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Compendio I
Si medio año atrás, alguien me hubiera dicho que Pamela sentía algo por mí, no le habría creído; si me hubieran dicho que aceptaría una cita conmigo, me habría reído en su cara y si me hubieran dicho que acabaríamos haciendo el amor en el baño de un restaurant, le habría dejado solo, por estar loco como una cabra.
Pero ahí estábamos, abrazados, sudados y besándonos satisfechos… tantas cosas pueden pasar en menos de medio año…
Cómo llegamos allí es lo que les motiva a seguir leyendo, por lo tanto, tengo que regresar el reloj unas cuantas horas antes.
Después de ese refrescante “Lunes casual” en la oficina, tras despedirme de Sonia, volví a mi casa para contar las buenas nuevas de mi ascenso.
Sin embargo, Verónica me esperaba un tanto preocupada y apenas entré, me pidió que la acompañara a la cocina. Ella iba saliendo, ya que Violeta se sentía mal del estomago y había pasado una mala noche. Por fortuna, fue a visitar a su mamá, ya que de haber entrado en nuestra habitación, la habría marcado de por vida.
“¡Marco, quería pedirte que cuidaras a Pamela! ¡Ha estado encerrada toda la mañana en su habitación y no ha comido nada en todo el día!” Me pidió, con la preocupación de una madre.
“¡No te preocupes! ¡Yo la cuido!” Le dije.
“¡Gracias!” me dijo.
Acaricie a la pequeña Violeta y le dije que no se preocupara. Luego tomé mi chequera y le pase a su madre 2 cheques en blanco, para que cubriera la consulta y los remedios. Ella me miró, conmovida por mi confianza y me dio un beso cariñoso en la mejilla.
Fui a ver a Marisol y Amelia y las encontré en el living, jugando con la consola. Me saludaron de una forma demasiado afectuosa y tras distinguir un poco de lujuria en sus miradas, decidí no darles las buenas nuevas.
Ya estaban entretenidas con algo aparte de mí y probablemente, si se las daba, me dejarían seco como una momia…
Por lo tanto, me decidí por la opción más segura (o al menos, eso creía yo) y fui a ver a Pamela.
Golpeé la puerta de Pamela y por primera vez, preguntó.
“¿Quién es?”
Sé que es algo cotidiano, pero Pamela ya había adoptado ese cuarto para ella. Por lo general, dice “¡Adelante!”. Esa pregunta me daba unos fuertes indicios que ella no estaba bien.
“¡Soy yo!... ¡Quise venir a verte!”
“¡Marco!” dijo ella, dándome un abrazo emotivo. Estaba repasando sus ensayos, vistiendo su camisón rosado.
“Pamela, ¿Qué te ha pasado?” pregunté, al notar algo de temor en sus ojos.
“¡Nada!... ¿Por qué preguntas?”
“¡No has salido de tu habitación! ¡Ni siquiera has comido!”
“¡Ah, eso!” dijo ella. “¡Pues… no tengo mucha hambre!”
“¡Que lastima!” le dije. “¡Yo te había hecho este emparedado!”
Era uno bien contundente, con queso, jamón, lechuga, mantequilla, mayonesa y algunos trozos de comida china que había quedado del almuerzo del sábado.
Me arrebató el plato de las manos y se lo devoró con ansias.
“¡Lo siento!... ¡Es que lo habías hecho especialmente para mí… y no quería que te sintieras mal!” me dijo, casi ahogándose.
Le sonreí. No me contaría sus razones, pero al menos, era más seguro salir a celebrar con ella.
“Pamela… si yo te lo pidiera… ¿Aceptarías salir en una cita conmigo?”
Ella enrojeció.
“¡Marco… no bromees!” me dijo ella, tragando parte del emparedado. “¡Si quieres acostarte conmigo… sólo pídelo y ya!”
“¡No, no es eso!” le dije. Se desilusionó un poco. “¡Es que me han ascendido y deseo salir a celebrar!”
“¡Te felicito!... “se veía tan bonita, toda colorada. “Pero deberías celebrarlo con Marisol… no conmigo.”
“¡Créeme que lo haría, si estuviera seguro que no terminare en la cama con ella y alguien más!” le respondí. “Pero tú eres más aterrizada y has estado tan rara este último par de días, que quería invitarte.”
“¡Está bien!” dijo ella, sonriendo muy feliz, pero como era su costumbre, me mintió, añadiendo. “¡Pero pienso que es una pérdida de dinero, si sólo piensas en agarrar mis tetas!”
