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Compendio I
Deseaba tomarme ese día libre. Aunque mis compromisos laborales habían acabado, también tenía compromisos académicos que cumplir, pero el fin de semana había sido agotador y de cualquier manera, el profesor guía del magister tenía los martes muy ocupados.
Por lo tanto, ese día almorcé y aproveché para dormir, recuperando mis fluidos. La presencia de Violeta ayudó bastante a mantenerlas bajo control. De no haber estado ella, lo más probable es que hubiera acabado acostado con Pamela, Amelia y Verónica y cuando volviera de la universidad, se uniría Marisol.
Cuando regresó, Marisol fue respetuosa conmigo y me dejo dormir en paz. Lo pude notar, porque cuando desperté, vi su bolso de cuadernos.
Vi la hora y eran cerca de las 7. Probablemente, debía estar ansiosa. Salí de la habitación y las encontré cenando.
Marisol se alegró al verme salir con el ordenador y los cables.
“Marco, ¿No vas a cenar?” preguntó Verónica.
“¡En un momento! ¡Tengo que ajustar estos cables!” le dije.
“¡Eres un perezoso incorregible!” me dijo Pamela, algo enfadada. “¡Habéis dormido toda la tarde y lo primero que piensas es en tus juegos infantiles!”
“¡Es para ver a Hisashi- Sensei! ¿Cierto, Amor?” preguntó Marisol, muy emocionada.
“¡Así es!” le dije, haciendo mi rutina acostumbrada de los martes.
Marisol saltaba y gritaba de alegría.
“¿Lo verán… hoy?” preguntó Amelia, muy ilusionada.
“¡Si, hermanita!” respondió Marisol. “¡Hoy lanzan el episodio traducido de la red!”
“¡Yo siempre… lo veía los jueves!” decía Amelia, muy contenta. “¿De verdad, lo veremos hoy?”
“¡Si, corazón!” le respondí. “¡Por eso, estoy conectando estos cables, para poder verlo en el televisor!”
No era Marisol la única que saltaba. Amelia también se había unido al grupo…
“¿Viste cómo “Ryuma-Senpai” secuestraba a “Mai-chan”, la semana pasada?” preguntaba Marisol.
“¡Sí!” respondía su hermana “¡Mis amigas dicen que Hisashi-kun nunca ha podido vencerlo!”
Era un agrado ver a otra chica que hablara su mismo idioma…
“¿Cómo pueden ponerse así?... es sólo un show de caricaturas…” dijo Pamela.
Las hermanas la miraron con odio profundo… Por suerte, yo había terminado con las conexiones.
“¡Vamos, Pamela!... ¿Nunca viste algo así, cuando niña?” le dije, sacándola de la habitación.
“¡Claro que no!... ¡Prefería ver cosas más educativas!” Decía ella, tratando de sonar más madura.
Sin embargo, ni Verónica ni yo le creíamos su cuento…
“¡Lo dices porque eres joven todavía!” Le dijo su tía. “¡Cuando seas mamá, te darás cuenta que las cosas que ven tus hijos también te enganchan!”
“¿Cuándo… sea… mamá?” dijo Pamela, con la cara roja, mirándome de repente. Luego trató de desechar ese pensamiento.
Verónica y yo nos reímos. En el fondo, estábamos en otra etapa de la vida.
“¿No vas a cenar?” me preguntó, con ternura.
“¡Sólo un emparedado!” le respondí. “¡Después de todo, es el panorama de la noche!”
Quedaban 5 minutos para el gran estreno. Nos sentamos en el sofá Verónica, Pamela y yo, mientras que Amelia y Marisol estaban sentadas en la alfombra. Violeta, por su parte, estaba jugando con sus muñecas en la habitación.
Como si estuviéramos casados, Verónica se acomodó bajo mis hombros, apoyando su cabeza en mi pecho, mientras yo acariciaba sus cabellos. Pamela, por su parte, intentaba seguir la trama.
Terminó el episodio con otra encrucijada, aunque Hisashi- Sensei pudo rescatar a su amada Mai-chan.
“¡Ese episodio fue buenísimo!” dijo Amelia, muy satisfecha.
“¿Eso es todo? ¿Y qué pasará con Ryuma? ¿Lo dejaran escapar?” preguntaba Pamela.
“¡Pensé que a ti no te gustaban estas caricaturas!” le señalé.
“¡Claro que no me gustan!” me respondió la Amazona española. “¡Sólo lo digo… porque encuentro muy desconsiderado… que Hisashi no cobre venganza!”
“¡Pues, para mí, Hisashi-kun es como Marco!” dijo Marisol. “Puede que Marco no sepa pelear, pero siento que es muy valiente y sería incapaz de dejar pasar una injusticia, sin hacer nada.”
