El modelo de pareja perfecta promovido en nuestra cultura combina compañerismo, amistad, sinceridad, amor, ayuda mutua y deseo sexual, todo en una misma relación.
Lamentablemente, esta exigencia es muy difícil de cumplir, por varios motivos: el principal es que los seres humanos, como seres sociales que somos, necesitamos múltiples vínculos para enriquecer nuestra existencia y a su vez la de los demás. Las parejas saludables son las que no se absorben, sino que comprenden esta necesidad humana, y cada cual mantiene su campo individual, el que puede ser compartido, pero no desplazado. Así, en una pareja sana cada uno tiene amigos, tiene actividades y tiene ámbitos que le son propios. El compartirlos con la pareja es una consecuencia de la confianza que se ha forjado y surge como consecuencia de la misma. El peor error es considerar que ese compartir debe partir de una regla externa que obliga a hacerlo. Es el primer paso para la destrucción de la pareja y para la infidelidad. Y ojo, que hay muchas formas de destrucción de pareja y muchas formas de infidelidad. Una pareja destruida puede guardar todas las apariencias y los rituales de una pareja feliz, pero es una cáscara vacía sostenida solamente en comportamientos estereotipados, no tiene el combustible interior, espiritual, que es el amor. Y la infidelidad no necesariamente es sexual, porque toda traición al proyecto compartido es de por sí una infidelidad. De hecho, la misma falta de sinceridad y confianza es ya una infidelidad, es decir, se ha dejado de ser fiel, de tener fe en lo que se supone que se espera de esa pareja.
Es verdad que cuanto más profundo es un vínculo, más matices se descubren, más complicidad, más compañerismo, más dolor por el dolor del otro y más alegría por la alegría del otro. Pero, insisto, eso viene como consecuencia y nunca como causa. Muchas personas piensan que si impongo a dos personas ciertas reglas y ciertos rituales, ya tengo una pareja. Se moldea entonces, primero, el concepto de lo que la pareja debe ser, como quien confecciona un zapato estándar y luego busca a quién se lo calza. Y el problema con este proceder, tan extendido en nuestra cultura, es que quizá el zapato a algunos les calzará perfecto, pero a algunos les quedará apretado y a otros muy grande, y estas personas tarde o temprano y luego de sufrir, se lo terminarán quitando. La oleada de divorcios y rupturas que año a año vemos es una consecuencia de proceder en ese sentido.
Y es que el proceso saludable es al revés, primero vienen las personas, y son ellas quienes en su danza en común moldearán su paso de baile, el que les viene a medida de ambos. Lo que para una pareja puede ser bueno, para otra puede no serlo, porque el traje se teje a la medida de las individualidades que se encuentran en ese proyecto común.
Otra parte grande del problema es la creencia de que "si me ama, entonces me desea sólo a mi", y si descubrimos a nuestra pareja mirando, pensando o fantaseando con otra persona, entonces creemos que es porque ya no nos ama. La verdad es que amor y deseo son cosas bien distintas. Se puede amar sin desear y se puede desear sin amar. Es cierto que el amor es el plus que detona en el deseo muchos matices que no aparecen cuando no hay amor. El amor añade complicidad, compañerismo, preocupación y ocupación por el otro. En las parejas sanas, esta es una gran oportunidad de exploración y explotación de infinitas variantes que permiten enriquecer el amor y el deseo. El problema es que en el modelo rígido de pareja que nuestra sociedad idealiza, se relaciona de tal modo estos conceptos que terminan confundiéndose. Y esto es un problema mayúsculo cuando descubrimos que los demás ingredientes de la pareja (amistad, compañerismo, complicidad, etc.) son elecciones que obedecen a patrones culturales, mientras que el deseo obedece a patrones instintivos, biológicos, con los que los patrones culturales pueden lidiar de diferentes modos: canalizando, reprimiendo o disfrazando.
