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Seis por ocho (91): Un relato como pareja




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Compendio I


Encuentro extraño que la que más desee que siga con esta bitácora sea mi esposa. Me dice que en el fondo, sabía que otras cosas más ocurrieron antes de nuestro casamiento y aunque no todas las experiencias fueron agradables, que igual es bueno preservarlas de alguna manera.
Incluso, tras leer la última entrega, se burló de mí, porque han sido tantas las veces que se han aprovechado de mi sueño. Pero lo que más me sorprende es que no les guarde rencor.
Ella me abraza y me pregunta por qué no quise dar alas a esas relaciones, si en el fondo, sabe que me gustan Elena y Lucia, por su físico, pero le recuerdo que tras esas vivencias, la apariencia exterior quedaba de lado, aunque le cuesta entenderme.
Mientras estamos acostados en la cama, con el portátil encendido, la miro en sus ojos verdes, acaricio su lunar y le digo que con el amor que ellas me daban era suficiente. Me sonríe y me pide que le lea la entrega que estaba redactando originalmente, pero le llama la atención que me salte tantas semanas entre el capitulo anterior y el que estaba escribiendo.
Le explico que no quiero relatar esas semanas, porque en el fondo, no hicimos nada más allá de lo que ya habíamos hecho hasta esa fecha, pero ella me remarca que igual fueron días especiales.
Me hace pensar y en realidad, es cierto. Ella sonríe al verme nostálgico y me pide que continúe, que “no sea malo y que le de unos espacios a lo que ya estaba escribiendo, para que continúe con lo que pasó en esas semanas”.
Mientras va al baño, le obedezco y relato lo que acaba de ocurrir. Ella lo lee, se ríe y me besa. También tiene algunos de suspiros de nostalgia sobre esos días y se deja sumergir en la atmosfera que trazo con mis palabras. Es así como recordamos el primer día de pruebas de Pamela…
Esa mañana, fue muy refrescante. Marisol convenció a su prima que una “cábala infalible para sus pruebas” era darme una mamada por las mañanas.
“¿Cómo podéis ser tan rara?” le dijo Pamela, con una cara rosa de vergüenza.
“Pues, hasta el momento, no me ha fallado…” Le responde su prima con una gran sonrisa.
Pamela suspira. No tiene mucho tiempo, porque tiene que estar en la escuela en hora y media más y debe salir pronto, así que empieza a chuparme.
“¡No se rían!” nos dice enojada. “¿Qué no se dan cuenta que me avergüenza?”
Le pedimos disculpa y la dejamos seguir. Para sentirse más cómoda, cierra los ojos, mientras que sube y baja con gran rapidez.
Lo hace muy bien y me termino corriendo en su boca. Trata de beberlo todo, pero algunas gotas bajan por mi pene medianamente erecto.
“¡Tienes que chuparlo todo!” le dice Marisol, acariciando su cabeza cariñosamente.
A Pamela aun le parece extraño, pero no niega que le gusta hacerlo y me deja limpiecito.
“¡Tendré que ponerme labial de nuevo!” nos dice, luego de mirarse en el espejo del baño.
“Pamela, ¿Ya te pusiste el “huevito de las respuestas”?” Le pregunta Marisol.
“¡Claro que sí!” le responde, roja como un tomate.
Yo decido burlarme de ella.
“¿No le gastaste las baterías?”
“¡Por supuesto que no!” dice la “amazona española”, roja de pies a cabeza. “¡Sólo… lo probé un rato!”
Nos reímos un poco, pero Marisol y yo nos levantamos, para abrazarla de despedida.
“¡Animo, Pamela! ¡Te ira excelente!” le dice Marisol.
“¡Sí!” le dije yo. “¡Tengo mucha confianza en ti!”
“¡Marco!” me responde, abrazándome entre lagrimas.
Veo a Marisol y tiene esa mirada particular, cuando me pide cosas extrañas…
“¡Amor, Pamela está muy nerviosa!” me dice, con una cara de traviesa. “¡Deberías besarla, para que se calme!”
“¡Marisol!” exclama Pamela, con unos tremendos ojos. Yo sonrío.
“¡Tienes toda la razón!” miró a Pamela a los ojos. “¡Tienes que relajarte!”
Aun sorprendida por mi apasionado beso, saboreo su lengua, intoxicándome con su perfume. Siento en la calidez de sus labios, por su saliva y por el relajamiento de sus músculos, mientras la abrazo, que el beso le ha gustado y no le da importancia a que Marisol nos este mirando.
Trato de apartarme, pero son sus labios los que buscan proseguir con la acción, mientras sus brazos se aferran a mi espalda, para no dejarme escapar.
Miro a Marisol y ella se ríe al verme atrapado, pero llama a la compostura de su prima, carraspeando su garganta.
La mirada de Pamela es completamente distinta, al igual que su sonrisa de contenta.
“¡Ya no tengo miedo!” nos dice, al cerrar la reja, mientras nosotros nos despedimos desde la puerta.
