El traqueteo de la silla contra el suelo se mezclaba con los gemidos y suspiros de los dos. Gritos le daban un toque salvaje a aquel concierto, a aquella performance sonora y visual. Estaba clavada en su pene, subiendo y bajando con violencia, sintiendo como su chico empujaba sentado en la silla, queriendo reventarla. Quería fundirse con ella, en un maremágnum de sensaciones: sexo, animalidad, amor, deseo básico…
Su cara de morbo se reflejaba en el espejo que él había colocado delante, preparando la escena. Sus ojos, clavados estaban en aquella imagen de su entrepierna cabalgando sobre aquel duro trozo de carne que entraba y salía sin parar viendo y sintiendo a la vez como le agarraba las tetas desde detrás, dando pronunciados pellizcos en sus pezones…
Difícil de describir era la excitación que la envolvía al verse a sí misma su propia cara y no poder soportar tanto placer; ver aquellas manos a la vez que las sentía con los ojos puestos en el pene, que sentía dentro de sus entrañas. La actuación se acercaba a su culminación entre exclamaciones. Sus cuerpos se retorcían al unísono, mientras aquella silla traqueteaba contra el suelo…
Ella empezó a jadear más fuertemente, como señal inequívoca de que se iniciaba un largo orgasmo, al tiempo que el ritmo frenético de él delataba, que ya no era dueño de sus actos, que mandaba su entrepierna deseosa, incapaz de aguantar más aquella carga de semen que deseaba mezclarse con la humedad de la cueva de ella. Como dos animales, se corrieron el uno en el otro. Imposible oír los ‘te quiero’, entre los gritos y jadeos, entre los sudores, entre la sensibilidad física aumentada. ¡Uff, había sido un polvo increíble…!
Ella se levantó y se giró, mirando a los ojos a su amante, pero pensó cómo se habían iniciado los besos y las caricias en el ascensor, cómo él le había frotado en las piernas por encima del pantalón, cómo habían entrado en el piso a trompicones, pero sin dejar de besarse locamente, cómo habían ido perdiendo la ropa, mientras él la dirigía al dormitorio, y cómo había sido su sorpresa y el aumento de su excitación al ver una simple silla en el centro del mismo…
Y con todos esos pensamientos una gran humedad volvió a correr en sus piernas, por lo que se separó de él, y ante la sorpresa en sus ojos, llevó su lengua hacia abajo. Aquello no había terminado aún….
Su cara de morbo se reflejaba en el espejo que él había colocado delante, preparando la escena. Sus ojos, clavados estaban en aquella imagen de su entrepierna cabalgando sobre aquel duro trozo de carne que entraba y salía sin parar viendo y sintiendo a la vez como le agarraba las tetas desde detrás, dando pronunciados pellizcos en sus pezones…
Difícil de describir era la excitación que la envolvía al verse a sí misma su propia cara y no poder soportar tanto placer; ver aquellas manos a la vez que las sentía con los ojos puestos en el pene, que sentía dentro de sus entrañas. La actuación se acercaba a su culminación entre exclamaciones. Sus cuerpos se retorcían al unísono, mientras aquella silla traqueteaba contra el suelo…
Ella empezó a jadear más fuertemente, como señal inequívoca de que se iniciaba un largo orgasmo, al tiempo que el ritmo frenético de él delataba, que ya no era dueño de sus actos, que mandaba su entrepierna deseosa, incapaz de aguantar más aquella carga de semen que deseaba mezclarse con la humedad de la cueva de ella. Como dos animales, se corrieron el uno en el otro. Imposible oír los ‘te quiero’, entre los gritos y jadeos, entre los sudores, entre la sensibilidad física aumentada. ¡Uff, había sido un polvo increíble…!
Ella se levantó y se giró, mirando a los ojos a su amante, pero pensó cómo se habían iniciado los besos y las caricias en el ascensor, cómo él le había frotado en las piernas por encima del pantalón, cómo habían entrado en el piso a trompicones, pero sin dejar de besarse locamente, cómo habían ido perdiendo la ropa, mientras él la dirigía al dormitorio, y cómo había sido su sorpresa y el aumento de su excitación al ver una simple silla en el centro del mismo…
Y con todos esos pensamientos una gran humedad volvió a correr en sus piernas, por lo que se separó de él, y ante la sorpresa en sus ojos, llevó su lengua hacia abajo. Aquello no había terminado aún….
5 comentarios - La silla-LauriiiFB
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