Después de una larguísima y durísima semana por fin era viernes.
Mi cuerpo ya me pedía a gritos pasar uno o dos días enteros en la cama.
Solo que para mí desdicha aun me encontraba atrapada en medio del tráfico. ¡Joder llevaba dos horas metidas en este embrolladero!
Cuando volvía a poner por quinta vez mi disco de los Hanson, mi celular sonó.
-¿Dónde estás cariño? – Me preguntaron apenas y conteste.
-Daniel, estoy atascado en el tráfico.
No llegue a oír su respuesta pues en ese momento le arrancaron el teléfono de las manos – ¿Cómo que atrapada? De seguro te saliste del trabajo solo hace media hora y no hora y media como te pedí. – Agradeciendo que Pablo no pudiera verme me mordí el labio, pues el estaba en lo correcto. – Tienes media hora para llegar o iniciaremos sin ti.
-¡Pablo eso no es justo!
-Me hubieras hecho caso fulana.
En cuanto Pablo me colgó, comencé a tocar el claxon como desesperada. ¡De ninguna manera me iba a perder esto!
Cuando un señor me grito un par de palabrotas por mi escándalo deje de hacer ruido – pues ni caso tenia ya que no avanzábamos nada – y en lugar de ello me puse a pensar en lo que me esperaba en casa.
Casi podía ver a Daniel llevando esa camisa negra que tanto me gustaba y sus pantalones blancos que se le ajustaban a la perfección esas hermosas nalgas que Dios le había dado. Llevaría su rubio cabello perfectamente peinado como solía hacerlo y sus brillantes ojos azules estarían rodeados por esas viejas y sexys gafas que tanto amaba.
Mientras tanto Pablo llevaría una de sus playeras sin mangas que tanto le gustaba llevar y ese jeans deslavado y roto que tanto me excitaba. Su largo cabello oscuro estaría firmemente atado con una cola para evitar que ningún mechón callera por su rostro y ocultara sus fascinaste ojos negros.
¡Dios! Solo pensar en ellos y me mojaba.
Cuando mi estomago gruño me puse a fantasear con la suculenta comida que Pablo de seguro prepararía para esta noche. Ya ansiaba llegar a casa y no solo por la comida pues sabía perfectamemente lo que después me esperaba.
Ambos chicos me follarían hasta dejarme sin aire en los pulmones.
Aun recuerdo como fue la primera vez que lo hicieron.
Pablo, Daniel y yo nos conocíamos de toda la vida, los tres habíamos sido vecinos, habíamos ido a las mismas escuelas y cuando llego el momento de ir a la Universidad en vez de despedirnos, nos fuimos a vivir juntos.
Los tres nos conocíamos demasiado bien para tener una convivencia tranquila y hasta divertida.
Y así fue, hasta que de un día para otro Daniel y Pablo comenzaron a actuar misteriosos. Al principio me había sentido excluida pero después entendí que necesitaban hacer cosas de hombres que desde luego no me incluían a mí.
En fin, el día que supe toda la verdad fue cuando mi profesora de Aritmética cánselo su clase. Ese día llegue más temprano a casa y como supuse que los muchachos estarían aun en el cole comencé a desnudarme para darme una ducha. Cuando ya estaba solo en bragas, escuche un ruido procedente de mi cuarto, sintiendo curiosidad y miedo fui a investigar.
¡Pero oulala! Lo que encontré me dejo sin aliento.
Daniel estaba reclinado sobre mi cama mientras que Pablo le daba con gran vigor por atrás.
La escena me tomo tan de sorpresa que me quede inmóvil durante unos minutos, después de eso mi cuerpo comenzó a reaccionar solo. Estaba tan mojada que mis fluidos resbalaban por mis piernas.
Cuando era más joven siempre había fantaseado con ambos chicos amándome y ahora por fin era mi oportunidad para realizar mi fantasía.
Lentamente me acerque a ellos mientras que Pablo sobaba a Daniel con una tela color escarlata.
Ambos chicos están tan concentrados en ellos mismos que ignoraron mi presencia hasta que acaricie el rostro sudado de Daniel.
-¡Marissa! – Exclamo Daniel mientras trataba de alejar a Pablo de él.
En lugar de ceder Pablo se aferro más a Daniel mientras me devoraba con la mirada.
Sin saber que hacer le arrebate la tela de la mano a Pablo, solo para descubrir que eran unas delicadas y femeninas braguitas.