Muchas de las parejas que se aferran al esquema único impuesto culturalmente terminan negando sus deseos, enredandose en un complejo mecanismo inconciente de culpa y de reproche. Negamos nuestro deseo y culpamos a nuestra pareja de la frustración que esa negación nos produce. Otras prefieren asumir el deseo, pero de modo individual, resolviendolo por su cuenta sin involucrar a la pareja y en contra del pacto explícito su conducta sigue un carril distinto: somos infieles, vamos de putas, tenemos amantes. Así, partimos nuestra necesidad en dos, la de protección, compañerismo y contención la satisface el marido o la esposa, y la de deseo y sexo el o la amante. El problema con cualquiera de estas dos posturas es que, ambas, constituyen modos de infidelidad que vacían de contenido el sentido de la pareja. Conducen a relaciones formales sin sustancia, donde el proyecto mutuo sufre retaceos de honestidad que terminan destruyendolo, se exteriorice o no en una ruptura.
El modo saludable de lidiar con el deseo, entonces, es canalizandolo. Nos asumimos seres sexuales, asumimos que por mas amor que tengamos hacia una persona, no dejaran de calentarnos otras personas o situaciones. Lo planteamos y lo compartimos con la pareja. Y de ahi, vemos que es lo que nos sirve a nosotros. Podemos explorar y buscar opciones hasta encontrar la que nos haga bien. Quizas la respuesta sea la monogamia, quizas sea el swinger, quizas sea postear en Poringa!...miles de variantes que permiten a la pareja fortalecer su vínculo desde la honestidad. Y si una pareja ha pactado, por ejemplo, la inclusión de terceras personas, o los "permitidos", aún cuando esas conductas impliquen tener sexo con otras personas, no podemos considerar que implican infidelidad, porque no hay ni negación-reproche, ni engaño, sino que se mueven en un marco de honestidad, partiendo de la base de la aceptación de cada individualidad y de la dinámica en común que ambas comparten. La apuesta por la honestidad requiere madurez como para cuestionar los modelos impuestos "desde afuera", capacidad de autoconocimiento como para encontrar los parámetros que nos ayudan a crecer en la relación, y fundamentalmente sinceridad como para saber que es justo que nuestra pareja sepa en todo momento cómo nos sentimos. Ambos deben tener capacidad de dialogar, inteligencia emocional para poder comprenderse y empatía para ver siempre en el otro a un semejante, a un prójimo, a un sujeto. También el sentido de justicia para saber que la par-eja debe estar a la par, que esconder las cartas y hacer trampa para sacar ventaja y tener privilegios que el otro no tiene merced a mi conducta, también es infidelidad, y también destruye a la pareja.
La crísis de pareja actual en realidad es una crísis de los estereotipos externos a medida estrapolados a individuos diversos, es una rebelión de la sinceridad que ha decidido dejar de aceptar por notma social ciertas formalidades que en la práctica no se cumplian. Probablemente escandalizará a algunos y arrasará con un modo de hacer las cosas, para dar lugar a un nuevo tipo de pareja, mucho más unida, más amiga, más compañera, más tolerante, que sea un verdadero lugar cómodo en el cual se sienta el deseo de quedarse, y no una cárcel de la que escapar mediante el engaño o la negación de la propia individualidad. La pareja será entonces un lugar de realización, y ya no habrá lugar para la infidelidad, porque se podrá expresar los deseos y también modelar las pautas en común para lidiar con ellos. Actualmente, si vemos a un amigo en un boliche a los besos con una muchacha que no es su esposa, y nos dice que es fiel y ama a su mujer, lo miramos con ironía y hasta con complicidad. Pero quizás en un futuro muy cercano logremos acostumbrarnos un poco más a la verdad, a la honestidad, y tales situaciones no nos parezcan extrañas.