“¡Es verdad!” dijo Amelia, sorprendida con la idea.
“¡Vamos, no bromeen!” les dije yo, tratando de quitarle importancia. “¡Yo no soy como él!... es solo un personaje de una animación.”
“¡Bueno, puede que el tío no sea tan guapo como tú!” señaló Pamela. “Pero sé bastante bien que eres tan valiente como para enfrentarte con un tipo como Ryuma, sin importar si te matan o no.”
“¿Me has dicho guapo?” pregunté.
Me arrojó un cojín… roja de vergüenza.
“¿Por qué te fijas en esas cosas, cuando te estoy dando un complemento, tío?” me decía la amazona española.
Pero en el fondo, Pamela lo decía, porque yo había enfrentado al “Ryuma” de su padre…
“Y no sólo es valiente. Marco es muy inteligente…” agregó Verónica.
“¡Si, es muy listo!” dijo Amelia. Madre e hija recordaban mi “momento de gloria” con el profesor de educación física y por supuesto, con la adquisición de la casa.
Aunque Marisol conocía parte de esas historias, sonreía satisfecha. En el fondo, ilustraban su punto de que ellas me amaban, porque conocían ese lado especial en mí.
Fue entonces que Violeta apareció con su vara mágica…
“¡Mira, hermana! ¡Tengo poderes mágicos!” decía la pequeña, sacudiendo la varita.
“¡Violeta, suelta eso! ¡Está sucio!” le dijo su madre, al reconocer que era.
“¡No te preocupes, mamá! ¡Lo lavé bien!” le dijo Marisol.
“¿Qué es eso?” Preguntó Amelia.
“¡Es la prueba de embarazo de Marisol!” le respondí. “¡La quise guardar como recuerdo!”
“¡Eres un cerdo!” me dijo enojada Pamela, aunque sus ojos decían que lo encontraban muy dulce.
“¿Y cómo funciona?” preguntó Amelia, con mucha curiosidad.
“¡Creo que es hora que una niña súper gigante se vaya a dormir!” dije, tomando en brazo a Violeta. “Amor, ¿Le puedes explicar?’”
“¡Claro!” me respondió Marisol.
Mientras tanto, tomaba a Violeta en brazos y la llevaba a su habitación.
“¡No!... ¿Por qué?” protestó ella.
“¡Porque si no, no seguirás súper creciendo!” le respondí.
Era un tema complejo y quería aclarárselo a Amelia, ya que tenía muchos deseos de que hiciéramos el amor sin protección. Pero aunque Violeta era muy inteligente, no debía escuchar esas cosas, así que la acosté y le puse su pijama, para contarle una historia para dormir. Soy bien creativo y le inventé una historia de princesas, a partir de los dibujos de personas bailando en la cortina de su habitación.
Ella se ríe con mis cuentos, pero se usar mi voz para hacerla dormir. No pasaron más de 15 minutos cuando ya estaba dormida.
Salí de la habitación y encontré a Pamela y Verónica, sentadas en el comedor, mirando la prueba de embarazo.
“¡Es increíble que una cosa como está pueda cambiar tu vida!” dijo Pamela, con algo de tristeza.
“¡Pero son las cosas pequeñas las que traen la felicidad!” le dije, acariciando su cabeza. “¿Y tus hijas?” pregunté a Verónica.
“¡Están en el baño!” me respondió. “Marisol le está enseñando como se usan las pruebas de embarazo.”
Un sudor frio recorrió mi espalda… esa vez, en el vergel…
“¡Pero me sorprende que guardes algo como esto!” me dijo Verónica. “Después de todo, debió ser un momento triste para ti.”
“¡En realidad, no!” le dije, tomándolo con cariño. “Cuando lo encontré, Marisol me tenía muy asustado, porque estuvo actuando muy extraño esa semana. Pero cuando lo vi, sentí que todo encajaba. Significaba que sería papá y no me podía sentir más feliz, porque lo era con la mujer de mi vida.”
Afortunadamente, ellas ya aguantaban esos comentarios. En el fondo, sabían que mi amor por Marisol no se comparaba con el de ellas, pero que a pesar de todo, igual podía responderles de la manera que ellas lo necesitaban… y claro, también querían mucho a Marisol.
“¡Pero… igual debiste sentir algo de pena!” dijo Pamela, algo preocupada. “¡Es decir… fue algo que ella no pudo controlar!”
“Eso es lo otro que me llama la atención.” Les dije, mirándolas a los ojos. “Creo que ese bebe es mío…”
Ellas me miraron sorprendidas.