-¿De quién son? – Pregunte consternada.
Daniel miro entre sorprendido y molesto a Pablo – ¿No son de ella?
Pablo nos miro a ambos algo avergonzado y después me explico – Se que te molesta que tomen tu ropa… así que…
Se hizo un silencio entre nosotros que rompí cuando ambos chicos comenzaron a separarse.
-¡No! – Dije mientras caminaba hacia la cama – Continúen por favor.
Daniel me miro curioso antes de asentir hacia Pablo.
Mientras ellos se disponían a volver a follar, yo me acomode en la cama para disfrutar del espectáculo.
Ver a ambos chicos despertó en mí un hambre voraz, y claro las miradas que ambos me lanzaban me prendían fuego.
Me objetivo era verlos hasta que llegaran al clímax, pero no me pude contener.
Gatee hasta ponerme debajo de Daniel, este comenzó a besarme con frenesí mientras que las manos de Pablo me moldeaban los muslos.
-Córrete Daniel – pedí en un susurro.
Pablo me oyó y acelero sus envestidas. El éxtasis en la cara de Daniel hizo que mi humedad aumentara, el chico lo noto y lentamente –como si me pidiera permiso – bajo una mano por entre nuestros cuerpos para acariciar mi feminidad.
-Si – Susurre para darle ánimos.
Pablo entrelazo sus dedos con Daniel y unidos comenzaron a acariciarme.
Daniel se corrió apenas y me tocaron.
Sujete su eréctil miembro y deje que se corriera en mi mano.
Pablo salió de Daniel, y se tiro en la cama a mi lado, Daniel tardo en recuperarse pero cuando lo hizo me miro con consternación.
-¿Vas a decir algo? – Pablo hablo por los dos.
-¿Tendría que hacerlo?
-Marissa… -Comenzó a decir Daniel pero lo corte.
-¿Desde cuándo hacen esto?
Los muchachos se vieron antes de que Pablo respondiera – Hace unos meses.
-¿Pensaban invitarme?
-Joder fulana si lo hacemos en tu cuarto creo que la respuesta viene implícita.
-Lo que Pablo quiere decir – explico Daniel – Es que no sabíamos como tomarías las cosas. Nosotros queremos… No, ansiamos que te unas a nosotros, pero no sabemos cómo te sientes tú.
Los mire detenidamente antes de responder, Daniel miraba al piso con un sonrojar exquisito en el rostro mientras que Pablo me miraba desafiante. –Me gustaría unirme a ustedes. – Sin remedio solté una carcajada - ¿Recuerdan que siempre me preguntan cuál es mi fantasía? –Los dos asintieron – Pues bien, acabo de verla hecha realidad.
-¿De verdad?
-Si Daniel – Conteste mientras me acercaba a él – Claro que también me los imagine tomándome al mismo tiempo.
-Pues bien – Agrego Pablo poniéndose de pie y yendo hacia nosotros – Pongámonos a trabajar en tu sueño fulana.
Sin siquiera decirme palabra alguna, Pablo me tomo de los hombros y me beso con desesperación.
Mis piernas comenzaron a flaquear, siempre había soñado como seria besar a Pablo y ahora que lo sabia no está nada decepcionada.
Mientras fundía mi lengua con la de Pablo, Daniel comenzó a acariciar mi cuerpo para después deshacerse de mis bragas.
Cuando por fin Pablo paro el asalto a mi boca, me senté en la cama y admire a mis dos hombres.
Daniel era de piel blanca como la leche, su abdomen era una delicia ante la vista con un six de bien marcados cuadritos, pero mientras que Daniel era lampiño el torso de Pablo estaba decorado con fino vello oscuro, sus hombros era gruesos y cuadrados y su abdomen estaba igual de marcado que el de Daniel, la diferencia entre ellos era que la tez morena de Pablo hacia a un mejor la vista.
Ambos chicos también me observaron intensamente y el saberme observada por ellos me éxito aun mas.
-Vengan – dije casi sin aliento mientras estiraba las manos hacia ellos.
Pablo ignoro mi mano y se subió a la cama detrás de mí para comenzar a besar mi cuello y espalda, mientras tanto Daniel se deleito con mi boca.
Sentir sus manos y bocas sobre mi cuerpo me lanzo a un remolino de placer, claro que el placer que sentía en ese momento no fue nada comparado al que sentí cuando ambos se arrodillaron ante mí para comenzar a mamar mis senos.