Nos abrazamos con Marisol y volvemos a nuestra cama. Pero ella me mira con sus ojos de mimada.
“¡Yo también tengo una prueba por la tarde!” dice, mientras destapa mi pantalón de pijama y se lleva el contenido a la boca.
La dejo hacer, porque es la mujer que amo y me corro nuevamente.
Así fue nuestra rutina durante esos 3 días. Sin embargo, al tercer día se unió Amelia, ya que no encontraba justo que ellas lo hicieran a escondidas.
Marisol la dejo, principalmente porque tenía que irse más temprano esa mañana y quería que Amelia se “quedara cuidándome”, lo que hizo bien gustosa, conmigo… a solas.
Marisol me pide que sea más detallista, pero le explico que los recuerdos que más atesoro no están siempre ligados con hacer el amor o la intimidad.
Le confieso que las amo, pero no solamente por cómo se ven, sino que también las amo por la personalidad que mantienen oculta. Marisol se ve contenta, pero no me entiende, así que trato de ser más grafico.
Verónica es una mujer esforzada, humilde y hacendosa. Sin embargo, también es lujuriosa, insegura y necesitada de afecto.
Amelia, en cambio, aparece como una niña tierna e inocente, pero en el fondo, busca mostrarse como una mujer madura y que le gusta el sexo.
A diferencia de Pamela, que se muestra como una chica recia, sarcástica y muy sensual, pero que en el fondo es cariñosa, tímida y muy inteligente, aspecto que su actual pareja ojalá también le guste.
Esta también Sonia, que luce como una profesional muy seria y ordenada, pero en el fondo es una puta bien creativa y una chica bien romántica.
Y finamente, la beso y le digo que también está ella, con sus ojos verdes muy tiernos y su lunar. Con su corazón generoso y su empatía que permite leer el sentimiento de los demás.
Pero ella quiere que narre sobre los tríos que hicimos durante la noche. Pienso que es extraño que sea ella la que los disfrute más (yo prefiero hacerlo con una a la vez), pero ella me insiste en que le cuente sobre los diferentes estilos… y por supuesto, se vuelve a reír al ver que escribo lo que estamos hablando.
Marisol me dice que me dio autorización esa noche porque no quería que su madre y su hermana se sintieran envidiosas. A ellas les pareció agradable, ya que podíamos retomar algunas de las actividades que hacíamos en el turno de la mina.
Para mí, ya era algo fuerte que Verónica usara el consolador doble con su propia hija, pero cuando fue ella la que lo uso con su madre, me dejo con la boca abierta, mientras que Amelia sonreía orgullosa, diciéndome que “ahora no era tan inocente como yo esperaba”.
Sin embargo, a Verónica le agradaba. Constantemente, nos decía que lo hacíamos muy bien, mientras la penetrábamos por sus partes bajas, porque conocíamos sus ritmos y sus partes sensibles. Yo lo notaba al sentir su vagina correrse varías veces, en especial, cuando su hija lamía su espalda y le apretaba suavemente los pechos, haciendo que los pezones se erigieran de excitación.
Yo la besaba y notaba la lujuria en sus labios, su mirada y en su abrazo. Simplemente, se derretía cuando le comía uno de sus pechos y le agarraba el otro, diciendo que era demasiado y finalmente, acabábamos por corrernos.
Luego cambiábamos de posición con Amelia. Aunque el consolador disminuía la resistencia a la penetración anal de Verónica, el hecho que pudiera deslizar mis manos entre esos pechos tan jugosos, mientras que ellas se acariciaban tiernamente, besándose sin restricciones, hacía que valiera la pena.
Y bueno, si quería sentir un trasero delicioso, aun podía deslizar la mano por la cintura de ambas e intentar de meter los dedos a Amelia…
Nuevamente nos corríamos y mientras permanecíamos pegados en el interior de Verónica, Amelia me trataba de convencer que después era su turno, ya que su madre no tenía objeciones.
Marisol sonreía, imaginando eso, pero me decía que ella también había aprovechado esa noche para ponerse en contacto con Pamela.
Me contaba que todo empezó inocentemente, al ver que ella seguía nerviosa por sus pruebas. Marisol la calmó, recordando como yo la acariciaba en las mejillas, diciéndole que no tenía que preocuparse, que nosotros la cuidaríamos, en caso que no resultara, lo que ella agradeció.
Pamela reconoció que sin nuestra ayuda, le habría sido imposible cambiar de vida y estaba especialmente agradecida de mi ruiseñor, que a pesar de ser tan extraño para ella, no dudaba en compartirme y dejar que le enseñara.
Con algo de vergüenza, me contó que se veía tan tierna que no resistió los deseos de besarla. Pamela se sorprendió, pero no opuso resistencia.
Mi ruiseñor confesaba que su beso era bien cálido y no dudo fisgonear con su lengua a través de la boca de su prima, abrazándola por la cintura. Pero cuando esas lenguas se encontraron, se sintió algo eléctrico y simplemente, se dejaron llevar.