Fui a ver a Marisol, para informarle.
“¡Amor, quería invitar a Pamela a salir, ya que ha estado muy extraña hoy!”
“¡Está bien!” dijo, sacando la lengua, por tratar de esquivar los ataques de Amelia en el juego. “¡Pero recuerda que esta noche, nos toca con mamá!”
“¡Qué envidia!” dijo Amelia. “¡Ayer la pasé tan bien, que quería pedirles si me invitaban de nuevo!”
“¡Lo siento, Amelia, pero tenemos que ser justas! ¡No lo he intentado con mamá!”
Di un suspiro. Otra noche de sexo desenfrenado…
Al menos, Pamela era la decisión más segura y creí que tendría una cita normal…
Cuando se termino de arreglar, fue a buscarme al comedor. Nos dejó con la boca abierta…
“¡Te ves muy linda!” le dijo Marisol, poniendo pausa al juego.
“¡Sí!... ¡Ya quisiera verme como tú!” dijo Amelia, con unos ojos muy brillantes.
“¡Gracias!” dijo ella, pero sus ojos café estaban pendientes de mi reacción, lo que la hizo sonreír.
Vestía un pantalón de mezclilla y unos zapatos negros de taco alto, que resaltaban su apetitoso trasero y su altura; una camisa con tirantes purpura, con un generoso escote, por los cuales se asomaban sus deliciosos pechos; lápiz labial rosado y unos aretes dorados.
“¡Marco!” dijo Marisol, sonriéndome con maldad. “¡Aunque se vea así, igual te estaremos esperando en la noche!”
Yo vestía una chaqueta, una camisa y un par de pantalones de mezclilla, con zapatos de cuero. No me veía elegante, pero lucía casi formal.
Al salir de la puerta, le dije.
“¡Te ves muy elegante! ¡Déjame llevarte del brazo!”
Ella se rió.
“¡Sólo lo haces porque quieres tocar mis pechos!” Aferrándose bien fuerte y enterrándomelos en el brazo.
Tomamos un taxi y la llevé a un restaurante italiano, bastante elegante. Ella no lo podía creer.
“¡Marco… pensé que iríamos… a comer una pizza o algo así!” me dijo, muy sorprendida.
“¡Si quieres, puedes comer una, pero es una celebración especial!” le expliqué.
Ella me miró muy sensual.
“¡No creas que por hacer esto, haremos alguna cochinada por ahí!” me dijo ella, bien desafiante.
“¡Claro que no!” le dije. “¡Solamente, quiero invitarte a comer!”
Ella se vio un poco decepcionada…
Como les digo, Pamela es muy bonita. Los otros hombres me miraban con envidia, porque siendo tan debilucho y normal, andaba de la mano con una mujer que claramente estaba fuera de mi alcance.
No miento cuando digo que ella podría ser la novia de un futbolista o de un actor. Su color de piel la hace ver como si siempre estuviera bronceada y siempre ha sido muy cuidadosa de su presencia, aunque claro, después de conocer cómo me gustan las mujeres, ha tratado de no ser tan llamativa. Pero aun así, ella lo hace… y es que es difícil hacer discreta su figura, si luce como una diosa olímpica.
Aunque casi tiene 19 años, aparenta más, por la forma de pararse y su mirada tiene un poco de ese aire rebelde e indomable que la “Amazona española” tiene.
La pobrecita se vio intimidada por el menú, pero sé de sus gustos y al igual que yo, disfruta mucho de las pastas, así que ordené una fontana de lasaña para 2.
“¡Nadie… me había invitado a cenar… antes!” me dijo, cuando se fue el camarero.
Yo me reí.
“¡Vamos!” le dije. “Con solo verte, debes haber ido a muchas.”
“Si, pero…” dijo ella, con vergüenza. “Nunca a un lugar como este…tan elegante… o con alguien que me gustara… tanto como tú.”
Le di una sonrisa de simpatía. Jamás había pensado que siendo tan pretenciosa, la terminaría viendo como una chica normal.
“Marco, quiero preguntarte algo…” me dijo, mientras comíamos.
“¡Lo que desees!”
Le costaba mucho…
“¿Crees que… yo… sea lesbiana?”
Me reí. Sé que fue cruel, pero si ella no lo sabía, ¿Cómo esperaba que lo supiera yo?
“¡No te rías!” dijo ella, muy complicada. “¡Es algo serio!”
“¡Lo siento!” le respondí, tomando su mano y mirándola a los ojos. “¡Pero no creo que seas una! ¿Aun te sigo gustando, cierto?”