Un juramento ronco salió de mis labios al sentir sus dientes y lenguas chupar y mordisquear mis pezones.
-Sabía que sabrías a gloria – me dijo Pablo con una turba sonrisa.
-Gloria no es la palabra – corrigió Daniel – No hay palabra alguna para describir el sabor.
-¿Van a continuar o seguirán hablando?
-Fulana, déjanos en paz. – Aunque su tono fue tosco, Pablo acuno mi pecho con cuidado antes de volver a mamar.
De mis labios salían maldiciones, gemidos, jadeos y palabras para motivarlos mientras que ellos expandieron su tortura por todo mi cuerpo.
Cuando estaba tan húmeda que moje la colcha, Pablo me abrió de piernas lo más que pude soportar y entonces ambos se sumergieron en mi coño.
¡Dios, Era tan delicioso!
-Más – gemía sin control alguno pues sus lenguas tenía una perfecta sincronización que me dejaba sin razón alguna.
Daniel y Pablo me llevaron a dos liberaciones supremas antes de que tomara sus gruesas y palpitantes erecciones en mis manos.
-¡Joder! – oí murmurar a Daniel, mientras que Pablo se tensaba.
Los empuje para alejarme de ellos con el fin de ponerme a cuatro patas sobre la cama. – Daniel, te quiero dentro – ordene – Pablo déjame mamártela.
Los chicos intercambiaron una mirada antes de obedecerme, no solía ser de las mandona en la cama pero era tal mi ansia por sentirlos que me puse seria.
Daniel entro lentamente en mí, mientras que Pablo ponía su rígido miembro a mi alcance.
Me chupe los labios al ver su gruesa virilidad, pase mis dedos suavemente por toda su dura vara para después acariciar su amoratada cabeza con delicadeza. Una gota de placer salió disparada de su pene y yo con una sonrisa juguetona la limpie con mi dedo para después chuparla.
-¡Joder Marissa! No juegues con migo.
-Pablo déjame en paz – repetí sus palabras mientras que Daniel comenzaba a moverse en mi interior.
Le lance una sonrisa juguetona a Daniel antes de tomar la dura verga de Pablo en mi boca.
Su sabor era tal que no pude reprimir un gemido.
-¡No hagas eso Marissa! Joder, estoy tan cerca.
-Córrete – Le dijo Daniel.
Pero como era de suponer el terco de Pablo no obedeció, al contrario apretó los puños y mandíbula mientras que yo masajeaba con mi boca y manos su pene.
Daniel, acelero sus envestidas, por lo cual se me dificulto seguir chupando la virilidad de Pablo.
-Es suficiente – declaro Pablo – Daniel abajo, fulana encima – Su voz era firme y al contrario que yo se notaba que disfrutaba dando órdenes.
Daniel salió de mí e inmediatamente obedeció a Pablo.
Yo tarde en obedecer pues estaba más ocupada viendo el sensual cuerpo de Daniel, Pablo me saco de mis ensoñaciones al tomarme por la cintura y montarme en Daniel.
-No desobedezcas fulana.
-Cariño, necesitamos condones – me dijo Daniel – Esta vez no creo poder contenerme.
Nege con la cabeza mientras acariciaba su erección – No quiero que nada se interponga entre nosotros. Mañana comprare pastillas.
-Daniel tiene razón Marissa.
-No por favor, solo esta vez.
Ambos chicos me miraron y se miraron antes de asentir.
-Pero mañana mismo iremos a comprarte las condenadas pastillas.
Asentí hacia Pablo antes de que este volviera a tomarme por la cintura para empalarme en Daniel.
-¡Joder Marissa! – Soltó el rubio – Si no estuviera jodidamente seguro que ya lo has hecho, juraría que eres virgen, ¡Estas deliciosamente apretada!
Ignore sus palabras pues en ese momento Pablo comenzó a mamar mis pechos mientras que una de sus fuertes y grandes manos tomaba el pene de Daniel para ayudarlo a penetrarme.
-¿Cómo se siente? – pregunto Pablo a Daniel.
-Es… tan mojada, caliente, suave y extremadamente apretada… juro que es una deliciosa tortura… y me aprieta en su interior como si quisiera que ahí me quedara… ¡Pablo… tienes que sentirlo!
-Después, ahora hay algo que quiero sentir aun mas.
Sus manos abandonaron mis pechos y salió de la habitación.