Lamentablemente, esta exigencia es muy difícil de cumplir, por varios motivos: el principal es que los seres humanos, como seres sociales que somos, necesitamos múltiples vínculos para enriquecer nuestra existencia y a su vez la de los demás. Las parejas saludables son las que no se absorben, sino que comprenden esta necesidad humana, y cada cual mantiene su campo individual, el que puede ser compartido, pero no desplazado. Así, en una pareja sana cada uno tiene amigos, tiene actividades y tiene ámbitos que le son propios. El compartirlos con la pareja es una consecuencia de la confianza que se ha forjado y surge como consecuencia de la misma. El peor error es considerar que ese compartir debe partir de una regla externa que obliga a hacerlo. Es el primer paso para la destrucción de la pareja y para la infidelidad. Y ojo, que hay muchas formas de destrucción de pareja y muchas formas de infidelidad. Una pareja destruida puede guardar todas las apariencias y los rituales de una pareja feliz, pero es una cáscara vacía sostenida solamente en comportamientos estereotipados, no tiene el combustible interior, espiritual, que es el amor. Y la infidelidad no necesariamente es sexual, porque toda traición al proyecto compartido es de por sí una infidelidad. De hecho, la misma falta de sinceridad y confianza es ya una infidelidad, es decir, se ha dejado de ser fiel, de tener fe en lo que se supone que se espera de esa pareja.
Es verdad que cuanto más profundo es un vínculo, más matices se descubren, más complicidad, más compañerismo, más dolor por el dolor del otro y más alegría por la alegría del otro. Pero, insisto, eso viene como consecuencia y nunca como causa. Muchas personas piensan que si impongo a dos personas ciertas reglas y ciertos rituales, ya tengo una pareja. Se moldea entonces, primero, el concepto de lo que la pareja debe ser, como quien confecciona un zapato estándar y luego busca a quién se lo calza. Y el problema con este proceder, tan extendido en nuestra cultura, es que quizá el zapato a algunos les calzará perfecto, pero a algunos les quedará apretado y a otros muy grande, y estas personas tarde o temprano y luego de sufrir, se lo terminarán quitando. La oleada de divorcios y rupturas que año a año vemos es una consecuencia de proceder en ese sentido.
Y es que el proceso saludable es al revés, primero vienen las personas, y son ellas quienes en su danza en común moldearán su paso de baile, el que les viene a medida de ambos. Lo que para una pareja puede ser bueno, para otra puede no serlo, porque el traje se teje a la medida de las individualidades que se encuentran en ese proyecto común.
Otra parte grande del problema es la creencia de que "si me ama, entonces me desea sólo a mi", y si descubrimos a nuestra pareja mirando, pensando o fantaseando con otra persona, entonces creemos que es porque ya no nos ama. La verdad es que amor y deseo son cosas bien distintas. Se puede amar sin desear y se puede desear sin amar. Es cierto que el amor es el plus que detona en el deseo muchos matices que no aparecen cuando no hay amor. El amor añade complicidad, compañerismo, preocupación y ocupación por el otro. En las parejas sanas, esta es una gran oportunidad de exploración y explotación de infinitas variantes que permiten enriquecer el amor y el deseo. El problema es que en el modelo rígido de pareja que nuestra sociedad idealiza, se relaciona de tal modo estos conceptos que terminan confundiéndose. Y esto es un problema mayúsculo cuando descubrimos que los demás ingredientes de la pareja (amistad, compañerismo, complicidad, etc.) son elecciones que obedecen a patrones culturales, mientras que el deseo obedece a patrones instintivos, biológicos, con los que los patrones culturales pueden lidiar de diferentes modos: canalizando, reprimiendo o disfrazando.
Muchas de las parejas que se aferran al esquema único impuesto culturalmente terminan negando sus deseos, enredandose en un complejo mecanismo inconciente de culpa y de reproche. Negamos nuestro deseo y culpamos a nuestra pareja de la frustración que esa negación nos produce. Otras prefieren asumir el deseo, pero de modo individual, resolviendolo por su cuenta sin involucrar a la pareja y en contra del pacto explícito su conducta sigue un carril distinto: somos infieles, vamos de putas, tenemos amantes. Así, partimos nuestra necesidad en dos, la de protección, compañerismo y contención la satisface el marido o la esposa, y la de deseo y sexo el o la amante. El problema con cualquiera de estas dos posturas es que, ambas, constituyen modos de infidelidad que vacían de contenido el sentido de la pareja. Conducen a relaciones formales sin sustancia, donde el proyecto mutuo sufre retaceos de honestidad que terminan destruyendolo, se exteriorice o no en una ruptura.
