijo, apretándoles la mano.
“¡Muchísimas gracias, señorita!” le respondieron y trataron de despedirse de mí, pero mi suegra y mi cuñada estaban muy felices, besándome en las mejillas.
Sólo mi profesor guía se daba cuenta que era yo el que las mantenía relativamente a raya, mientras trataban de sepultarme bajo sus seductores cuerpos.
Luego de despedirme de todos ellos, las invité a tomarse un helado, para celebrar nuestra victoria. Sonia se nos unió, excusándose que quería servirse una bebida, para que no sospechasen que ya nos conocíamos.
Una vez solos, pudimos conversar con más confianza.
“¿Cómo nos encontraste?” le pregunté.
“¡Eres muy bobo, Marco!” dijo ella, jugueteando con la pajilla de su bebida. “Como Jefa Regional, es mi obligación saber todas estas cosas… además, no podía dejarte solo.”
A Amelia, claramente no le gustaba su compañía.
“¡Vamos, Amelia!” le decía su madre. “¡Ha venido a ayudarlo, igual que nosotras!”
“Si… pero no quiero que se lo lleve…”respondía ella, bastante ofuscada.
Sonia me miró y acarició el rostro juvenil de Amelia.
“Bueno… si te hace feliz… él y yo no somos novios…” confesó.
“¿Qué?” exclamaron Amelia y Verónica.
“¡No le hagan caso!... ¡Es sólo de palabra!” les dije yo.
Ellas seguían confundidas.
“Si.” aclaró Sonia. “Aun nos queremos… pero encuentro excitante la idea de ser su amante… de engañar a Marisol.”
“Si” suspiré yo. “Pero es sólo de palabra. A Marisol le cuento todo… aunque curiosamente, también se excitó con la idea que te engañaba a ti.”
“Bueno… no es tan mala idea…” confesó Verónica.
“¿Qué dices, mamá?”
“¡Piénsalo, Amelia!” le dijo, mirándola a los ojos. “Es como si tuvieras libertad para hacer lo que quisieras con Marco… sin que Marisol se enterara…”
“Puede ser, pero aun le cuento todo a Marisol…”Le aclaré.
“¡Si, Marco!... pero esa ilusión de engaño… es más sensual… ¿Cierto?” dijo Sonia, preguntando a Verónica.
“Si… y bueno… Ricardo es un tipo muy dulce… pero tenerte a ti aparte…”
Sus ojos estaban llenos de lujuria…
“¡Pues yo prefiero seguir siendo su novia!” dijo Amelia, bien decidida. “¡A mí me gusta que sea romántico y me trate de una manera especial!”
“¡Te confieso que a mí también me gusta!” dijo Sonia. “Pero yo quiero más… y no quiero terminar quitándoselo a Marisol…”
“¿De verdad?” preguntó Amelia, muy impresionada.
“Si. Marisol es una chica bien simpática… y fue la más valiente, al decirle lo que sentía primero…” respondió Sonia.
“¡Creo que te he juzgado mal, entonces!” le dijo mi tierna niña. “¡Tal vez, te guste esto, también!”
Y fue así que terminamos, nuevamente, en el baño de hombres. Nuevamente, bloqueé la puerta y nuevamente, le estaba haciendo el amor a Verónica, apoyándola en el lavamanos.
“¡Lo haces… tan rico!” me decía ella.
“¡Y tú… tan traidora… para hacerlo con Ricardo… y con Javier…!” le susurraba en el oído.
“¡Ay, si!... pero ellos… pero ellos… no lo hacen como tú…” me respondía, corriéndose otra vez.
Y mientras yo le hacía el amor a su madre, Amelia experimentaba con el lesbianismo: masturbaba frenéticamente a Sonia, mientras que ella le acariciaba los pechos.
“¡Sí!... ¡Cómelos así!” le decía mi tierna niña, a medida que el aroma a sexo empezaba a inundar el baño.
Luego de correrme en Verónica, fue el turno de Amelia.