Mire con duda a Daniel, pero este solo sonrió –No te preocupes cariño volverá – si tenía algo más que agregar a la plática, lo olvide porque en ese momento Daniel me tomo de la cintura y como si no pesara nada me levanto hasta que solo la capucha de su pene quedo en mi interior. Su sonrisa se hizo aun más ancha cuando de golpe me empalo.
Comencé a mover las caderas hacia arriba pues quería más de él. Quería sentirlo hasta mi matriz.
-Marissa – Susurro antes de atrapar mis labios en un enloquecedor beso.
Daniel y yo interrumpimos el abrazo de nuestros labios cuando oímos a Pablo regresar.
Mire sobre mi hombro y atreves de mi enredada melena castaña y pude observar que Pablo traía consigo una tubo de plástico.
El callo en la cuenta de mi mirada y dijo - ¿Crees poder recibirnos a ambos?
¡Joder si! Había soñado con eso muchísimo tiempo atrás.
-Si – dije con la voz anhelante de deseo.
Pablo sonrió y se acerco a mí mientras abría el tubo del lubricante. Coloco una mano en mi espalda y me inclino hacia Daniel.
-Estará un poco frio – Anuncio antes de abrir mis nalgas y comenzar a aplicar la fría pasta.
Gemí por la sensación del frio en mi cuerpo caliente, Daniel sonrió y mientras Pablo lubricaba bien mi culo el mordió mi pezón.
Pablo me enderezo de golpe. Sentí que la cama se hundía con su peso y al instante siguiente sentí como su miembro se abría paso entre los cachetes de mis nalgas.
-Relájate – me susurro al oído cuando la punta de su pene encontró el anillo de mi culo.
Daniel dejo de moverse, le dijo algo a Pablo que no logre oír bien, solo sé que Daniel metió sus dedos entre los pliegues mojados de mi sexo, tomo algo de mis fluidos y después los embarro en la venosa erección de Pablo.
Estaba a penas recobrándome cuando sentí que el pene de Pablo se abría paso por mi culo. Grite mientras que ambos chicos me sostenían.
-Solo un poco más – me informo Pablo en una súplica.
Estaba tentada a decirle que parara cuando por fin dio el último empujón y entro completo en mi. Me relaje mientras sentía sus calientes bolas golpear mi trasero.
-¿Estas bien cariño? – Sonreí a Daniel en respuesta.
-Dios – murmuro Pablo – Tenias razón Daniel es jodidamente estrecha y lo que es mejor puedo sentir tu punta. – Me giro la cabeza para darme un sólido beso – Eres todo un tesoro fulana.
-¿Ya habían hecho esto antes? – pregunte sin aliento, sabía que este no era el momento para esto pero en verdad quería saber.
-¿Si hemos compartido una chica antes? – Me pregunto Pablo mientras yo asentía – No, nunca.
-Queríamos que tú fueras la única. – Me explico Daniel y esa simple declaración me basto para correrme.
-¡Joder Daniel! – Reclamo Pablo – ¡Mira lo que has hecho!
Ambos chicos me sostuvieron mientras mi cuerpo temblaba con deleite.
Me sentía tan llena con ellos, pero más que eso era el saber que ellos me habían anhelado de igual manera que yo lo había hecho con ellos.
-Háganme suya – Pedí cuando mi respiración se ralentizo.
Daniel y Pablo se tomaron enserio mis palabras ya que me tomaron con gran vigor en una sintonía perfecta.
Pablo entraba, Daniel salía, Pablo salía, Daniel entraba.
Su ritmo duro otros minutos antes que volviera a correrme con un largo y sonoro grito que estaba segura que despertaría al vecino.
-¡Ya no puedo! – Admitió Daniel.
-Entonces córrete con migo – Le pidió Pablo.
Ambos aceleraron sus envestidas y en menos de un minuto se corrieron en mi interior.
Enrede una mano en el cabello suelto de Pablo y con la otra acune el rostro de Daniel, mientras que ambos liberaban su semilla en mí.
Cuando ambos se relajaron salieron de mí.
Daniel me limpio los muslos y cuando ya no quedo rastro ni de sus semen ni de mi excitación se acostó con migo acurrucándome en su pecho.
Pablo nos miro con una posesiva mirada antes de unírsenos al lecho.
Los tres nos miramos con soñadoras miradas mientras nos dejamos llevar por el sueño.
Pablo nos abrazo y nos pregunto – ¿Recuerdan cuando jugábamos a la casita? – Daniel y yo asentimos – Creo que podremos volver a jugar a eso.