“Si, pero…” no se atrevía a contarme. “… la otra noche… con Marisol…”
“¡Oh!” dije, limpiándome con la servilleta de de tela, para beber algo de jugo. “¡No tienes que preocuparte!... Al parecer, Marisol es la de los gustos amplios…”
“¡Si… eso me doy cuenta!” me dijo, aun avergonzada “Pero después… con Amelia…”
Me atraganté… ¿Amelia también aprovechó?
“¡No me malinterpretes!” dijo ella, viendo mi mirada. “¡Sigo pensando que fue raro!... pero ha sido eso… lo que me está haciendo dudar…”
“Bueno…” dije yo, tratando de no pensar demasiado que habrá hecho Amelia con ella. “Al menos, te sigue gustando lo que hago yo, ¿Cierto?”
“Si…” me respondió, aunque no muy convencida. “¡Es decir!... ¡Lo que tú haces es… delicioso!... ¡Pero ellas!… ¡Como me tocan, como me besan!... ¿Entiendes?”
Vi esa mirada en sus ojos. Nuevamente, suspiré… pero si me quedaban dudas, añadió.
“Si pudiéramos hacerlo de nuevo… tal vez… no estaría tan confundida…” Lo dijo en un tono de suplica.
Era el principio de un cuarteto… y probablemente, una eventual orquesta. ¡Qué horror!
“Bueno, al menos te siguen gustando los hombres…” le dije, tratando de bajar la tensión.
“Si… pero…” me dijo, bebiendo algo de su bebida.
“¡Genial!” pensé, con sarcasmo. “¡Hay un “pero”!...”
“¡No quise decírtelo!... ¡Creo que me dio vergüenza admitirlo!... Pero esa vez, cuando te emborrachaste… Sonia y yo… bueno…”
“¡No es necesario que me lo digas!” le dije, interrumpiéndola.
“¡Marco!” dijo ella, bien avergonzada.
“¡Es algo privado y si no quisiste contármelo, es porque tenías tus dudas!” le dije, aunque en realidad, ya sabía que había pasado.
“¡Marco!... ¡Si, tienes razón!” me dijo, besándome apasionadamente. “¡Por eso te amo tanto!... ¡Eres tan respetuoso!... ¡Y si no me he vuelto loca, es porque pienso en ti!”
Ni siquiera pude pedir la cuenta. Cancelé, dejando cerca de un 30% de propina, mientras trataba de contener a Pamela, que quería desvestirme ahí mismo.
Pregunté al camarero por los baños y mientras me miraba sorprendido como una diosa como ella desabrochaba mi camisa y me besaba el pecho, me indicó con la mano.
“¡Por favor, métela!” me pedía, lamiéndola, sentada en el excusado de la caseta.
“¡Está bien, Pamela!... ¡Pero cálmate!” le decía, tratando de desabrochar mis pantalones.
Ella no quería esperar. La chupaba tan rico y con tanto deseo, que me hacía ver estrellitas.
“¡Espera… deja sacar mis pantalones…!” le pedía, pero no me escuchaba. Lamia mis jugos y la besaba por los costados, mirándome con deseo.
“¡Te ves tan tierno!” decía ella, lamiendo el glande. “¡Lo hace más rico!”
Lo lamía, jugueteaba con él y me miraba a los ojos. Sólo cuando vio que me iba a correr, hizo su primera garganta profunda, metiéndosela más allá de la úvula. Yo estaba en la gloria…
Sin embargo, ella no la soltaba. Se había bajado el pantalón hasta las rodillas y podía ver una tanga negra y delgada, demasiado tentadora…
“¿De verdad… no puedes meterla así?” me decía, rozando la punta con sus labios inferiores… ¡Ay, cielos!... ¡Qué tentación!
“¡No… no puedo!” le respondí, de alguna manera, aunque ella me abrazaba y besaba, poniéndome de ganas. “¡Además, la otra vez tuvimos suerte!... ¡Tú misma dijiste… que no sabrías que hacer… sin Marisol!”
Ella besaba mi cuello… quería que me corriera dentro de ella de nuevo y no estaba aceptando un “no” como respuesta.
“¡Solo un poquito!” me decía, incrustando la punta entre sus labios, mientras me besaba y me hacía acariciar sus pechos, para hacerme caer. “¡Solo sentirte calientito adentro… y te corres afuera!”
“¡Pamela… tú lo has estudiado también!... ¡Sabes que si hago eso… igual hay un riesgo!” le explicaba.
Ella sonreía y me besaba.