El modo saludable de lidiar con el deseo, entonces, es canalizandolo. Nos asumimos seres sexuales, asumimos que por mas amor que tengamos hacia una persona, no dejaran de calentarnos otras personas o situaciones. Lo planteamos y lo compartimos con la pareja. Y de ahi, vemos que es lo que nos sirve a nosotros. Podemos explorar y buscar opciones hasta encontrar la que nos haga bien. Quizas la respuesta sea la monogamia, quizas sea el swinger, quizas sea postear en Poringa!...miles de variantes que permiten a la pareja fortalecer su vínculo desde la honestidad. Y si una pareja ha pactado, por ejemplo, la inclusión de terceras personas, o los "permitidos", aún cuando esas conductas impliquen tener sexo con otras personas, no podemos considerar que implican infidelidad, porque no hay ni negación-reproche, ni engaño, sino que se mueven en un marco de honestidad, partiendo de la base de la aceptación de cada individualidad y de la dinámica en común que ambas comparten. La apuesta por la honestidad requiere madurez como para cuestionar los modelos impuestos "desde afuera", capacidad de autoconocimiento como para encontrar los parámetros que nos ayudan a crecer en la relación, y fundamentalmente sinceridad como para saber que es justo que nuestra pareja sepa en todo momento cómo nos sentimos. Ambos deben tener capacidad de dialogar, inteligencia emocional para poder comprenderse y empatía para ver siempre en el otro a un semejante, a un prójimo, a un sujeto. También el sentido de justicia para saber que la par-eja debe estar a la par, que esconder las cartas y hacer trampa para sacar ventaja y tener privilegios que el otro no tiene merced a mi conducta, también es infidelidad, y también destruye a la pareja.
La crísis de pareja actual en realidad es una crísis de los estereotipos externos a medida estrapolados a individuos diversos, es una rebelión de la sinceridad que ha decidido dejar de aceptar por notma social ciertas formalidades que en la práctica no se cumplian. Probablemente escandalizará a algunos y arrasará con un modo de hacer las cosas, para dar lugar a un nuevo tipo de pareja, mucho más unida, más amiga, más compañera, más tolerante, que sea un verdadero lugar cómodo en el cual se sienta el deseo de quedarse, y no una cárcel de la que escapar mediante el engaño o la negación de la propia individualidad. La pareja será entonces un lugar de realización, y ya no habrá lugar para la infidelidad, porque se podrá expresar los deseos y también modelar las pautas en común para lidiar con ellos. Actualmente, si vemos a un amigo en un boliche a los besos con una muchacha que no es su esposa, y nos dice que es fiel y ama a su mujer, lo miramos con ironía y hasta con complicidad. Pero quizás en un futuro muy cercano logremos acostumbrarnos un poco más a la verdad, a la honestidad, y tales situaciones no nos parezcan extrañas.
15 comentarios - De parejas y de infidelidades
pasaste por mis aportes a la comunidad?
comentar es el mejor agradecimiento.
de esta forma te digo GRACIAS.
Sorry no estoy de acuerdo
Mas claro, echale agua.!!
Lo expreso con todo respeto y creo que en este portal es necesario la igualdad entre los sexos.
No quita que lo que tengamos en la cabeza cada uno, dé para levantarte o no a otro/a del sexo opuesto. O del mismo sexo...
Como ahora la mujer tiene la libertad que ella quiere, se dio vuelta un poco los roles. Ahora las minas, no creo que a todas, si se quieren voltear a alguno, van y lo hacen... le guste al marido o no, y anda a saber si nos enteraos....
Pero las minas no son como nosotros, es muy, muy raro, que ellas se enrieden sentimentalmente. Es más, es más factible que nosotros (los hombres), seamos más propensos al enamoramiento de la "otra"... muy bueno el informe. como dije al principio: para mi.....