Mi cuerpo ya me pedía a gritos pasar uno o dos días enteros en la cama.
Solo que para mí desdicha aun me encontraba atrapada en medio del tráfico. ¡Joder llevaba dos horas metidas en este embrolladero!
Cuando volvía a poner por quinta vez mi disco de los Hanson, mi celular sonó.
-¿Dónde estás cariño? – Me preguntaron apenas y conteste.
-Daniel, estoy atascado en el tráfico.
No llegue a oír su respuesta pues en ese momento le arrancaron el teléfono de las manos – ¿Cómo que atrapada? De seguro te saliste del trabajo solo hace media hora y no hora y media como te pedí. – Agradeciendo que Pablo no pudiera verme me mordí el labio, pues el estaba en lo correcto. – Tienes media hora para llegar o iniciaremos sin ti.
-¡Pablo eso no es justo!
-Me hubieras hecho caso fulana.
En cuanto Pablo me colgó, comencé a tocar el claxon como desesperada. ¡De ninguna manera me iba a perder esto!
Cuando un señor me grito un par de palabrotas por mi escándalo deje de hacer ruido – pues ni caso tenia ya que no avanzábamos nada – y en lugar de ello me puse a pensar en lo que me esperaba en casa.
Casi podía ver a Daniel llevando esa camisa negra que tanto me gustaba y sus pantalones blancos que se le ajustaban a la perfección esas hermosas nalgas que Dios le había dado. Llevaría su rubio cabello perfectamente peinado como solía hacerlo y sus brillantes ojos azules estarían rodeados por esas viejas y sexys gafas que tanto amaba.
Mientras tanto Pablo llevaría una de sus playeras sin mangas que tanto le gustaba llevar y ese jeans deslavado y roto que tanto me excitaba. Su largo cabello oscuro estaría firmemente atado con una cola para evitar que ningún mechón callera por su rostro y ocultara sus fascinaste ojos negros.
¡Dios! Solo pensar en ellos y me mojaba.
Cuando mi estomago gruño me puse a fantasear con la suculenta comida que Pablo de seguro prepararía para esta noche. Ya ansiaba llegar a casa y no solo por la comida pues sabía perfectamemente lo que después me esperaba.
Ambos chicos me follarían hasta dejarme sin aire en los pulmones.
Aun recuerdo como fue la primera vez que lo hicieron.
Pablo, Daniel y yo nos conocíamos de toda la vida, los tres habíamos sido vecinos, habíamos ido a las mismas escuelas y cuando llego el momento de ir a la Universidad en vez de despedirnos, nos fuimos a vivir juntos.
Los tres nos conocíamos demasiado bien para tener una convivencia tranquila y hasta divertida.
Y así fue, hasta que de un día para otro Daniel y Pablo comenzaron a actuar misteriosos. Al principio me había sentido excluida pero después entendí que necesitaban hacer cosas de hombres que desde luego no me incluían a mí.
En fin, el día que supe toda la verdad fue cuando mi profesora de Aritmética cánselo su clase. Ese día llegue más temprano a casa y como supuse que los muchachos estarían aun en el cole comencé a desnudarme para darme una ducha. Cuando ya estaba solo en bragas, escuche un ruido procedente de mi cuarto, sintiendo curiosidad y miedo fui a investigar.
¡Pero oulala! Lo que encontré me dejo sin aliento.
Daniel estaba reclinado sobre mi cama mientras que Pablo le daba con gran vigor por atrás.
La escena me tomo tan de sorpresa que me quede inmóvil durante unos minutos, después de eso mi cuerpo comenzó a reaccionar solo. Estaba tan mojada que mis fluidos resbalaban por mis piernas.
Cuando era más joven siempre había fantaseado con ambos chicos amándome y ahora por fin era mi oportunidad para realizar mi fantasía.
Lentamente me acerque a ellos mientras que Pablo sobaba a Daniel con una tela color escarlata.
Ambos chicos están tan concentrados en ellos mismos que ignoraron mi presencia hasta que acaricie el rostro sudado de Daniel.
-¡Marissa! – Exclamo Daniel mientras trataba de alejar a Pablo de él.
En lugar de ceder Pablo se aferro más a Daniel mientras me devoraba con la mirada.
Sin saber que hacer le arrebate la tela de la mano a Pablo, solo para descubrir que eran unas delicadas y femeninas braguitas.
-¿De quién son? – Pregunte consternada.