“¡Vamos, Marco!... ¡Eso es imposible!...” me dijo Pamela, muy impresionada. “¡No he conocido otro tío tan responsable como tú… al menos, no en la cama!”
“¡Te entiendo, Marco!” dijo Verónica, en un tono más comprensivo. “¡Cuando me pasó, también quise creer que era de Sergio… pero después…!”
Entonces, reparó en que estaba Pamela…
“¡Tía!... ¿A ti… también… te han violado?” preguntó Pamela, con unos tremendos ojos.
“¡Pero ese es el punto!” dije, tratando de desviar la conversación. “¡Conozco bien a tu hija y los días que me acosté con ella, no noté nada extraño!... Su apetito sexual era el mismo, no rehusaba mis caricias, no había indicios de que algo hubiera pasado.”
“Si, pero Marco…” dijo Pamela, olvidando lo que Verónica había dicho y algo enrojecida, me recordó “¡Nunca te has acostado conmigo… sin usar un condón! … ¡Y Marisol dice lo mismo!”
“¡Lo sé, pero ustedes son mujeres con más experiencias con hombres!” les dije, aunque me arrepentí al instante. “¡Discúlpenme si es que las he ofendido!... pero ustedes saben… la gran mayoría de los hombres nunca se preocupan cómo queda una mujer después de tener relaciones… es decir… si es alguien que no amas, claro.”
Ellas no entendieron por qué debían sentirse ofendidas, pero cómo fui respetuoso al explicarles, me miraron con ternura.
“¡Marco tiene razón!” reconoció Verónica. “¡Ni siquiera Sergio se preocupaba si yo me sentía satisfecha!”
“¡Carajos!... algunos tíos se corrían en mi cara y me dejaban todo sucio el pelo…” dijo Pamela, refiriéndose a nuestro primer encuentro…
“¡Pero a eso me refiero!” les dije, retomando el enfoque de mi perspectiva. “Si alguien violo a Marisol, ¿Por qué se tomó tantas molestias para que nadie se diera cuenta?”
Eso las hizo pensar.
“Pamela, tú que has estado todo este tiempo con ella, ¿Has notado que algún día haya llegado más cansada de lo normal?” le pregunté, muy esperanzado.
“No… que yo recuerde…” respondió Pamela, tratando de concentrarse.
“¡Pero Marco, aun está el hecho que TÚ eres muy responsable en el sexo!” señaló Verónica. “¡TÚ te preocupas porque Marisol se tome las pastillas, TÚ te preocupas por hacerlo solamente en días seguros y TÚ te preocupas por usar preservativo!”
Enfatizó los “TÚ”, porque era cierto. Como les he contado, mis deseos eran que Marisol completara sus estudios y después nos casáramos y por lo tanto, me hacía muy responsable al momento de tener relaciones.
“¿Qué tanto escándalo hacen?” dijo Marisol, volviendo con Amelia.
“¡Nada, sólo conversábamos!” dijo Verónica, restándole importancia. “¿Cómo les fue?”
“¡Bien!... pero aunque nos tenemos mucha confianza con Amelia, aun le avergüenza orinar junto con su hermana mayor.”
“¡Es que… es muy raro!” dijo ella, toda colorada.
“¿Y cómo les fue?” pregunté yo, con el estomago revuelto.
“¡Pues bien!... como ves, mi hermana no está embarazada…” dijo mostrándome la línea pareja que había aparecido, a diferencia de la estrella de Marisol.
Sólo Pamela pareció percatarse de mi alivio… ¡No había sido la única en probar la fruta prohibida!
“¡Bien, aprovechando que están todas reunidas, quería pedirles permiso para dormir esta noche solamente con Marisol!” les dije, muchísimo más aliviado.
A Marisol pareció desagradarle, pero ellas me miraron sonrientes.
“¡Marco, no tienes que pedirnos permiso!” dijo Amelia.
“¡Si, eres un tío muy raro!... ¡Es tu novia y por supuesto que quieres estar a solas con ella!” dijo Pamela.
“¡Tienen razón!... además, te has esforzado mucho por mantenernos contentas.” agregó Verónica.
“¡Lo único malo es que me habría gustado ver otro capítulo de Hisashi-Sensei!” dijo Amelia, algo desganada.
“A mí, me habría gustado saber… por qué Ryuma le tenía tanta bronca…” dijo la amazona española, toda colorada.
“¡Bueno, si quieren, pueden ver los capítulos que tengo en mi ordenador!” les ofrecí.
Los ojos de Amelia parecían esmeraldas enormes…
“¿Tienes más?” preguntó, saltando de emoción.
“¡Tengo las 3 temporadas completas, más todos los capítulos hasta el de hoy!”