Me contaba que se acariciaban sus botones, recordando mi estilo, mientras que sus besos seguían siendo cada vez más apasionados.
Incluso llegaron a meter los dedos por detrás al mismo tiempo, gimiendo de placer al recordar como acostumbro hacerlo yo.
Pero Marisol me confiesa que también le gustan un poco los pechos grandes y que los de Pamela son preciosos y no dudaba en lamerlos.
Me decía que sentía las tercianas de placer de su prima en las múltiples corridas que mojaban su mano e incluso era Pamela, envuelta en placer y excitación, quien le pedía que continuara chupándolos, ya que lo hacía tan bien.
Finalmente, Marisol distingue el huevito vaginal y con su cara de traviesa, me cuenta que se lo instaló a su indefensa prima, ajustándolo a intensidad máxima, mientras le come los pechos.
Me confiesa que siempre la ha encontrado hermosa, pero al verla en éxtasis, no resistió los deseos y le pidió que le comiera la rajita.
Me mira muy colorada, en especial, al notar que estoy excitado, pero me dice que aunque se sintió bien, que igual lo sigo haciendo yo mejor.
Me cuesta imaginarme a una mujer como Pamela haciendo algo como eso, pero también sé que tan persuasiva puede ser Marisol.
Le preguntó si con eso tiene suficiente y ella me dice que no. Le confieso que quiero metérsela, pero ella sabe que si lo hago, cerrare el ordenador y no seguiré escribiendo.
Me hace una oferta tentadora: me pide que siga escribiendo, mientras ella me lo chupa y que si le gusta lo que escribo, se entregara a mí en todo lo que desee.
Sé que en el fondo, ella se entregaría de igual manera, pero sentir sus labios encima de mi dura cabeza me obliga a cumplir mi palabra.
No fue el único trió que tuve. De hecho, la noche que me estoy acordando tuve 2. Marisol me dio permiso, porque “quería ponerse al día con su hermana”, por lo que en la otra habitación me esperaban Pamela y Verónica.
Empezamos lento, ya que no se sentían cómodas. Para Pamela, Verónica seguía siendo su tía y para su tía, le incomodaba el hecho que no supiera el secreto de Violeta.
Yo las disculpo, porque aunque Verónica viste un camisón blanco, bien ligero y Pamela está durmiendo con un hilo dental y sostén, por las calurosas noches de verano, sé que no puedo obligarlas a hacer algo que no quieren, por lo que decidimos acostarnos.
Ellas se acurrucan a mi lado, dándome las gracias y notan mi bulto. Son ellas las que se disculpan por no poder hacerme sentir bien y a modo de consuelo, Pamela empieza a masturbarme.
Veo en los ojos de Verónica las ganas de imitar a su sobrina y no me sorprendo al sentir algo de presión adicional sobre mi herramienta, mientras que un par de manos la envuelve.
Nuestras respiraciones se empiezan a agitar y veo en sus bocas las ganas de chuparlas. Saben que me correré luego, pero sus incomodidades siguen latentes.
Eventualmente estallo y ellas quedan con las manos sucias con mis jugos. Los lamen, pero aun queda una buena cantidad en mi pene y en mis bolas. Tratan de restregarlas con sus manos, pero no pueden sacarlos todos.
Un poco más limpia, aun sale jugo de la puntita y Verónica se deja llevar. Ver a su tía subir y bajar sobre su palo favorito hace que Pamela se excite y tenga algo de celos. Me besa apasionadamente, mientras que yo deslizo mi mano en su jugosa y cálida rajita, mientras que la otra mete unos dedos en el ano de su tía.
Empiezan a gemir de placer y les importa menos que estén acompañadas. Eventualmente, Pamela se monta en mi cara, deseando sentirme dentro de ella. Luego la imita su tía, montando mi verga.
No quieren mirarse por vergüenza, pero las hago sentir tan bien y sus gemidos son tan excitantes, que se dejan llevar por el placer.
Me excitan tanto cuando las siento besarse y Verónica lo nota, porque la deseo bombear con más fuerza. Empiezan a acariciarse sus pechos y eso excita más a Pamela, que me ahoga un poco con sus jugos.
Finalmente, me tengo que correr, al ver que sus pechos están tan juntos, cuando ellas están sumergidas en un abrazo, apoyando la cabeza en el hombro de la otra, mientras se siguen quejando de placer.
Ha sido delicioso y aunque les digo que me tengo que ir, a ellas no les importa demasiado. Verónica me dice que tiene que hablar algunas cosas con su sobrina y que es mejor hacerlo a solas, mientras acaricia su dulce cara.
Cierro la puerta y voy a mi habitación… y por supuesto, las hermanas viciosas me están esperando… ya bastante animadas…
Alcanzo a escribir eso solamente, porque aun quedan otras experiencias por contar… pero Marisol me pide que continúe al día siguiente, porque está muy caliente y “¡Me quiere sentir ya!”, así que alcanzo a cambiar el titulo y guardo el archivo, mientras que ella me devora a besos y se monta encima de mí…
Fue una noche excepcional…


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