Daniel miro entre sorprendido y molesto a Pablo – ¿No son de ella?
Pablo nos miro a ambos algo avergonzado y después me explico – Se que te molesta que tomen tu ropa… así que…
Se hizo un silencio entre nosotros que rompí cuando ambos chicos comenzaron a separarse.
-¡No! – Dije mientras caminaba hacia la cama – Continúen por favor.
Daniel me miro curioso antes de asentir hacia Pablo.
Mientras ellos se disponían a volver a follar, yo me acomode en la cama para disfrutar del espectáculo.
Ver a ambos chicos despertó en mí un hambre voraz, y claro las miradas que ambos me lanzaban me prendían fuego.
Me objetivo era verlos hasta que llegaran al clímax, pero no me pude contener.
Gatee hasta ponerme debajo de Daniel, este comenzó a besarme con frenesí mientras que las manos de Pablo me moldeaban los muslos.
-Córrete Daniel – pedí en un susurro.
Pablo me oyó y acelero sus envestidas. El éxtasis en la cara de Daniel hizo que mi humedad aumentara, el chico lo noto y lentamente –como si me pidiera permiso – bajo una mano por entre nuestros cuerpos para acariciar mi feminidad.
-Si – Susurre para darle ánimos.
Pablo entrelazo sus dedos con Daniel y unidos comenzaron a acariciarme.
Daniel se corrió apenas y me tocaron.
Sujete su eréctil miembro y deje que se corriera en mi mano.
Pablo salió de Daniel, y se tiro en la cama a mi lado, Daniel tardo en recuperarse pero cuando lo hizo me miro con consternación.
-¿Vas a decir algo? – Pablo hablo por los dos.
-¿Tendría que hacerlo?
-Marissa… -Comenzó a decir Daniel pero lo corte.
-¿Desde cuándo hacen esto?
Los muchachos se vieron antes de que Pablo respondiera – Hace unos meses.
-¿Pensaban invitarme?
-Joder fulana si lo hacemos en tu cuarto creo que la respuesta viene implícita.
-Lo que Pablo quiere decir – explico Daniel – Es que no sabíamos como tomarías las cosas. Nosotros queremos… No, ansiamos que te unas a nosotros, pero no sabemos cómo te sientes tú.
Los mire detenidamente antes de responder, Daniel miraba al piso con un sonrojar exquisito en el rostro mientras que Pablo me miraba desafiante. –Me gustaría unirme a ustedes. – Sin remedio solté una carcajada - ¿Recuerdan que siempre me preguntan cuál es mi fantasía? –Los dos asintieron – Pues bien, acabo de verla hecha realidad.
-¿De verdad?
-Si Daniel – Conteste mientras me acercaba a él – Claro que también me los imagine tomándome al mismo tiempo.
-Pues bien – Agrego Pablo poniéndose de pie y yendo hacia nosotros – Pongámonos a trabajar en tu sueño fulana.
Sin siquiera decirme palabra alguna, Pablo me tomo de los hombros y me beso con desesperación.
Mis piernas comenzaron a flaquear, siempre había soñado como seria besar a Pablo y ahora que lo sabia no está nada decepcionada.
Mientras fundía mi lengua con la de Pablo, Daniel comenzó a acariciar mi cuerpo para después deshacerse de mis bragas.
Cuando por fin Pablo paro el asalto a mi boca, me senté en la cama y admire a mis dos hombres.
Daniel era de piel blanca como la leche, su abdomen era una delicia ante la vista con un six de bien marcados cuadritos, pero mientras que Daniel era lampiño el torso de Pablo estaba decorado con fino vello oscuro, sus hombros era gruesos y cuadrados y su abdomen estaba igual de marcado que el de Daniel, la diferencia entre ellos era que la tez morena de Pablo hacia a un mejor la vista.
Ambos chicos también me observaron intensamente y el saberme observada por ellos me éxito aun mas.
-Vengan – dije casi sin aliento mientras estiraba las manos hacia ellos.
Pablo ignoro mi mano y se subió a la cama detrás de mí para comenzar a besar mi cuello y espalda, mientras tanto Daniel se deleito con mi boca.
Sentir sus manos y bocas sobre mi cuerpo me lanzo a un remolino de placer, claro que el placer que sentía en ese momento no fue nada comparado al que sentí cuando ambos se arrodillaron ante mí para comenzar a mamar mis senos.