“¡Ay, Marco!... ¡Ay, Marco!... ¡Te amo tanto!...” me decía ella, mientras la sentaba en el lavamanos, para hacerle el amor mejor.
“¡Mi tierna Amelia!...” le decía, besándola y sacando su respiración. “¿Viste que eras… igual de importante… que tu mamá?”
Ella se retorcía de placer. La amaba. Era tan tierna…
“¡Si, Marco!... ¡Siempre seré tu onda!... ¡Ah!... ¡Siempre seré tuya!... ¡Siempre seré tu novia!...” me decía, corriéndose profusamente.
¿Y qué puedo decirles? ¡Había sacado un Magister, que me había tomado 2 años en redactar! Y estaba tan caliente, por las 3, que no me podía contener.
“¡Mi trasero! ¡Mi trasero!” exclamaba Sonia, disfrutando de mi penetración.
“¡Uf!... Sonia… te veías tan sensual… como jefa…” le decía yo, mordiéndome los labios, recordándola.
“Si… Marco… si tuviéramos que trabajar… ¡Ah!... te ordenaría que me lo rompieras… todos los días…” decía ella.
“¡Y ahora eres… mi amante… y estas engañando a Marisol!” le decía yo.
“¡Si, si lo soy!” me respondía, corriéndose.
“¡Y eres tan caliente… que no te avergüenzas de hacerlo… frente a su hermana y su madre!…” le decía, bombeándola con mayor violencia.
Ellas, en cambio, se masturbaban.
“¡Mamá… se la mete tan adentro!” Le decía Amelia, tocándose su interior.
“Si… ¡No se cansa!...” gemía su madre de placer.
Y di el golpe de gracia.
“¿Qué se siente… ser tan puta?” le dije, corriéndome en ella.
“¡Ah!... ¡Sí!... ¡Sí!... ¡Soy tu amante!... ¡Soy tu amante puta!...” gritaba a todo pulmón.
Verónica y Amelia también se corrían y se apoyaban en el piso, agotadas por la situación.
Las besaba, agradecido, a cada una. Ellas sabían que ninguna era mi favorita. Las amaba por igual. Cada una de ellas, me había ayudado a su manera, a lograr lo que tanto esfuerzo me había costado.
Ya no había celos. Solo satisfacción. Cada una de ellas sabía que puse mis esfuerzos de lado por ayudarles. Cada una de ellas sabía que las amaba, simplemente, porque ellas eran ellas.
Nos vestimos lo mejor que pudimos, pero el olor a sexo, las manchas de semen y de sus jugos claramente nos acusaban de nuestras acciones.
“Sonia… si tu quieres… puedes salir con Marco, cuando quieras…” le dijo mi tierna niña.
Sonia le sonrió.
“Aprovecha de amarlo como novio… de la manera que no puedo hacerlo yo.” Le respondió.
Se abrazaron un rato. Eran amigas…
“Marisol estaría contenta.” Señaló Verónica. “Su hermana y tu amante, amigas.”
“¡Y tú, Ricardo y Javier!” le dije yo, riéndome.
Verónica se ruborizó.
“¿No… tienes celos, verdad?”
La besé.
“¡No, corazón!... es tu vida…” le dije, mirando sus ojos verdes. “Pero debes decirle a Pamela, lo de su hermana…”
Ella se rió.
“¡Por eso se me hace tan difícil dejar de quererte!... siempre preocupado de todo lo que siento…”
“Tu mamá y Marco se quieren mucho…” señaló Sonia.
“Si… pero él nos quiere igual…” le respondió su nueva amiga.
Nos besamos y nos despedimos y regresamos a casa.
Por la noche, le conté todo a Marisol…
“Entonces… ¿Mamá también es tu amante?” me miraba con esos ojos verdes que conocía bastante bien.
Yo me reía.
“Sólo de palabra, Marisol…” le alcance a decir.
Pero no había caso… a Marisol le encanta que “engañe” a mi amante… con mi novia, claro.
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1 comentarios - Seis por ocho (100): El significado del trabajo