“Entonces… ¿Lo podemos ver desde el principio?...” Preguntó Pamela, muy interesada.
“¡Pensé que no te gustaban las caricaturas!” le dije, fingiendo seriedad.
“¡Claro que no!... pero a mis primas les gusta… y bueno… Hisashi me recuerda a un tío… bien guapo y valiente.” Me dijo la amazona, con un tono carmesí en las mejillas.
“¡Qué bien! ¡La podemos ver juntas!” dijo Amelia, aunque después añadió, misteriosamente. “…y si nos aburrimos, creo que podremos hacer otras cosas más…”
Pero no me di cuenta…
“¿Y tú, Verónica? ¿Necesitas algo?” Pregunté.
Marisol aun no parecía agradada con la idea…
“¡No te preocupes!” me dijo, poniendo su brazo en el hombro. “Aunque te extrañaré, tengo un par de juguetes que me mantendrán entretenida por la noche…”
Probablemente, se refería al “huevo vaginal” y el consolador doble… ¡Que familia de pervertidas!
Una vez que les instalé el ordenador a las muchachas, regresé a mi habitación, donde una Marisol bastante sería me esperaba en camisón.
“¿Pasa algo?” pregunté.
“No… bueno… sí… ¡No sé como explicártelo!” me decía ella, muy complicada.
“¡Sólo dime lo que te preocupa y lo resolveremos!”
Dio un suspiro y me miró.
“En realidad… quería pedirle a alguna de ellas… que hiciéramos un trió otra vez…” dijo, con mucha vergüenza.
Era como si me cayera una lanza en el pecho.
“¿Es que… ya no te gusto?” le dije, casi poniéndome a llorar.
“¡No, Marco!... ¡No seas bobo!... ¡Claro que te amo!” dijo ella, abrazándome.
“¿Entonces?”
“¡Te lo diré… pero no te pongas triste!” me dijo ella, suspirando. “¡Verás… desde que empezó tu turno en la montaña… he notado que tú… pues…!”
“¡Marisol, por favor, trata de decírmelo!” le decía, al borde del ataque de nervios.
“¡Esta bien!... pues he notado… que tú… pues… tienes mucha energía.”
“¿Energía? ¿De qué hablas?” Pensaba que me quería patear de nuevo de su lado.
“¡Marco, no te pongas así!... ¡Te pedí que no te pusieras triste!” me protestaba ella.
“¡Entonces, trata de ser franca y directa!” le pedí.
“¡Está bien!... Amor… lo que pasa… es que ahora… duras demasiado.”
“¿Qué? ¿De qué hablas?” le pregunté, confundido.
“Pues… es verdad. Ahora me haces el amor y podemos pasar una, dos horas… y me vengo por montones… ¡De verdad!... ¡Lo haces excelente!... pero cuando me tienes ganas… pues, podemos pasar 4 o 5 horas en la cama… y bueno, a la mañana siguiente… me cuesta levantarme para ir a la universidad… y te confieso que me cuesta un poco caminar… ¡No estoy diciendo que no te quiera!... ¡Es decir!... ¡Si lo hiciéramos el viernes o el sábado, no habría problemas!... pero ahora… me asusta un poco hacerte el amor yo sola, ¿Me entiendes?”
Mi sonrisa era de oreja a oreja…
“¡Marisol, no exageres!... ¡Soy un tipo normal!” le dije yo, tratando de quitarle importancia.
“Es que… no soy la única que lo piensa… también me lo han dicho mi mamá, mi hermana y Pamela…” me confesaba. “Y es por eso que han aceptado hacer trios… porque quieren dejarte satisfecho y no se atreven a decírtelo.”
“¡Está bien!” le dije, sin parar de sonreír. “¿Podemos hacerlo solo 3 veces?... solamente hacerte el amor, nada por detrás o sexo oral… es que te he extrañado mucho.”
“¡Bien!... Pero recuerda que tenemos que levantarnos temprano y que mañana, tienes que ayudarme a estudiar” me dijo, sería, pero temerosa.
“¡Está bien! ¡Sólo 3 veces!” le dije yo.
4 horas después…
“¡Marco!” protestaba Marisol, muy cansada. “¡Me quedaré… dormida en clases… si no acabas luego!”
“¡Lo siento, amor!” le decía yo, pero ni siquiera estaba cansado y me aferraba a sus caderas, con la intención de correrme por tercera vez, pero nada.
“¡Si no te corres… luego… mañana… te castigaré!” me amenazaba ella, molesta, pero satisfecha con que no la dejara en paz.
Pero resultó ser que el castigo que me tenía reservado, en realidad, la dejaría mucho peor… y no sólo a ella…
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