Un juramento ronco salió de mis labios al sentir sus dientes y lenguas chupar y mordisquear mis pezones.
-Sabía que sabrías a gloria – me dijo Pablo con una turba sonrisa.
-Gloria no es la palabra – corrigió Daniel – No hay palabra alguna para describir el sabor.
-¿Van a continuar o seguirán hablando?
-Fulana, déjanos en paz. – Aunque su tono fue tosco, Pablo acuno mi pecho con cuidado antes de volver a mamar.
De mis labios salían maldiciones, gemidos, jadeos y palabras para motivarlos mientras que ellos expandieron su tortura por todo mi cuerpo.
Cuando estaba tan húmeda que moje la colcha, Pablo me abrió de piernas lo más que pude soportar y entonces ambos se sumergieron en mi coño.
¡Dios, Era tan delicioso!
-Más – gemía sin control alguno pues sus lenguas tenía una perfecta sincronización que me dejaba sin razón alguna.
Daniel y Pablo me llevaron a dos liberaciones supremas antes de que tomara sus gruesas y palpitantes erecciones en mis manos.
-¡Joder! – oí murmurar a Daniel, mientras que Pablo se tensaba.
Los empuje para alejarme de ellos con el fin de ponerme a cuatro patas sobre la cama. – Daniel, te quiero dentro – ordene – Pablo déjame mamártela.
Los chicos intercambiaron una mirada antes de obedecerme, no solía ser de las mandona en la cama pero era tal mi ansia por sentirlos que me puse seria.
Daniel entro lentamente en mí, mientras que Pablo ponía su rígido miembro a mi alcance.
Me chupe los labios al ver su gruesa virilidad, pase mis dedos suavemente por toda su dura vara para después acariciar su amoratada cabeza con delicadeza. Una gota de placer salió disparada de su pene y yo con una sonrisa juguetona la limpie con mi dedo para después chuparla.
-¡Joder Marissa! No juegues con migo.
-Pablo déjame en paz – repetí sus palabras mientras que Daniel comenzaba a moverse en mi interior.
Le lance una sonrisa juguetona a Daniel antes de tomar la dura verga de Pablo en mi boca.
Su sabor era tal que no pude reprimir un gemido.
-¡No hagas eso Marissa! Joder, estoy tan cerca.
-Córrete – Le dijo Daniel.
Pero como era de suponer el terco de Pablo no obedeció, al contrario apretó los puños y mandíbula mientras que yo masajeaba con mi boca y manos su pene.
Daniel, acelero sus envestidas, por lo cual se me dificulto seguir chupando la virilidad de Pablo.
-Es suficiente – declaro Pablo – Daniel abajo, fulana encima – Su voz era firme y al contrario que yo se notaba que disfrutaba dando órdenes.
Daniel salió de mí e inmediatamente obedeció a Pablo.
Yo tarde en obedecer pues estaba más ocupada viendo el sensual cuerpo de Daniel, Pablo me saco de mis ensoñaciones al tomarme por la cintura y montarme en Daniel.
-No desobedezcas fulana.
-Cariño, necesitamos condones – me dijo Daniel – Esta vez no creo poder contenerme.
Nege con la cabeza mientras acariciaba su erección – No quiero que nada se interponga entre nosotros. Mañana comprare pastillas.
-Daniel tiene razón Marissa.
-No por favor, solo esta vez.
Ambos chicos me miraron y se miraron antes de asentir.
-Pero mañana mismo iremos a comprarte las condenadas pastillas.
Asentí hacia Pablo antes de que este volviera a tomarme por la cintura para empalarme en Daniel.
-¡Joder Marissa! – Soltó el rubio – Si no estuviera jodidamente seguro que ya lo has hecho, juraría que eres virgen, ¡Estas deliciosamente apretada!
Ignore sus palabras pues en ese momento Pablo comenzó a mamar mis pechos mientras que una de sus fuertes y grandes manos tomaba el pene de Daniel para ayudarlo a penetrarme.
-¿Cómo se siente? – pregunto Pablo a Daniel.
-Es… tan mojada, caliente, suave y extremadamente apretada… juro que es una deliciosa tortura… y me aprieta en su interior como si quisiera que ahí me quedara… ¡Pablo… tienes que sentirlo!
-Después, ahora hay algo que quiero sentir aun mas.
Sus manos abandonaron mis pechos y salió de la habitación.