“¡Eres un tío especial!” me decía, besándome el pecho. “¡Cuantos tíos he tenido así conmigo… y has sido el único en resistirte 2 veces!... ¡Tal vez, por eso me vuelves loca!”
Fue un alivio meterla dentro de su cálido culito. Sé que le gustaría que le hiciera el amor como cualquier otro, pero lo que yo siento por la pervertida de Marisol tiene un rasgo de nobleza que cala muy profundo dentro de mi ser.
“¡Es tan caliente… y tan dura!” me decía ella, sacudiéndose apoyada en las paredes del cubículo. “¡Si pudiera probarla por delante…!”
Le besaba el cuello y aspiraba la esencia de su perfume. Con mis manos, aprovechaba de masajear su botón y sus pechos, de la manera que le agrada.
Siempre me impresiona ver como sacude sus nalgas, cuando la empiezo a bombear con más fuerza. Es como si una onda lo deformara, distribuyéndose a través del contorno.
“¡Si lo quieres… mi culo es tuyo!... ¡Si quieres mis pechos… solo pídelo!... ¡Si quieres meterlo en mi coñito… me harías la más feliz de todas!” me decía ella, ya por su sexto o séptimo orgasmo.
Pero no era la única en desear eso…
Acabé en ella tan bien, aferrándome de su cintura para alcanzar lo más profundo… su ano aun estaba dilatado y de puro travieso, la manchaba con mis restos de semen, cuando pude despegarme.
Ella se mordía el labio, mirándola con deseo… y yo aun quería una última ronda. Me coloqué el condón y la senté encima del estanque del excusado.
“¡Está helado!” me dijo, al sentir la porcelana en su divino culito. Pero no le dio más importancia, al momento de meter mi cabeza en ella.
Sus pechos son tan blandos y tan ricos. La bombeaba despacito, pero me gusta disfrutar sus pechos perfectos.
“¡Ya, ya!” me decía ella, algo colorada. “¡Agarrando los pechos de mis primas y mi tía y aun te gustan los míos!”
“¡Si, tienes razón!” dije, parando de chuparlos y aferrándome a su culito, para bombearla mejor. “Si no te gusta… ¿Para qué hacerlo?”
“¡No digo… que no me guste!” me decía ella, tratando de mentir. “¡Es que me… sorprende que no te aburras… de chuparlos una y otra vez!…”
“¡Discúlpame, trataré de no chupártelos más!” le dije, aunque sería incapaz de hacer una estupidez como esa…
“¡Que no es necesario!” me dijo, mirándome complicada. Me reí. “¡Malvado!... ¡No pares de chuparlas!”
Sé que el sexo con ellas es muy rico, pero tengo una conexión especial con Pamela. Cuando le hago el amor, me siento tan afortunado, porque sé que en condiciones normales, nunca me tiraría una chica como ella, pero supongo que Marisol me ha presentado bastante bien y por eso ella me acepta.
Aunque es una diosa, tanto físicamente como en la cama, sigue siendo la más realista de todas y por eso disfrutó más haciendo el amor con ella que rompiéndole el culo… aunque claro… también le gusta que se lo rompa.
“¡Nunca… te cansas!” me decía ella, jadeando de cansancio, con unos 7 u 8 orgasmos en el cuerpo.
“¡Es que eres deliciosa!” le respondí. “¡Me acuesto contigo y me dan ganas de hacerlo de nuevo!”
“¡No me digas eso!” me dijo, algo enojada. “¡Muchos tíos… me lo han dicho… y no quiero que suenes… como uno de ellos!”
“¡Tienes razón!... pero tú sabes que yo te veo especial, ¿Cierto?”
“¡Porque soy guapa y me acuesto contigo!, ¿No?” me preguntó ella, burlándose.
“¡Claro que no!” le respondí “¡Eso es un bono adicional!... hay mucho más detrás de esos lindos ojos, que lo que estos pechos y tu trasero pueden ofrecer…”
Palabras como esa hacen que ella no se quiera bajar de mí, pero bueno, tras otros 2 condones más, dejamos el baño.
Me pidieron que no volviera al restaurant, pero no importa. La cadena es bien grande y aun quedan otros 5 o 6 locales para que me prohíban la entrada.
Sin embargo, al regresar a casa, estaban Marisol y Verónica, en ropa interior, esperándome en nuestra habitación.
Mi único consuelo era creer que con esa noche, terminarían las orgias. ¡Tremendo error!
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1 comentarios - Seis por ocho (74): La inquietud de Pamela