Mire con duda a Daniel, pero este solo sonrió –No te preocupes cariño volverá – si tenía algo más que agregar a la plática, lo olvide porque en ese momento Daniel me tomo de la cintura y como si no pesara nada me levanto hasta que solo la capucha de su pene quedo en mi interior. Su sonrisa se hizo aun más ancha cuando de golpe me empalo.
Comencé a mover las caderas hacia arriba pues quería más de él. Quería sentirlo hasta mi matriz.
-Marissa – Susurro antes de atrapar mis labios en un enloquecedor beso.
Daniel y yo interrumpimos el abrazo de nuestros labios cuando oímos a Pablo regresar.
Mire sobre mi hombro y atreves de mi enredada melena castaña y pude observar que Pablo traía consigo una tubo de plástico.
El callo en la cuenta de mi mirada y dijo - ¿Crees poder recibirnos a ambos?
¡Joder si! Había soñado con eso muchísimo tiempo atrás.
-Si – dije con la voz anhelante de deseo.
Pablo sonrió y se acerco a mí mientras abría el tubo del lubricante. Coloco una mano en mi espalda y me inclino hacia Daniel.
-Estará un poco frio – Anuncio antes de abrir mis nalgas y comenzar a aplicar la fría pasta.
Gemí por la sensación del frio en mi cuerpo caliente, Daniel sonrió y mientras Pablo lubricaba bien mi culo el mordió mi pezón.
Pablo me enderezo de golpe. Sentí que la cama se hundía con su peso y al instante siguiente sentí como su miembro se abría paso entre los cachetes de mis nalgas.
-Relájate – me susurro al oído cuando la punta de su pene encontró el anillo de mi culo.
Daniel dejo de moverse, le dijo algo a Pablo que no logre oír bien, solo sé que Daniel metió sus dedos entre los pliegues mojados de mi sexo, tomo algo de mis fluidos y después los embarro en la venosa erección de Pablo.
Estaba a penas recobrándome cuando sentí que el pene de Pablo se abría paso por mi culo. Grite mientras que ambos chicos me sostenían.
-Solo un poco más – me informo Pablo en una súplica.
Estaba tentada a decirle que parara cuando por fin dio el último empujón y entro completo en mi. Me relaje mientras sentía sus calientes bolas golpear mi trasero.
-¿Estas bien cariño? – Sonreí a Daniel en respuesta.
-Dios – murmuro Pablo – Tenias razón Daniel es jodidamente estrecha y lo que es mejor puedo sentir tu punta. – Me giro la cabeza para darme un sólido beso – Eres todo un tesoro fulana.
-¿Ya habían hecho esto antes? – pregunte sin aliento, sabía que este no era el momento para esto pero en verdad quería saber.
-¿Si hemos compartido una chica antes? – Me pregunto Pablo mientras yo asentía – No, nunca.
-Queríamos que tú fueras la única. – Me explico Daniel y esa simple declaración me basto para correrme.
-¡Joder Daniel! – Reclamo Pablo – ¡Mira lo que has hecho!
Ambos chicos me sostuvieron mientras mi cuerpo temblaba con deleite.
Me sentía tan llena con ellos, pero más que eso era el saber que ellos me habían anhelado de igual manera que yo lo había hecho con ellos.
-Háganme suya – Pedí cuando mi respiración se ralentizo.
Daniel y Pablo se tomaron enserio mis palabras ya que me tomaron con gran vigor en una sintonía perfecta.
Pablo entraba, Daniel salía, Pablo salía, Daniel entraba.
Su ritmo duro otros minutos antes que volviera a correrme con un largo y sonoro grito que estaba segura que despertaría al vecino.
-¡Ya no puedo! – Admitió Daniel.
-Entonces córrete con migo – Le pidió Pablo.
Ambos aceleraron sus envestidas y en menos de un minuto se corrieron en mi interior.
Enrede una mano en el cabello suelto de Pablo y con la otra acune el rostro de Daniel, mientras que ambos liberaban su semilla en mí.
Cuando ambos se relajaron salieron de mí.
Daniel me limpio los muslos y cuando ya no quedo rastro ni de sus semen ni de mi excitación se acostó con migo acurrucándome en su pecho.
Pablo nos miro con una posesiva mirada antes de unírsenos al lecho.
Los tres nos miramos con soñadoras miradas mientras nos dejamos llevar por el sueño.
Pablo nos abrazo y nos pregunto – ¿Recuerdan cuando jugábamos a la casita? – Daniel y yo asentimos – Creo que podremos volver a jugar a eso.
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